El separatismo subconsciente

Hoy voy a escribir uno de esos artículos de los que recibo críticas de un lado y del otro pero que, de vez en cuando, sigo haciendo dado que creo que, en un mundo cada vez más extremista, es importante buscar soluciones a los problemas que existen en nuestro país, por más que muchos líderes políticos, con el Presidente Rajoy entre ellos, hayan optado por la táctica de esconder la cabeza bajo del ala y esperar a que los problemas se solucionen solos.

Muchos se hacen la pregunta «¿Qué ha llevado a catalanes que no eran independentistas a comenzar a serlo?». Muchas veces, caemos en el error de intentar responderlo con una sola frase y, en mi opinión, simplificar tanto las cuestiones es cuanto menos difícil.

Es una obviedad que, para la opinión de muchos, Catalunya no acaba de encajar en España y que eso ha llevado a algunos a pensar en la posibilidad de crear una nueva nación. Más allá de lo legal e ilegal de esta cuestión, lo cierto es que, para arreglar los problemas de los catalanes, aquellos que de verdad importan, los del día a día, y que haya una convivencia normal entre los que piensan diferente en esta tierra, hay que encontrar una solución y hallarla de veras, si bien es cierto que no debe de ser fácil cuando, desde hace más de un siglo, existe a mayor o menor medida eso que llamamos «el problema catalán».

El separatismo creció en los últimos tiempos (de esto ya hemos hablado muchas veces), gracias a que el gobierno autonómico utilizó la lengua, la cultura y la historia de Catalunya, aprovechando altavoces tan importantes como la prensa y la escuela, para crear una guardia pretoriana preparada para ese momento en el que salieran a la luz sus actos de corrupción. Hace ya más de treinta años que Pujol dijo aquello de «atacarme a mí es atacar a Catalunya».

Sin embargo, hay otro foco de separatismo catalán, el que muchas veces se resume de forma inexacta en la frase «El PP es una máquina de crear independentistas«.

Obviamente, eso no es así del todo, aunque sí tiene algo de realidad. En el resto de España, hay muchas personas que son separatistas en el subsconciente, es decir, que creyendo que muestran «españolidad», tratan a los ciudadanos de Catalunya como si, verdaderamente, esta tierra fuera otro país. Los políticos lo hacen y podemos recordar ejemplos claros, como cuando Esperanza Aguirre, preguntada por las consecuencias que podía tener la OPA de Gas Natural sobre Endesa, dijo aquello de que «es una mala noticia para la Comunidad de Madrid que la sede de una empresa eléctrica, que es multinacional y que es una de las grandes empresas españolas, se traslade fuera del territorio nacional», cuando lo cierto es que la sede iba a ir a Barcelona. Entonces, ¿Catalunya no es España? Otro ejemplo de ello es cuando el Ministro Wert aseguró qu «hay que españolizar a los niños catalanes», como si una persona pudiera estar más o menos españolizada.

El problema catalán tiene dos soluciones reales: el encaje en España o la independencia. Después, existe la opción de eternizar el problema, que es aquello de «Eres español porque lo pone en el DNI» o «Catalunya pertenece a España». Esta última frase refleja, claramente, ese separatismo subsconsciente del que hablo, dado que, obviamente, Catalunya no pertenece a España, sino que forma parte de España. Y es que, si pertenecieras significaría que Catalunya es una colonia y, si es una colonia, según la resolución de la ONU, sí tendría derecho al referéndum de independencia.

De modo que centrémonos en las soluciones verdaderamente posibles y descartemos, lógicamente, la independencia, ya no sólo por ilegal y por ir en contra de las resoluciones de la ONU, además de ir contra la Constitución Española y el Estatuto, sino también porque la mayoría de los catalanes no la quiere. Asimismo, pensemos en por qué no encaja, en por qué a españoles de Catalunya les cuesta sentir España como su nación, en quién tiene la responsabilidad de que eso ocurra y, lo más importante, en cómo se puede solucionar.

Ya he escrito otras veces que, a mi modo de ver, la catalanofobia existe en la España democrática porque hay quien lo promueve y a quien le conviene políticamente. La catalonofobia se ha alimentado desde Catalunya y desde el resto de España porque, tanto primero a Convergència como después al Partido Popular, les ha dado votos. De modo que, a mi entender, es algo así como un pacto no escrito entre ambas formaciones que a los Convergents les ha dado votos en esta tierra y al Partido Popular en el resto de la geografía española.

No obstante, en lo que, en mi opinión, se equivocan los nacionalistas catalanes es en culpar a los populares y a los nacionalistas castellanos de esa falta de encaje en España, porque a quien deben responsabilizar ellos es a su gobierno, a sus dirigentes, los cuales nunca han hecho porque ese encaje ocurra.

Ya desde la redacción de la Constitución, los políticos catalanes hicieron por no encajar y lo hicieron de un modo inteligente para sus propósitos, de un modo con el que poder culpar a Madrid siempre de todos sus males y mirando por su bien y la de sus corruptelas y no por de Catalunya ni el de España. En los tiempos que se redactaba, ya nos avisaba Josep Tarradellas que tuviéramos cuidado con Jordi Pujol y sus planes a largo plazo.

Lo cierto es que, por más que CiU se ha mostrado como el partido que iba al Congreso de los Diputados y al Senado para defender los intereses de los catalanes, la realidad es que se ha aprovechado del respetable sentimiento catalanista para enfrentar a su pueblo.

Así, si Convergencia se fundó para defender la lengua y la cultura catalanas, ¿por qué no exigieron que el catalán fuera un idioma oficial en toda España? Sé que muchos pensarán que me he vuelto loco, que cómo va a ser el catalán oficial en lugares donde no se conoce la lengua. Sin embargo, no nos paramos a pensar que pertenecemos a la Unión Europea y que, por ejemplo, el finlandés es un idioma oficial en todo el territorio de la Unión, también en España, por más que, así a primeras, podríamos decir que ningún español sabe finlandés. Es decir, que sea oficial no quiere decir que todo el mundo deba conocerlo.

