Cuando la Guardia Civil salvó a Cataluña del fascismo

La historia de Catalunya es rica y extensa, pero la mayoría de los catalanes, sobre todo los nacionalistas, desconocen gran parte de ella, en gran parte a causa de que una gran proporción del pasado no les interese recordarla. Así, primero con la Renaixenca y después con el Pujolismo, se ha moldeado, falsificado y omitido gran parte de la historia de Catalunya para que los nacionalistas puedan realizar el papel de mártires con el fin de volver a la época en la que la burguesía catalana poseía las tierras… y los esclavos.

Estos días, en Catalunya los nacionalistas han tratado de pervertir la imagen de la Guardia Civil. Se ha hecho desde el Govern, desde la lucha armada de la CUP y, por supuesto, desde los medios de comunicación  financiados  por la Generalitat con el dinero de los catalanes. Se ha caricaturizado a un cuerpo, al de la Guardia Civil, al cual el pueblo catalán le debe mucho y cuya historia, obviamente, va mucho más allá de la época en la que España vivía bajo una dictadura.

Antonio Escobar Huerta es un nombre que a la mayoría de los catalanes no dirá nada; en las ciudades no hay calles, plazas, avenidas ni estatuas con su nombre. Sin embargo, este Coronel de la Guardia Civil fue quien evitó el levantamiento militar franquista en Catalunya. El 18 de julio de 1936 ostentaba el rango de Coronel y estaba destinado en Barcelona, al frente de la 19.ª Comandancia.

El Coronel Escobar era católico y conservador, padre, hijo y hermano de militares. Fue puesto a las órdenes de Lluís Companys quien, como President de la Generalitat, era la representación de la República Española en Catalunya. El Coronel rogó a éste que le diera la orden para desarmar a las milicias anarquistas, pero Companys no le hizo caso y comenzó la quema de conventos y asesinato de religiosos. Aquello le afectó mucho al Coronel pero mantuvo su compromiso con el régimen republicano y salvó del fusilamiento a varios religiosos, incluido el  cardenal y arzobispo de Tarragona Francisco Vidal y Barraquer.

En mayo del 37, se enfrentaron los grupos anarquistas y trotskistas, por un lado, y el Gobierno de la República, por otro. El gobierno republicano le nombró Delegado de Orden Público en Barcelona. En aquella revuelta fue herido pero, una vez recobrado, formó parte de la defensa de Madrid en la Batalla de Brunete, fue ascendido a General y se le asignó la jefatura del Ejército de Extremadura. Cuando la Guerra ya estaba perdida para el bando republicano, los altos mandos, entre los que se encontraba Escobar, se reunieron con el Presidente Negrín para informarle que la mejor solución era poner fin a la contienda.

Como todos sabemos, no hubo paz negociada y Escobar rindió sus tropas al General Yagüe, quien le ofreció la posibilidad de huir en avioneta a Portugal. Sin embargo, el general Escobar prefirió permanecer en España, motivo por el cual fue juzgado por el Tribunal Militar franquista por rebelión militar. Irónicamente, el hombre que había defendido la legalidad vigente fue fusilado por rebelión.  Le permitieron dirigir su propia ejecución y la Guardia Civil rindió honores militares. Fue asesinado en el mismo lugar que Companys, aunque sin tanta gloria, pues no se convirtió en mito ni mártir, por más que luchó más y mejor que el President de Catalunya por la República en estas tierras.

Hoy en Catalunya se educa en el odio y la Guardia Civil es uno de los cuerpos a odiar, especialmente teniendo en cuenta que en estas tierras no se enseña el odio a España sino a llamar español a todo cuanto se odia. El cuerpo de la Benemérita, pues, muchos lo tienen ligado al franquismo, por más que su fundación en 1844 deje claro que ya mucho antes trató de hacer cumplir la Ley, tal y como ocurrió en la República cuando Antonio Escobar Huerta y sus hombres libraron a Catalunya del fascismo y del mismo modo que también lo hacen en Barcelona estos días con el fascismo catalán.

 

Fuente de la fotografía: www.ecorepublica.es

Esta no es vuestra tierra

Mi bisabuelo estaba labrando el árida tierra de Don Tal (no voy a decir el apellido porque a día de hoy qué más da). La Guerra Civil ya estaba en marcha por entonces y el hijo del dueño, «el Señorito», lo insultó, vejó y humilló, todo por cuestiones políticas. Mi bisabuelo se cansó, lo mandó a hacer gárgaras. El Señorito, por su lado, le mostró su autoridad. «Ésta no es vuestra tierra». Mi bisabuelo, Juan Guisado Panadero, perdió los nervios y abofeteó al Señorito. Al día siguiente, a mi bisabuelo lo fusilaron por «rojo».

Mi abuelo era socialista. El levantamiento nacional lo sorprendió haciendo el Servicio Militar y no le quedó otra que luchar con los mal llamados «nacionales». Cuando volvió de la Guerra, habían matado a su padre. A su suegra también la habían fusilado porque en el treinta y uno había cosido banderas republicanas. A Rafael, mi abuelo, no le daban trabajo por «rojo», por más que hubiera «ganado» la Guerra para los nacionales, y es que «ganar» la Guerra no era suficiente para no ser un «vencido».

