¿Qué es ser Liberal Progresista? (7ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya sexta parte podéis encontrar clickando aquí:

En el siglo XX, el primer Presidente Liberal del Partido Demócrata americano fue Woodrow Wilson quien tuvo la difícil tarea de gobernar el país durante la I Guerra Mundial. Creó el Banco Central estadounidense y leyes laborales a favor de mujeres y niños, así como también entes gubernamentales anti-monopolio.

En el clásico intercambio de gobiernos, los conservadores volvieron al poder, siendo uno de los periodos más difíciles dado que, precisamente en ese momento, la gran depresión sucumbió el país y el pueblo americano volvió a votar a los liberales del Partido Demócrata. Franklin D. Roosevelt inició un programa de reformas radicales, conocido como el New Deal,  para enfrentar la caótica situación social del país. Era un decidido partidario de la economía de libre mercado y combatió el desempleo con programas de obras públicas y haciendo que el Estado empleara directamente a los desocupados en planes de emergencia .

Con los liberales en el poder, se comenzó a crear el Estado de Bienestar y se estableció el derecho de todos los trabajadores a tener pensión de jubilación  financiada por las aportaciones de trabajadores, patronos y Estado. De esta manera, se fundó la Seguridad Social de los Estados Unidos. Así mismo, fue el responsable de la creación del salario mínimo; impulsó importantes reformas sociales, especialmente en favor de las clases trabajadoras, y comenzó la construcción de un nuevo Partido Demócrata, de corte Liberal Progresista, que perdura hasta nuestros días. Se le acusó de socialista, no solamente por su lucha por los trabajadores, sino también porque creó fuertes vínculos con los sindicatos del país.

Roosvelt tuvo que lidiar con la Segunda Guerra Mundial a la que, en principio, no quiso intervenir. Estableció relaciones diplomáticas con la URSS como respuesta a la amenaza nazi y, finalmente, tras el ataque de Pearl Harbor, los Estados Unidos entraron en la guerra. Partidario de la vía diplomática y de mantener contactos personales con los políticos aliados, se entrevistó en varias ocasiones con Winston Churchill y Stalin y promovió la creación de la ONU. Murió en 1945, antes de que acabara la guerra y le sustituyó Harry Truman, quien continuó muchas de las medidas económicas de Roosevelt.

Truman apoyó fuertemente los derechos civiles de las personas de raza negra y eso quizá le restó popularidad en la América de la segregación racial. La victoria de los republicanos paró de golpe la igualdad entre personas de diferente raza. Por si eso fuera poco, los conservadores comenzaron la Guerra de Vietnam. En 1960 el quizá hasta entonces más progresista del partido demócrata, John Figerald Kennedy, ganaba las elecciones defendiendo fuertemente la igualdad entre blancos y negros Promovió que el Congreso aprobase reformas legales para acabar con la discriminación contra los negros y retirar las tropas de Vietnam. Como todos sabemos, el avance que el Presidente Kennedy quería para las libertades individuales acabó de golpe el día que fue asesinado. Aún así, su substituto, Lyndon B. Johnson, promulgó programas sociales que fueron aprobados por éste, como podrían ser la ayuda federal para la educación, las artes y las humanidades, el seguro de salud para los ancianos y para los pobres o las viviendas de bajo coste y renovación urbana.

Aún y con todas estas mejoras, en la época reciente, se han alternado los gobiernos conservadores de los republicanos y los liberales progresistas de los demócratas. Realmente, no hay mucho que explicar sobre estos presidentes ya que, solamente con sus nombres, sabemos cómo fueron sus gobiernos. El republicano conservador Richard Nixon tuvo que dimitir de la presidencia por el escándalo de Watergate, en el cual se acusó al Gobierno de espionaje hacía el partido demócrata, y Gerald Ford tuvo que sustituirlo. Lógicamente, perdieron las siguientes elecciones y el liberal progresista Jimmy Carter ocupó la Casa Blanca.

En los años 80, el conservador republicano Ronald Reagan basó su política exterior en la Guerra Fría contra la Unión Soviética y apoyó a los dictadores de Guatemala y El Salvador. Igualmente, emprendió una campaña contra el gobierno sandinista de Nicaragua, financiando a la contra nicaragüense a espaldas del Congreso. Además, apoyó decisivamente a Saddam Husein, cerró varios acuerdos de venta de armamento entre los que se habrían encontrado parte del arsenal químico que en un tiempo poseyó Irak y fue usado como argumento para que su sustituto en el cargo, George HW. Bush, invadiera Irak en los noventa.

En 1993 y tras doce años de conservadurismo y guerras, Bill Clinton ganaba las elecciones para el partido demócrata. Trabajó para mejorar el sistema educativo y de salud, buscó la protección del medio ambiente con su apoyo al protocolo de Kioto y trabajó para la paz de oriente medio siendo mediador de varias reuniones entre los líderes israelí y palestino. Tras sus ocho años de gobierno, le sustituyó George W. Bush con el que se acabaron los años de paz ya que, tras los atentados del 11 de septiembre, comenzaron las guerras libradas en Afganistán e Irak y los debates nacionales entorno a la inmigración, la sanidad, la seguridad social, su política económica y el trato dado a los detenidos por terrorismo marcaron su mandato. Acabó causando gran rechazo incluso a los que le habían votado y en 2007 el país entró en la mayor recesión desde los años posteriores a la Guerra Mundial.