Pero no nos quedemos con el ejemplo de la Unión Europea, hablemos de naciones. ¿Por qué los idiomas españoles, aparte del castellano, no son idiomas oficiales de toda España? Hay casos como Suiza donde el alemán, el italiano y el francés son oficiales en todo el país, por más que, obviamente, no todas las personas que allí residen conozcan las tres lengua. El más utilizado es el alemán, pero nadie dirá jamás que el idioma oficial de Suiza es dicho idioma. ¿Por qué en España el castellano está por encima de las otras lenguas españolas? Espero que, a esta cuestión, nadie responda que eso ocurre porque ninguna de las lenguas que se hablan en Suiza son lenguas propias de la nación ya que, en ese caso, estarán haciendo otro ejercicio más de «separatismo subconsciente», puesto que los separatistas suelen decir que el catalán es la lengua propia de Catalunya, cuando eso no es verdad.

No existen las lenguas propias de los territorios, existen la lengua materna y las lenguas oficiales y, de este modo, el castellano es tan lengua propia de Catalunya como lo es el catalán. Porque, claro, si hablamos del territorio, antes de que los romanos introdujeran el latín y éste derivara al catalán, ¿qué hablaban los habitantes de la ahora Catalunya? ¿El íbero? ¿Es entonces el íbero la lengua propia de Catalunya?

Por poner un ejemplo, en Bélgica, el servicio público de correos tiene una triple denominación lingüística: «De post» (en neerlandés), «La Poste» (en francés) y «Die Post » (en alemán). La población belga que habla alemán es de, aproximadamente, 70.000 personas, es decir, representa el 1% de la población. ¿Es lógico que en España este tipo de cuestiones no estén escritas también en catalán, cuando lo hablan o lo entienden cerca de 14 millones de personas y el 28% de la población?

Sé que, en la situación actual, muchos dirán que no hay que ceder ante los separatistas, pero no hagamos otro ejercicio de «separatismo subconsciente» pues el catalán es un idioma español y es el idioma de todos los catalanes junto al castellano. También es el idioma de los que no lo usan. Y no voy a hablar del tan desgastado tema del bilingüismo porque, según los entendidos, solamente es bilingüe el que tiene dos lenguas maternas y no el que conoce dos idiomas. Aún así, sí voy a defender el enriquecimiento que significa conocer mientras más lenguas mejor.

Mi modo de ver no es que en Catalunya las personas deban ir cambiando de idioma según quién tengan delante, sino que ambos idiomas deben estudiarse por igual para que todos los conozcan y entiendan, de tal modo que, después, cada uno hable en la lengua que desee, dándole naturalidad, cosa que no ocurre, precisamente, porque los catalanistas no han querido encajar en España y porque, desde los tiempos de la Lliga Regionalista (con sus errores), en los que se acusaba en Catalunya a Cambó y los suyos de ser catalanistas en Madrid pero españolistas en Barcelona, no hay un regionalismo sensato que luche por mostrar al resto de España las virtudes de Catalunya y su colaboración con el resto del país.

Normalizar esta idea, que todas las culturas no castellanas sean tan españolas como cualquiera, debería ser labor de todos. En Catalunya, los que luchamos contra el separatismo sufrimos zancadillas de otros que, estando en contra del Proceso, pertenecen a ese «separatismo subconsciente» y señalan a todo lo catalán como no-nacional, unas veces sin pretenderlo y, otras, ejecutando ese nacionalismo castellano que es tan malo como cualquier otro nacionalismo. La cultura en general y el idioma en particular son usados por unos y otros como arma arrojadiza y eso hace que cuestiones tan normales, como que alguien use su lengua materna, en este caso el catalán, que es un idioma español, sean vistas como un ataque al propio país, algo en mi opinión ridículo. Les pongo un ejemplo: ¿No es Rafa Nadal y, permítanme el término, el deportista más «españolazo» que tenemos? ¿Son conscientes los españoles que Rafa Nadal es catalano hablante? ¿Y de que también lo es Pau Gasol?

¿Tercera vía, señor Mas? No, gracias.

Fue en el final de un acto de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. El hombre que ha metido a la Catalunya política en un lío y que ha dividido a la sociedad civil abría una puerta hacia la posibilidad de una alternativa al proceso soberanista. Eso sí, dejó claro que debía ser el Estado, y no el gobierno catalán, el que moviera ficha. En realidad, todos sabemos que una gran parte de los miembros de Convergència siempre han visto el tema de la independencia como una excentricidad y que, para muchos, no era más que un «órdago a la grande», que diría un jugador de Mus, pedir la luna para conseguir algo más terrenal.

La cuestión es que, llegado el momento de repetir el referéndum, el Govern tendrá que dar la cara, dado que el resultado del mismo ya lo conocemos: los separatistas irán a votar y los que respetan la Ley, la Constitución y el Estatuto de Catalunya, no. De este modo, ganará el Sí, con un total cercano menor a dos millones, cuando hay cinco millones y medio de catalanes con derecho a voto en las autonómicas. Llegado ese punto, ¿va a atreverse el Govern de Catalunya a declarar la independencia? Obviamente, no, porque la autodeterminación no es para el quien la quiere, sino para a quien se la reconocen y, seamos serios, ¿cuántos países van a reconocer un país que salga de un referéndum ilegal, donde la mayoría no vaya a votar y donde, además, todo eso ocurra en un país democrático y ejemplo de libertades como es España?

Obviamente, por más que en Catalunya cada vez haya más personas que reclaman que hay que llegar a un acuerdo, no es el Señor Puigdemont quién tiene la sartén por el mango, todo lo contrario. Aunque, por otra parte, después de todo el circo montado y de todas las «performances», difícil sería la papeleta de tener que decir a su «público» que hay que olvidarse de la independencia y conformarse con una mayor inversión del Estado o un mejor sistema de financiación, el cual, por otra parte, a mi modo de ver, tampoco debería llegar ya que la política española no se puede mover a base de amenazas efectuadas por parte de los nacionalismos.

Si el Gobierno central hace un guiño a los nacionalismos, debería ser discreto, muy discreto, porque los que en Catalunya sufren el separatismo saben que a esta situación se ha llegado a causa de ir cediendo desde los comienzos de la democracia hasta ahora. Convergència y el PNV han sido durante años piezas esenciales en el espectro político, pero el multipartidismo les ha relegado al ostracismo y Podemos se ha quedado solo a la hora de defender a los nacionalistas con cierto poder, de ahí que en Catalunya y Euskadi se votase masivamente al partido morado. A pesar de ello, el panorama es el que es y con Podemos no va a pactar ningún partido fiel a la Constitución. Esa pérdida de poder por parte de los partidos nacionalistas en el Congreso de los Diputados es lo que les tiene nerviosos y es la causa de que, sobre todo en Catalunya, el Gobierno autonómico se esté apropiando indebidamente de cuestiones que, por Ley, no le pertocan.