Mi padre labraba la misma tierra árida que su abuelo. Según su padre, abuelo y nieto, que compartían el mismo nombre, Juan, tenían el mismo carácter. Un día mi padre estuvo a punto de perder los nervios con un señorito que trataba de humillarlo. Su padre le pidió que estuviera tranquilo y le contó la historia de su fallecido abuelo. Ese día mi padre decidió que dejaría de labrar aquella árida tierra y marchó a Alemania. Años después, la casualidad hizo que acabara en Cataluña.

Yo nací en democracia. Mi padre era del PSOE, como mi abuelo. Luchó por las libertades y por la autonomía catalana y dedicó sus horas libres a las luchas vecinales para que en su barrio asfaltaran las calles, llegara el agua y la luz. Creía en Cataluña, así que me registró en el colegio en catalán.

Yo dejé de votar al PSC por su deriva nacionalista, mi padre haría lo mismo años después pero, para entonces, ya había votado «Sí» al Estatuto de 2006, con el cual comenzaron los problemas actuales. Se siente culpable. Me metí en política, en C’s, aunque después dejé el partido, la política nunca. Ahora los separatistas me dicen «Ésta no es vuestra tierra», lo mismo que el Señorito le dijo a mi bisabuelo hace ochenta años.

Esta pintada es de la tienda de los padres de Albert Rivera. Podría haber estado en la casa de muchos de nuestros padres.

Le voy a contar un secreto señor Otegi

Hola, señor Arnaldo Otegi. Usted a mí no me conoce, pero para que sepa quién le habla, le voy a decir quién soy. El día 19 de junio de 1987 yo estaba muy feliz; había sido el último día de cole y comenzaba las vacaciones. Para una niña de siete años como yo, era muy ilusionante pensar en un largo verano, en la piscina, en ir a la playa, en volver a ver a mis primos. Sin embargo, aquel verano no llegó nunca, fui con mi madre a buscar la compra al Hipercor de la Avenida Meridiana y allí acabó todo. No me dio tiempo a darme cuenta de lo que ocurrió y fue después cuando ya supe que unos señores malos habían puesto una bomba en el centro comercial. Yo ya sabía lo que era ETA por la tele; eran señores con un calcetín en la cabeza que llevaban pistolas y que mataban a militares y Guardia Civiles.

Hace ya mucho tiempo que estoy muerta, muchas horas mirando desde las alturas a mi familia, a mi madre, que se hace viejita y que sigue teniendo heridas, algunas en el cuerpo, otras en el corazón. Aún se acuerda de mí. ¿Sabe, señor Otegi? Todos los días se acuerda de mí y se pregunta cómo hubiera sido mi vida, si hubiese sido buena estudiante, si hubiese ido a la universidad, si me hubiese casado y tenido hijos. Pobrecita, no debería pensar en eso, porque lo cierto es que aquel día que los hombres malos del calcetín en la cabeza pusieron la bomba en Hipercor, acabó todo para siempre.

Señor Otegi, sé que usted era amigo de los hombres malos… ¿Qué digo amigo? Era uno de sus jefes, uno de los que dirigía lo que ustedes denominaban como guerra, esa guerra en la que los señores malos del calcetín en la cabeza estaban de un lado y las niñas de siete años, ilusionadas porque habían acabado el cole, estaban del otro. Mi madre, mi padre y mi hermanito son, cómo se dice… ¿daños colaterales? de aquella guerra. Yo, simplemente, desaparecí y desde entonces miro desde aquí, desde las alturas, a mi familia y no me entero mucho de cómo acabó la guerra.

Años después, llegó aquí a las alturas mi amigo Ernest Lluch y, como era profesor de la universidad, trató de explicarme todo y creo que, más o menos, lo entendí. Me dijo que los señores malos del calcetín, que en realidad es un pasamontañas, se llaman terroristas y que se dedican a asesinar a gente. A mi amigo Ernest también lo asesinaron, aunque creo que usted eso ya lo sabe porque, como usted era uno de los jefes de los asesinos, seguro que estaba al tanto. Cuando llegó aquí a las alturas, le pregunté si él también era una víctima de aquella guerra, pero me explicó que no había ninguna guerra en realidad y que ese término sólo lo utilizaban usted y sus amigos para justificar sus asesinatos.

El día 11 de septiembre vi que usted estaba en Barcelona y me alegré mucho, ya que pensé que venía a ver a mis padres y pedirles perdón. Lo cierto es que me asusté un poco, porque a lo mejor a ellos les costaba aceptar que usted estuviera allí, pero Ernest me dijo que no, que usted estaba allí porque ahora dice que es amigo de los ciudadanos a los que antes asesinaba. Eso no lo entendí mucho, pero debe de ser porque soy una niña de siete años que espera las vacaciones que nunca llegaron y esas son cosas de mayores.