En 2009 los americanos volvieron a apostar por el Liberal Progresismo en una elección histórica en la que Barack H. Obama fue el primer presidente de raza negra de la historia de los Estados Unidos. Obama, a pesar de la crisis financiera, consiguió remontar el mal estado del país que había heredado de Bush. Además, luchó contra las armas nucleares y el maltrato de los presos, llegando a ser condecorado con el Premio Nobel de la Paz. En sus últimos años de mandato, retiró el histórico veto a Cuba y estableció relaciones con el gobierno de dicho país.

En la actualidad, el Liberalismo progresista de los Estados Unidos tiene un rival peligroso, Donald Trump, famoso por declaraciones sexistas y xenófobas, y personaje que ha basado su candidatura en el populismo y en su lucha contra los emigrantes.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (6ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya quinta parte podéis encontrar clickando aquí:

En Estados Unidos, sin monarquía de por medio, la historia del Partido Demócrata Liberal fue algo distinta, de ahí que su ideología, pensamiento y lucha electoral hagan que no se pueda comparar con la de Inglaterra o el resto de Europa. En la actualidad, el Partido Demócrata Liberal supone una gran y polifacética divergencia ideológica y alberga diferentes sectores dentro de sus filas que van desde la centro-derecha conservadora, pasando por el centro, el liberalismo progresista, la socialdemocracia o los laboristas y progresistas de izquierda.

En el año 1824, el antiguo Partido Demócrata-Republicano, que gobernaba el país de forma ininterrumpida desde 1801, entró en crisis. Ese año, en muchos estados del país, se elegía por primera vez por sufragio popular directo de los mayores de edad, no permitiéndose el voto a mujeres y afroamericanos. Este hecho ocasionó una división en el Partido, porque se presentaban varios candidatos presidenciales que se proclamaban demócratas-republicanos y reclamaban directamente el voto popular. Uno de ellos era el general Andrew Jackson que perdió la elección presidencial, a pesar de haber sido el candidato más votado, debido a que la Duodécima Enmienda estipulaba que, si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta, el Congreso elegía presidente entre los tres candidatos más votados; el Congreso eligió a John Quincy Adams.

Pero entonces Jackson y sus partidarios comenzaron a fundar por todo el país las filiales de un nuevo partido que aún no tenía un nombre claro o definitivo; un partido cuyo principal objetivo era llevar a la Presidencia al General Jackson y hacerle oposición al Gobierno del «usurpador» Quincy Adams. Este partido contaba con la poderosa «maquinaria» partidista del Estado de Nueva York, que había pertenecido anteriormente al ya difunto Partido Demócrata-Republicano; fue el primer partido «popular» de la historia estadounidense, al movilizar a las masas y valerse de una red de periódicos «populares» y «sensacionalistas».

«Los hombres de Jackson», como se conocía a los seguidores del partido, ganaron sorprendentemente las elecciones de 1828 con el 55% de los votos, sobre todo gracias a muchísimos votos populares (la cuarta parte de los Estados no llevó a cabo voto popular) aprovechando el descontento del anterior gobierno al que Jackson y sus seguidores tacharon de «negocio corrupto» al no ser el más votado. Cuatro años más tarde, Jackson volvería a ganar gracias a su política liberal progresista, pero comenzaron a haber divergencias ya que sus políticas de igualdad y su apuesta por crear una gran clase media, que redujera las distancias existentes entre ricos y pobres, solamente eran para los hombres blancos y gran parte del partido exigía la total libertad para los negros.

Pronto se creó un partido Whig a imagen del inglés, pero en éste tambien existían problemas entre los pro y los anti esclavistas. La gran batalla de los Whig americanos contra el gobierno de Jackson fue debida a que éste no sentía mucha afinidad por los bancos y el papel moneda en general, de ahí que vetase la renovación de la carta del Banco y retirase depósitos federales del mismo.

En las siguientes elecciones, Jackson ya no sería el candidato sino que lo fue Martin Van Buren, quien acabaría siendo el primer presidente que ya tenía nacionalidad estadounidense de nacimiento y que no tenía el inglés como lengua, sino el neerlandés. Consiguió evitar la guerra contra Inglaterra por las fronteras de Canadá gracias a la diplomacia e hizo grandes avances en los derechos laborales del hombre blanco tales como, entre otras, reducir la jornada laboral de 12 a 10 horas. A pesar de eso, los Whig conseguirían ganar las siguientes elecciones gracias al candidato William Henry Harrison, el cual apostaba por las libertades fuertemente y apoyaba la independencia de Texas frente a México entre otras cuestiones. Murió solamente 30 días después de ser elegido Presidente, lo cual llevó a que el partido Whig se fracturara.

Los distintos gobiernos de los Whig y los Demócratas consiguieron que la igualdad se hiciera latente entre los ciudadanos de Norteamérica, pero causó un problema mayor pues, debido a los altos impuestos que debían pagar los adinerados del sur, cada vez compraban más esclavos para la recolecta del algodón. Las leyes contra la esclavitud no eran demasiado severas y, tanto entre los Whig como en los Demócratas, había división de opiniones. La tensión llegó a causar grandes diferencias entre miembros de los mismos partidos y ello acabó con la desaparición de los Whig y la división entre un partido Demócrata del norte y otro del sur, lo que favoreció la victoria del partido Republicano que, a pesar de ser de mentalidad conservadora, no se había pronunciado en exceso sobre la esclavitud. La realidad era que, dentro de los republicanos, había también división entre pro y anti esclavistas. Abraham Lincoln fue presidente debido a que los demócratas del sur y del norte no se pusieron de acuerdo sobre las libertades del hombre negro.