¿Tercera vía, señor Mas? No, gracias. Lo que tiene que hacer el Govern de la Generalitat es cumplir y hacer cumplir la Ley. Una vez todo vuelva a la normalidad democrática y los señores del Junts pel Sí y la CUP acaben con el secuestro del Parlament y de los ciudadanos de Catalunya, luchen ustedes por los catalanes, por todos, también por los que no les han votado. No discriminen a nadie por la lengua que hablan, por la ciudad donde viven o por a quien votan y, a raíz de ahí, como ocurrió en la Transición, todos los catalanes se unirán para defender las necesidades de los ciudadanos de Catalunya.

Mientras el gobierno catalán planea un golpe de estado, el gobierno español espera a ver si llueve

Hay días que, al coger los diarios y leer los titulares, uno se siente indefenso, desprotegido por el gobierno de Mariano Rajoy, que sigue sin preocuparse lo más mínimo por la intentona golpista catalana. No sé si, como siempre ha ocurrido desde la Transición, los populares y los convergents tienen su propio plan oculto, un plan que favorezca a los dos y a su causa común, que no es otra que mejorar las condiciones de la burguesía de acá y de allá a costa de la clase obrera, pero tanto si lo hay como si no, la actitud del gobierno de España, ante el ilegal y anticonstitucional proceso separatista, está dejando mucho que desear.

El juez Vidal fue suspendido de empleo por 3 años por haber participado en la elaboración de una futura Constitución de Catalunya. Tras eso, Esquerra Republicana de Catalunya le premió ofreciéndole uno de los primeros puestos en las listas para el Senado. En las últimos horas, nos hemos enterado de que este personaje ha asegurado que: “La Generalitat tiene todos vuestros datos fiscales. Esto es ilegal porque está protegido por la Ley de Bases de Datos. Son unos datos reservados, en teoría los que llevamos este proceso no deberíamos tener acceso a ellos, pero a veces suceden cosas, no os diremos cómo, porque no es exactamente legal”.

Esta no es más que otra prueba más de que el Gobierno de la Generalitat y la panda de cuatreros que han comprado por un plato de lentejas, muy a diferencia de lo que predican, no quieren hacer un nuevo país libre y democrático, sino que, como los espías de la Stasi en la RDA, están utilizando toda su maquinaria para, desde la ilegalidad, tratar de crear un país a su imagen y semejanza. Un país que, como todos sabemos, no busca nada más que la salvación de los Pujol y de las cuatrocientas familias que dominan Catalunya desde tiempos inmemoriales y que, semana tras semana, viajan a Andorra y Suiza para blanquear el dinero que, ilegalmente, tienen depositado en estos paraísos fiscales.

Mientras, al lado observas la noticia en la que Mariano Rajoy dice que el recibo de la luz va a bajar porque va a llover. “Han anunciado que va a llover y eso va a dar lugar a una bajada”, así explicaba el presidente del Gobierno en el programa de radio de Carlos Alsina, confiando en que los chubascos y la entrada de la energía hidráulica en el mix de energía ayuden a reducir las tarifas de la electricidad.

De modo que Mariano Rajoy esperará a ver si llueve para solucionar el tema de la electricidad que, en plena ola de frío, se está llevando a ciudadanos españoles a la muerte. Me pregunto si el problema del separatismo catalán y la amenaza de golpe de estado y conflicto civil de Catalunya también los va a resolver mirando a las nubes.

Sabemos que Mariano Rajoy ha hecho un arte de la espera, del quedarse quieto hasta que los contrarios se pongan nerviosos, pero en el asunto del separatismo catalán está comenzando a llegar demasiado lejos. La fractura en la sociedad es grave, a pesar de que sea cierto que, en el día a día, la sensación sea que el separatismo se desinfla. Para mí, pues, eso es lo menos importante ya que el independentismo no es un tema preocupante porque Catalunya jamás va a ser independiente, dado que el pueblo catalán no lo quiere.

El verdadero problema es que el Govern de la Generalitat está utilizando las estructuras de la autonomía para enfrentar a los catalanes, para que toda Catalunya quede sepultada en una nube de odio, una nube que Mariano Rajoy no podrá ver mirando el cielo de Madrid desde La Moncloa.

Santiago Vidal dimite como senador, pero el intento de golpe de estado de los separatistas continúa.

El Secretario General de UGT a los pies del separatismo burgués

Las dudas sobre la lucha de clases vienen a mí cada vez que oigo a alguien quejarse de que si le toca el euromillón tendrá que pagar un 20% de impuestos. Es decir, todas esas personas ven bien que los ricos paguen más impuestos pero, cuando se imaginan siendo ricos, ya les parece excesivo lo que los ricos han de pagar al fisco.

Las ayudas sociales y la solidaridad son básicas en un Estado de Derecho, pero tengo la sensación de que, a menudo, confundimos la idea de los derechos de los que menos tienen con una visión utópica de lo que la igualdad de salarios deberían ser. Pongo por ejemplo cuando la gente de a pie se queja de que los futbolistas ganan mucho, cuestión que personalmente no considero un problema pues el verdadero problema, en mi opinión, son las personas que ganan poco, pero teniendo siempre claro que el mucho o poco no es comparándolo con otro oficio, sino que se gana mucho o poco según lo que se produce.

Los sindicatos son una herramienta que, en un sistema democrático, debería ser importantísima a la hora de defender a los trabajadores. Sin embargo, las dudas sobre el buen trabajo de los sindicatos siempre afloran dejándolo en entredicho. Supongo que en el mundo ideal, en ese del que a veces hablamos en el que no debería haber Rey y los ministros deberían ganar 1.000 euros al mes, los líderes sindicalistas tendrían que ser también hombres de mono azul que dejaran un momento la fábrica para acudir a las ruedas de prensa y no personas que no han dado un palo al agua nunca, más allá de sus labores sindicales, y que con su ropa de marca y sus relojes caros nos llaman a la revolución desde la televisión.

Criticar la labor política es una cuestión que está de moda, no así criticar a los sindicatos, imagino porque de hacerlo corres el riesgo de que te llamen fascista y todas esas cuestiones. Yo, para que pierdan el miedo a llamar las cosas por su nombre, les recomiendo que escriban un blog, así te llaman fascista, socialista, españolista y catalanista según las fobias de los lectores y ves que esas palabras pierden importancia.

