La Cosa Nostra

Decía Josep Pla, un catalán universal, que «el catalán tiende al estado agradabilísimo de ser víctima». El victimismo es el arma que ha llevado al separatismo catalán a conseguir todo lo que tiene a día de hoy. Hacer creer (y, sino creer, lograr que los independentistas repitan) que Catalunya es un pueblo oprimido, cuando la realidad es que esta tierra ha sido mimada desde tiempos inmemoriales por reyes y dictadores y lo sigue siendo todavía en democracia.

Una vez más, se ha apostado por la bandera del victimismo. Esta vez ha sido el expresidente y delfín de Jordi Pujol Artur Mas quien ha culpado a una estrategia del «Estat Espanyol» su implicación en los turbios asuntos del 3%. Sin embargo, la realidad es que todo este proceso comenzó tras una denuncia de una concejal de Esquerra Republicana de Catalunya.

Ahora ha sido un empresario, testigo protegido, el que ha mencionado directamente a Artur Mas en el caso del 3% y el que fuera President de la Generalitat se ha agarrado a la tradición catalana más popular, la del victimismo, para decir que hay un complot contra él y que es un juicio politizado.

Desde el Partit Demòcrata Català, se aprovecha todo movimiento judicial y policial que investiga el desfalco que los Pujol, Millet y demás miembros de Convergència han hecho en Catalunya y que han llevado a la situación actual, en la que la Sanidad y la Educación están tocadas de muerte, las camillas en los pasillos, las listas de espera eternas y los niños estudiando en barracones, para enfocar este victimismo.

Sobre la Sanidad y la Educación, los miembros del Govern tienen una frase hecha: «Creen que a nosotros no nos importan los problemas de los catalanes» y, claro, quién va a pensar que no. Pero la realidad es que, obviamente, la burguesía catalana no va a los hospitales y colegios públicos, de modo que esa es una realidad que les pilla muy de lejos.

La corrupción política en España es un gran problema y en Catalunya, más, o quizá debiera decir Mas. Los ciudadanos, ya hartos, protestaron hace ya algunos años en el 15 M. En aquella fecha, en Barcelona las protestas tomaron un cariz más violento que en cualquier punto de España, se atacó directamente a los políticos del Parlament, a los cuales se les roció de pintura, zarandeó y golpeó, siendo necesario que Artur Mas huyese en helicóptero.

Es a raíz de ese día que Mas, haciendo de trilero de las Ramblas, hace que el pueblo catalán fije la mirada en el independentismo. De este modo, consigue tanto su objetivo que muchas personas ya ni siquiera recuerdan ese suceso del Parlament. Desde entonces, cada acto de la sociedad civil, de los cuerpos y fuerzas de seguridad, de los jueces, etc. es defendido por el Govern como un acto contra el independentismo y, en su visión, por ende, a Catalunya.

La fotografía de esta entrada al blog es la mejor definición del patriotismo de los Pujol, Mas y Puigdemont, los cuales no creen ni en la Senyera o la Estelada, sino en el dinero y en el poder. Y, sí, sé que debería haber puesto un billete de quinientos Euros y no de veinte, pero yo no pertenezco a una de esas 400 familias burguesas que controlan Catalunya, ni siquiera pertenezco a las miles de familias de clase media alta que, por acción u omisión, han apoyado la mafia catalana porque prefieren que les robe un catalán a uno que no lo sea. Porque es la Cosa Nostra y la ley del silencio es en Catalunya, como en la Italia mafiosa, una ley sagrada, por más que mantengamos la esperanza de que algún día esos que se creen patriotas catalanes tengan que admitir que esas personas en las que han confiado, a las que han defendido, son las que han saqueado Catalunya y las causantes de que su vida y su economía hayan empeorado.

Mientras el gobierno catalán planea un golpe de estado, el gobierno español espera a ver si llueve

Hay días que, al coger los diarios y leer los titulares, uno se siente indefenso, desprotegido por el gobierno de Mariano Rajoy, que sigue sin preocuparse lo más mínimo por la intentona golpista catalana. No sé si, como siempre ha ocurrido desde la Transición, los populares y los convergents tienen su propio plan oculto, un plan que favorezca a los dos y a su causa común, que no es otra que mejorar las condiciones de la burguesía de acá y de allá a costa de la clase obrera, pero tanto si lo hay como si no, la actitud del gobierno de España, ante el ilegal y anticonstitucional proceso separatista, está dejando mucho que desear.