Solamente un año después, los estados del sur declararían la creación de un nuevo país, los Estados Confederados de América, lo que acabaría causando una guerra civil, la llamada Guerra de Secesión. Tanto los Conservadores como los Liberales del norte se unieron en esa batalla, pero el sur tenía ventaja económica ya que las ventas de algodón a Europa les suponían muchos beneficios. Fue entonces cuando el norte decidió hacer de la guerra una batalla contra la esclavitud y, así, de ese modo, no solamente los negros batallarían de su lado, sino que también creían que encontrarían apoyos del extranjero. Con la victoria del norte (La Unión) en 1865, los hombres y mujeres de raza negra eran libres, aunque aún faltarían muchos años para equipararse en derechos a los blancos. Solamente seis días después de darse por finalizada la guerra, el Presidente Lincoln era asesinado.

Sin el problema de la esclavitud y teniendo que reconstruir un país, los americanos apostaron por el Conservadurismo frente al Liberalismo durante décadas, hasta que, finalmente, en 1884, los americanos, cansados de que las libertades no hubiesen crecido desde el fin de la guerra, de que el gobierno no mirase por los trabajadores y de que se estuviera perdiendo la clase media, hicieron presidente al Liberal del partido Demócrata Grover Cleveland, que Luchó en vano por disminuir tarifas aduaneras a través de leyes que fueron frenadas por el Congreso.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (5ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya cuarta parte podéis encontrar clickando aquí:

Como describimos en la anterior entrada, la II Guerra Mundial fue la exaltación de distintas ideologías, llevadas al radicalismo, que luchaban contra el Liberalismo. Por más que éste venció la guerra, gracias en gran parte a los Estados Unidos, se perdió en Europa la hegemonía entre las ideologías más aceptadas.

Sin embargo, el elemento que más parecía atisbar un retorno a principios económicos liberales fue la extraordinaria recuperación económica de Alemania, la gran derrotada de la guerra. De este modo, gracias a la iniciativa de Ludwing Erhard, que adoptó lo que se llamó «economía social de mercado», el país pudo dirigirse hacia un periodo de prosperidad nunca visto, lo cual hizo parecer que probablemente un régimen económico esencialmente liberal pudiera establecerse en Europa.

Pero no fue así y hoy en día el liberal, en el sentido clásico de la palabra, se ha reducido a un pequeño número de economistas. Políticamente, sí que hubo un auge del Liberal Progresismo como una denominación de aspiraciones esencialmente socialistas, lo que hace que difícilmente en países, sobre todo del sur de Europa, el Liberal Progresismo pueda acceder a un votante que cree que esos valores representan a la socialdemocracia, la cual se apropió del pensamiento, de la intervención del Gobierno, para corregir las causas injustas que un mercado libre ofrece.

Pero si nos fijamos en Alemania y lo que llamamos «El milagro alemán» de la postguerra, más allá de que no gobernase un partido liberal, sí fue el pensamiento liberal gran partícipe de la reconstrucción del país. Los alemanes asumieron la responsabilidad de su propio destino y, en tanto que la protección legal era para ayudar a todos en la consecución de sus fines, no se esperaba que el Estado garantizara a los individuos los resultados de sus esfuerzos. Se aceptó una organización en la cual los individuos eran formados para servir un objetivo común.

En la actualidad, hay un error muy común que es creer que lo que el Liberal Progresismo busca es, económicamente, la forma de hacer dinero de los conservadores o de los liberales clásicos, para después repartirlo en temas sociales, como lo harían los socialdemócratas o los socialistas, no llegando ni a lo uno ni a lo otro.

Pero para los Liberales progresistas, su ideología no puede ni debe basarse únicamente en la economía, de ahí la frase que Ciudadanos repite una y otra vez indicando que lo que buscan es «un nuevo modelo para España» y es que, verdaderamente, esa es la cuestión, porque no hay porqué elegir entre susto o muerte, no hay que votar la que consideramos menos mala de las opciones, no hay que resignarse porque haya nuevas formas de hacer política pues, de hecho, muchos españoles la piden, sobre todo los más jóvenes, como se observó en las manifestaciones del 15 M.

Muchos tratan de asociar el fenómeno a Podemos pero, si lo analizamos, el partido de Iglesias no ofrece lo que las personas pedían en la manifestación que era, ante todo, democracia real, es decir, libertad real. Obviamente, sólo los liberales pretenden ese mundo libre en el que se acepten los pensamientos de los demás. Como han podido leer, no hay liberalismo progresista sin la idea de que hay que defender lo que piensan los demás, aunque tengan ideologías diferentes a las nuestras. El famoso «Los que no piensan como nosotros no son nuestros enemigos, sino nuestros compatriotas» de Albert Rivera.

Podemos no quiere eso, quiere asaltar los pensamientos de los demás, ridiculizar a los que no piensan como ellos, porque ellos dicen tener la verdad absoluta, volviendo al enfrentamiento y a los pensamientos sectarios. O nosotros o ellos, cuestión que, como todos sabemos, nos ha llevado a las más feroces guerras en la historia. Como hemos dicho, las desigualdades, los estados de preguerra hacen que las posiciones se radicalicen y hasta los que creen pedir libertad lo hacen como clan. Los obreros, los de abajo o envueltos en la bandera de una nación, pero ninguna reivindicación de clan o de nación es una verdadera declaración de libertad, las declaraciones de libertad sólo pueden ser para el ser humano. Reivindicar una clase por encima de otra, una ideología por encima de otra o una nación por encima de otra no puede ser jamás una reivindicación de libertad, siempre y cuando hablemos dentro de un marco democrático actual porque, obviamente, los liberales sí lucharon por las libertades colectivas en la historia, como la de las sufragistas en el Reino Unido o para acabar con la esclavitud en América.