Josep Maria Álvarez llegó a Catalunya desde su Asturias natal para trabajar en la Maquinista Terrestre y Marítima donde, rápidamente, se afilió a UGT hasta llegar al cargo de Secretario General. No le ha ido mal la vida y me pregunto si será por eso por lo que se ha convertido en uno de esos charnegos agradecidos que rinden pleitesía al nacionalcatalanismo. Quizá el hecho de que su carrera sindical le hiciese abandonar pronto su vida de obrero le haya hecho perder la perspectiva.

En el mundo ideal que antes hablábamos, quizá sería mejor que el líder de la UGT en Catalunya, tal y como lo fue durante muchos años Josep Maria Álvarez, hubiese sido alguno de los miles de trabajadores que llegaron a estas tierras huyendo de la esclavitud a la que les sometían los señoritos andaluces para acabar teniendo que aguantar la de los señoritos burgueses catalanes. Pero, claro, pedir eso es imposible, mucho más difícil que pedir que los ministros sean mileuristas y que no haya Rey, porque en la Catalunya de los Pujol y los Mas solamente ocupan puestos de responsabilidad quienes se arrodillan ante el régimen.

Josep Maria Álvarez decía, según recoge el diario El Mundo, que UGT no apoyaría «ni a unos ni a otros» si hay un referéndum catalán. No esperábamos menos de uno de los aspirantes al premio «Nou Catalá de l’Any». El líder de UGT es una estrella del nacionalcatalanismo, imagino que, por eso, tiene nombre artístico, dado que Josep nació como José en su Asturias natal.

Josep siempre ha defendido el derecho a decidir, dado que el Tribunal Constitucional (sí, ese que está para juzgar qué es constitucional y qué no) trastocó el Estatut de Catalunya que había creado el PSC en el desastroso Tripartit nacional-socialista / socialista-nacional, del que Josep es afín. Que el Estatut no fuese justo, que dejara claro que había catalanes de primera y de segunda no fue un impedimento para que el líder sindical lo apoyara. Al parecer, la igualdad entre los ciudadanos ya no es algo de vital importancia para la izquierda ni para los sindicatos.

A mi modo de ver, lo peor de las declaraciones de Álvarez es que diga aquello de «ni a uno ni a otros», equiparando a los que se saltan las leyes, no respetan la Constitución y buscan un golpe de estado con los que, contrariamente, sí respetan la Ley. Lo que más me duele de todo es que quieran hacer ver que hay dos bandos que deben dialogar, porque no es así, no se trata de los que están con la independencia y los que no, sino que los bandos son los que quieren saltarse la Ley y los que la respetan. Estos últimos son los ciudadanos; los otros, los cómplices de un golpe de estado.

Álvarez no va a morder la mano que le dio de comer. Acudió a votar en el butifarréndum y es un experto a la hora de ponerse de lado. Será uno de los que, cuando acabe la locura separatista, dirá que él nunca jamás lo fue. Así están las cosas a día de hoy en esta tierra, donde personas como Josep Maria Álvarez defienden la solidaridad de los que tienen más con los que tienen menos, a la vez que apoya que las comunidades autónomas más ricas puedan dejar la nación porque no quieren ser solidarias con las que tienen menos.

Defender posturas de izquierdas, más desde un sindicato, y apoyar a la vez al separatismo es la contradicción mayor que se puede hacer. O somos solidarios o no lo somos, quizá ese sea el verdadero referéndum. Pero no se puede reclamar que los de Pedralbes sean solidarios con los de Nou Barris o que los de la provincia de Barcelona sean solidarios con las provincias más pobres de Catalunya y, sin embargo, que los catalanes no lo sean con los extremeños, porque eso es xenofobia, no hay otro nombre.

Otro año de promesas incumplidas

Como en esos propósitos para cada año que nunca cumplimos (ponernos a dieta, ir al gimnasio, aprender inglés, etc.), en la Catalunya política el propósito que no se va a cumplir es, un año más, el de la independencia. El proceso soberanista está siendo la tumba y, a la vez, el hilo de vida que le queda a Convergència, un partido que, mientras fue regionalista, fue quien más apoyo obtuvo en Catalunya y que, sin embargo las últimas encuestas le sitúan ya como la tercera fuerza en unas hipotéticas elecciones catalanas.

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Elcharnego agradecido de Rufián ha salido raudo y veloz, ante dichas encuestas que sitúan a ERC como primera fuerza, para decir que su formación no busca ganar las elecciones, sino ganar el referéndum de independencia. Mucho me temo que será cuestión de tiempo que eso cambie. En mi opinión, el futuro de Catalunya está en un pacto ERC-Podemos-CUP en el que entrará el PSC si es necesario.

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Me sorprendería mucho que Convergència apoyase un pacto con Esquerra, liderado por estos últimos, entre otras cosas porque no creo que haya un escenario peor para los clásicos votantes de CiU que una Catalunya liderada por ERC.

Por eso, el Señor Mas De Lo Mismo, Puigdemont, no quiere mirar más allá del referéndum de septiembre, el cual anuncia a bombo y platillo como si éste fuese el final del camino, cuando la realidad es que no es más que volver a la casilla de salida, regresar a ese butirreferéndum de noviembre de 2014, en el que los separatistas tuvieron que observar cómo casi 4 millones de personas dieron la espalda a la votación y prefirieron quedarse en casa.

¿Qué hay de diferente entre aquel referéndum y éste? Ninguna, pues por más que lo repitan una y mil veces, la Generalitat de Catalunya no tiene potestad para realizar esta votación y nos quedará ver si esta vez el gobierno actúa de forma más contundente y no permite que los separatistas utilicen los datos de los catalanes de forma irregular.

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Obviamente, hasta que llegue la fecha, la demagogia nacionalista seguirá, volveremos a oír esas frases, tales como «Por qué no dejan que sepamos cuánta gente apoya el proceso», como si después de vivir cuatro elecciones en un año no hubiéramos comprobado ya que los separatistas no sólo es que sean menos, sino que cada día van menguando.

En Catalunya todos sabemos que jamás habrá independencia, pero también sabemos que, mientras más tiempo dure el monotema del proceso, más largas serán las colas en los hospitales y mayor será la tensión en la calle, así como también el adoctrinamiento en las escuelas, donde desde hace décadas se educa a los niños catalanes en el odio a España, el cual muchas veces es también el odio hacia sus propios padres o abuelos.

El nuevo 9-N trae la novedad de que Colau, bajo la tutela de miembros de Podemos como Errejón, apoyan un referéndum que sólo va a servir para que las políticas sociales queden al margen del debate diario y que la política catalana se centre en cómo desconectar a Catalunya del resto del país.