El juez Vidal fue suspendido de empleo por 3 años por haber participado en la elaboración de una futura Constitución de Catalunya. Tras eso, Esquerra Republicana de Catalunya le premió ofreciéndole uno de los primeros puestos en las listas para el Senado. En las últimos horas, nos hemos enterado de que este personaje ha asegurado que: “La Generalitat tiene todos vuestros datos fiscales. Esto es ilegal porque está protegido por la Ley de Bases de Datos. Son unos datos reservados, en teoría los que llevamos este proceso no deberíamos tener acceso a ellos, pero a veces suceden cosas, no os diremos cómo, porque no es exactamente legal”.

Esta no es más que otra prueba más de que el Gobierno de la Generalitat y la panda de cuatreros que han comprado por un plato de lentejas, muy a diferencia de lo que predican, no quieren hacer un nuevo país libre y democrático, sino que, como los espías de la Stasi en la RDA, están utilizando toda su maquinaria para, desde la ilegalidad, tratar de crear un país a su imagen y semejanza. Un país que, como todos sabemos, no busca nada más que la salvación de los Pujol y de las cuatrocientas familias que dominan Catalunya desde tiempos inmemoriales y que, semana tras semana, viajan a Andorra y Suiza para blanquear el dinero que, ilegalmente, tienen depositado en estos paraísos fiscales.

Mientras, al lado observas la noticia en la que Mariano Rajoy dice que el recibo de la luz va a bajar porque va a llover. “Han anunciado que va a llover y eso va a dar lugar a una bajada”, así explicaba el presidente del Gobierno en el programa de radio de Carlos Alsina, confiando en que los chubascos y la entrada de la energía hidráulica en el mix de energía ayuden a reducir las tarifas de la electricidad.

De modo que Mariano Rajoy esperará a ver si llueve para solucionar el tema de la electricidad que, en plena ola de frío, se está llevando a ciudadanos españoles a la muerte. Me pregunto si el problema del separatismo catalán y la amenaza de golpe de estado y conflicto civil de Catalunya también los va a resolver mirando a las nubes.

Sabemos que Mariano Rajoy ha hecho un arte de la espera, del quedarse quieto hasta que los contrarios se pongan nerviosos, pero en el asunto del separatismo catalán está comenzando a llegar demasiado lejos. La fractura en la sociedad es grave, a pesar de que sea cierto que, en el día a día, la sensación sea que el separatismo se desinfla. Para mí, pues, eso es lo menos importante ya que el independentismo no es un tema preocupante porque Catalunya jamás va a ser independiente, dado que el pueblo catalán no lo quiere.

El verdadero problema es que el Govern de la Generalitat está utilizando las estructuras de la autonomía para enfrentar a los catalanes, para que toda Catalunya quede sepultada en una nube de odio, una nube que Mariano Rajoy no podrá ver mirando el cielo de Madrid desde La Moncloa.

Santiago Vidal dimite como senador, pero el intento de golpe de estado de los separatistas continúa.

Educando a los niños en el odio a España

Hay entradas de este Blog que duele escribir. En Catalunya se ha utilizado todos los medios, desde prácticamente el comienzo de la Transición, para que los catalanes acaben odiando a España sin saber realmente el porqué. Sutilmente, fueron introduciendo el odio desde todos los puntos: medios de comunicación subvencionados, instituciones, asociaciones culturales, clubes deportivos, desde los colegios, etc.

Ha sido un plan cocido a fuego lento, sin prisas, «avui paciència i demà independència». Para el plan, hizo falta seducir a una parte del enemigo: hacer de los hijos «dels nouvinguts» futuros hijos de la patria, hacer crecer el número de charnegos agradecidos hasta la cifra mágica del 50% + 1 con la que dirán al mundo que hay una mayoría que quiere un «nou país».

