Oscar Wilde decía que el nacionalismo es la virtud de los depravados y eso que Wilde no vivió los probablemente peores actos cometidos por el nacionalismo ya que falleció en el año 1900 y no tuvo que sufrir los hechos que llevaron a las guerras mundiales.
Hay personas que confunden el nacionalismo con el patriotismo, pero no tiene nada que ver. El patriotismo es simplemente sentido común, entender que no puede ser autosuficiente y que necesita interaccionar con otras personas a muchos niveles para cubrir buena parte de sus necesidades.
El patriotismo es la comprensión de tu necesidad de pertenecer a ese conjunto para sobrevivir y desarrollarte como individuo y el deseo de conservarlo y mejorarlo por la convicción de que dichas mejoras redundarán en tu propio beneficio, del mismo modo que atacar y dañar a tu patria sólo puede desembocar en un daño a ti mismo pues dependes de ella.
El patriotismo no tiene absolutamente nada que ver con ideas políticas, religiosas o económicas. Podemos considerar patriota a un inmigrante que trabaje para buscar su propio beneficio a través del beneficio de la sociedad que le ha acogido; y antipatriota a un español que defraude al estado y estafe a sus prójimos para enriquecerse.
El patriotismo es amor a lo tuyo. El nacionalismo, en cambio, es la creencia de que lo tuyo es superior a lo demás por propia naturaleza. En Catalunya, la maquinaria independentista que se ha dedicado durante años a lavar el cerebro en los colegios, en los medios de comunicación y, sobre todo, en la televisión donde hasta en las series o los «culebrones» se hace propaganda Nacional-Catalanista.
En la realidad, el 40% de la población es catalanoparlante y el 60% castellanoparlante. Si nos ceñimos a la provincia de Barcelona, el porcentaje de catalanoparlantes es aún menor. Sin embargo, en series que tratan de reflejar el día a día de Barcelona nadie habla castellano, salvo algún personaje en concreto.
De los personajes que hablan castellano, solamente hay dos tipos: el que es bien visto por los protagonistas pues suele tener los cánones de formal y buen trabajador pero no muy inteligente; y el fascista, maleducado y violento.
Ser catalán es una cuestión de nacimiento y, sí, sé que eso es de perogrullo pero, a día de hoy, en la Catalunya del «procés» da la sensación de que no, que es cuestión de estirpe, de política y casi casi de religión.
El nacionalismo, que es la ideología más retrógrada, más rancia y más casposa de todas, es vista en Catalunya como moderna, juvenil y situada en la izquierda, cuando una persona de izquierdas no puedo ser jamás nacionalista, puede ser patriota pero no nacionalista. Como bien dijo Boadella, en España no hay extrema derecha porque la extrema derecha son los nacionalistas.
La CUP, ese partido que finge ser anticapitalista y de extrema izquierda, pero que son hijos de la burguesía catalana de toda la vida jugando al mayo del 68, ha realizado una moción que reclama a Junts pel Sí un apoyo sin fisuras a la declaración de la ruptura.
Ciertamente, yo creo que más que buscar una Declaración Unilateral de Independencia lo que realmente busca la CUP es demostrar a la opinión pública que Junts pel Sí no está dispuesta a forzar la máquina por la independencia.
Lo peor de este asunto es que ya hay alcaldes de la CUP que van a ser juzgados por sedición y condenados a pagar una multa o incluso ir a la cárcel, un castigo que quizá merezcan más otros que están más arriba y que en realidad están moviendo los hilos para que los de abajo se muevan.
El conflicto de Catalunya está llegando a un callejón sin salida. Una discusión entre la CUP y Junts pel Sí es la única salida honrosa que les queda. No debieron continuar con esta pantomima cuando el pueblo catalán dio la espalda al independentismo en la votación del 27 de septiembre y ahora no les queda más que escenificar una ruptura y que Puigdemont, el cual creo que acabará con el sobrenombre del Breve, disuelva el Parlamernt y vayamos a unas autonómicas normales y corrientes. De este modo, con ese escenario, los independentistas quizá luchen por lo que crean. Eso sí, confiemos que pronto la educación esté en manos del gobierno central porque, sino, la escuela en Catalunya seguirá siendo una fábrica de hacer independentistas.
Fuente de la fotografía de portada: naciodigital.cat