Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XXI) El Pujolismo: Hoy paciencia y mañana independencia

En la Transición, el separatismo catalán estaba prácticamente anulado. Dentro de los catalanistas, la idea de la independencia era vista como algo desfasado, antiguo, rancio, no porque los cuarenta años de dictadura hubiesen anulado el sentimiento, pues es obvio que la represión lleva a la insurrección, sino porque en un mundo cada vez más global, al que Europa trataba también de unirse, volver a las luchas regionales parecía una posibilidad poco seria. Eso no quita que las élites catalanistas quisieran mantener el poder, cosa que sabían que sólo se conseguiría creando Estructuras de Estado.

El presidente en el exilio y representante de la Generalitat, la única institución republicana restaurada, Josep Tarradellas, habla de unión y asume que el separatismo es una idea equivocada. En 1980, cuando Jordi Pujol se «coronó» como President de la Generalitat sin que ni la izquierda ni la derecha españolas hiciesen nada por impedirlo, el separatismo no era algo de lo que se hablara, pero sí que ya se comenzó a plantar la semilla de lo que vendría después. «Hoy paciencia y mañana independencia» era el eslogan, por más que para muchos no fuese la independencia de Catalunya lo que buscaban, sino la independencia de las instituciones catalanas.

Jordi Pujol usaría en aquella primera legislatura, y también en las siguientes, para sus propósitos dos estructuras muy importantes, la escuela y la televisión pública. Para ello, aprovecharía en primera instancia la lengua catalana. En aquel momento, castellano y catalanoparlantes estaban de acuerdo en la inmersión lingüística. En la calle y en las casas el castellano era más usado, sobre todo en Barcelona, motivo por el cual todo el mundo entendió que era bueno que en las escuelas se aprendiese el catalán y, si era necesario, que se reforzara. De aquella buena fe se acabaría aprovechando el separatismo. 

Ya en 1981, profesores e intelectuales se percataron de que la lengua catalana era utilizada como medio de adoctrinamiento. El Manifiesto por los Derechos Lingüísticos de Catalunya, más conocido como el Manifiesto de los dos mil trescientos, era la primera respuesta social de una parte del pueblo catalán ante la imposición total de que en Catalunya hubiese una lengua única. La reacción a aquel manifiesto fue terrible, tanto desde la Generalitat como los medios de comunicación, que no se dedicaron a informar sobre el manifiesto sino a tomar partido y a atacar a los firmantes. La asociación «La Crida a la Solidaritat» surge como réplica a esta asociación y logra reunir a 100.000 personas en el Camp Nou. De esta asociación, surgirían Àngel Colom, que sería después candidato de ERC, y Jordi Sànchez, futuro líder de la ANC. La Crida defendería en muchos casos acciones de Terra Lliure y ETA e, incluso, pidió el voto en unas elecciones europeas para Herri Batasuna.  

A los disidentes se les acusa de fascistas, españolistas, y se les trata de situar en la extrema derecha, por más que la mayoría de los que están involucrados en política pertenezca al PSC o formen parte del sindicato de la UGT. Quien peor parado salió de todo aquello fue el firmante Jiménez Losantos, que fue secuestrado por la banda terrorista Terra Lliure, llegando a dispararle en una pierna. ¿Las consecuencias de aquel manifiesto? 14.000 maestros abandonaron Catalunya y, poco a poco, las plazas se van llenando con adeptos al régimen. El movimiento contrario al nacionalismo es aplastado.

Jordi Pujol aprovecharía el Caso Banca Catalana para mostrarlo como un ataque a Catalunya. A partir de ahí, cualquier ataque al gobierno de la Generalitat o a cualquier miembro o asociación cercana a la oligarquía sería mostrado como un ataque español contra Catalunya bajo la excusa de que a los catalanes los odian en el resto del Estado. A raíz de aquello, Pujol y los suyos comenzarían a hablar siempre de «nosotros y ellos» y comenzaría la construcción «mental» de la nación catalana, poco importaba si esa nación no existía, siempre y cuando la gente lo creyera. Desde los medios de comunicación, se empieza a utilizar un idioma desconsiderado de apariencia inocente, el Gobierno pasa a denominarse «Madrid» y  España, «L’Estat Espanyol». Denominar «Estado» a España es para diferenciarlo de los términos «Nación» o «País» que siempre se acuñarán a Catalunya.

La prensa es subvencionada (comprada hasta por 31 millones de Euros al año) por la Generalitat, la televisión de su propiedad y en las escuelas se ponen manos a la obra para que la Catalunya como nación sea parte del estado mental de los catalanes. Se habla de Catalunya y España como dos entidades diferentes y se clasifica, diferencia y penaliza a los que piensan diferente. Se acusa a PSOE y a PP primero, después a Ciudadanos (el PSC se libraría más tarde de las críticas por acercarse al nacionalismo), de no ser parte del pueblo catalán porque no forman parte de la supuesta homogeneidad del pueblo catalán, por más que no haya grupo social humano que sea homogéneo.

En 1993, cuando el nacionalismo catalán está en su mejor posición (55% de los votantes), un informe de TV3 (es decir, de la Generalitat), que llega a debatirse en el Parlament, muestra cómo para la televisión, radio y prensa catalanas no sólo se es importante la dicción, sino cómo se utilizan las palabras para diferenciar Catalunya y lo catalán de lo español y, lo más preocupante, la ideología política. A raíz de ahí y en los siguientes años, muchos periodistas son desterrados de Catalunya, tales como Àngels Barceló, Anna Grau, Susanna Griso, Javier Cárdenas o Carles Francino, entre otrospor no ser suficientemente cercanos al régimen, por más que, obviamente, en estas tierras no se venda como un destierro sino que sirve para indicar lo bueno que son los periodistas catalanes que las televisiones y radios españolas se los rifan. La prensa crítica dentro de la propia prensa es también eliminada.

En 1994 la Generalitat elimina el castellano de las escuelas entre los tres y los ochos años. El manifiesto por la tolerancia lingüística, bajo el lema «En Castellá també», protesta por ello y, una vez más, todo movimiento que defiende la igualdad entre las lenguas es acusado de extrema derecha, por más que entre los firmantes haya personas tan claramente de izquierdas como Julio Anguita, líder de Izquierda Unida. Desde el nacionalismo, se vuelve al tópico recurrente de que el catalán es la lengua minoritaria históricamente perseguida. Para entonces, el término «lengua materna», tan utilizado por los nacionalistas en la Transición, ha sido sustituido por «lengua propia» y, bajo la premisa de que el catalán es la lengua propia de los catalanes y el castellano es una «lengua impuesta», se trata de que sea de segunda categoría.

El problema es que el término «lengua propia» es inventado y que, en realidad, solamente existen la lengua materna y la lengua oficial. El castellano es tan oficial como el catalán en esta tierra y, además, es la lengua materna de la mayoría de los catalanes. Finalmente, el Tribunal Constitucional anulará esa ley. Antes de que eso ocurra, la vicepresidenta de Cadeca (Coordinadora de Afectados en Defensa del Castellano), María Asunción García Pérez, es raptada, molida a latigazos y, antes de abandonarla, le queman el coche. «Tú eres la causante de los problemas con el catalán» le dijo el agresor.

En 1996 Foro Babel lanza una iniciativa cívica de intelectuales y artistas catalanes en defensa del bilingüismo. El manifiesto, claramente progresista y que podría servir de ejemplo para cualquier gobierno liderado por la izquierda, es tildado por el Govern y sus medios de comunicación como «reaccionario». Se acusa a los que piden igualdad entre las lenguas de querer provocar confrontación civil. ¿Cómo un derecho puede crear confrontación? En el Parlament, con la izquierda acomplejada por los nacionalistas, como hablamos en el anterior episodio, sólo el líder del PP catalán, Aleix Vidal-Quadras, defiende el bilingüismo en las escuelas. Sin embargo, ese mismo año, el Partido Popular y José María Aznar necesitarán del apoyo de CiU para poder gobernar. Tras las reuniones, Pujol anuncia en TV3 que «Se cumplirá el pacto, lo que está escrito y lo que no» y que «si el PP reemprende la campaña contra la política lingüística, retiraremos el apoyo en Madrid». Poco después, Vidal-Quadras es destituido y Aznar le ofrece su cabeza para contentar a Pujol. La oposición al nacionalismo catalán en el Parlament es eliminada.

Cuando en 2003 la ERC de Carod Rovira prefirió hacer President al socialista Pasqual Maragall antes que al convergent Artur Mas, muchos nacionalistas no entendieron aquella decisión, aunque lo cierto es que fue una jugada maestra para el independentismo. Con una mayoría social no nacionalista y un catalanismo más cercano al «regionalismo» que al «separatismo», Esquerra no quería dividir el Parlament entre Catalanistas y Constitucionalistas y no lo quería por dos motivos:

1) Porque el nacionalismo sería liderado por CiU y, además, en un momento en el que el entorno de CiU (Òmnium) comenzaba a ser más activista. Ejemplo de ello es la campaña que se llevó a cabo en 2002, cuando se llamó al boicot a los productos que no etiquetaran en catalán.

y 2) Porque, de este modo, evitaba que una de las armas del PSC para desgastar al gobierno fuese empatizar con los contrarios al nacionalismo. Así, lo que quedaba del PSOE español es también eliminado en Catalunya.

Con el tripartit de izquierdas PSC-ERC-ICV, se inicia el camino hacia el nuevo Estatuto y se aprovechan las estructuras de Estado de Pujol para hacer ver que es algo que demanda la población, por más que después sólo el 46% de los catalanes fuera a las urnas. El Estatut de 2006 no sólo era claramente nacionalista y situaba a los castellanoparlantes como ciudadanos de segunda, sino que abría también las puertas al movimiento separatista. La segunda gran jugada de Carod-Rovira llegaría cuando, casi al final de las negociaciones, ERC abandona el pacto por el Estatuto y en él entra CiU. ¿Por qué ERC no quiere firmar el Estatuto? No porque no esté de acuerdo con él, ya que en realidad ese Estatuto es más suyo que de nadie, sino porque, al no firmarlo, consigue que no dé la sensación de que ya ha cumplido su objetivo, sino que éste aún está por llegar. Ese objetivo tiene un nombre: Independencia. 

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XX) El complejo socialista frente al nacionalismo catalán

En 1977 se celebraban las primeras elecciones Generales en España desde antes de la Guerra Civil. En un país sin tradición democrática, muchos no acababan de entender la gran cantidad de siglas de los nuevos partidos políticos. En Catalunya, los comicios se enfocaron también bajo la idea de quién podría defender mejor los intereses catalanes en el Congreso. En estas tierras, una amplía mayoría demandaba la autonomía y un estatuto para Catalunya. Así que, bajo esa consigna, se formó una coalición llamada Pacte Democràtic per Catalunya, liderada por Jordi Pujol, y en la que, además de Convergència, Esquerra Democràtica y el Front Nacional, participaba también el PSC-Reagrupament.