La tarea no era fácil, el Franquismo había aletargado a un catalanismo burgués que jamás se sintió incómodo con el Dictador y, para más inri, el President de la Generalitat  en el exilio pisaba Catalunya entonando un mensaje de unidad y no haciendo distinción entre catalanes, hubiesen nacido dónde hubiesen nacido o se apellidaran cómo se apellidaran.

Como ocurrió en la República y en la Guerra Civil, el principal enemigo del catalanismo era la izquierda, lugar dónde podían unirse progresistas ya fuesen catalanistas o no en un frente común. Los andaluces, manchegos y murcianos pidieron el Estatuto de Autonomía para Catalunya con más ahínco que los propios catalanes.

Después llegó la inmersión linguística; todos entendían que el idioma catalán e, incluso, la historia de Catalunya estaban en desventaja en los conocimientos de los catalanes y había que igualarlas con la lengua y la historia del resto de España. Qué buena fe tuvieron nuestros padres: pronto, primero el PSUC, después el PSC y ahora Podemos se han convertido en los tontos útiles del nacionalcatalanismo.

Las escuelas debían ser también clave para formar futuros nacionalistas pero había que hacerlo poco a poco, sin que los padres se dieran cuenta. Pronto, esos andaluces, manchegos y murcianos estuvieron orgullosos de que sus hijos hablasen con soltura dos idiomas. En el mundo castellanohablante, la mayoría de padres de esos niños apenas pudieron estudiar y eso hacía que dejasen la educación en los maestros. «¡Ya los tenemos!» dijeron desde el nacionalcatalanismo.

Jordi Pujol había sido educado en colegios católicos, único refugio del nacionalismo catalán. En sus primeros años, ya Josep Tarradellas nos avisa de que estaba ejerciendo una «dictadura blanca» y nos alerta sobre él. Cuando le investigan por el caso de Banca Catalana, Jordi Pujol hace que la Generalitat deje el discurso de unidad del «ciutadans de Catalunya» de Tarradellas para hablar de «nosaltres i ells» (nosotros y ellos), somos una nación y con nosotros no se juega. Jordi Pujol copiaba, de este modo, el sistema de Franco: si para el dictador cada ataque a él era un ataque a España, un ataque a Pujol era un ataque a Catalunya.

En ese 1983, en el acto de investidura de Pujol, los asistentes agreden a los miembros del PSC y PP. Es el principio del fin de la Catalunya unida pues, a partir de entonces, todo será «nosaltres i ells» y a los niños en los colegios nos empiezan a hablar de España como «ellos». Algunos profesores se rebelan; ya unos años antes el manifiesto de los 2.300 docentes, los profesores se quejan amargamente del efecto catalanizador de la escuela. La prensa, subvencionada, se vuelca contra estos (maestros en su mayoría), se les acusa de fascistas, por más que muchos hubiesen luchado contra al Dictadura, y hasta el FC Barcelona cede su estadio para un linchamiento público contra estos profesores y periodistas, entre otros. Uno de aquellos disidentes, Jiménez Losantos, es secuestrado por la banda terrorista Terra Lliure y le disparan en una pierna, aunque lo dejan en libertad. El objetivo ya estaba conseguido, el miedo a disentir ya estaba ahí.

Miles de maestros abandonan Catalunya en esos años y la lucha contra el nacionalismo en las escuelas se pierde para los disidentes. La siguiente generación, la de mi hermano, ya será educada desde el primer día en el odio. Lo primero de todo, el primer día, le dicen que ya no se llama Javi, sino Xavi. En ese momento creo que ninguno nos dimos cuenta de lo grave que era eso, cambiarte el nombre es el primer paso para el cambio de personalidad.

En esos años ocurre un hecho horrible que nos abrirá los ojos a muchos. La guerra de Yugoslavia y la acogida en el colegio de niños bosnios. En esos meses tenemos un curso acelerado de lo que significa el nacionalismo y comenzamos a exigirles a nuestros hermanos pequeños que no se dejen catalanizar el nombre. Pero también cometemos un error, no luchamos porque no haya «nosaltres i ells», sino que comenzamos a aceptar que hay bandos y que nosotros somos de «ellos», de los «otros».