A día de hoy, los rastros del mundo pasado, racista y machista, no hay que seguir protegiéndolos para que, de este modo, no haya desigualdades entre las personas, de la misma manera que hay que conseguir que los tres poderes se separen de verdad, que no haya intervención política en los jueces y que los mismos políticos no puedan aprovecharse del aforamiento. En la España actual, los partidos de izquierda se hacen eco de estos pensamientos liberales y, como ha ocurrido históricamente, tratan de hacerlos suyos, llegando al punto de que en los últimos años, PSOE y Podemos critican al PP de aprovecharse de jueces politizados y de la figura del aforamiento, haciendo ver que el actual partido del Gobierno es el culpable de esas desigualdades, cuando la realidad es que estos dos hechos de desigualdad provienen de la Transición y fueron los partidos de izquierda, sobre todo el comunista, los que lo pusieron como línea roja para firmar la Constitución.

De modo que la falta de libertad que hay por el aforamiento y porque los jueces no pueden decidir sus representantes fue culpa del comunismo y de la socialdemocracia; porque ellos, por más que quieran hacer ver otras cosas, no pregonan la libertad ni representan a los libres.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (4ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya tercera parte podéis encontrar clickando aquí:

Si hablamos del recorrido de los distintos partidos de corte Liberal Progresista, quizá debemos comenzar por el Reino Unido. Como ya dijimos, este pensamiento político tiene gran influencia en el mundo anglosajón. La tradición más antigua del Liberalismo la encontramos en los Whig, asociación política que comenzó en 1678 y finalizó en 1868 (ya usaba el color naranja como distintivo) y de la que es herencia el actual Partido Liberal Demócrata (Lib Dens), el cual es una unión entre los Liberales y del Partido Social Demócrata, una escisión del Partido Laborista en 1980, si bien el adjetivo Liberal, que asumió su connotación política durante las últimas décadas del siglo XVIII, al ser utilizado cuando Adam Smith escribió sobre el «Plan liberal de igualdad, libertad y justicia», fue utilizado por primera vez en 1812 para designar al partido español de los Liberales.

Los principios básicos en el que se basaron los Whigs para confeccionar el Liberalismo evolutivo tenían una larga prehistoria que comenzaba en los griegos, el primer pueblo que formuló claramente el ideal de la libertad individual. Los ideales griegos de libertad se transmitieron a los modernos, especialmente a través de escritos romanos. Marco Tulio Cicerón fue el más importante, pero también debe incluirse al historiador Tito Livio y al emperador Marco Aurelio ya que Roma dio al continente europeo un derecho privado altamente individualista.

Fue en el transcurso de los debates durante la Guerra Civil y del periodo de la Commonwealth que las ideas sobre el imperio o la supremacía de la Ley se articularon definitivamente para convertirse, después de la Gloriosa Revolución de 1688. Los Whigs aportó el modelo de instituciones políticas que siguió principalmente el liberalismo europeo del siglo XIX.

La doctrina Whig de un Estado limitado por normas generales de Derecho y de restricciones estrictas sobre los poderes del ejecutivo se convirtió en una doctrina británica característica. Los comienzos del movimiento liberal en Gran Bretaña fueron pronto interrumpidos por la Revolución Francesa y una desconfianza hacia sus admiradores en Inglaterra ya que no era el mismo liberalismo el inglés, que respetaba otros pensamientos políticos y no discutía la figura del monarca, siempre y cuando la soberanía residiese en el pueblo, que la francesa, que decapitaba al Rey sin juicio de por medio.

El fin del desarollo de este liberalismo inglés original se establece con la obra de Edmund Burke quien, después de replantear la doctrina Whig en defensa de los colonos americanos, se volcó contra las ideas de la Revolución Francesa. La idea de los antiguos Whig y de Adam Smith se reinició solamente después de las guerras napoleónicas. De hecho, en este escrito observaremos que las guerras llegan siempre cuando el Liberalismo, en todas sus formas, es desplazado del pensamiento mayoritario para dejar paso a los extremismos.

Ahí residía también la máxima diferencia en la forma de entender el Liberismo como se entendía en el norte de Europa, así como también en el centro y sur, donde las ideas radicales de los filósofos del iluminismo francés, como Turgot o Abate Sieyes, dominaron la opinión en Francia y países de su influencia, donde se manifestaba en una fuerte actitud anticlerical, antirreligiosa y antitradicionalista, cuestión que ocurrió en todos los países católicos cuando la Iglesia asumió la lucha contra el «modernismo» y, por tanto, las ideas liberales.

Todo eso acabó derivando a que en estos países, a mediados del siglo XIX, acabaran calando las ideas socialistas, salvo en Alemania donde, a pesar de estar influidos por la corriente francesa, estas ideas sufrieron una transformación con las contribuciones de los más importantes liberales alemanes, como el filósofo Emmanuel Kant, que aportó una teoría sobre bases centrada en el concepto del derecho como protección a la libertad individual.