Ernest me explicó que usted está a favor de que pongan una frontera entre Cataluña y el resto de España. Yo de esas cosas no entiendo, pero me da pena que, cuando mis primos vengan a ver a mi hermano, tengan que pasar por una frontera; pero ustedes, los de la tierra, sabrán lo que se hacen. Quien se echa las manos a la cabeza es mi amigo Vlado. ¡Ah! Perdón, que no le he presentado a Vlado. Él es un niño como yo, también tiene siete años y también espera las vacaciones que no llegan. Él es de Bosnia, ¿sabe? Y lo mataron  en una guerra que se hizo para poner fronteras dentro de un mismo país.

Él está asustado por lo que pasa en Cataluña; me ha explicado lo del nacionalismo y el profe Ernest me acabó de hacer entender lo que significa todo eso y creo que ya lo he entendido. Pero, perdone, señor Otegi, que me estoy yendo por las ramas, pues yo a lo que venía era a decirle que me ha parecido muy mal que fuese a Barcelona y no pidiera perdón a las víctimas de aquel día en el que todo se volvió negro. Y también quería decirle otra cosa, esto es un secreto, porque no se puede explicar nada de cómo son las cosas aquí, pero se lo voy a decir: desde aquí arriba, desde las alturas, las fronteras no se ven.

La Puta y la Ramoneta

Fue triste ver a los separatistas del Parlament darse golpes en el pecho cual gorila en demostración de fuerza. A la cabeza de ellos, un Presidente al que nadie votó y que sueña en estar en la memoria popular catalanista junto al «Avi» Macià y el «mártir» Companys y cuya realidad solamente es que, como ellos, va a fracasar en su intento golpista.

He escrito muchas veces que a mí la independencia no es algo que me preocupe en exceso, porque Catalunya no va a ser independiente y eso lo sé yo y también lo saben los separatistas. Sin embargo, sí me preocupa la ruptura que hay en el pueblo catalán y que cada vez es más notable en el día a día de la vida en esta tierra.

La ruptura fue escenificada en el Parlament. Por un lado, los de los golpes en el pecho y, por otro, el vacío. Los miembros de Ciudadanos, PSC y Partido Popular abandonaron la sala para no tener que asistir a una votación que pretendía saltarse la Ley, la Constitución y el Estatuto de Catalunya.

Los miembros de Catalunya Sí que es Pot (En Comú, Podemos o como les queramos llamar) hicieron su trabajo, el de la «hacer la Puta y la Ramoneta». Para quien no entienda está expresión, la referencia más antigua de esta frase data de 1812 y, textualmente, decía: «Hacer la puta Ramoneta».  La Puta y la Ramoneta eran, pues, la misma persona, una persona que «engaña alguien con halagos y adulaciones».

No quedan tan lejos las Elecciones Autonómicas Catalanas en las que los miembros de Catalunya Sí que es Pot pedían el voto de los obreros con origen entre aquellos que llegaron desde otros puntos de España y con la acusación desde Junts pel Sí de hacer el mismo discurso que hacía el partido de Ciudadanos.

El problema de la sección catalana de Podemos es eterno en Catalunya. El PSC e Iniciativa en su momento ya vivieron el drama de tener dos almas, el cual se resume de un modo sencillo: los líderes son nacionalistas catalanes y los votantes constitucionalistas, de modo que en campaña dicen lo que quieren oír los votantes y, una vez en el Parlament, todo cambia.

El comunismo llamaba a los trabajadores del mundo a unirse, a la internacionalidad del pensamiento, sin embargo, en Catalunya y también en el resto de España se cree que el comunismo debe ser antiespañol porque asocian España a Franco, sabe Dios por qué, como si no hubieran sido suficientes los 40 años de secuestro del dictador para que continúe el secuestro 42 años más después de su muerte.

Esa asociación de una bandera que comenzó a utilizarse en 1785 con el dictador ha sido la excusa que utilizó la podemista Àngels Martínez para, de malos modos, sacar del Parlament las banderas constitucionales que habían dejado los miembros del Partido Popular. No creo que el republicanismo sea una escusa para hacer lo que hizo, creo que es el interminable juego de la Puta y la Ramoneta.

Una Diputada del Parlament no puede ser tan ignorante como para no saber que, precisamente en la época de la República, se pararon tres intentos de sedición por parte del gobierno catalán; no puede ser tan ignorante para no saber que en 1934 la República fue quien suspendió la autonomía catalana.

Quizá éste sea un país de malos hermanos en el que sólo se pueden resolver las cosas a tiros, eso nos dice nuestra historia. Sin embargo, creo que aún somos muchos los que queremos un Estado de personas diversas pero unidas.

El independentismo, o al menos este independentismo, no va a poder acabar con la democracia y eso yo creo que los sabemos todos, pero sí va a dejar plantada una semilla de cizaña que, tarde o temprano, brotará y, para entonces, más nos valdrá haber comenzado a entendernos.