Hasta entonces, habíamos aceptado con normalidad y con gusto el idioma, la cultura y todo lo relacionado con Catalunya; a partir de entonces, de algún modo comenzamos a verlo como algo que nos quieren imponer para quitarnos nuestra propia identidad, cuestión que era cierta, sólo que desde nuestra mirada de niño no supimos exigir que no había «nosotros y ellos» y que queríamos ser catalanes y españoles a la vez.

En la mayoría de los centros de la mayoría de ciudades catalanas, la educación en el nacionalcatalanismo continúa, incluso les hacen a los niños aprenderse el Himno del Segadors en el que se les insta a coger las armas contra el enemigo (los españoles).

Más tarde, a los profesores se les pide el nivel C de catalán para poder ejercer, sin embargo, de la noche a la mañana, la Generalitat anuncia que los títulos de la escuela oficial de idiomas dejaban de ser válidos. El Procés no necesita profesores de fuera que aprendan catalán, sino profesores catalanes que ya se hayan formado bajo la influencia del régimen.

En estos últimos años ya no sé qué pasa en esos colegios porque ya no estoy allí pero; sí sé que una amiga me comentó que su hijo había venido un día diciendo que él no era español, que española era su abuela porque no sabía hablar catalán y eso, obviamente, no lo piensa un niño por sí mismo.

Ahora tenemos este vídeo para saber qué es lo que pasa en Catalunya y observar horrorizados cómo, con la excusa de una obra teatral, se les inculca a unos pequeños el odio a España:

«A esas gentes de derechas e izquierdas, encerradas en sí mismas pensando: ‘a nosotros no nos conseguiréis nunca’, pienso, me da igual, a vuestros hijos sí los tendremos. A estos los educaremos desde el principio en el ideal» (Adolf Hitler)

Espeluznante clase de odio a «Espanya» en un cole de Cambrils

Recuperar el sentido común en Cataluña

No hace tanto, el Partido Popular y Convergència i Unió eran algo así como hermanos siameses. En Catalunya muchos votantes del PP votaban a CiU y, en cambio, muchos votantes de CiU en las Elecciones Generales votaban a los Populares pues, al fin y al cabo, representan cosas similares, siendo ambos el partido que quería conservar en España los poderes que tenían desde tiempos muy lejanos. Con la deriva separatista, Convergència ha variado su ruta, pero el que fuera el partido de Pujol no dejaba de representar a esas familias que eran franquistas con Franco y monárquicas con el Rey, con tal de estar con el poder.

En realidad, la crisis política española es en gran parte a causa del divorcio del PP con CiU, dos partidos que en algunos asuntos han actuado como mafias sicilianas que tenían un pacto de no agresión, un pacto que a mí como catalán me duele especialmente ya que con él han tenido a mi tierra como campo de juego. La catalanofobia ha sido parte central del gran plan pues que los catalanes fueran mal vistos daba votos la PP en el resto de España y creaba una actitud hostil hacia Catalunya que beneficiaba a Convergència en mi tierra.

Sin embargo, el Partido Popular no cuidó a Jordi Pujol y la lucha de los medios de comunicación y de Ciudadanos en el Parlament, además de la inestimable ayuda de la ex del hijo de Pujol, Maria Victoria Álvarez, ha destapado muchos de los asuntos de la familia que durante años ha actuado (y sigue haciéndolo) en Catalunya como si de una familia real se tratara.

El independentismo de Convergència no es más que una cortina de humo, un tirar para adelante, con tal de salvar la cabeza de Jordi Pujol y los demás implicados en el saqueo que se ha hecho en Catalunya por parte de estos caraduras que se han vendido como padres de esta. Fingir que el dinero no ha «trincado» Convergència y decir que España nos roba han sido el truco de magia para que en todos estos años en mi tierra no se haya hablado del mayor caso de corrupción de Europa perpetrado por Pujol y los suyos. La independencia lo ha tapado todo.

El problema es que lo de la Independencia, que era un objetivo y para eso llevan treinta años comiendo la cabeza a los niños en los colegios y la televisión catalana, se tuvo que adelantar y, claro, nos topamos con el problema de que en Catalunya la mayoría de las personas no son independentistas y éste es en el himpas donde nos encontramos ahora, tratando de hacer tiempo hasta que los separatistas sean el 50% +1.