Volviendo al Reino Unido, caminando hacia esa mitad de siglo, se consiguieron los hitos que hicieron que una nación estuviera más cerca a la realización de los principios liberales. En 1829, Inglaterra se emancipaba de la Iglesia Católica y, tras la aprobación del Acta de Reforma de 1832, los  Whig, cuya intención era reducir el poder de la monarquía y conseguir un gobierno representativo de los diferentes pensamientos, resultaron vencedores de las primeras elecciones generales al Reino Unido, siendo el Conde de Grey primer ministro quien gobernó hasta 1841. Después fue alternando gobierno con los conservadores. Precisamente estos decidieron derogar las Leyes sobre los cereales, después de una gran lucha de los Liberales y reivindicada por los campesinos, que por medio de asociaciones locales, formadas en casi todas las ciudades de Inglaterra y en algunas de Escocia, extendieron su idea de establecer un libre comercio y reducir los costos de los productos básicos. Tras conseguir eso, en relación a política interna, las aspiraciones de los liberales se encontraban ya satisfechas. Entre los que apoyaban el movimiento de libre comercio, había también una fuerte actitud antiimperialista, antiinvercionista y antimilitarista.

En 1860, el gobierno liberal de Lord Palmerston firmaba con el gobierno francés el Tratado Cobden, en el que se permitía el comercio libre entre las dos naciones. En la esfera intelectual, se discutían los principios básicos del liberalismo, la idea de que la presencia del Gobierno debía ser mínima comenzaba a cuestionarse y se pedía que quizá debiese intervenir más en los asuntos sociales. John Stuart, en su obra «Sobre la Libertad», comenzó a crear una tendencia que acabaría con el paso de muchos liberales a tener un pensamiento socialdemócrata. Esa tendencia se reforzó con el filosofo T. H. Green y el partido Liberal comenzó a perder apoyos y, en las dos últimas décadas del siglo, acabó el bipartidismo. Desde 1880, los liberales dejaron de ser la primera fuerza política y no fue hasta 1906 que no volvieron a ganar las elecciones gracias al hastío de 26 años de conservadurismo. En 1910, volvió a ganar en minoría, después la guerra y  la época del multipartidismo y los extremos. El Partido Liberal se partió en dos, el Liberal y el Nacional Liberal (de derechas), favoreciendo la irrupción del Partido Laborista que se situó como segunda fuerza. Pronto, el Reino Unido quedó abierto en tres bloques, el Conservador, el Laborista y el Liberal, quedando este último relegado a la tercera fuerza, muy lejos de las otras dos. Probablemente, el desempleo y la gran depresión pareciera marcar el fin de una economía mundial libre.

Tras la segunda Guerra Mundial, los liberales apenas tenían participación y el eje derecha-izquierda se disputaba las elecciones. Las ideas progresistas parecían ahora ser mejor representadas por el partido Laborista. Ya en 1974, las ideas liberales tuvieron un pequeño resurgir consiguiendo más de seis millones de votos (19,3%) y en 1983, ya con la unión de Liberales y Progresistas, subió hasta el 25%, quedando muy cerca de los Laboristas. En el año 2010, con Nick Clegg como líder, los Laboristas eran, por primera vez desde antes de la I Guerra Mundial, una posibilidad real de cambio. Las encuestas apuntaban que los indecisos decidirían. Los Liberales volvieron a ser tercera fuerza, pero eran decisivos para formar gobierno. Se unieron a la fuerza más votada y Clegg fue viceprimer ministro del gobierno conservador de David Cameron, apoyo que le salió caro al partido ya que en 2015 dio un batacazo histórico perdiendo más de cuatro millones de votos y siendo superado en escaños incluso por el Partido Nacionalista Escocés.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (3ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya segunda parte podéis encontrar clickando aquí:

Para tratar de indicar el origen del pensamiento Liberal, que acabaría dando lugar al Liberalismo Progresista, deberíamos, a mi entender, ir atrás hasta el tiempo en el que el Imperio Romano se divide pero, obviamente, trataré de resumir lo más posible para no enredarnos en temas que ocurrieron hace muchos años.

Cuando el Imperio Romano se separó, en la parte oriental quedó el Imperio Bizantino y, por otro lado, Occidente se rompió en pequeños reinos. Europa estaba dividida, pero entre esas tierras había un punto en común que, de algún modo, la mantenía unida, el Cristianismo. La religión cristiana marcó el camino socio-político en Europa. Las sociedades cristianas en gran medida creían que la historia se desarrollaba de acuerdo a un plan divino sobre el cual los seres humanos tenían poco control. La Iglesia dio a los reyes la autoridad para gobernar, mientras que estos últimos propagaron el mensaje de la fe cristiana y otorgaron la licitación de las fuerzas cristianas sociales y militares.

Esa ayuda mutua entre gobernantes y religiosos beneficiaba a ambos. Además, el Cristianismo daba al pueblo la esperanza de que algún día les esperaría un mundo mejor. En el siglo XIV, las disputas sobre la sucesión papal dañaron a la Iglesia. Según los historiadores, eso y la aparición de la Peste Negra, que exterminó a un tercio de la población europea, fue el comienzo de que los ciudadanos se cuestionasen que hubiera un gran plan para todos y que quizá los hombres eran libres para decidir sus destinos.

En ese tiempo, comenzaron los levantamientos de campesinos y el pluralismo de pensamientos, base de un mundo liberal. El surgimiento del Renacimiento en el siglo XV debilitó la sumisión a la Iglesia y aumentó el interés por la ciencia. Fue clave también la reforma protestante que surgió a partir de ideas que vieron a la Iglesia como una orden opresora que apoyaba el feudalismo señorial que había en Europa.