Aquel pacto no duró mucho, el PSC-Reagrupament se disolvió y formó parte del PSC-PSOE, un Partido con dos almas ya que, mientras el PSC tenía fuertes inclinaciones catalanistas, el PSOE contaba en Cataluña con una Federación que basaba su fuerza, sobre todo, en los trabajadores de la zona metropolitana, la mayoría de origen de otros puntos de España. En 1978 las distintas fuerzas socialistas llegaron a un acuerdo que cristalizó en el Congreso de la Unidad Socialista. En este Congreso, se fundó el Partit dels Socialistes de Catalunya, un nuevo partido que aglutinaba a todo el espectro socialista catalán y tenía una relación federal con el PSOE, a pesar de que formalmente era un partido diferente, por más que, incluso hoy, muchos creen que PSC y PSOE son el mismo partido pero con distintas siglas.

Lo cierto es que, en aquel momento, el lado catalanista del PSC no dominaba el partido como lo haría después y si la unión con los socialistas de España se llevó a cabo fue porque la Federación Catalana del PSOE tenía gran implantación social. Sin embargo, ésta no era nacionalista, mientras que el PSC sí lo era pero no tenía apoyo social. De este modo, Joan Reventós entiende que la única salida es aliarse con el PSOE pues, así, conseguía los votos de las personas que votaban a Felipe González y se los llevaba a una formación en realidad nacionalista. Contaba Oriol Bohigas en Entusiasmos compartidos y batallas sin cuartel que Joan Reventós lo advirtió del “peligro de un triunfo en solitario del PSOE en Catalunya”.

El PSC-PSOE fue el ganador en Catalunya en Generales y Municipales. Sin embargo, en las primeras autonómicas Convergència i Unió resultó la fuerza más votada, entre otras cuestiones, gracias a que la derecha española de Alianza Popular no se presentó para no perjudicar a Pujol. No obstante, el socialismo pudo gobernar. Un pacto entre PSC-PSUC-ERC hubiera dado la mayoría parlamentaria, pero esta opción apenas se intentó. ¿El porqué? Se podría contestar a dicha pregunta con declaraciones del propio líder socialista Joan Reventós que escribiría en sus memorias inacabadas Tal com ho vaig viure (Tal y como lo viví) que “Nos hubieran partido (a los catalanes) en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol”.

Si Catalunya fue y es mayoritariamente de izquierdas, ¿por qué prácticamente nunca ha gobernado el socialismo Catalunya? La respuesta recae en el hecho de que la izquierda catalanista no pretendiese gobernar hasta que Pujol tuviese ya construidas las estructuras de un estado nacional catalán y la política se hiciese bajo el catalanismo, gobernara quién gobernara. 

El PSOE fue la fuerza más votada en Catalunya en las Elecciones Generales de 1982 y las Municipales de 1983. Sin embargo, en las elecciones  de 1984, con el ambiente enrarecido debido al caso de Banca Catalana, Pujol hace de aquellas autonómicas un referéndum entre buenos y malos catalanes, situando su partido en el lado del Bien. Convergència vence  y el PSC acaba con la fuerza del PSUC. Para entonces, los socialistas catalanes ya están completamente dirigidos por una parte de la burguesía catalana, que ha tratado de hacer equilibrios entre sus dirigentes catalanistas, a menudo nacionalistas catalanes y alguna vez hasta independentistas, y sus votantes, mayoritariamente venidos desde otros puntos de España, que están totalmente en contra del nacionalismo catalán y votan al PSC creyendo que estos y el PSOE son el mismo partido y pensando que tienen la misma ideología y fines. 

El desencanto con la políticas de izquierdas en Catalunya es tan grande que en 1988 la participación en las Autonómicas baja hasta el 59%. Y es que ya por aquel entonces los nacionalistas están organizados y unidos, mientras que los constitucionalistas no. Además, existe una gran decepción en la izquierda, dado que tanto PSC como Iniciativa per Catalunya son demasiado cercanos al catalanismo. El catedrático Francesc de Carreras definiría esto como el PUC (Partido Unificado de Catalunya), que constaría de CiU, ERC, PSC e Iniciativa, dejando fuera al Partido Popular, que colaboraba mostrándose como partido de derecha rancia, mientras que el partido de Pujol lo hacía de derecha moderna, por más que el olor a neftalina fuese el mismo entre ambas formaciones.

Una parte del voto de izquierdas no nacionalista se siente huérfano y no acude a las urnas en Autonómicas, aunque sí en Generales, donde en 1989 la participación sube hasta el 67%. En dichas elecciones, el PSOE sube 400.000 votos y es la fuerza más votada, una vez más, en Catalunya. En el famoso año olímpico de 1992, la participación de las Autonómicas baja hasta el 54%, lo que beneficia a Pujol, quien vuelve a ganar por mayoría y el PSC pierde dos diputados más. Otra vez se apreciará lo importante de la participación ya que en 1993 para las Generales sube hasta el 75% y el PSOE vuelve a ser la fuerza más votada superando a Convergència que, a pesar de que participaran un 21% más de electores, prácticamente calcó los resultados de las Autonómicas.

Aquel era el mejor momento, no sólo de Convergència, sino también del catalanismo, que consigue el 55% de los votos. Además, CiU permitió la gobernabilidad de Felipe González y se convirtió en necesaria en el Congreso de los Diputados, cuestión que aprovechó para ampliar sus dominios.   

En aquellos años, el nacionalismo empieza a hacerse asfixiante. Se comienzan a multar a los locales que no rotulan en catalán, en los colegios el castellano comienza a hacerse residual y en los medios de comunicación el ataque al disidente comienza a hacerse muy fuerte. Todo ello, unido al run-run de la corrupción de Convergència, hace que la Catalunya no nacionalista comience a moverse. Así, sube la participación un 15% y Pujol pierde la mayoría absoluta. De este modo, se ponía la primera piedra para que la izquierda pudiera destronar a Convergència y en 1999, de la mano de Pasqual Maragall, el PSC conseguía ser la fuerza más votada. No obstante, la caprichosa ley electoral hacía que Pujol tuviera más diputados y el PP permitiría la gobernabilidad.

El PSC sigue siendo la alternativa al nacionalismo, si bien es cierto que los socialistas, como diría Albert Boadella, «de estar tan cerca de la epidemia (nacionalista), no han podido (o no han querido, añado yo) evitarla

El socialismo catalán se comporta durante años como el Caballo de Troya para que el nacionalismo llegue a las zonas obreras. ¿Y qué mejor manera para convencer a éstas que acusar a todo lo español de fascismo o de derechas para que los obreros y sus hijos abracen el catalanismo, que finge ser bandera de la modernidad? Si en el resto de España la superioridad moral es de la izquierda contra la derecha, en Catalunya ésta corresponde a los nacionalistas frente a los constitucionalistas.

Acusar de españolismo a toda lucha obrera es algo común en la historia de esta tierra. Sucedió con Lerroux en la Semana Trágica y ocurrió con los anarquistas durante la República y la Guerra Civil. De hecho, el propio Joan Reventos, líder socialista de los inicios de la democracia, cuando se refería a la posibilidad de que hubiese habido una opción socialista no nacionalista, dijo en la presentación de sus memorias que «no quería que se instaurara con fuerza una opción lerrouxista y preferí la hegemonía de CiU.«

El complejo del socialismo con el nacionalismo catalán podía haber terminado en 1999 cuando Josep Borell, un socialista catalán sin miedo a decir que se siente español, pudo ser secretario general del PSOE y candidato a la presidencia española. Sin embargo, una denuncia de corrupción sobre dos de sus colaboradores le hizo renunciar y truncar una brillante carrera política. Curiosamente, y según relata Antonio Robles en su libro Del fraude histórico del PSC al síndrome de Cataluña, aquella denuncia llegó desde el propio círculo dirigente de los socialistas catalanes.  

En ese mismo año, por primera vez la victoria en las Autonómicas por parte de Pujol no era clara y el que había sido alcalde de Barcelona en la época de los Juegos Olímpicos, Pasqual Maragall, salía a hacerle frente. Los socialistas de Catalunya parece que creían en un proyecto y consiguen ser la fuerza más votada. No obstante, da la victoria en diputados a Convergència que, gracias al voto favorable del Partido Popular, gobernará en Catalunya, «devolviendo el favor» del voto de Convergència en la investidura de Aznar como presidente del Gobierno.

Aquellos pactos harán que, por primera vez, las elecciones catalanas comiencen a mirarse desde la perspectiva derecha-izquierda, por encima de nacionalismo-constitucionalismo. En 2003 Maragall vuelve a ganar en votos pero no en diputados, sin embargo, esta vez ERC pasa a ser clave para la gobernabilidad y los independentistas de izquierdas prefieren pactar con el PSC (junto a Iniciativa) antes que con CiU, a la que empiezan a salpicar casos de corrupción.

Por primera vez, la izquierda logra gobernar Catalunya, siendo muy crítica con Convergència. Maragall insinúa las mordidas del 3% que CiU cobraba por las obras públicas, por más que después pediría perdón. El PSC continúa las políticas nacionalistas de Pujol y el desencanto vuelve a la izquierda no nacionalista, sobre todo a raíz del nuevo Estatuto, que es votado en 2006, por más que no fuera una demanda de los catalanes y que sólo votara un 46% de la población. El nuevo referéndum contaba con el apoyo de PSC, ICV y CiU y, en él, se situaba a los castellanohablantes como ciudadanos de segunda categoría en Cataluña, lo que llevó a que muchos abandonaran el PSC y que, tras la plataforma Ciutadans de Catalunya, acabara naciendo el partido Ciudadanos.

A raíz de ahí, los no nacionalistas perdieron la esperanza de que el PSC fuese quién les librara del nacionalismo catalán, suponiendo la pérdida de 5 diputados en 2006 (aunque repitió el Tripartit), 9 más en 2010, 8 en 2012 y 4 más en 2015, a pesar de que en este último año ya había reculado (en parte por estrategia electoral) su apoyo al nacionalismo catalán. Si en 1999 la izquierda teóricamente no nacionalista, PSC e Iniciativa, tenía 51 diputados, en 2015 sumaba 26 entre PSC y Catalunya sí que es pot. Es decir, perdía 25 diputados, justo el número que conseguía Ciudadanos en las últimas elecciones y que les colocaba como líderes de la oposición.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XIX) Jordi Pujol, educado en el nacionalismo para gobernar Cataluña

Para introducirnos en la parte correspondiente a la época democrática actual, lo haremos de la mano de uno de los actores principales del nacionalismo catalán de la época,  Jordi Pujol, quien tomó el relevo de Josep Tarradellas tras imponerse de la mano de Convergència i Unió en las Elecciones Autonómicas de 1980. Pero su historia y relación con el nacionalismo comenzó mucho antes, de hecho, ya su padre, Florenci Pujol, y su tío, Narcís Pujol, habían formado parte de Estat Català, como recordarán los que leyeron la entrada sobre la historia del nacionalismo XV, una de las formaciones que se unieron en Esquerra Republicana de Catalunya y cuyas juventudes fueron criticadas, incluso por el sector moderado, por ser cercanos al fascismo. Estat Català no tuvo reparos en hacer propaganda racista en contra de la emigración. Después pasaría a la corriente de Francesc Macià, ya dentro de ERC, y Narcís sería encarcelado tras la Guerra Civil. 