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Podemos es el nuevo tonto útil que recoge votos de constitucionalistas para cedérselos al nacionalismo catalán. Ese trabajo antes era del PSC, pero ahora lo hace Podemos que es, sin duda, el problema con el que Catalunya se va a encontrar en los próximos años.

En fin… como hemos dicho al principio, es hora de lanzar promesas que no vamos a cumplir. Haremos dieta, nos apuntaremos al gimnasio, aprenderemos inglés y seremos independientes. Como cada año.

Por qué en Catalunya no puede haber un referéndum

Hoy me gustaría volver a explicar el porqué no se puede votar un referéndum de independencia en Catalunya. Tras la vergüenza de la II Guerra Mundial, las Naciones Unidas nacen como un ente superior para tratar de resolver los problemas de las naciones sin que deba haber guerra de por medio. La Organización de las Naciones Unidas nace con la idea de resolver los problemas entre naciones, tratando de ser lo más democrático posible. En un mundo en el que había países conquistados y colonizados, las Naciones Unidas llegan a la conclusión de que hay que dar libertad a todos los pueblos y, para ello, crea el Derecho a la Autodeterminación de los Pueblos, muchos de los cuales conseguirían la independencia en su momento. ¿Qué requisitos se piden para que un pueblo pueda autodeterminarse? 1) Ser una colonia y 2) Ser un pueblo oprimido. No hay más requisitos que esos.

¿Es Catalunya una colonia? Obviamente, no, porque no hay separación física del resto de España. ¿Es un pueblo oprimido? Tiene propio gobierno, libertad para su cultura, libertad para su lengua, cuerpos de seguridad propios, etc etc. Es una de las autonomías más ricas económicamente, donde las tasas de paro son más bajas, por no hablar de que se rige la ley que sale de una Constitución democrática… Obviamente, Catalunya no es un pueblo oprimido. ¿Puede haber un referéndum de independencia? Si el Gobierno lo permitiera, sería reconocer que Catalunya es un pueblo oprimido y ahí radica el truco. Si lo admite, Catalunya ya sería un país independiente y, aunque en el referéndum ganase el No, daría igual, Catalunya sería un país independiente que, voluntariamente, ha decidido quedarse en España. De modo que, a partir de ahí, no habría problema para que el referéndum se repitiera cada año, cada mes, cada semana o cada día si fuese necesario.

Con una particularidad, de ganar el No, se podría repetir eternamente; de ganar el Sí, sería definitivo. Es decir, el problema no es la independencia; el problema, el engaño, la farsa… es el referéndum. Muchos dicen «pues que se vote y, si es que Sí, Sí y, si es que No, No». Pero no es así cómo funciona pues, de ganar, que ganaría el No, los independentistas no sólo no cesarían en su empeño, sino que el referéndum serviría para crear jurisprudencia. ¿En qué se podría amparar el gobierno para no repetir una votación cuando ya se ha hecho una?

Ahora, el gobierno catalán vuelve a decir que habrá un referéndum en septiembre de 2017. ¿Es un déjà-vu? ¿El Día de la Marmota? ¿Esto no lo hemos vivido ya antes? Ya hubo uno el 9 de noviembre de 2014 y ganó el Sí a la independencia con casi el 81% de los votos. ¿Por qué no declaran ya la independencia? ¿A qué están esperando? Después hicieron unas elecciones autonómicas y dijeron que, en realidad, era una consulta de independencia. Junts pel Sí y la CUP obtuvieron mayoría parlamentaria. Entonces… ¿a qué esperan? ¿Por qué no declaran la independencia ya?

Nos dijeron que sería en 18 meses, ya han pasado 15. ¿Y ahora nos dicen que en septiembre habrá otro referéndum? ¿No se cansan los votantes separatistas de que sus líderes políticos les tomen el pelo? ¿La Catalunya separatista se da cuenta de lo grave que es defender que los políticos, si son separatistas, pueden estar por encima de la Ley? ¿Se dan cuenta de que no se puede hablar de democracia cuando no se respeta la separación de poderes? ¿Se dan cuenta que el «nou país» nacería siendo de facto una dictadura? ¿Se dan cuenta de que no hay un número suficiente de parlametarios, concejales, etc. para incumplir la Ley? ¿No se dan cuenta de que es irrisorio necesitar 2/3 del Parlament para cambiar el Estatut y que pidan un 50% + 1 para la independencia?

Educando a los niños en el odio a España

Hay entradas de este Blog que duele escribir. En Catalunya se ha utilizado todos los medios, desde prácticamente el comienzo de la Transición, para que los catalanes acaben odiando a España sin saber realmente el porqué. Sutilmente, fueron introduciendo el odio desde todos los puntos: medios de comunicación subvencionados, instituciones, asociaciones culturales, clubes deportivos, desde los colegios, etc.

Ha sido un plan cocido a fuego lento, sin prisas, «avui paciència i demà independència». Para el plan, hizo falta seducir a una parte del enemigo: hacer de los hijos «dels nouvinguts» futuros hijos de la patria, hacer crecer el número de charnegos agradecidos hasta la cifra mágica del 50% + 1 con la que dirán al mundo que hay una mayoría que quiere un «nou país».

La tarea no era fácil, el Franquismo había aletargado a un catalanismo burgués que jamás se sintió incómodo con el Dictador y, para más inri, el President de la Generalitat  en el exilio pisaba Catalunya entonando un mensaje de unidad y no haciendo distinción entre catalanes, hubiesen nacido dónde hubiesen nacido o se apellidaran cómo se apellidaran.

Como ocurrió en la República y en la Guerra Civil, el principal enemigo del catalanismo era la izquierda, lugar dónde podían unirse progresistas ya fuesen catalanistas o no en un frente común. Los andaluces, manchegos y murcianos pidieron el Estatuto de Autonomía para Catalunya con más ahínco que los propios catalanes.

Después llegó la inmersión linguística; todos entendían que el idioma catalán e, incluso, la historia de Catalunya estaban en desventaja en los conocimientos de los catalanes y había que igualarlas con la lengua y la historia del resto de España. Qué buena fe tuvieron nuestros padres: pronto, primero el PSUC, después el PSC y ahora Podemos se han convertido en los tontos útiles del nacionalcatalanismo.