Tristemente, todo aquello acabó en una cruel guerra llamada «De los treinta años». En Inglaterra, las disputas entre el Parlamento y el Rey Carlos I provocó una guerra civil en la que el Rey acabó ejecutado y el parlamento logró establecer una monarquía que limitara sus poderes y que debía obedecer la Constitución redactada por el Parlamento. Precisamente las discusiones entre los parlamentarios de cómo debía ser esa constitución llevó a que, entre los intelectuales ingleses, hubiese distintas corrientes. De esos debates surgió el liberalismo.

Se identifica a John Locke como padre del liberalismo. Locke era médico y filósofo. Según los historiadores, el liberalismo nace en una discusión que tuvo con Thomas Hobbes. En la discusión que reinaba en todo el Reino Unido, Hobbes apoyó a la monarquía y Locke al Parlamento pues opinaba que el Parlamento encarnaba la voluntad del pueblo. Argumentaba que el gobierno requería del consentimiento de los gobernados. «Lo que comienza y, de hecho, constituye toda sociedad política no es más que el consentimiento de cualquier número de hombres libres capaces de alcanzar una mayoría para unirse e integrarse en una sociedad. Y esto es lo único que hizo o pudo dar inicio a cualquier gobierno legítimo en el mundo».

Por más que ahora nos suene increíble, hasta ese momento no había una corriente política que discutiese que nadie podía gobernar por derecho, muchas veces sobrenatural, otras natural, sin el consentimiento del pueblo. De modo que podríamos indicar que, en esos comienzos, el liberalismo nació para discutir y limitar la idea de la legitimidad de los Reyes, concedida por la Iglesia por la gracia de Dios.

Otro de los momentos clave del liberalismo fue cuando las colonias en Norteamérica, que habían sido súbditos del Reino Unido durante décadas, se revelaran. Las tensiones entre ambas partes acabó con la Guerra de los Siete Años (1756-1763) que acabó con las arcas públicas británicas vacías, lo cual obligó a que los británicos debieran exprimir sus colonias aún más. Los norteamericanos declararon la independencia con la carta escrita por Thomas Jefferson, en la cual se acogía al sentimiento liberal de Locke. La Guerra de Independencia empezó en 1775 y acabó en 1781 con la victoria de los norteamericanos gracias al apoyo de Francia, que competía con el Reino Unido por ser la primera potencia mundial. La Revolución estadounidense acabó en 1783 con el Tratado de París, en el cual los británicos reconocían la independencia de las colonias en América.

Tras la guerra, lo más importante era saber cómo seguirían adelante en los Estados Unidos. En 1787, se constituyó la Carta Magna de los Estados Unidos. Dicha constitución cambió la historia del mundo ya que era un documento revolucionario y liberal en el contexto de la época. Los estadounidenses establecieron una república, sentando las bases de la democracia liberal que se expandiría por gran parte del mundo en el futuro. La ilustración había influido mucho en dicha constitución y el libro «El espíritu de las leyes» del francés Barón de Montesquieu sentó las bases de la separación de poderes entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

La revolución estadounidense fue seguida y probablemente inspiradora de la que quizá es la revolución más importante de todas, la francesa, que supuso el inicio del mundo moderno y de la época liberal en la que dejaba de haber amos y siervos y todos eran ciudadanos. Los liberales, después de la Revolución, quisieron desarrollar un mundo libre o al menos libre de demasiada intervención gubernamental. Creían que los gobiernos eran cargas pesadas y querían que se mantuvieran fuera de las vidas de los individuos. Los liberales presionaron a la vez para la expansión de los derechos civiles y de los mercados libres, así como también el libre comercio como parte de la Revolución Industrial.

Los primeros liberales progresistas aparecieron durante el siglo XIX y formularon sus puntos de vista en respuesta al liberalismo clásico. Según este pensamiento, el Estado regula y protege libertades civiles, pero no puede usurpar la autonomía de los individuos. Por ello, la soberanía reside en exclusiva en la ciudadanía y se transmite a través de los mecanismos propios de la democracia.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (2ª parte)

Proseguimos con la respuesta a la pregunta «¿Qué es ser Liberal Progresista?», un ciclo de entradas cuya primera parte podéis encontrar clickando aquí:

El movimiento Liberal Progresista también defiende la idea de que el Estado no debe moralizar a los ciudadanos, sino que, contrariamente, tiene la obligación de garantizar su autonomía moral, pues la moral pertenece a la esfera privada. Defiende un estado laico en el que, no sólo debe separarse la Iglesia del Estado, sino en el que también las tradiciones o supersticiones religiosas no deben influir a la hora de crear leyes ni en los demás funcionamientos del Estado.

El socioliberalismo tiene en la justicia social el núcleo para fomentar la Libertad y distribuir de manera equitativa la riqueza generada por la economía libre de mercado. En la actualidad, el pensamiento liberal progresista se entiende como una evolución natural a los tiempos actuales, desarrollando sus propias teorías acerca de las soluciones necesarias para resolver los problemas de la sociedad.

En el mundo anglosajón, es conocido como «liberalismo moderno» y, en Estados Unidos, estas posturas las defiende el Partido Demócrata, que basa su programa político en la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos. Sin embargo, en Europa, el liberal progresismo es una de las ideologías que ha configurado la mayor parte de los partidos europeos en todo el espectro político.

Presumiblemente, la mayor parte de los partidos europeos moderados tiene las raíces  en el socioliberalismo, desde la socialdemocracia a la derecha liberal. Sin embargo, en el Parlamento Europeo, los partidos más cercanos a las ideas liberal progresistas están bajo el grupo ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas por Europa) que conforma la tercera fuerza en la Eurocámara, tras populares y socialistas.