Para que eso ocurra, se dan todas las posibilidades: hacer votar a los menores de 18, a los extranjeros, incluso la ANC ya ha dicho que no votarán los ciudadanos de Catalunya sino el pueblo catalán, es decir, sólo votarían los nacidos en Catalunya.

Hay que reconocer que en Convergència listos son. Artur Mas se ha quitado de en medio y, como Presidenta del Parlament (que es quien verdaderamente está cometiendo irregularidades), han puesto a Carme Forcadell quien, en realidad, no es del partido.

Los que sí son de Convergència, Homs, Mas y demás personas que han tenido que ir a declarar por el butifarréndum del 9 de noviembre, tratan de hacerse los fuertes pero lo cierto es que, tras el último 11 de septiembre en el que acudieron un millón de personas menos que el año anterior, se empiezan a oír muchas voces que reculan. Desde Convergència se comienza a dudar, ya se descarta realizar el referéndum unilateral y hablan de cómo hacer uno vinculante.

La CUP, que son conscientes de que no habrá independencia y de que, probablemente, vayamos a nuevas elecciones, tratan de no romper el pacto con Junts pel Sí para que la sociedad tenga claro que ellos son los verdaderos independentistas.

Lo triste de la Catalunya que viene es que en ella quizá Podemos o el nuevo partido que creen Colau y los suyos pueden verse beneficiados cuando los que han votado independentismo en el futuro abandonen esa opción. Los partidos que apuestan por un referéndum sin decir si quieren el Sí o el No son aún más dañinos para esta tierra que los propios independentistas.

Catalunya debe volver al «seny», al sentido común y no dejar de defender sus posturas, no dejar de defender su cultura y su lengua, pero siempre teniendo en cuenta que la cultura y la lengua castellanas son tan catalanas como el catalán. En realidad, es ese el punto de unión que los catalanes tenemos y por el cual deberíamos resolver las diferencias. No necesitamos que el PP machaque a Catalunya, no sólo porque crea independentistas, que sí los crea, sino porque quien está desinchado el globo separatista es el propio pueblo catalán.

Espero que llegue el día en el que los que están más cerca del idioma y la cultura catalanes defiendan la catalanidad de las costumbres y el idioma castellanos, así como los que estamos más cerca del idioma y la cultura castellanos tenemos que defender también la españolidad de las costumbres y el idioma catalanes. Ese es el verdadero punto de unión y no enfrentar a la sociedad como quieren hacer los separatistas y Podemos.

Roma no paga a traidores

Convergència, antes de ser un partido de nacionalismo extremo, es decir, un partido de la extrema derecha, se vendía como un partido de corte liberal que formaba parte del grupo europeo ALDE (Asociación de Liberales y Demócratas de Europa). Ciudadanos, un partido liberal progresista, constitucionalista y europeísta entendía que el ALDE era su lógico lugar en Europa. Sin embargo, Convergència hizo todo lo que pudo para que C’s no compartiera grupo europeo. Obviamente, los liberales y demócratas europeos dieron la espalda a Convergència y se pusieron de parte de Ciudadanos.

Éste fue el último enfrentamiento político entre el partido del 3% y el partido naranja pero, obviamente, no el primero. Como he escrito otras muchas veces, la expansión nacional de Ciudadanos tiene como primer objetivo que los nacionalistas no puedan volver a ser decisivos para formar gobierno, cosa que, obviamente, no hacen por amor a la patria, sino a cambio de discutidas concesiones que podríamos denominar como chantajes. PSOE y PP tuvieron en su día que apoyarse en la CiU de Pujol y de aquellos polvos vienen los lodos del 3%.

Y de la corrupción del 3% viene el separatismo, que no es más que un tirar para adelante con tal de salvar al Rey Pujol y su descendencia y, cómo no, de mantenerse en el poder pues no hay que olvidar que la oligarquía burguesa, las familias que dominan Barcelona y Catalunya y que ahora están en Convergència fueron antes franquistas y antes monárquicas, es decir, que tienen un especial don para estar con los poderosos.