Las escuelas debían ser también clave para formar futuros nacionalistas pero había que hacerlo poco a poco, sin que los padres se dieran cuenta. Pronto, esos andaluces, manchegos y murcianos estuvieron orgullosos de que sus hijos hablasen con soltura dos idiomas. En el mundo castellanohablante, la mayoría de padres de esos niños apenas pudieron estudiar y eso hacía que dejasen la educación en los maestros. «¡Ya los tenemos!» dijeron desde el nacionalcatalanismo.

Jordi Pujol había sido educado en colegios católicos, único refugio del nacionalismo catalán. En sus primeros años, ya Josep Tarradellas nos avisa de que estaba ejerciendo una «dictadura blanca» y nos alerta sobre él. Cuando le investigan por el caso de Banca Catalana, Jordi Pujol hace que la Generalitat deje el discurso de unidad del «ciutadans de Catalunya» de Tarradellas para hablar de «nosaltres i ells» (nosotros y ellos), somos una nación y con nosotros no se juega. Jordi Pujol copiaba, de este modo, el sistema de Franco: si para el dictador cada ataque a él era un ataque a España, un ataque a Pujol era un ataque a Catalunya.

En ese 1983, en el acto de investidura de Pujol, los asistentes agreden a los miembros del PSC y PP. Es el principio del fin de la Catalunya unida pues, a partir de entonces, todo será «nosaltres i ells» y a los niños en los colegios nos empiezan a hablar de España como «ellos». Algunos profesores se rebelan; ya unos años antes el manifiesto de los 2.300 docentes, los profesores se quejan amargamente del efecto catalanizador de la escuela. La prensa, subvencionada, se vuelca contra estos (maestros en su mayoría), se les acusa de fascistas, por más que muchos hubiesen luchado contra al Dictadura, y hasta el FC Barcelona cede su estadio para un linchamiento público contra estos profesores y periodistas, entre otros. Uno de aquellos disidentes, Jiménez Losantos, es secuestrado por la banda terrorista Terra Lliure y le disparan en una pierna, aunque lo dejan en libertad. El objetivo ya estaba conseguido, el miedo a disentir ya estaba ahí.

Miles de maestros abandonan Catalunya en esos años y la lucha contra el nacionalismo en las escuelas se pierde para los disidentes. La siguiente generación, la de mi hermano, ya será educada desde el primer día en el odio. Lo primero de todo, el primer día, le dicen que ya no se llama Javi, sino Xavi. En ese momento creo que ninguno nos dimos cuenta de lo grave que era eso, cambiarte el nombre es el primer paso para el cambio de personalidad.

En esos años ocurre un hecho horrible que nos abrirá los ojos a muchos. La guerra de Yugoslavia y la acogida en el colegio de niños bosnios. En esos meses tenemos un curso acelerado de lo que significa el nacionalismo y comenzamos a exigirles a nuestros hermanos pequeños que no se dejen catalanizar el nombre. Pero también cometemos un error, no luchamos porque no haya «nosaltres i ells», sino que comenzamos a aceptar que hay bandos y que nosotros somos de «ellos», de los «otros».

Hasta entonces, habíamos aceptado con normalidad y con gusto el idioma, la cultura y todo lo relacionado con Catalunya; a partir de entonces, de algún modo comenzamos a verlo como algo que nos quieren imponer para quitarnos nuestra propia identidad, cuestión que era cierta, sólo que desde nuestra mirada de niño no supimos exigir que no había «nosotros y ellos» y que queríamos ser catalanes y españoles a la vez.

En la mayoría de los centros de la mayoría de ciudades catalanas, la educación en el nacionalcatalanismo continúa, incluso les hacen a los niños aprenderse el Himno del Segadors en el que se les insta a coger las armas contra el enemigo (los españoles).

Más tarde, a los profesores se les pide el nivel C de catalán para poder ejercer, sin embargo, de la noche a la mañana, la Generalitat anuncia que los títulos de la escuela oficial de idiomas dejaban de ser válidos. El Procés no necesita profesores de fuera que aprendan catalán, sino profesores catalanes que ya se hayan formado bajo la influencia del régimen.

En estos últimos años ya no sé qué pasa en esos colegios porque ya no estoy allí pero; sí sé que una amiga me comentó que su hijo había venido un día diciendo que él no era español, que española era su abuela porque no sabía hablar catalán y eso, obviamente, no lo piensa un niño por sí mismo.

Ahora tenemos este vídeo para saber qué es lo que pasa en Catalunya y observar horrorizados cómo, con la excusa de una obra teatral, se les inculca a unos pequeños el odio a España:

«A esas gentes de derechas e izquierdas, encerradas en sí mismas pensando: ‘a nosotros no nos conseguiréis nunca’, pienso, me da igual, a vuestros hijos sí los tendremos. A estos los educaremos desde el principio en el ideal» (Adolf Hitler)

Espeluznante clase de odio a «Espanya» en un cole de Cambrils

De indepes y constitucionalistas

La nación no es una esencia por encima del individuo, sino un pacto de individuos que se convierten en ciudadanos por mor del pacto. La nación española, tal y como la conocemos a día de hoy, proviene de cuando las ideas liberales se oponen a la España tradicional en la que los españoles eran súbditos de un rey. La Constitución de la Pepa de 1812 nace con la idea de legitimar un estado de ciudadanos libres e iguales.

Los liberales españoles, influenciados por los pensamientos de la Revolución Francesa y la Ilustración, tratan de redactar una constitución que acababa con el conservadurismo de la sociedad española. A día de hoy, muchos dirán que esa Constitución no era justa porque no la votaron personas elegidas por el pueblo, sino una serie de burgueses e, incluso, aristócratas. En efecto, fue así, pero eso no quita que para su época fuese revolucionaria.

Lo que también nació en aquella época, sobre todo durante las luchas contra el ejército de Napoleón, fue el nacionalismo español, que por entonces tuvo especial aceptación en Catalunya y Euskadi, debido a que esas tierras se convirtieron en campos de batalla dada su posición fronteriza. El nacionalismo español nace el día en el que los españoles que siempre habían querido un buen rey bueno y les daba igual que fuese español o no, ante el secuestro de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, defienden al Infante por español y, obviamente, no por buen rey ya que era sólo un niño.

Desde entonces, los conservadores lucharon por mantener los privilegios de los Reyes, Iglesia y Ejército frente a los liberales que mantenían que los soberanos del país debían ser los ciudadanos. Cuando la monarquía comenzó a aceptar las ideas liberales, los nacionalistas del bando carlista quisieron conservar el poder de monarca e Iglesia con el lema de «Dios Patria y Rey». Sin embargo, en la II Guerra Carlista unieron a ese lema la palabra «Fueros», es decir, que los impuestos se quedaran en las tierras. De ahí nace el nacionalismo catalán del cual es heredero el de hoy en día.