Colegio Alemán de Barcelona (1939)

Perteneciente a una familia acomodada, Jordi Pujol i Soley fue inscrito en el Colegio Alemán  de Barcelona, ya en época de Hitler. Dicha escuela fue cerrada en 1937 por la Guerra Civil Española, momento en el que el III Reich evacuó residentes, incluso mediante submarinos alemanes. Los alumnos del centro barcelonés que pudieron llegar a Alemania fueron reubicados en dos centros, uno para chicos y otro femenino. Al finalizar la Guerra, en España el Colegio Alemán fue reabierto con todos los apoyos del nuevo régimen español. La actividad nacionalsocialista del centro escolar se multiplicó y todo el profesorado era miembro del NSDAP y los jóvenes formaban brazo en alto, saludando la imagen del Führer. Además, era frecuente ver a padres vestidos con uniformes nazis. En ese ambiente, Jordi Pujol se educó bajo las ideas nacionalistas del gobierno de Adolf Hitler hasta el 5 de junio de 1945, fecha en la que el Colegio fue clausurado por presiones de los aliados y el centro incautado por las autoridades francesas, que después lo rebautizaron como Liceo Francés. Mucho se ha comentado sobre la «obligatoriedad» de la inscripción en dicho centro, obviamente, no es cierto y la familia Pujol por voluntad propia deseó que su hijo se educara bajo la educación del nazismo.

En aquellos años de dictadura franquista, el catalán no formaba parte de la educación y, cuando tenía doce o trece años, según reconoce el propio Pujol en sus memorias, éste pide a su tío un libro para aprender a leer y escribir en catalán.  Cuando acaba el Bachillerato,  decide estudiar Medicina, donde sin una especial dedicación cumple sus deberes y obtiene un buen expediente. Durante los primeros años universitarios actuó en la resistencia contra la dictadura franquista, a través de asociaciones católicas, políticas o culturales, en defensa de la democracia, la identidad de Catalunya y, sobre todo, la lengua y cultura catalanas, perseguidas por la dictadura en los años de la posguerra.  Poco después (quién sabe si por su educación en la escuela de Hitler), tuvo una visión según la cual debía ser el líder que Catalunya necesitaba. Subió el monte Tagamanent, de 1.055 metros de altura, donde esperaba encontrar unas casas y una iglesia, tal y como su tío le había explicado. Sin embargo, allá arriba todo estaba destruido y aquella impresión de derrota y desánimo, Pujol la trasladó a toda Cataluña: «Cuántos años deberán pasar para reconstruir todo esto antes de que hayamos reconstruido el país«.

En uno de sus últimos discursos como President de la Generalitat, aseguraba que «Ya hemos bajado de la montaña donde contemplaba un pueblo anegado, ya hemos reconstruido las casas y rehecho los caminos. Ya hemos ido a honrar a los muertos al cementerio

Desde muy joven,  Pujol fue un gran activista desde el catalanismo conservador y católico contrario al trato de Franco con la cultura catalana, pero fue a raíz del Caso Galinsoga cuando su nombre se popularizó. El director de La Vanguardia,  Luis Martínez de Galinsoga, después de asistir a una misa en la iglesia de San Ildefonso de Barcelona el 21 de junio de 1959, protestó en la sacristía de la iglesia por el hecho de que la homilía se hubiese pronunciado en catalán (el resto de la misa era en latín). Galinsoga exclamó  la frase «Todos los catalanes son una mierda» que,  al hacerse pública, causó una honda irritación en la sociedad catalana.  «Cristians Catalans», liderados por Pujol, organizó una campaña contra La Vanguardia.  Tratando poner fin a las protestas, Galinsoga escribió un artículo en el que negaba que hubiera pronunciado esa frase y en el que se definía como «amigo de Cambó».  Las protestas provocaron que el periódico perdiera cerca de veintemil suscriptores y el Consejo de Ministros destituyó a Galinsoga, siendo sustituido en la dirección por Manuel Aznar.  

Jordi Pujol fue detenido en mayo de 1960, poco después de los sucesos del Palau, en los que un grupo de jóvenes se levantó para entonar el Cant de la Senyera, lanzando unas octavillas tituladas «Us presentem el general Franco», escrito por Pujol y que le costó la condena a siete años de prisión, por más que sólo cumpliría tres, dos de ellos en la prisión del Torrero de Zaragoza. Para entonces, su padre Florenci ya había fundado Banca Catalana y, cuando Jordi volvió a Barcelona, comenzó una nueva línea de actividad política con el eslogan «Construyendo el país». Con ello, pretendía aumentar el nivel de conciencia nacional de los catalanes. En cuanto a la importancia de la banca para hacer Catalunya decía que: «Sin banca, un país no tiene posibilidad de crear grandes empresas, nuevas fuentes de riqueza importantes. Cataluña vivirá siempre en precario mientras no resuelva ese problema«. La asociación OMNIUM fue co-fundada por Banca Catalana convirtiéndose en entidades siamesas.  

En 1974 Jordi Pujol fundó el Partido Convergència Democràtica de Catalunya, por más que no se formalizaría hasta tres años después, ya en la Transición. En las primeras elecciones Generales de la democracia, se presentó como cabeza de lista de Pacte Democràtic de Catalunya, una coalición electoral que tenía como máximo objetivo la necesidad de un Estatuto de Autonomía para Catalunya. Consiguió ser la cuarta fuerza más votada en Cataluña con casi el 17% de los sufragios. Poco después, se rompería la coalición  y, en las municipales de 1979, Convergència sería la tercera fuerza de Catalunya con alcaldes del periodo franquista, antes de unirse a Unió de cara a las autonómicas de 1980, el verdadero objetivo de Pujol. Antes de eso, en 1978 el Convergente Miquel Roca había sido uno de los padres de la Constitución española para la que Convergència pidió a sus votantes el Sí y en 1979 el Estatuto de Cataluña.

En las primeras elecciones a la Generalitat, Jordi Pujol logró ser President favorecido por dos grandes situaciones: una, por la lucha fraticida de Reventós y su PSC-PSOE y el PSUC, liderado por Josep Benet, que se repartieron los votos de la izquierda (41% en total) y, dos, por la no participación de Alianza Popular, que no se presentó a las elecciones para no restar votos a la derecha catalana de Jordi Pujol. Convergència i Unió consiguió el 27% de los sufragios y necesitó del apoyo de la UCD de Suárez y de ERC para poder gobernar. Muchos criticaron que las fuerzas de izquierda no se pusieran de acuerdo para gobernar.

En 1982 Banca Catalana entró en crisis cuando un falso anuncio de suspensión de pagos provocó la salida del 38% de los depósitos de la mayor parte de entidades financieras catalanas. Los primeros intentos de solución fracasaron y, como el Banco había sido fundado por la familia Pujol y uno de los directivos de los años setenta fue el entonces President, el caso cobró connotaciones políticas. En 1983 el grupo fue traspasado a un consorcio formado por toda la gran banca española, de manera que en 1984 el Banco de Vizcaya  se hizo con el 89% de las acciones de Banca Catalana y el control del Banco Industrial del Mediterráneo, Banco de Barcelona y el Banco Industrial de Cataluña. En mayo de 1984 Jordi Pujol fue incluído en la querella presentada por la Fiscalía General del Estado.

El caso Banca Catalana merecería una o varias entradas pero, políticamente y en cuanto al nacionalismo se refiere, lo más importante es que, gracias a aquello, Jordi Pujol descubrió que la táctica de que todos los ataques contra su persona eran (según él) ataques contra Cataluña daba rédito electoral. Pujol diría «El Gobierno del Estado ha hecho una jugada indigna, y, a partir de ahora, cuando hable alguien de ética y de moral, hablaremos nosotros y no ellos«. La Catalunya de Tarradellas y sus ciudadanos de Catalunya moría para dar paso a la Catalunya de «nosotros y ellos» de Pujol. A partir de ese momento, todo el que osara criticar al President, a Convergència o alguno de los estamentos de la «patria» sería tildado de mal catalán. 

Pujol calificaría a Alianza Popular y a PSOE de anticatalanes. El líder del PSC Ramón Obiols fue agredido a gritos de «Es un traidor, hay que matarlo». En ese ambiente, Pujol ganaría las elecciones por mayoría absoluta y haría de la suya una victoria de Catalunya, llamando a los suyos a manifestarse.

De ese modo, nacería el «Pujolismo», apoyado en la recién nacida televisión pública catalana y en la financiación de una prensa «amiga» que le elige representante de la catalanidad.

«La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte«. (Josep Tarradellas, 1985)

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XVIII) El exilio de la Generalitat y la dictadura

Tras la última entrada de este ciclo sobre el nacionalismo catalán, proseguimos con un nuevo post:

Mientras en Catalunya, sobre todo en Barcelona, la burguesía catalana se adaptó de buen modo al franquismo, con el gobierno de la Generalitat en el exilio, el nacionalismo catalán se mantiene en esos primeros años de dictadura únicamente en la Iglesia, la cual, curiosamente, lo mantuvo, sobre todo, centrándose en la lengua como bandera. A pesar de que, del mismo modo que en el resto de la nación, la Iglesia viese con buenos ojos la victoria nacional y que, por ejemplo, con la conquista de Barcelona, los jesuitas colocasen en el Colegio de San Ignacio un cartel que ponía “¡Viva Franco, Arriba España!”, dentro de sus muros nacería la lucha contra Franco y la defensa de las ideas catalanistas.

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Hasta 1941, el catalán estuvo totalmente prohibido en Catalunya y no fue hasta la llegada de la democracia que no retomó su total normalidad. Sin embargo, cierto es que la represión del catalán ha sido exagerada y aún hoy es uno de los grandes argumentos utilizados por el nacionalismo. Obviamente, no se detenía a quien hablaba catalán por la calle. Que el gobierno de la dictadura restringiese el catalán es algo suficientemente grave como para criticarlo, sin necesidad de transmitir falsas leyendas sobre lo que ocurría en aquellos años.

Se cambiaron los nombres de calles y plazas y la educación era en castellano, así como también los funcionarios públicos debían expresarse en dicho idioma. Sin embargo, en 1941 la Editorial Balmes ya comenzó a publicar en catalán Foment de pietat, en 1943 la editorial La Sirena publicó L’aprenent de poeta, en el año 1946  el Orfeo Català realizó su primer concierto público tras la Guerra y en 1947 se publicó la Biblioteca Literària Catalana. Ese mismo año, se entregó el Premi Joan Martorell para novela en catalán, siendo premiada Celia Suñol por su novela Primera Part. En 1949 en Manresa se convocaron los Juegos Florales en catalán y ese mismo año Radio Barcelona comienza a emitir un programa sobre literatura en catalán. En 1955 la editorial Teide publica la colección Biografies catalanes y en 1956 se comienza a entregar el Premio Lletra d’Or al mejor libro en catalán, siendo vencedor Salvador Espriu con Final del Laberint. Así mismo, en 1964 Televisión Española empieza a emitir un programa de Teatro en catalán, en 1965 los premios nacionales de literatura añadieron el Premio Verdaguer para la producción en catalán, en 1967 se emite en televisión el programa Marenostrum que permitía oír las noticias en catalán y en 1969 Omnium Cultural organiza el Premi d’Honor a les Lletres Catalanes. En 1972 se comienza a dar clases de catalán en las escuelas, si bien es cierto que tardará años en normalizarse. Así tambien, en el mundo musical José Guardiola graba temas en catalán ya en 1958 y en los años sesenta nace la Nova Canço con las apariciones de Raimon, Joan Manuel Serrat, Núria Feliu, Maria del Mar Bonet, Lluís Llach, Ovidi Montllor y La Trinca, entre otros, que hicieron habituales canciones en catalán reivindicativas.