El grupo ALDE apoyó a Ciudadanos en las Generales españolas por delante de otros partidos que también pertenecen a dicho grupo. El auge del partido naranja en España fue recibido con gran entusiasmo dentro del ALDE ya que, en el sur de Europa, no es tan habitual encontrar esta corriente política como en el norte, donde los liberales progresistas gobiernan en Dinamarca, Finlandia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, entre otros países.

¿Y por qué en España no hay tradición de centro? Como ya he dicho, uno de los principales motivos es el franquismo y los cuarenta años en los que en España no había tendencias políticas más allá del pro y el antifranquismo. También el enfrentamiento que hay entre lo que denominamos las dos Españas y que ya viene de siglos pasados, desde las Guerras Carlistas, sería otro motivo. Pero eso no es todo, pues también ha influido el poder religioso que ha hecho que, aún a día de hoy, la Iglesia influya en las cuestiones políticas.

La fe y la moral cristianas están tan dentro de los españoles (también de los que no practican la fe), que para muchos es aún tabú tocar según qué temas que se asocian a la moral y a la fe religiosas. Y no me refiero solamente a temas como el aborto, sino también a la eutanasia o a la gestación subrogada. Cuestiones que los conservadores asocian a la izquierda pero que, en realidad, defienden más los liberales que los socialistas o comunistas, los cuales están más próximos a las ideas conservadoras en algunos términos de lo que nos pensamos. Sin ir más lejos, los conservadores y los comunistas votaron en contra de la gestación subrogada en Portugal.

Otro de los puntos en los que conservadores y comunistas o derecha e izquierda se diferencian más de los liberales es en el hecho de que, mientras los liberales son conscientes de que no todos piensan igual y de que no hay que imponer un pensamiento propio, para conservadores y comunistas sí se trata de imponer y hacer prevalecer su voluntad sobre los demás. Esa es la cuestión por la cual, en esta última legislatura, mientras que Ciudadanos ha intentado formar gobierno con los que no piensan como ellos, la izquierda y la derecha han puesto vetos para que eso no ocurriera.

El liberalismo progresista acepta la pluralidad y defiende que todos los pensamientos son válidos, siempre y cuando respeten la legalidad y los derechos humanos; siempre tratando de velar por los que defienden sus posturas que son defender la libertad individual. Por decirlo de un modo simple, en caso de duda, el liberal siempre se pondrá de parte de la libertad individual. Por ejemplo, en el caso de defender un aborto, un liberal siempre defenderá la libertad de la madre en este caso, pero siempre dentro de la legalidad. Contrariamente, siguiendo con este caso, un conservador podría pensar que el liberal comparte pensamiento con un comunista, por ejemplo, pero no es así, pues los comunistas defienden que el aborto es un derecho que tiene la mujer, cosa que no es cierto.

Un liberal defiende en la libertad individual de la mujer a la hora de abortar, sin embargo, dentro de la legalidad y la legalidad española dice que el aborto no es un derecho, sino que es un delito que queda despenalizado en cuestiones que la Ley explica. Dentro de esos parámetros, es donde la libertad individual de la mujer debe prevalecer. Un liberal defenderá en esos parámetros la libertad a abortar, por más que él o ella no lo hiciera jamás, es decir, que el no compartir una idea no quiere decir que no se defienda el derecho de las personas que piensan diferente, como dijo Voltaire.

El ejemplo de siempre estar de parte de la libertad individual se podría equiparar a la de la presunción de inocencia, es decir, que por más que la cultura o la moralidad nos lleven a pensar que algo está «bien o mal», no podemos imponerlo a los ciudadanos que son libres de creer lo que quieran y de actuar de la forma que crean conveniente, siempre y cuando estén dentro de la legalidad. La libertad tiene límites pero, en el caso de que no se pruebe que hay una razón para limitar la libertad de las personas, se presume que sí hay esa libertad. La libertad individual castiga a los que no la permiten ejercer, por ejemplo, a los que a través de la violencia física coartan la libertad de los demás.

También es importante el principio de propiedad, pues lo que legalmente es nuestro no pertenece a los demás, ni al Estado, ni a nadie más que nosotros mismos, así como también el principio de voluntariedad contractual. Los pactos están para ser cumplidos, los contratos que hacemos son los que limitan la libertad a la hora de actuar, pues un contrato es una obligación, siempre y cuando lo hayamos aceptado libremente. En este caso, habría que separar, por poner un ejemplo, quién no paga la hipoteca, porque de algún modo ha sido estafado o engañado, de los que se niegan a pesar de que, por contrato, están obligados a hacerlo. Por eso, no se puede ser categórico a la hora de defender que, con la entrega del piso, la deuda queda pagada sino que hay que defender esa postura solamente en los casos en los que la persona no pueda pagarla realmente y por causas ajenas a la libertad individual, o porque lo haga debido a que un tercero no cumplió el contrato, por ejemplo, alguien a quien despidieron de su trabajo de modo no procedente.

¿Qué es ser Liberal Progresista? (1ª parte)

Hace ya casi un año, comencé a escribir este blog con la idea, no sólo de aportar mi pequeño grano de arena en la construcción de un proyecto ilusionante y moderno para España, sino también de explicar dicho proyecto de un modo ágil y sencillo. Sin embargo, hoy y en esta serie en la que trataré de explicar qué es ser Liberal Progresista tendré que ser un poco menos directo, más minucioso, tratando de explicar eso que al parecer a nivel de calle es tan difícil de entender y que es no ser ni de derechas ni de izquierdas.