El nacionalismo no es ni bueno ni malo. El nacionalismo es excluyente o, sencillamente, ¡no es! No se puede ser nacionalista y decir que se quiere la armonía con los demás pueblos pues el nacionalista piensa única y exclusivamente en su pueblo o en los que considera su pueblo. El nacionalismo no es sinónimo de patriotismo: los patriotas aman a su pueblo, los nacionalistas odian el de los demás. Obviamente, eso no podemos hacérselo entender a un nacionalista, hablar con un nacionalista es chocar contra una pared ya que un nacionalista es incapaz de pensar que tú no lo eres también. Si no eres nacionalista catalán, eres nacionalista español, no hay más.

En Catalunya se está educando a los jóvenes, no ya para que detesten lo español, sino para que llamen español a todo cuanto detestan. En la lógica separatista, si no eres nacionalista catalán, eres nacionalista español y eso te hace, por ende, un aficionado a los toros, al flamenco y a comer jamón (puede que en eso tengan razón). De modo que el no ser nacionalista catalán es señal de que te gusta ver sufrir a los toros, porque eres nacionalista español y a los nacionalistas españoles le gustan los toros… Así es la lógica indepe.

La misma lógica que dice que si no hablas en catalán es porque te gusta hablar en castellano y hablas en castellano porque es el idioma en el que Franco hablaba, de modo que no hablas catalán porque eres nacionalista español que hablas castellano como Franco. Porque, claro, Franco es español y La Pasionaria, Carrillo… «¿Eran españoles?», te preguntas.¡No! Ellos eran comunistas y los comunistas no son españoles, por más que nazcan en España, españoles son sólo los fascistas y, si defiendes la Constitución, eres un franquista, por más que la Constitución fuese el poner la losa definitiva en la tumba de Franco.

No importa ni siquiera que los procuradores en Cortes del búnker franquista dijesen en el Congreso que, con la reforma política de la que nacería la Constitución, se mataba a Franco otra vez.  ¿Eres constitucionalsita? Eso es lo mismo que ser franquista. Hoy en día todos son fascistas, todos, los del PSOE, los de Ciudadanos, los del Partido Popular… Un hombre andaluz de izquierdas que huyendo de los caciques acabó en Catalunya es a día de hoy sospechoso de ser un fascista. Sin embargo, un hombre catalán que salía a aplaudir a Franco en los desfiles de Barcelona no. Esa es la paradoja.

¿Qué es el populismo catalanista? Pasarse el día entero hablando de Catalunya, pero no hablar nunca de los catalanes. ¿Y por qué no se habla de los catalanes? Porque a los separatistas sólo les preocupan los catalanes que siguen el Procés, y no los que, como dijo Forcadell, no son el pueblo catalán, sino el enemigo.

Y quemar la Constitución se convierte en un acto patriótico; esa Constitución que permite a los que la queman que la puedan quemar, esa Constitución que permite a los anticonstitucionalistas tratar de amedrentar a los que libremente celebran una festividad.

Los mártires de la nación imaginaria

En Catalunya, a día de hoy, para hacerse un nombre, no hay nada mejor que tratar de ser un mártir de la causa del «Procés». La alcaldesa de Berga ha tratado de ser una de esas mártires y lo hubiera sido si no fuera porque el pueblo catalán ya comienza a bostezar tras cada noticia referente a la ansiada independencia que nunca llega.

Montserrat Venturós se lamentaba de que los Mossos d’Esquadra le habían ido a detener a su casa de madrugada. En realidad, eran casi las ocho; se ve que, al parecer, los trabajadores de verdad madrugamos más que los que fingen ser obreros.

Lanzó a bombo y platillo que le habían detenido por poner una bandera separatista en el ayuntamiento de su ciudad, cuestión que no es verdad pues a la alcaldesa de Berga la habían detenido por no acudir a una citación judicial en dos ocasiones.

Sin embargo, parece que desobedecer las leyes está de moda entre los modernillos y esa fue la excusa de Venturós, quien se justificó porque estaba desobedeciendo una citación que no creía justa. Es increíble que en el siglo XXI un político se pase la Ley por el Arco de Triunfo y que todavía haya una parte de la población que lo defienda.

La mentalidad de los miembros de la CUP es peligrosa. Venturós se atrevía a decir, con total tranquilidad, que «Estoy muy sorprendida por el hecho de que Interior dijera que no conocían su detención, realizada por agentes de los Mossos d’Esquadra. Parece mentira». ¿Qué quieren estos de la CUP? ¿Un país donde los policías, para detener a alguien, en lugar de mirar la Ley deban preguntarle a un político? Obviamente, la respuesta es Sí. Como en Cuba, como en Venezuela, como en Corea del Norte, como en la antigua Unión Soviética. Espejos donde la CUP se mira.

Para la alcaldesa de este pueblecito de 15.000 habitantes y para todos los que son de la misma opinión de ella, no hay leyes ni hay reglas. Los delitos de los nacionalistas no son delitos; en Catalunya sólo cometen delitos los charnegos, esos españoles gitanos que escuchan flamenco y gritan mucho, aquellos que, como dijo la desvergonzada de la Presidenta del Parlament, votan a partidos españoles, al enemigo, los que no son verdaderos catalanes.

Ya dijo la alcaldesa que ella solamente declararía ante el pueblo. Son palabras que sorprenden en personas que se les supone preparadas. El juez es el representante del pueblo y, cuando Venturós y todos estos revolucionarios pijipogres que opinan que las 8 de la mañana aún es la madrugada hablan del pueblo, solamente se refieren a la parte del pueblo que les vota (perdón, se me había olvidado que los que votan a otros partidos no son el pueblo catalán) e, incluso, pueden decir que en Berga el 90% de la población votó a fuerzas separatistas, tal y como ocurre en gran parte de la Catalunya rural.

Pero imagino que eso no es parte del gran plan, imagino que no valorarán la idea de justificar que en esos municipios hay una mayoría independentista. Porque no creo que haya que recordar que, en la mayoría de ciudades grandes de Catalunya, hay minoría independentista. Por ejemplo, en Barcelona sólo el 41% votaron opciones que defienden esos ideales, en Hospitalet sólo el 20% o en Badalona el 19%, por citar solamente las ciudades con más población de Catalunya.