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Fuera de las fronteras españolas, tras la Guerra se organizó un gobierno de la Generalitat en el exilio presidido por Josep Irla. En ese «gobierno», la cartera de finanzas fue para Josep Tarradellas, que guardaba el dinero que el gobierno catalán había incautado a los presos. Al principio, ese dinero iba a dedicarse a gastos de guerra para ayudar al ejército republicano pero, según las memorias de Puig i Ferrer en 1938, todo ese dineral fue repartido finalmente entre los integrantes de ERC en el exilio.

Pasados unos años, la oposición nacionalista en el exilio es inexistente, muchos miembros de ERC piden a Franco poder regresar a España y otros acaban formando parte de otras formaciones, entre ellos la CNT y el PSOE. En 1954, de los 65 parlamentarios vivos, sólo 9 asistieron a la reunión en la que nombraron President de la Generalitat a Josep Tarradellas y declararon que el cargo sería vitalicio. Si eso ya hacía que la Generalitat no fuese democrática, todo se acentuó más cuando Tarradellas no formó gobierno jamás, manteniendo todo el poder.

Para muchos nacionalistas catalanes, observar lo que había ocurrido durante la Guerra fue clave para abandonar sus posturas más radicales. Joan Puig i Ferreter diría «Nunca lo diremos suficientemente a nuestros hermanos catalanes  que no adopten la posición separatista respecto al resto de España(…)que hagan comprender a los exaltados, a los irresponsables, al pueblo catalán en general, que Catalunya es una parte de España» y el Doctor Josep Trueta en Esperit de Catalunya escribiría «Lo que hace falta, me parece, es despojarnos  de resentimientos y retomar la labor que tantos antepasados nuestros, desde Luis Vives hasta Balmes, Prim, y más que ninguno otro Prat de la Riba, no ha estado nunca abandonada en Catalunya: hacer de la península un espacio viable donde nuestros hombres y mujeres puedan vivir en hermandad e igualdad con los otros españoles».

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Joan Puig i Ferreter

El exilio fue para muchos nacionalistas una dosis de realismo. También para el President Tarradellas quien, a su vuelta a Catalunya, instó a los ciudadanos de Catalunya a estar unidos y trabajar para ser ejemplo para los demás pueblos de España. Si para muchos separatistas Tarradellas ya era un mal President y un aprovechado estando en el exilio, que no hiciera guiño alguno al nacionalismo más radical a la vuelta a su tierra hizo que se convirtiera en un traidor para ellos.

Aún así, durante los años de la dictadura, en los sectores de izquierda de Catalunya pocas personas tenían como referentes a los líderes de Esquerra de antes de la Guerra y la mayoría abrazaban el comunismo.

En el invierno de 1956, se produjo en Barcelona una intensa protesta que derivó al nacimiento de un importante movimiento universitario de carácter democrático. Esta revuelta de universitarios supuso que unos 500 estudiantes se encerraran en la Universidad de Barcelona, acabando dicho encierre con una carga policial y el cierre momentáneo de la Universidad, lo que sirvió para que se organizaran diversas formaciones de izquierdas.
El problema para el catalanismo era que las luchas comunistas de la Catalunya de Franco eran mayoritariamente de personas que habían llegado desde el resto de España, de modo que la lucha contra Franco era españolista y eso incomodaba mucho al catalanismo de izquierdas que, además, tenía para su lucha la lacra de saber que la derecha burguesa de Catalunya apoyaba al dictador.
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La idea de crear un partido de carácter marxista pero integrado por catalanistas hace que se cree en 1969 el PSAN (Partit Socialista d’Alliberament Nacional) que acabaría partiéndose en dos: una parte de ella trataría de organizar una lucha armada como la de ETA en Euskadi. Años más tarde del PSAN, surgirían otros dos partidos, el MUM (Movimiento de Unificación Marxista) del que nacerían las CUPS (Candidatura de Unidad Popular Socialista) y el IPC (Independentistes del Països Catalans).

En los años sesenta, el Front Nacional de Catalunya comenzará a preparar una rama militar comandada por Jaime Martínez, encargado de entrenar en técnicas de guerrilla urbana a lo que se denominó el Exèrcit Popular Català, movimiento que perpetró asesinatos de gran crueldad utilizando bombas adosadas al cuerpo de las víctimas. De esta manera, asesinaron al industrial José María Bulto y al exalcalde de Barcelona Joaquín Viola. Al asesino Carles Saura aún a día de hoy lo pasean por la televisión catalana como un héroe e, incluso, participó invitado por Carles Puigdemont a la cimera para preparar el referéndum de independencia de Catalunya.

El terrorista Carles Sastre en el Pacte del Reférendum separatista junto a los gobernantes de Catalunya

Estos terroristas acabaron en la organización Terra Lliure que nació en 1978, cuando el proceso para la autonomía catalana ya había comenzado. En el manifiesto La Crida de Terra Lliure, se insta al ataque a españolistas, a las fuerzas de ocupación y a la televisión española, entre otros. Como el nacionalismo catalán es minoritario, la banda insta también a que su lucha sea comunista y que la independencia sea simplemente un medio para conseguir la Revolución. Realizar la Revolución Socialista  en los países catalanes y conseguir la independencia y la reunificación. Es decir, luchamos por conseguir el futuro Estado Socialista e independiente de los países catalanes. Conseguir la independencia es la única forma que tenemos los trabajadores y trabajadoras de los países catalanes de garantizar la destrucción total del poder capitalista que nos explota y, por tanto, la única vía para construir el socialismo.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XVII) Cambó, de nacionalista catalán a mecenas de Franco

La Lliga Regionalista se presentó en coalición con la derecha española de la CEDA para intentar frenar al Frente Popular. En Catalunya, lugar mayoría de republicanos de izquierda, el catalanismo era ahora mayoritariamente votante de ERC, pues el partido liderado por Cambó fracasó. Con un ambiente prebélico palpable, el catalanismo moderado parecía no tener lugar y Cambó se retiró en un viaje por el Adriático para reflexionar. El comienzo de la Guerra le sorprendió fuera de España.

Muchos separatistas han culpado a la Lliga de apoyar el golpe de Estado del 18 de julio pero, según los historiadores, no hay ninguna prueba de que aquello fuese así, todo lo contrario. Los diarios de la Lliga, como La Veu de Catalunya, se manifestaron a favor de la legalidad vigente de la República.

Sin embargo, pronto y como ya hemos contado (podéis encontrar la última entrada de esta serie sobre el nacionalismo catalán clickando aquí), los miembros de la Lliga tuvieron que abandonar Catalunya perseguidos por Companys y los suyos. Pronto Cambó calificó la Guerra como «un conflicto entre barbarie y civilización», refiriéndose por barbarie a los nacionalistas de izquierda y a los anarquistas.

En el Daily Telegraph, Cambó escribiría: «Hay que notar que el fascismo en España fue casi insignificante hasta después de las elecciones del 16 de febrero. En estas elecciones, y en Madrid, donde el fascismo era más numeroso y tenía más envergadura, sus candidatos sólo lograron 3000 votos de un electorado de más de 400.000 votantes. En España, el Frente Popular se organizó para luchar contra un fascismo inexistente. Pero persiguiendo un fantasma consiguió crear una realidad que se llamó fascismo sólo porque era el nombre que le daban sus enemigos. En realidad, no responde a otra cosa que a la natural reacción defensiva a la que se encuentra abocado cualquier ente político cuando su misma existencia se encuentra amenazada por las fuerzas violentas del desorden. Y mientras el gobierno, representado por la anarquía, no quiere o no es capaz de cumplir los  deberes más elementales de mantenimiento del orden y hacer respetar la ley».

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Es decir, muy al contrario que algunos miembros de ERC, Francesc Cambó y la Lliga ni por asomo se identificaban con el fascismo, pero justificaban el apoyo a los nacionales ya que su vida y la de los suyos estaban en peligro.Y así habló de los primeros momentos de la Guerra en tierras catalanas:

«En Cataluña la revuelta militar sólo duró 24 horas. De hecho, se puede decir que se terminó en doce horas, cuando el jefe del movimiento, el general Goded, prisionero en Barcelona, habló por radio a las demás guarniciones catalanas, aconsejándoles que se rindieran. Desde el día 20 de julio, el Frente Popular dominaba absolutamente la situación en Cataluña. El territorio catalán queda bastante lejos de la zona de batalla. No ha recibido ningún ataque por parte de las fuerzas nacionalistas. La situación interior de Cataluña, con su gobierno autónomo, se encuentra por tanto muy condicionada por la guerra civil. Es el resultado lógico a partir de las condiciones que dominaban todode España antes de la revuelta militar. ¿Y qué pasa en Cataluña? Pues que el terror rojo reina de manera más cruel y salvaje que ninguna parte de España.

No sólo se persiguen y asesinan los sacerdotes, también las personas de clase media y los partidarios de la derecha. Los partidarios de la izquierda moderada, los líderes de la que habían organizado el Frente Popular, reciben el mismo trato. Sus líderes más destacados se esconden ahora en Francia, en Bélgica, o bien han atravesado el Atlántico en alguna misión inventada como pretexto para huir. Aquellos que se han quedado es porque no han podido escapar a la vigilancia implacable de la FAI.

Por cada sacerdote o ciudadano de la clase media, los anarquistas han asesinado diez trabajadores. Los tribunales de justicia, tanto los civiles como los criminales, han sido abolidos y sustituidos por tribunales populares compuestos por representantes de los comités revolucionarios encargados de administrar justicia, no según la ley, sino según los dictados de sus principios revolucionarios. Hay que recordar, además, que la mayoría de las ejecuciones que tienen lugar a diario no son ni sentenciadas por estos tribunales populares, sino por simples comités de las organizaciones comunistas y anarquistas.

Se han quemado iglesias, se han saqueado la mayoría de las casas particulares y todas las propiedades, tanto las de los españoles como las de los extranjeros, han sido confiscadas. Han abierto las cajas de los bancos y los comités anarquistas disponen ahora libremente de los fondos de los bancos y de las cuentas privadas. Todos los periódicos han sido requisados, no por el Gobierno sino por los miembros de las diferentes organizaciones revolucionarias; y los usan para apoyar la política revolucionaria, a expensas del antiguo propietario, si posee bienes en España.

El sistema que funciona actualmente en Cataluña sólo se puede comparar con lo que hubo en Hungría en la época de Béla Kun. Y el sistema de gobierno que existe en Cataluña, que es el mismo que existe en Valencia, Alicante, Jaén, Málaga, Cartagena y en todas las provincias que están actualmente bajo el control del Frente Popular, existiría también en el resto de España si no llega a ser por la revuelta militar».

Es decir, para Cambó, la revuelta de los militares era un mal menor ante la posibilidad de una dictadura comunista por la que apostaba el Frente Popular.