En mi opinión, la mayoría de los españoles no tienen clara cuál es su ideología política, de hecho, tengo la sensación de que millones de españoles creerán que en realidad no tienen ideología, aunque lo cierto es que el pensamiento político es como el respirar, lo haces sin darte cuenta y ay de ti que no lo hagas.

En España, cuarenta años de franquismo, cuatro décadas sin corrientes políticas más allá del fino margen que consentía la Dictadura dentro del Movimiento Nacional borraron de la memoria colectiva las diferentes corrientes de pensamiento que había en España antes de la Guerra Civil.

Por eso, ocurre que, actualmente, para muchas personas, sea difícil entender que había partidos de los que denominamos centro y de los que denominamos derecha que apoyaban el sistema de República que había en España. De hecho, y esta es una cuestión que deberíamos tratar en otra ocasión, los partidos republicanos que menos respetaron la constitución de la República fueron los partidos de los que denominamos izquierda.

Con la llegada de la democracia, la sensación era de que nuestro país estaba dividido entre los que apoyaban al dictador y los que estaban en contra, con el pensamiento erróneo de que los que eran contrarios al régimen eran todos comunistas y, obviamente, ese pensamiento irreal era debido a que para el régimen todo el que era contrario a Franco era comunista lo fuese o no en realidad.

Los resultados electorales demostraron que no era así y que, precisamente, los extremos fueron derrotados. Sin embargo, con los años, el bipartidismo hizo que los españoles volviéramos a ver la política en términos derecha-izquierda ya que el Partido Popular recogía el voto desde la extrema derecha al centro y el PSOE desde el centro a la extrema izquierda, volviendo a la idea del nosotros contra ellos.

A mi forma de ver, con esa lucha entre dos bandos, no solamente perdemos riqueza política sino que, además, tener a políticos que en realidad no nos representan ha colaborado en uno de los problemas que más preocupan a nuestros compatriotas, la corrupción.

Para los partidos que se autodenominan de centro, como ocurre con Ciudadanos y con UPyD, es difícil defender su postura y eso se debe principalmente, a que en España y en parte a causa de la Guerra Civil, acusar al contrario de ser de izquierdas o de derechas da votos. Por eso, el Partido Popular siempre ha intentado desplazar a estos partidos a la izquierda, mientras que el PSOE y ahora también Podemos los quieren desplazar a la derecha.

Me sorprende que en 2016, en España, políticamente la mayoría de personas separen los pensamientos en derecha e izquierda, así como también que partidos nuevos estén anclados en esa bipolaridad del pensamiento que es herencia directa del Franquismo.

En realidad, la posición de Ciudadanos y también de UPyD es cercana al Liberalismo Progresista, lo que ocurre es que en este país no hablamos de ideologías, solamente de izquierdas y derechas.

Sin embargo, el génesis de esta ideología comenzó ya en el siglo XIX, si bien es cierto que, a diferencia de otros pensamientos, se ha ido adaptando a los tiempos, y nace con la idea de ser  una tendencia política que propugna que el bienestar social y el desarrollo social son compatibles con la libertad de sus individuos.

El también llamado socioliberalismo nace como corriente progresista  del liberalismo clásico e introduce la justicia social y la democracia liberal en su programa de reformas, basada en corrientes racionalistas ilustradas, sobre todo de Kant y Voltaire, así como también en el liberalismo ilustrado británico, en especial con la teoría política de John Locke.

En mi opinión, la mayoría de las personas en España son cercanas a este pensamiento y el hecho de que en este país sigamos con la bipolaridad izquierda-derecha es la que hace que los partidos que han apostado por esta idea no hayan obtenido grandes resultados.

Desde el minuto 1, lo que denominamos la izquierda y la derecha han acusado a partidos como Ciudadanos de pertenecer al otro bando y, a mi parecer, creo que la sensación es que la izquierda ha conseguido más que la derecha en ese propósito.

La realidad es que resulta difícil sostener que UPyD y Ciudadanos son partidos de derecha, en el sentido clásico del término, como equivalente de un ideario o programa conservador. El pensamiento conservador es aceptado tal y como lo planteó Edmund Burke y se caracteriza por una visión religiosa del hombre. Para el conservador, la preservación de los valores permanentes, transmitidos por las generaciones, es una obligación moral que debe proyectar en el tiempo.

Las posturas social liberales postulan que las libertades individuales son compatibles con la justicia social, a la vez que expandir los derechos civiles a todos los ciudadanos y evitando cualquier discriminación.

Los social liberales pusieron gran énfasis en las libertades individuales y en la interacción de tales libertades con otras funciones esenciales de la vida en comunidad, como es la solidaridad, que pueden servir para acrecentar las oportunidades de los menos privilegiados en la sociedad.  El Estado puede regular y proteger las libertades civiles, pero no puede ocupar la autonomía de cada persona. Por ello, la soberanía reside en el pueblo y es radicalmente demócrata.

El filósofo Chandran Kukathas se refería al Liberalismo con los siguientes términos: «El liberalismo se define en un paradigma político que responde a la diversidad humana mediante la defensa de instituciones que permiten la coexistencias que permitan la diferencia de creencias y modos de vida. Acepta la pluralidad, las multiplicidad de valores religiosos y morales en el mundo moderno y promueve la tolerancia. El liberalismo se diferencia de otras filosofía política en que rechaza la idea de un orden social orgánica y espiritualmente unificado. Dentro del cual los intereses de los individuos se alinean en perfecta armonía con los intereses de la comunidad».