Montserrat Venturós quería que los Mossos también desobedecieran, como si los policías debieran tener ideología y no dedicarse únicamente a cumplir las leyes. La alcaldesa hubiera preferido que viniera la Guardia Civil y que le hubieran gritado eso de «Hábleme en castellano» pero no fue así, porque esa lucha de catalanes contra franquistas solamente está en la mente enferma de algunos fanáticos.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.aquibergueda.cat

El Barça y su independencia deportiva

Soy catalán y soy del Real Madrid. Ese es uno de los pecados más grandes que se pueden cometer en Catalunya. Hace unos días, Toni Freixa, directivo del Barça, decía que no se puede ser del Real Madrid y ser catalán, es decir, Toni Freixa se cree con la potestad de decir a personas como yo, que hemos nacido en Catalunya, que no somos de aquí.

Dicen las encuestas que en esta tierra hay un millón de madridistas, es decir, el Real Madrid es el segundo equipo de Catalunya. Muchas veces, los nacionalistas catalanes achacan eso a que los que vinieron desde otros puntos de España no estén adaptados y, no sólo eso, sino que además afirman que vinieron a traer el castellanismo, su lengua, sus costumbres o, incluso, su equipo de fútbol (al que, para hacer más terrorífica la historia, acusan de ser el equipo del Dictador Franco).

En la Psique nacional-catalanista, los que vinieron desde otros puntos de España somos castellanos; tienen tan absorbido el cerebro con el hecho de que un idioma y una nación son lo mismo que no entienden que los que vinieron desde otros puntos de España y nosotros sus hijos no somos castellanos, sino que los hay que son andaluces, extremeños, gallegos, aragoneses, murcianos… y, obviamente, castellanos sólo son los que vinieron de Castilla.

Cuando los líderes separatistas dicen cosas como que Franco mandó trenes llenos de pobres emigrantes para que mezclaran su sangre con la sangre pura de los catalanes para, de este modo, anular Catalunya, sus costumbres y su idioma, no es difícil hacer creer que una parte de ese plan para acabar con Catalunya es que esos pseudo-catalanes de padres de fuera se hagan del Real Madrid, para ellos clara institución del colonialismo.

Yo soy del Real Madrid porque en mi casa nunca vi nacionalismo, también porque en mi casa nunca me obligaron a ser de un equipo u otro. Esas cosas que ocurren en muchas familias catalanas en las que se hace socio del Barça a un recién nacido, como si el Barcelona fuese parte del linaje familiar, en mi caso no sucedieron.

Así que, cuando naces en un núcleo familiar en el que los equipos de fútbol son sólo equipos de fútbol, uno se hace del que mejor le cae, del que más le gusta o, como en mi caso, uno se hace del Real Madrid simplemente porque tu futbolista preferido ha fichado por ese equipo. Mi padre es seguidor del Real Betis así que en ese equipo fue en el que comencé a fijarme. En el equipo verdiblanco jugaba un excelente lateral izquierdo que corría la banda como una gacela con las medias bajadas. Gordillo, que jugaba también en la Selección, fichó por el Real Madrid y poco después yo también me aficioné a ese equipo.

Esa es mi verdadera historia. Sé que no es tan emocionante como que un Dictador mandara a mis padres en un tren para acabar con Catalunya y que, para ello, tuvieran hijos que fueran del Real Madrid pero, lo siento, esa es la verdad. Eso no quita que, cuando vas creciendo, cuando te das cuenta de cómo son las cosas, muchos como yo sí hayamos utilizado al Real Madrid como símbolo de nuestra rebeldía y como bandera de que hay otra forma de ser catalán.

Obviamente, hay muchos más hijos de andaluces, gallegos, extemeños, murcianos, etc. que son del Barcelona, que hijos de catalanes que son del Real Madrid pero, simplemente, se debe a eso, porque para los que vinieron de fuera normalmente el fútbol no es parte del nacionalismo, es solamente un deporte.

Tras el partido del Barcelona con el Celtic de la Copa de Europa, donde las asociaciones soberanistas quisieron repartir 30.000 esteladas, ha vuelto la polémica entre si se debe mezclar la política con el deporte o si el Barcelona está politizado. A mí, personalmente, no me parce un pecado que se mezcle, hasta cierto punto, la política y el deporte. De hecho, el Barcelona, para bien o para mal, siempre ha estado politizado. En tiempos del Dictador Franco, para muchos el Barcelona era la vía de escape para mostrar su catalanidad y, como escribió Manuel Vazquez Montalban, «El Barça es el ejército de un país desarmado». De ahí viene la famosa frase que dice que el Barcelona es más que un club, porque no es sólo fútbol, sino que también es sentimiento y, por qué no decirlo, también política.

Hace unas semanas, me invitaron a ver el Barcelona – Betis en el Camp Nou y acepté. Hacía catorce años que no iba al estadio del equipo culé. Ahora había novedades como que en el minuto 17 y 14 segundos se grite «Independència». Sabedor de que eso iba a ocurrir, me fijé en cuántos cantaban y lo hicieron no más de una quinta parte de los aficionados, en realidad, una minoría muy minoritaria, por más que quizá por televisión parezca que todo el campo es un clamor. En el partido contra el Celtic, he visto fotos de las gradas y sus esteladas, las cuales la UEFA no permite; me puse a contar la gente que no las mostraba y eran cerca del 80%. De modo que, siendo madridista como soy, les pido que no asocien al Barcelona con el independentismo reconociendo que sí, que los separatistas se aprovechan del club, lo utilizan. Lo de intentar repartir 30.000 esteladas (aunque no lo consiguieran) no fue más que un acto desesperado de darse publicidad días después de que la asistencia a la manifestación del 11 de septiembre bajara en un millón de personas.

Están nerviosos, el Proceso se muere, están utilizando todo lo que tienen a mano, también al Barcelona pero, como madridista, les pido que no culpen al Barça de esto, al menos no culpen a los barcelonistas, pues solamente son una víctima más del secuestro a Catalunya perpetuado por los separatistas. Y algunos me dirán que el Barça invitó a los organizadores del acto al palco y, sí, es verdad, y la UEFA seguro que toma cartas en el asunto, pero los directivos tampoco son el club. Lo que pasa es que en este régimen nacional-catalanista, las influencias de los que dirigen el país llegan a todas partes, también a quien puede o no puede ser candidato a la presidencia del Barcelona.

Fuente de la fotografía de portada: www.marca.com