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«No sabría decir, ni lo sabe nadie, qué forma de gobierno se establecerá en España si el movimiento encabezado por el general Franco triunfa. Lo que es seguro, sin embargo, es que tendrá un carácter marcadamente nacional. En consecuencia, la política exterior española se basará en consideraciones estrictamente patrióticas que excluirán cualquier posibilidad de que los intereses españoles puedan subordinarse a los de ningún otro país o sistema político. Basta dar un vistazo al mapa de España para darse cuenta de que los intereses nacionales no son, ni pueden ser, opuestos a los de la Gran Bretaña.

Por otra parte, si el levantamiento nacionalista fracasa, no hay la menor duda de que en España se establecerá una República Soviética gobernada desde Moscú, totalmente absorbida en la esfera política de la URSS. ¿Es que ningún inglés, o nadie que pertenezca a nuestra civilización cristiana occidental y individualista, podría llegar a dudar nunca ante la perspectiva de estas dos alternativas ?»

En agosto de 1936 dió un cheque de 10.000 libras esterlinas a José Quiñones de León, representante de Franco en París. En octubre la mayoría de miembros de la Lliga Regionalista firmaron un manifesto de adhesión al alzamiento. En 1937 Cambó creó la Oficina de Prensa y Propaganda que puso al servicio del bando nacional. Aún así, cuando Franco ganó la Guerra, Cambó no volvió a España, entre otros motivos, porque tras la Guerra Mundial en España se complicó todo. Cambó se autoexilió a los Estados Unidos y más tarde a Argentina, esperando la caída del régimen que cada vez le gustaba menos, lo cual no quitaba que manifestase a menudo que: «Los rojos son peores». El franquismo nunca reconoció los servicios prestados por Cambó y, desde luego, Franco no tuvo ningún gesto hacia el catalanismo.

Cambó es quizá la figura más importante del nacionalismo catalán menos conocida por la mayoría, pero fue decisivo durante décadas pues, a mi modo de ver, fue quien mejor defendió la identidad catalana en Madrid, donde en cierto día dijo: «Si por los avatares de la vida y las cuestiones de palacio un día Lisboa hubiese sido designada como capital de España. Las cortes y los cortesanos hubieran hablado en portugués y quizá dicho idioma hubiese acabado imponiéndose cómo el oficial en todo el reino imponiendose a los demás, en ese caso hoy los diputados madrileños estarían a mi lado defendiendo el derecho del castellano del mismo modo que yo defiendo el derecho del catalán».

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Eso es catalanismo bien entendido, amor en Catalunya sin despreciar al resto del país. De hecho, la Lliga y el propio Cambó participaron en diversos gobiernos españoles. Sin embargo, Cambó y la Lliga son considerados como catalanistas en el resto de España y como franquistas por los nacionalistas catalanes. Por eso, aunque una parte de las primeras formaciones de CiU fuese herencia directa de la Lliga, nunca hablaron, hablan ni hablarán de Cambó, por más que, indiscutiblemente, fue uno de los mejores políticos catalanes y uno de los más decisivos.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XVI) Companys: una muerte trágica que tapó la ineptitud de su vida política

Como hemos comentado en entradas anteriores (podéis encontrar la entrada número XV de este ciclo aquí), entre los integrantes de ERC había sentimientos contrarios. La unión de personas de diferente ideología entorno al catalanismo republicano sirvió para ganar las elecciones municipales y las posteriores a la Generalitat. Sin embargo, el aglutinar a personas de tan distinto pelaje acabaría siendo fatal para las tierras catalanas. La muerte de Macià, única personalidad respetada por todos, hizo que, tras unas intrigas palaciegas, Companys acabase siendo el candidato y posterior President de Catalunya.

Companys no gustaba ni siquiera a gran parte de sus compañeros, que recordaban cómo intentó autoproclamarse alcalde de Barcelona en 1931, por no decir que en su momento se había declarado españolista y había formado parte importante del Partido Radical de Alejandro Lerroux y que, incluso, obligó a Carrasco i Formiguera a gritar «¡Viva España!».

Cuando en 1934 Companys declaró la República Catalana (que duró unas horas), culpó del fracaso a Dencàs y a los hermanos Badia, lo que no sirvió para que los separatistas radicales le acusaran de traidor por desentenderse de aquella proclamación. Companys, que había calentado el ambiente durante meses antes de declarar la independencia, al no verse apoyado, abandonó el propósito.

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Al comienzo de la Guerra Civil, los separatistas más radicales se reagruparon en Estat Català. Pero en Barcelona el anarquismo superaba en número ampliamente al catalanismo y, por eso, Companys quiso unir ambas fuerzas. El President entonó un discurso ante la CNT-FAI: «Hoy sois los dueños de la ciudad y de Catalunya porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas, y espero que no os sabrá mal que en este momento os recuerde que no os ha faltado la ayuda de los pocos o muchos hombres leales de mi partido(…)Habéis vencido y todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como President decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha».

Las tensiones entre los escamots de ERC y los anarquistas fueron a más; los separatistas decían aquello que no podían dejar Catalunya en manos de «los murcianos de la CNT». El 4 de septiembre de 1936, el Diari de Barcelona decía que: «Hay que catalanizar la revolución y ordenarla. El pueblo de Catalunya siente un gran horror por el vacío y existe un gran vacío irresponsable en las comarcas catalanas».

El 24 de noviembre fue detenido Andreu Rebertés, quien sería fusilado, lo que llevó a la huida de separatistas de ERC que veían sus vidas peligrar. Companys, para salvar la suya, tenía que arrodillarse ante los leninistas. Catalunya era el único lugar de España donde había una concentración grande de trotskistas. El POUM (Partido Obrero Unificado Marxista) era el único partido marxista-trotskista que tenía cierto toque catalanista y pronto quedó enfrentado al PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya). Desde la Unión Soviética, se pidió el apoyo al Partido Comunista y no al POUM. De este modo, todo el que no se adhería al Partido Comunista era fusilado. El 15 de mayo de 1937 el Presidente Largo Caballero acabaría dimitiendo, a petición de los comunistas, a causa de unos disturbios que habían creado ellos mismos. Así, el POUM perdía su último apoyo. El PCE buscó un hombre de paja para el cargo de Presidente y eligieron al socialista Juan Negrín, que ilegalizó el POUM.

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Catalunya se convirtió, de algún modo, en una dictadura comunista donde se perseguía a todo aquel que no era adepto a la extrema izquierda y al nacionalismo catalán. Lluís Companys, en julio de 1936, hizo fusilar 199 militares de graduación de general a teniente, de los que se sublevaron en Barcelona el 19 de julio. Companys, que en su día fue indultado cuando proclamó el Estado Catalán, no tuvo piedad. Entre las primeras firmas que pidieron su indulto en 1934, figuraba la del obispo de Barcelona, Monseñor Manuel Irurita, quien en diciembre de 1936 fue asesinado en el cementerio de Montcada por las milicias armadas que Companys había legalizado.

También firmó la ejecución de 43 periodistas que criticaban la violencia de los anarquistas y la vista gorda del President. En Catalunya, el gobierno catalán persiguió a monárquicos y religiosos. Más tarde, a contrarios políticos (muchos catalanistas de derechas tuvieron que huir a Francia, entre ellos, el líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó). Al final, a manos de las juventudes de ERC, se acabó fusilando a los que hablaban castellano y a los que tenían apellidos de origen castellano. No se dejaba entrar a personas de otras regiones, sobre todo Andalucía y Murcia, que huían de sus tierras a causa de la Guerra, y se construyeron campos de concentración, como el de Omells en Urgell. Al final, y según los datos desclasificados ya en democracia, Companys mandó asesinar a 8.532 personas en Catalunya.

Sobre Companys y lo que ocurría en Catalunya el Presidente del Gobierno de la república dijo: «No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan lo que otra cosa supongan».

Cuando la victoria del bando nacional era inevitable, Companys abandonó España huyendo a Francia. El franquismo pronto se arraigó en las capas sociales medias-altas, desapareciendo el catalanismo. Dicho de otro modo, las familias que apoyaban a la Lliga ahora apoyaban al Caudillo, tal y como se pudo comprobar en el recibimiento de las tropas nacionales en Barcelona.

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Como ya hemos contado en otras entregas, Companys fue encarcelado y fusilado en Montjuïc. El gobierno de la Generalitat continuó de modo simbólico en el exilio a manos de Josep Irla. Aún en vida y también tras el fusilamiento de Companys, muchos catalanistas son críticos con la vida política del que fuera President de la Generalitat. Su muerte trágica ante un pelotón de fusilamiento y sus pies descalzos pisando su tierra han evitado que la historia le juzgue como político y, en la psique catalanista, el hecho de que se fusilara al President ha servido para vender la historia de que aquella fue una guerra de Catalunya contra España.

En el libro de Ucelay-Da Cal, titulado Contra Companys, 1936, se asegura que el diputado de ERC Joan Solé i Pla calificó a Companys como: «Un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones(…) fobias violentas de envidia y grandeza violenta, seguidas de fobia de miedo, de persecución».

Otro de sus compañeros, Puig i Ferreter, habla de Companys de este modo: «Era pequeño, voluble, caprichoso, inseguro y fluctulante, sin ningún pensamiento político, intrigante y sobornador, con pequeños egoismos de vanidoso y sin escrúpulos para ascender«.

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Claudi Ametlla de Acció Catalana recordó en sus memorias: «Lluís Companys no reunía el mínimo de condiciones requeridas para ser President. Los que le elegimos cometimos un error«.

José Maria Xammar de Estat Català escribió en el exilio: «Le eché en cara al vileza de la dejación de poder (ante los anarquistas) para someterse al vilipendio de unas fuerzas incontraladas, enemigas de Catalunya e incompatibles con todo sentido de responsabilidad(…)me alejé de Companys con el convencimiento de que Catalunya no tenía un President sino un granuja dispuesto a mantenerse en su cargo»

Ferran de Pol diría que: «Hay que vigilar la interpretación que en el futuro se dé de la muerte de Companys. Sospechamos que se querrá hacer servir para miserables intereses partidistas e incluso electorales y hay que, desde ahora, prevenir forzadas interpretaciones«.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XV) ERC, un partido que nace influenciado por el fascismo

Como ya contamos en nuestra anterior entrada, Esquerra Republicana de Catalunya fue una unión entre Estat Català, el Partit Republicà Català de Companys y L’Opinió. El partido pronto constituyó una organización juvenil para tomar las calles, como se estilaba en aquella época, las Joventuts d’Esquerra Republicana-Estat Català, que se componían en escuadras. El partido y sus juventudes imitaban a las de otras fuerzas nacionalistas de otras naciones, sobre todo al nazismo alemán (¿Estoy diciendo con esto que los nacionalistas catalanes apoyan al nazismo? Absolutamente, no, pero sí al partido nazi de esa época; recordemos que Hitler aún no estaba en el poder). Camisas color oliva, banderas negras acompañan a las juventudes catalanas.

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En 1932, haciendo propaganda del movimiento de Hitler, es entrevistado el Dr. K. Corff por La Nació Catalana en su número del 26 de septiembre de 1932. El nazi afirmaba que su partido «conocía» que los catalanes eran racialmente diferentes de los españoles y definía a los judíos como enemigos del nacionalismo catalán.