Creo que el Procés no era más que un órdago de Artur Mas para asustar al Gobierno y que éste cediera nuevamente al chantaje pero que, sin embargo, también es algo que se les ha ido de las manos y que les ha llevado a pactar con los antisistemas de la CUP, esos chicos tan simpáticos, primos hermanos de la izquierda abertzale vasca, que están llamando estos días a la lucha armada si el Gobierno inhabilita a Carme Forcadell, Presidenta del Parlament y conocida xenófoba y racista antiespañola.

¿De verdad creen que se pueden saltar la Ley, el Estatuto y la Constitución sin repercusión alguna? ¿Verdaderamente creen que están por encima del bien y del mal? ¿De verdad van a hacerse las víctimas por el simple hecho de que la justicia está tras quien se salta la Ley?

El Catadisney de los separatistas cada día está más disparatado. Quieren romper el país y ahora acusan a los partidos constitucionalistas de dejarles sin grupo propio en el Parlament como represalia por el sainete separatista del otro día. Parece que se olviden de que Convergència no cumple los requisitos para tener grupo propio y, sí, otras veces se ha hecho una excepción pero, obviamente, éste es un caso excepcional, al menos para Ciudadanos ya que a PP, PSOE o Podemos parece no importarles la donación de 3 millones a Convergència para que con ese dinero sigan atentando contra el Estado.

Obviamente, PP y PSOE han sido cómplices de la corruptelas, ya sea por acción u omisión, y no pueden estar contra Pujol, que es la mano que mece la cuna. Podemos no vota en contra de los nacionalistas catalanes porque espera tenerlos como socios en el futuro, aunque a mí me tienen que explicar muy despacio por qué Podemos considera un partido de derechas a Ciudadanos, pero no a PNV y a Convergència.

Por suerte, Ciudadanos hasta ahora está utilizando mejor sus 32 diputados que otros que tienen más del doble y su participación en la mesa está siendo clave pues, gracias al partido naranja, los que quieren romper el país no están teniendo ningún beneficio. ¿Y se preguntan si tiene que ver el desafío soberanista para está decisión? Por supuesto que sí, quizá a otro partido se le podría haber hecho un favor, pero a los que quieren dividir los catalanes en buenos y malos, a los que quieren que haya ciudadanos de primera y segunda, a esos, no se les puede conceder ni un solo privilegio.

Hace muchos siglos, allá por el año 150 antes de Cristo, cuando los romanos se extendían por una parte importante del mundo conocido, ocurrió que en Lusitania un cónsul llamado Escipio debió afrontar los embates de un movimiento independentista. Como la tarea de represión era muy dificultosa, decidió aniquilar al líder de los rebeldes, de nombre Viriato. Para concretar tal fin, pactó con tres nativos cercanos a Viriato para que hiciesen el trabajo sucio a cambio de una suculenta recompensa. Perpetrado el crimen, los sujetos se presentaron ante Escipio reclamando el pago de la deuda. Sin inmutarse, el político romano les dijo: “Roma no paga traidores”. De esta forma, les hizo sentir el rigor por haber actuado en contra de la ética imperante, aún cuando él mismo había sido el gestor del acto. Desde entonces, resulta útil para reprender a personas que obran de manera traicionera, aunque uno sea el autor intelectual del hecho.

Así que, ya saben… Roma no paga a traidores.

 

Fuente de la fotografía de portada: lavanguardia.com

Ciudadanos (la historia) – Capítulo XXII

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XXI aquí):

Con la ya definitiva expansión de Ciudadanos por todo el panorama nacional, volvía el debate que ya había habido años antes en Catalunya: ¿De derechas o de izquierdas? ¿Se puede tener algo de liberal y algo de socialdemócrata? ¿Liberal? ¿Neoliberal? ¿Socioliberal? ¿Jacobino?

Albert Rivera entona el discurso del centro, se define como constitucionalista, liberal y progresista e iinvita a todos los españoles a que revisen el ideario del partido, disponible en su página web, la vez que reclama esa posición central que existe en toda Europa y que en la eurocámara se agrupa en el ALDE (Asociación de Liberales y Demócratas Europeos).

