Para las autonómicas del 2003, había una gran novedad. Jordi Pujol no era candidato de Convergència i Unió, se retiraba supuestamente por la edad, aunque en Catalunya ya existía el rumor (aunque ahora algunos se hagan los sorprendidos) de que había un caso de corrupción alrededor de él. Como diría Maragall en el Parlament, “ustedes tienen un problema y el problema se llama tres por ciento”, en referencia a que supuestamente Jordi Pujol cobraba esa comisión por cada obra que se hacía en Catalunya.
El PSC volvía a ser el más votado, pero volvía a perder las elecciones. CiU debía pactar para tener mayoría, sin embargo, esta vez no le sería suficiente con el PP y realizar un pacto por la derecha. La única opción era pactar con Esquerra Republicana. CiU trató de hacer ver lo recomendable que sería realizar un pacto catalanista, pero los republicanos lo prefirieron realizar con el PSC e Iniciativa per Catalunya – Els verds, en un gran pacto de izquierdas que sería conocido como el tripartido.
Ese día, con ese pacto, nació de algún modo el sentimiento del que años más tarde nacería Ciudadanos y que, en un resumen, podríamos simplificar en la frase “Luchamos todos estos años para acabar con el catalanismo de Pujol y ahora ¿nos juntamos con los independentistas?”. Lo cierto era que, siendo justos, al PSC no le quedaba mucho más remedio si quería gobernar y lo cierto es que lo malo no era ese pacto en sí, sino todo lo que ocurrió después. Pronto, el líder de ERC, Carod Rovira, famoso por pactar un alto el fuego con ETA sólo para Catalunya, no importándole lo que le ocurriera al resto de españoles, comenzó a realizar con Maragall las bases de un nuevo Estatut para Catalunya que tendría el apoyo del gobierno central de Zapatero que había ganado las elecciones de 2004.
Se hablaba de que se reforzaba la multiculturidad de España y lo que se llamó la nación de naciones. Lógicamente, no había que ser muy avispado para saber que ERC lo que buscaba era la independencia y, se quiera reconocer o no, ese estatuto era el primer paso a una Catalunya independiente que, además, se hizo con el beneplácito del presidente del gobierno Español, José Luís Rodríguez Zapatero.
Convergència, en la oposición, apoyó ese Estatuto que, a palabras de los líderes de izquierda catalana, era tan necesario. La realidad fue que ni la mitad de la población fue a votar y que éste se aprobó a pesar de que solamente uno de cada tres catalanes lo quiso.
Eso dejaba una situación que podríamos llamar de secuestro del Parlament, es decir, que el Parlament no representaba ni por asomo a la ciudadanía. Y eso llevó a algunas personas a tomar la decisión de unirse para mostrar la realidad de Catalunya. En mayo de 2005, un grupo de intelectuales catalanes crearon una plataforma contra la situación de uniformidad nacionalista que se vivía en Cataluña. El objetivo de este colectivo era asentar las bases para fundar un nuevo partido político de carácter constitucionalista y no nacionalista. La plataforma estaba integrada por actores, profesores y escritores; entre ellos, Albert Boadella, Félix de Azúa, Miquel Porta Perales, Xavier Pericay, Iván Tubau, Félix Ovejero, Eugenio Trías, Francesc de Carreras y Arcadi Espada.
El embrión de Ciudadanos, que se llamaría Ciutadans de Catalunya, como la frase de Tarradellas, en la que el President llamaba a trabajar a todos los habitantes de Catalunya por el bien de España, se crearía a partir de ello.
“La Constitución y las lagunas de la España de las autonomías”
Para entender la historia de Ciudadanos debemos ir atrás en el tiempo, a la Transición, cuando Adolfo Suárez tuvo que realizar malabarismos para que el país pasara de un régimen totalitario y centralista a uno democrático y autonómico. La labor del que fue primer presidente de la democracia fue encomiable. El camino utilizado fue la elaboración de la Ley para la Reforma Política que fue aprobada por las Cortes franquistas y sometida a referéndum el día 15 de diciembre de 1976. Como consecuencia de su aprobación por el pueblo español, esta ley se promulgó el 4 de enero de 1977. Esta norma contenía la derogación tácita del sistema político franquista en sólo cinco artículos y una convocatoria de elecciones democráticas. Se celebraron finalmente el día 15 de junio de 1977.
Eran las primeras desde la Guerra Civil. La coalición Unión de Centro Democrático (UCD), liderada por Adolfo Suárez, resultó la candidatura más votada, aunque no alcanzó la mayoría absoluta y fue la encargada de formar gobierno. A partir de ese momento, comenzó el proceso de construcción de la democracia en España y de la redacción de una nueva constitución. Entre las elecciones y la Constitución, ocurrió un hecho que a veces no se le da la importancia histórica que tiene. La llegada del President de la Generalitat de Catalunya en el exilio, el señor Josep Tarradellas, quien recalcó la importancia de este acontecimiento porque, de igual modo que todos los entendidos dan por hecho que sin la participación del Partido Comunista no había democracia plena, tampoco la hubiera habido si lo que comenzaron a llamar “Naciones históricas” de España no hubieran gozado de cierta autonomía.
De todas las regiones del país, Catalunya y Euskadi eran las que con más ahínco reclamaban su Estatuto de Autonomía. El Presidente Suárez sabía de la importancia de ello y no dudó en reunirse con los líderes catalanes y vascos, por más que los militares no lo viesen de buen modo ya que temían a los separatistas.
El 23 de octubre, el President Tarradellas llegó a Barcelona y desde el balcón de la Generalitat reclamó la autonomía para Catalunya. Aquello era histórico para los catalanes y todos lo celebraron, desde los más nacionalistas hasta los «nouvinguts». Sin embargo, los independentistas pronto calificarían a Tarradellas de “traidor, vendido a España y comprado por la monarquía”.
En aquel discurso de Tarradellas, pasó a la historia la frase “Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí” (Ciudadanos de Cataluña, ya estoy aquí). Sin embargo, se han pasado por alto otras frases que dijo, que yo escribiré en castellano y que el President dijo en catalán:
“Estoy aquí para que esta Catalunya se ponga a trabajar más que nunca, para hacerla bien fuerte y próspera, para que sea también un ejemplo para los otros pueblos de España”.
Ovacionando toda la plaza de San Jaime repleta de Senyeres, el President recalcaba lo de Ciudadanos de Catalunya, refiriéndose a todos los que vivían en la comunidad más allá de su lugar de nacimiento y llamaba a todos a trabajar por el bien de la nueva España que estaba iniciándose por aquel entonces.