Desde entonces, habrá contactos entre Nosaltres Sols! (que pertenecía a Estat Catalá, es decir, a Macià, con jerarcas nazis). En un mundo que parecía abocado al triunfo del fascismo, los independentistas catalanes no querían desestimar la oportunidad para independizarse, la cual ya habían desaprovechado en la I Guerra Mundial, cuando Irlanda consiguió liberarse del Reino Unido.

En las publicaciones de Nosaltres Sols!, se refleja el influjo fascista; además de los artículos claramente en favor de las aspiraciones revisionistas de Hungría y Alemania, presentándolas como consecuencia lógica del «principio nacionalista», defendía la superioridad racial de los catalanes sobre los «africanos» españoles. “Se puede considerar el español como un elemento de la raza blanca en franca evolución hacia el componente racial africano semítico»(…)La inmigración supondría en Catalunya un peligro de contagio del carácter gandul y pro-africano español. 

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En 1933 los «escamots», las escuadras de los jóvenes de Esquerra, combatían las huelgas anarquistas, boicoteaban mítines de otras fuerzas políticas, sobre todo de la Lliga, y asaltaron la redacción de la revista satírica El Bé Negre, que los criticaba. En octubre de ese mismo año, organizaron un acto de estética nazi en el estadio de Montjuic. Las juventudes de l’Estat Català provocaron, incluso, el rechazo de otras corrientes dentro de ERC.

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El 24 de octubre de 1933, el diputado en el Parlament Joan Lluhí i Vallescà les acusó de ser «Una organización fascista (…) según mi criterio se trata de una manifestación fascista y un ataque a la democracia». Los jóvenes de Esquerra han sido calificados de fascistas por historiadores tan importantes como Gabriel Jackson y Hugh Tomas.

Uno de los primeros jefes de las escuadras de las juventudes de Esquerra fue Josep Dencàs, que más tarde huiría a Italia, donde sería encarcelado y después liberado por el Conde Ciano, yerno de Musolini. Dencàs, que sería preguntado por Stanley G. Payne sobre si era fascista, contestó: ¿Soy comunista? ¿Soy fascista? Yo mismo no lo sé. De lo que me doy cuenta es de que toda política, para triunfar, necesita mover fuerzas jóvenes, darles una mística, una disciplina y llevarlas al terreno de la acción (…). Quiero huir de los moldes viejos del republicanismo, no quiero entrar en los moldes -inéditos en nuestro país pero viejos en otros países- de la dogmática marxista, para formar un movimiento político joven y ardiente sostenido sobre dos principios fundamentales: nacional-socialismo».

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El ala más nacionalista de ERC fue a parar a la entidad Palestra, fundada en 1930 y presidida por Pompeu Fabra i Poch. Estos asistieron al Congreso de Nacionalidades Europeas, ya bajo influencia de la Volkstumspolitik nazi. A mediados de 1934, por medio de su «Oficina de Relacions Internacionals», en ocasiones aparece cumpliendo el papel auxiliar de informador sobre la cuestión catalana para la diplomacia nazi, asumiendo la posición del ala nacionalista de Esquerra.

De esos contactos preliminares, se pasaría en poco tiempo a la petición de ayuda directa: en junio de 1935,  Manuel Blasi visita Alemania y elabora en Hamburgo un memorándum que entrega en el Ministerio de Propaganda del III Reich, contemplando las posibles ventajas mutuas que surgirían de una colaboración efectiva entre Alemania y el separatismo catalán.

Aunque el memorándum quedó sin respuesta por la parte alemana, presentaron un nuevo proyecto ampliado en el consulado alemán de Barcelona en mayo de 1936 que fue, a su vez, transmitido por el cónsul al Auswartiges Amt, considerándolo digno de ser tenido en cuenta, por ser los separatistas catalanes una fuerza «con la que se tendrá que contar en el futuro».

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En dicho memorándum, se alaba «el paso dado por Alemania, reconcentrándose en sí misma y buscando entre sus propios valores los reactivos que la levantaron de la postración en que la dejó el Tratado de Versalles«, lo que «constituye un estímulo para las Patrias todas del mundo, pequeñas y grandes, pero auténticas (…) Una Cataluña libre, representaría para Alemania, si no estuviera consumado, un paso definitivo en el desmoronamiento de Francia y la existencia de un país amigo en el Occidente Mediterráneo”.

Estos jóvenes eran llamados el «Fascio de Macià», sin embargo, Companys, que en primera instancia pertenecía al lado republicano pero no separatista de ERC, no tenía buena sintonía con estos a los que llamaba «Boy Scouts». Tras el fracaso de la República Catalana en 1934, Estat Catalá había quedado enfrentado a los hombres de Companys que se apoyarían en los anarquistas.

El 28 de abril de 1936, los anarquistas asesinaron a Miquel y Josep Badia, militantes históricos de Estat Català a los que Companys había señalado (junto a Dencàs) del fracaso de la República Catalana. De hecho, incluso en la sesión del 5 de mayo de 1936 del Parlament, Companys consiguió que se responsabilizara oficialemente a Dencàs.

Sobre los hermanos Badía escribiría Josep Benet, en Memories. De l’esperança a la desfeta, que su asesino fue un pistolero de la FAI llamado Justo Bueno. Sin embargo, en primera instancia, trataron de culpar a miembros de la Falange, cuestión que, al parecer, nadie creyó en el mundo nacionalsita.

Una vez iniciada la Guerra, los anarquistas asaltaron la sede de Estat Català (Dencàs huiría de nuevo a Italia) pero todo no acabó ahí sino que, desde Estat Català, se gestó la idea de dar un golpe  contra Companys. Durante toda una semana, el Diari de Barcelona hizo un llamamiento a los hombres de Estat Català para la movilización, consiguiendo mil hombres que no lograrían alcanzar su plan.

Con la dictadura, ERC pasaría de los 70.000 militantes que tenía antes de la Guerra a una cantidad mucho menor, pues la mitad se exilió y una cuarta parte fue encarcelada, ejecutada o murió en la Guerra Civil. ERC pasa a la clandestinidad. Algunos dirigentes se exilian en Francia, donde también se instala el gobierno en el exilio, presidido por el dirigente de ERC, Lluís Companys.

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Un año después, los nazis alemanes ocupan Francia y la Gestapo detiene a Lluís Companys a petición del gobierno de Franco, quien en octubre es fusilado en el Castillo de Montjuic. En 1943 cientos de militantes de ERC, exiliados en Francia, pactan con representantes del general Charles de Gaulle su incorporación a la Resistencia Francesa para combatir el nazismo. Josep Irla será Presidente hasta que fallece en 1958 y Josep Tarradellas el presidente en el exilio.

El 11 de septiembre de 1964, ERC lidera, junto a otros grupos, la organización de la primera manifestación antifranquista que, desde el fin de la Guerra, tiene lugar en Barcelona. Tras la muerte del dictador, ERC fue el último partido catalán en ser legalizado. Si Tarradellas había sido la cara amable de ERC y gran cooperador para que llegara la Transición (acusado de traidor por los separatistas), el nuevo President de ERC, Heribert Barrera, representaba el lado más negativo del partido, profundamente racista y xenófobo, dejando para la posteridad declaraciones tales como: “La inmigración es la principal amenaza de Catalunya, conseguimos superar las oleadas de andaluces, pero ahora el catalán está en peligro. A mi me gustaría una catalunya como la de la República: sin emigrantes», «Se merece más respecto un asesino de ETA que un delincuente común, ya que el etarra mata por convicciones nobles, no por dinero». 

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Con Barrera como candidato, ERC se presentó a las elecciones autonómicas de 1980, consiguiendo algo menos del 9% de los votos. Cuatro años más tarde, el racista y xenófobo líder de Esquerra conseguiría el 4,4% y cinco escaños.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XIV) Macià de Coronel del Ejército a líder independentista

Proseguimos con este ciclo sobre la historia del nacionalismo catalán, cuya última entrada podéis encontrar aquí.

Francesc Macià, nacido en Vilanova i la Geltru, pertenecía a una familia de clase media alta y se enroló en el ejército, donde llegaría a ser nombrado coronel en la ciudad de Lleida. En 1888 se casó con Eugenia Lamarca, hija de terratenientes leridanos que pertenecían a una de las familias más adineradas de la zona.

Maciá era monárquico y conservador, sin embargo, comenzó a tener problemas en el ejército cuando estos atacaron la sede del semanario satírico Cu-Cut!, el cual había cogido por costumbre reírse del ejército español. Durante aquellos días, los militares también atacaron las instalaciones de La Veu de Catalunya y, en lugar de tomarse medidas contra los militares, se les dio la razón y a los autores de la caricatura se les juzgó por un tribunal militar, cuestión por lo que Maciá protestó firmemente. Estos sucesos fueron decisivos a la hora de crearse Solidaritat Catalana, una formación que, como hemos indicado en anteriores entradas, aglutinaba fuerzas desde carlistas con pensamientos de extrema derecha, hasta obreros de izquierda, pero todos ellos regionalistas.

Para Macià, presentarse por Solidaritat le causó problemas familiares ya que su suegro quería que lo hiciese por el partido conservador de Maura. No obstante, Macià creía que, difícilmente, podría representar a los catalanes desde un partido dirigido desde Madrid. Macià recalcó en varias ocasiones que su postura era la de un catalán y no la de un catalanista. Cambó, líder de Solidaritat, estaba muy feliz de que alguien con el prestigio de Macià formase parte del proyecto, sabiendo que no había nada mejor que un militar que defendiera Catalunya desde las instituciones.

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Fotograma de la película El Coronel Macià

Macià sería diputado en el Congreso desde 1907 hasta el golpe militar de Primo de Rivera en 1923 y su carrera iría irremediablemente girando hacia el nacionalismo catalán. Si en sus comienzos el Cu-Cut! le acusaría a él mismo y a Cambó, entre otros, de españolistas, diciendo Macià en el Congreso palabras como «Ser catalán es ser español de una manera más viva, más eficaz, más llena de esperanza».(…) No sólo Catalunya no es separatista ni quiere serlo, sino que precisamente todos los que estamos en Solidaridad Catalana hemos venido a ella por motivos patrioticos, para el levantamiento de una España grande honrada, pacifica y trabajadora», para una década después, acabaría diciendo «Queremos formar una nación catalana libre e independiente». En 1922 fundó una organización paramilitar llamada Estat Catalá y llegó a amenazar con la violencia en el mismísimo Congreso de los Diputados en el diario de sesiones del 23 de junio de 1923. Pero, tras el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera, se exilió en Francia.

Antes del golpe militar de Primo de Rivera en Barcelona, se había formado la primera organización de infliencia fascista, La Traza, impulsada por Tomás Benet y que acabaría apoyando a Primo de Rivera. En esos años 20, según el historiador Enrique Ucelay Da Cal, el catalanismo se debatía entre el fascismo al estilo italiano y el comunismo al estilo ruso.

Mientras el catalanismo clásico de derechas moría tras el apoyo a Primo de Rivera, Macià se había convertido en un héroe para los nacionalistas catalanes. Macià, que siempre reconoció ser muy soñador, comenzó a planificar un plan en el que, acompañado de otros exiliados, conquistaría Catalunya desde Francia arrebatándola de las manos del Dictador. Para eso, necesitaba ayuda internacional. Es en esta época cuando desde Estat Català desarrolla su carácter insurreccional manteniendo contacto con anarquistas y comunistas, consiguiendo la ayuda económica de las comunidades de catalanes residentes en Sudamérica. En 1925 efectuó un fallido viaje a Moscú para tratar de recabar ayuda de las autoridades comunistas, manteniendo encuentros con Zinóviev y Burjarin.

De quien sí consiguió ayuda Macià fue de Musolini, que  apoyará la intentona militar. Al parecer y según dicen varios historiadores, la idea de Musolini era acabar traicionando la intentona de los nacionalistas catalanes avisando a Primo de Rivera ya que, en aquellos entonces, España y Francia colaboraban (contra Italia) por las posesiones en el norte de África. Y de este modo Italia podría encontrar aliado al gobierno español.

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Macià consiguió muy poco dinero para su intentona militar y se lanzó prácticamente solo a ella con la idea de que los mozos de los pueblos se unirían a él. Sin embargo, el grupo militar no salió de Prats de Molló, donde serían detenidos por los gendarmes locales. Por suerte, para Macià los tribunales franceses fueron benevolentes y pudo disfrutar de la libertad desterrado en Bélgica.

Tras residir unos cuantos meses en Bruselas, entró clandestinamente a Argentina, donde residió más de medio año. Después de efectuar visitas a las comunidades de catalanes en Uruguay, Argentina y Chile, llegó a Cuba en agosto de 1928. Fundó en La Habana el Partit Separatista Revolucionari de Catalunya, del cual fue presidente y en el que estudió por primera vez la posibilidad de constituir una República Catalana. Tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, Macià volvería a España.

Estat Català de Macià se uniría al Partit Republicà Català de Companys y al grupo l’Opinió para hacer unas conferencias de izquierdas de las que, surgiría Esquerra Republicana de Catalunya, que serían lideradas por Macià, dada su popularidad. Diez días antes de las municipales de 1931, ERC logró, no sin dificultad, realizar una lista para las municipales barcelonesas. Esquerra quería aprovechar el tirón de Macià pues, por más que tuviera fama de soñador, era visto como un patriota y un hombre de honor. Aún así, se esperaba que las elecciones fueran un duelo entre Acció Catalana y Lliga Regionalista. ERC se conformaba con 5 regidores pero, sorprendentemente, obtuvo 25 por 12 de la Lliga Regionalista. Pronto llegó la noticia de que los diversos partidos republicanos habían ganado en 41 capitales de provincia, a pesar de que los partidos monárquicos ganasen en el conjunto del Estado.

El éxito en las capitales hizo que los miembros de ERC en Barcelona se reunieran para tratar lo que debían hacer. Hubo tensas discusiones. Algunos pidieron que se declarara la independencia de Catalunya; otros, la República Catalana dentro de una Federación Ibérica; también había los que preferían una República Española; y, finalmente, los más cautos, que pedían que se esperasen a las noticias del resto del país, sobre todo de Madrid. Macià llamó a Niceto Alcalá-Zamora, preguntando cómo estaban las cosas en Madrid y éste contestó que el Rey abdicaría, pero que aún debían esperar.

El 14 de abril Lluís Companys, queriendo obtener más protagonismo del que debía, acudió junto con otros miembros de su partido al ayuntamiento sin consultarlo con Macià. Entró por la fuerza y llegó al despacho del alcalde, el cual no estaba allí. Aún sin constituir el nuevo ayuntamiento, se nombró alcalde. A pesar de no estar ni entre los diez candidatos más votados, Companys salió al balcón, izó la bandera tricolor y proclamó la República.

En cuanto le comunicaron a Macià lo que había hecho Companys, éste fue hacia el ayuntamiento, se cruzó con él, quien trató de darle un abrazo que Macià rechazó, y fue hacia el balcón donde añadió que lo que se proclamaba era la República Catalana. Cuando volvió dentro del consistorio, insultó y estuvo apunto de llegar a las manos con Companys. Uno defendía la República de toda España y el otro la de Catalunya sin España.

EL DIA POR DELANTE Convocatòria exposició Francesc Macià. Una Catalunya lliure, justa, pròspera i gloriosa, organitzad per la Fundació Josep Irla

Macià no aceptó Companys como alcalde de Barcelona y, finalmente, Jaume Aiguadé i Miró dirigió el consistorio. Macià se autoproclamó Presidente del Gobierno de la República Catalana “en nombre del pueblo”, por más que lo que se había celebrado eran municipales y que él sólo se presentase por Barcelona y no por toda Catalunya. Solamente le votó el 31% de los barceloneses. Macià daba un golpe de Estado en Catalunya y anunciaba que negociaría la Federación Ibérica con el Presidente de la República Española.

Tres días después, tres ministros del Gobierno Provisional llegaban a Barcelona para negociar, alcanzando un acuerdo por el que Macià renunciaba a la República Catalana, a cambio del compromiso del Gobierno Provisional de presentar en las futuras Cortes Constituyentes un estatuto de autonomía para Catalunya y de permitir al Gobierno de Catalunya utilizar en adelante la denominación de Generalitat. 

El 20 de noviembre de 1932 se realizaron las primeras elecciones a la Generalitat. La Coalición Esquerra Catalana obtendría 67 escaños (52 de ERC) de los 85 totales. Macià sería President hasta el día de su muerte en diciembre de 1933.

En los últimos días de la Guerra Civil y con la más que aparente victoria del bando sublebado, Josep Tarradellas mandó a un funcionario que recogiera el corazón de Maciá que se encontraba en una urna dentro de la tumba. Tarradellas se lo llevó en un acto patriótico y como símbolo del corazón vivo de la Generalitat en el exilio. Cuarenta años después y ya en democracia, Tarradellas entregó el corazón a la famila de l’Avi, sin embargo, cuando abrieron el ataúd, observaron que el corazón de Macià siempre había estado allí y nunca se supo a quién pertenecía el que durante décadas había guardado Tarradellas. Esto no era más que una anécdota pero que refleja muy bien lo que es el separatismo catalán: ilusión que sustituye a la realidad e ilusión… sin corazón.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XIII) Del autogobierno al apoyo a Primo de Rivera

Los desastres de la Semana Trágica, que hoy los separatistas venden como una reivindicación catalanista pero que, como pudimos leer en nuestra anterior entrada, fueron totalmente al contrario, sirvieron para que los catalanistas de la Lliga reclamaran que la región catalana tuviese un gobierno propio para, así, no volver a suceder algo parecido a lo acontecido en aquellos días.

Realmente, en la Lliga Regionalista siempre fueron artistas a la hora de conseguir beneficio de cualquier hecho que acontecía. La protesta internacional por el «caso Ferrer» (condenado a muerte por un consejo de guerra que lo acusó de haber sido uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica) fue aprovechada por el partido liberal para promover una campaña con los republicanos en contra del gobierno de Maura.

Moret pidió la dimisión del Gobierno y apeló al Rey para que le hiciese entender a Maura que debía irse. El 22 de octubre Maura acudió a Palacio para plantear la continuidad de su gobierno al Rey pero, cuando Maura le presentó la dimisión de forma protocolaria, éste la aceptó. El Rey nombró en su lugar a Moret, quien poco después convocaría elecciones para mayo de 1910. En estas, venció el liberal Canalejas por delante del conservador Maura.

En 1911 Enric Prat de la Riba, presidente de la Diputación Provincial de Barcelona desde 1907 y uno de los dos líderes de la Lliga junto a Cambó, decidió impulsar una vieja reivindicación catalanista, aglutinar las cuatro diputaciones catalanas en un único ente regional. El 16 de octubre los cuatro organismos provinciales aprobaron conjuntamente las Bases de la Mancomunidad. Semanas después, el proyecto fue entregado al presidente Canalejas, quien lo presentó el 1 de mayo de 1912 a las Cortes como proyecto de Ley de Mancomunidades.

No lo tuvo fácil Canalejas ya que un sector de su misma formación se oponía al proyecto. De hecho, cuando el 5 de julio de 1912 se aprobó la Ley de Mancomunidades, diecinueve diputados de su propio partido votaron en contra.

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Canalejas apoyaba la idea de los catalanistas ya que opinaba que los anarquistas eran el mayor peligro para España, por encima de los nacionalistas, de hecho, antes de que el Senado ratificara la Ley, el propio Canalejas fue asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas Serrano quien, acto seguido, se suicidaría delante de la Puerta del Sol.

La Macomunitat de Catalunya se constituyó a principios de 1914 bajo la presidencia de Enric Prat de la Riba, formada por 96 diputados de las cuatro diputaciones. La Presidencia era ocupada por el presidente de la Diputación Provincial de Barcelona. Las diputaciones provinciales cedieron sus competencias pero el Estado, presidido ahora por el conservador Eduardo Dato, no cedió ninguna.

La Mancomunitat fomentó obras, impulsó las redes de carreteras, teléfonos y los servicios de asistencia social. Con el apoyo de los ayuntamientos, mejoró el suministro de agua potable, además de organizar el Institut d’Estudis Catalans y reconocer la normativa ortográfica de Pompeu Fabra. Todas estas cuestiones lograron que el catalanismo aumentara en tierras catalanas. Además, los miembros de la Lliga no desaprovecharon la casualidad de que, precisamente ese año, hacía 200 años de la caída de Barcelona en manos borbónicas, motivo por el cual decían haber devuelto a Catalunya el autogobierno.

Sin embargo, la Mancomunitat comenzaba a veces como si fuese un gobierno nacional, sobre todo en lo que se refiere a la lengua. A menudo, cuando mandaba escritos a diputaciones del resto de España, lo hacían en catalán y eso hizo que las de Segovia y Ciudad Real protestaran. La polémica llegó al Senado y precisamente un catalán, Francesc Bartomeu i Colom, fue quien protestó por lo que hacían sus paisanos: «Mientras haya una patria sola, una e indivisible, que es España, no puede haber más que un idioma». La Lliga protestó y dijo que era el idioma que se hablaba en las casas catalanas, a lo que el también catalán Joan Ferrer i Vidal afirmó en el Congreso: «Yo también soy catalán y en mi casa se habla la lengua de Cervantes». Desde el diario La Veu de Catalunya, se criticó a Ferrer diciendo que quien no hablaba catalán no era catalán.

Era el mejor momento para la Lliga que, mientras colaboraba con los conservadores en el gobierno de Madrid, en Catalunya iba implantando una mentalidad catalanista que, estratégicamente, no sólo debía mantenerlos en el gobierno, sino que a la larga podría servir para reclamar más autonomía.

Prat de la Riba moría en 1917 y Cambó era el único líder. Así se inició un proyecto de Estatuto para Catalunya que fue aprobado por la Mancomunitat, presidida en ese momento por Josep Puig i Cadafalch. Sin embargo, no fue aceptado por el gobierno central.

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Puig i Cdafalch

Puig i Cadafalch tuvo que lidiar contra el pistolerismo, el cual se convirtió en el mayor problema, sobre todo en las crecientes zonas industriales de Barcelona. El poder de la CNT en los centros de trabajo fue en aumento, lo que dio lugar a numerosos conflictos laborales por las reivindicaciones de mejoras laborales por parte de los obreros, logrando el gran éxito de la huelga de La Canadiense en 1919, que consiguió que España se convirtiera en el primer país en promulgar la jornada de ocho horas.

Los empresarios respondieron despidiendo a numerosos trabajadores por sus actividades, condenándoles a la pobreza. Comenzaron a haber atentados contra empresarios, políticos, religiosos y policías. Los empresarios contrataron a pistoleros que perseguían a los líderes sindicales. El gobierno conservador de Madrid y el de Barcelona en manos de la Lliga protegieron a los empresarios con leyes como la de «Fugas».

Ante ese panorama y cuando la Lliga pierde su apoyo de los conservadores del Gobierno, ya que los liberales de Garcia Prieto ganan las elecciones, los catalanes tratan de exigir tener sus propias leyes en cuanto a seguridad, cuestión que la Ley no permite. Es entonces cuando, extraoficialmente, comienzan los encuentros entre la Lliga y el Capitán General de la IV Región Militar, Miguel Primo de Rivera, llegando al punto de que casi a diario había cenas en las que, además del militar, asistían Ferran Fabra i Puig, alcalde de Barcelona, Milà i Camps y Eusebi Bertrand i Serra, entre otros. 

Reclamaron a Primo de Rivera que acabara con la violencia social, pero éste ya avisaba que «sólo con un gobierno fuerte» se resolvería el problema. La burguesía catalana forma una comisión encabezada por Joaquín Cabot, President del Orfeó Catalá y miembro de la Lliga, que solicita al gobierno español la intervención militar.

Finalmente, Primo de Rivera se levantaría en armas el 13 de septiembre de 1923. Al día siguiente, el gobierno legítimo pidió al Rey la destitución inmediata de los generales sublevados,  pero el monarca no apoyó la medida y el Gobierno tuvo que dimitir. Poco después, Alfonso XIII nombró a Primo de Rivera Presidente del Gobierno.

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Miguel Primo de Rivera

Ese mismo día, la Cámara de Comercio de Barcelona, en un acta, se adhería al General: «La Cámara puede y debe asociarse al movimiento, justificándose plenamente su actitud por interpretar la opinión de todos los industriales».

El Presidente de la Mancomunitat Catalana, Josep Puig i Cadafalch, redactó un documento con las reivindicaciones catalanistas que Primo de Rivera aceptó sólo pidiendo que calificara en dicho escrito a Catalunya como región y no como nación. El 1 de diciembre de 1923, en el Hotel Ritz, el President, el rey Alfonso XIII y Primo de Rivera cenaban juntos y brindaban por «La España nueva».

Lo cierto es que Primo de Rivera no cumpliría lo prometido, siendo quien más luchó contra la cultura catalana e, incluso, prohibiendo la Mancomunitat. Para la Lliga, sería casi su defunción y, a raíz de ahí, comenzaría un catalanismo separatista radical que hasta entonces no había tenido muchos apoyos.

En la obra de Joan Esterlich Catalunya endins, se escribiría que Pocas semanas después del golpe de estado, un simple escrito destruyó toda la organización del catalanismo». Lo cierto es que, más allá de alguna protesta de cara a la galería, ni la Lliga ni la burguesía catalanista en definitiva protestó contra el golpe y el regionalismo catalán moría. Pero nacía algo que aún traería más quebraderos de cabeza, el separatismo catalán, que comenzaba a admirar a un exmilitar que había dejado el ejército para ayudar a la causa catalanista, Francesc Macià.

Visto con perspectiva, el cambio que Primo de Rivera tuvo hacia el catalanismo le perjudicó a él y, además, supuso que aumentara el radicalismo separatista. El dictador, que en mi opinión fue quien más hizo en contra la cultura catalana, realmente tampoco persiguió el catalán del modo que los separatistas han hecho ver después y prueba de ello son publicaciones en catalán como La paraula cristiana, La Publicitat, La Veu de Catalunya, La Nau o El Matí que siguieron publicando en su momento, además de que se publicaron también obras en catalán como Historia Nacional de Catalunya de Rovira i Virgili. En 1927 se celebró en Madrid la Exposición del Libro Catalán y en 1928 nació la colección A tot vent, que traducía al catalán novelistas foráneos.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XII) La semana tragica

Solidaridad Catalana era, como hemos explicado en entradas anteriores (podéis encontrar la última publicada aquí), una confluencia de pensamientos demasiado diferentes como para que esa coalición saliera bien. Además, el presidente Antonio Maura trataba desde el Gobierno central romper la formación. Para ello, siempre atendía por separado a los miembros de la Lliga respecto al resto ya que con ellos, sobre todo con Cambó, se entendía mejor, al ser sus ideales más cercanos. Por más que el político catalán fuese catalanista, dado que los intereses de Catalunya y los del resto de España eran los mismos, ambos siempre coincidían en la política a seguir.

La idea de un partido transversal como era Solidaridad podía valer para un momento puntual, pero que la extrema derecha carlista, los regionalistas, los nacionalistas y la izquierda catalana estuvieran juntos no podía durar.

Además, Francesc Cambó y los miembros de la Lliga sabían que los obreros no estaban con la izquierda catalana sino con Alejandro Lerroux. Éste había conseguido el apoyo de los trabajadores no tratando de ser uno de ellos; no trató de hacerse pasar por proletario y eso les hacía sentir más confianza. Lerroux se preocupaba más por honrar a sus seguidores que por conquistarlos, incluso aseguran que conocía a cientos de militantes por el nombre y, como escribió en 1906 en El Progreso, «El pueblo sólo sigue lo que entiende».

El nuevo Partido Radical de Lerroux apostaba por una España autonómica y defendía las particularidades de las provincias, por más que los catalanistas le acusaran de españolista tradicional.

En 1908 se publicó un proyecto de ley de terrorismo del gobierno de Maura en el que se ponía a periodistas y oradores de extrema izquierda a merced del Gobierno, además de leyes morales que exigían el cumplimiento del descanso dominical, la prohibición del juego y el cierre de tabernas y sociedades de baile.

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Todas estas medidas no son populares entre el Gobierno, pero sí son aprobadas por el catalanismo burgués, lo que supone que Lerroux comience a tener aún más simpatías en Catalunya. Es entonces cuando la Lliga recibe críticas y se le acusa de ser la filial del partido conservador en Barcelona. Cuando se les acusa de ser catalanistas en Madrid y españolistas en Barcelona, Cambó simplemente responde que él es «de que los negocios vayan bien y se puedan abrir cada día«.

Pero eso no vale para el pueblo y la Lliga necesita no perder apoyos, de modo que necesita evidenciar que representa a los catalanes y sigue con la táctica de mostrarse nacionalista y asegurar que quienes no lo son no son buenos catalanes.

La Lliga vuelve a las críticas que hizo a finales del siglo XIX, críticas al idioma castellano, a las corridas de toros, a la zarzuela y a los que, como publicó La Veu de Catalunya, «Se peinan como gitanos y llevan ropa ceñida que les da aspecto de chulo». 

El sentimiento de superioridad es clave en el pensamiento nacionalista, no hay nacionalismo que no se crea superior a los demás, en este caso los castellanos, los españoles y también a los que, aún siendo catalanes de cuna, seguían costumbres que ellos calificaban de no catalanas.

«Ser catalanista quiere decir ser un buen catalán» decía Folguera i Duran en La Veu de Catalunya. O, como se escribió en La Veu de Montserrat, que llamaba a los que no eran catalanes de nacimiento «desarraigados», opinando de los nacidos en Catalunya que «Si no siguen los dos principios absolutos del trabajo y del ahorro, ni siquiera el nativo es realmente un obrero catalán.»

Las diferencias entre los burgueses y católicos catalanistas de la Lliga y los obreros seguidores de Lerroux cada vez eran más evidentes. Además, los llegados de fuera de Catalunya, en ese momento mayoritariamente aragoneses, se unen al Partido Radical, unos por convicción y otros por rechazo a la xenofobia catalanista.

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De este modo, los regionalistas tenían como rivales a los obreros Lerrouxistas, a los que criticaban por su supuesta baja cultura. A ello, Lerroux dijo en el diario La Rebeldía: 

«Para ellos (que nos atacan en nombre de la cultura) la cultura quiere decir haber leído mucho y tener memoria para repetirlo aunque esa lectura no haya prendido en la conciencia por reflexión… Inteligencia y voluntad: eso, antes que la cultura».

En septiembre de 1908, murió Salmerón, diputado por Barcelona, y el Gobierno decidió convocar elecciones parciales en Barcelona. Solidaridad Catalana estaba enfrentada y prácticamente disuelta, de modo que pidió aplazar las elecciones, pero no lo consiguieron. Las elecciones fueron el 13 de diciembre. Los solidarios consiguieron 39.000 votos en Barcelona, 14.000 menos que en 1907, mientras que Lerroux conseguía 30.500.

Sin embargo, Solidaridad se rompería pronto. En las municipales de 1909, los izquierdistas de la formación querían presentarse por separado ya que, para ellos, el partido catalanista unido sólo tenía sentido de cara a unas generales. De este modo, el Partido Radical de Lerroux ganó las municipales consiguiendo 25 concejales por 14 de la Lliga Regionalista y 11 de la coalición de izquierdas que había salido de Solidaridad Catalana.

No obstante, socialistas y anarquistas no dejaron casi que el gobierno municipal comenzara a andar cuando trató de preparar una huelga. El PSOE, que llamaba «republicanos burgueses» a los miembros del Partido Radical, se opuso al Gobierno y consiguió aliarse con los anarquistas en una formación llamada Solidaridad Obrera.

El 9 de julio una partida armada atacaba a los trabajadores españoles del ferrocarril de Melilla. Tres días después, un Real Decreto daba al Ministro de Guerra plenas atribuciones para llamar a los reservistas. Pronto embarcarían soldados desde Barcelona.

Lerroux acusa que sólo Comillas, Güell y Romanones tienen intereses financieros y que están utilizando el ejército para intereses personales: «El pueblo no irá a la guerra porque está escarmentado de las últimas guerras coloniales«.

Sin embargo, la Lliga Regionalista apoyaba (por intereses financieros) la Guerra de Melilla. Cambó aseguraba que «Es la única guerra con sentido que ha sostenido España».

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Los soldados fueron a Melilla y, lógicamente, fue un error dejar a Barcelona casi sin militares. El 26 de julio comenzó la Semana Trágica. El comité de huelga primero y grupos espontáneos de obreros después no permiten la entrada a las fábricas. Se cierran las tiendas y se retiran a cocheras los tranvías.

El Capitán General de Catalunya escribe un telegrama a Madrid en el que se queja de que tiene pocas fuerzas disponibles y que, además, estos fraternizan con los huelguistas. El Ministro de Guerra exige que se usen cañones para poner fin a la revuelta, pero el Capitán General se limitó a poner guardias en los edificios públicos.

Entre la burguesía catalana, unos huyen a sus casas de verano y otros se quedan en casa arma en mano. Pero los huelguistas no fueron contra los burgueses, ni los patronos, ni siquiera contra las fábricas y talleres. Básicamente, atacaron iglesias y lugares religiosos: ardieron 21 de las 58 iglesias de la ciudad y 30 de los 75 conventos. Cuando los refuerzos de los soldados y de la Guardia Civil acabaron con las revueltas una semana después, ya habían muerto 104 civiles, 2 guardias, 5 miembros del ejército y un miembro de seguridad.

Semana trágica en Barcelona