Tal y como ocurrió años antes en Catalunya y ante las inminentes elecciones autonómicas andaluzas, los primeros en situar a Ciudadanos a la izquierda son los miembros del PP andaluz que resaltan que el ideario de C’s dice que «se nutre del liberalismo progresista y del socialismo democrático» y que en Catalunya ha crecido a costa de los votantes que les ha arrebatado al PSC. Además, califican a Rivera como republicano, como si el hecho de ser republicano fuese sinónimo de ser más de izquierdas o menos.

El momento más lamentable por parte del Partido Popular andaluz llega cuando Carlos Floriano, en actitud xenófoba y catalanofóbica, dice que no quiere que Andalucía sea gobernado por un partido que se llama «Siudatans» y por un hombre que se llama Albert. Rivera se defiende diciendo que, si desde el PP creen que los catalanes no deben formar parte de los asuntos españoles, es que tiene el mismo pensamiento que los independentistas. Además, le recuerda que el candidato por los populares a Presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, es su paisano ya que nació en Barcelona.

Juan Marín es elegido por los afiliados andaluces como candidato para las elecciones andaluzas. La polémica llega con la deliberada malinterpretación de unas palabras de Rivera en las que, refiriéndose a que las subvenciones deben servir para generar riqueza, no para establecer redes de clientelismo político y que un partido se perpetúe en el poder, usa el símil de no regalar peces, sino el deber de enseñar a pescar, lo que tratan de vender como un menosprecio a los andaluces. Rivera recuerda que él no habla como foráneo, sino como andaluz porque su sangre es andaluza.

El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, pidió perdón por los ataques a Ciudadanos desde el PP catalán, con la clara intención de poder llega a un pacto electoral. Pero la respuesta desde C’s llega rápidamente: Ciudadanos solamente apoyará a la fuerza más votada y siempre sin entrar en el gobierno. El 22 de marzo se celebran las elecciones en Andalucía, Ciudadanos consigue un meritorio resultado obteniendo 9 diputados. El PSOE de Susana Díaz sería la fuerza más votada, aunque finalmente necesitaría de cuatro intentos de investidura para la gobernabilidad. Ante el inmovilismo de PP y Podemos y con la posibilidad de repetir las elecciones, Ciudadanos votará a favor de que Susana Díaz sea presidenta tras llegar a un acuerdo de 72 puntos, entre los cuales está la obligación de dejar el acta de los imputados en casos de corrupción. De este modo, los expresidentes Chaves y Griñán tendrían que dejar sus actas de diputados.

Los buenos resultados del partido hacen que, una semana después, anuncie que se presentará a las elecciones autonómicas en todas las autonomías donde se celebran el mayo siguiente y también en las municipales de toda España. Ciudadanos marca entonces su línea roja, no pactará con quien quiera romper el país, solamente lo hará con partidos constitucionalistas. Las elecciones destacan por la gran cantidad de marcas blancas de Podemos, lo que hace de las elecciones un jeroglífico difícil de descifrar.

Ciudadanos, a pesar de no tener casi estructura en muchas automías, consigue representación en prácticamente todas las comunidades: 5 en Aragón, 3 en Asturias, 2 en Baleares, 2 en Cantabria, 5 en Castilla y León, 1 en Extremadura, 17 en Madrid, 4 en Murcia, 4 en La Rioja y 13 en Valencia.  En las municipales, es la tercera fuerza más votada consiguiendo más de 1500 concejales.

Más allá de los diversos pactos en municipios y gobiernos autonómicos, las miradas del mundo político nacional se posaban en Catalunya donde en septiembre habría unas elecciones autonómicas que eran puestas en escena por los partidos nacionalistas como si de un plebiscito por la independencia fuesen.

Se comienza a barajar la idea de que Convergència y ERC se unan en una lista independentista, más cuando Unió se separa de su histórico socio por el tema soberanista. Después también se contempla la posibilidad de que Podemos se una a Iniciativa per Catalunya y los partidos del cambio de las municipales para hacer un gran partido de izquierdas. Una encuesta del mes de julio da un empate entre Convergéncia y Esquerra, seguido de Podemos.

El astuto Artur Mas deja claro poco después que solamente habrá elecciones si hay una lista independentista unitaria con él como candidato. El 20 de julio nacería Junts pel Sí (que no contaría con la presencia de la CUP), después sabríamos la extraña lista en la que el hasta ahora miembro de Iniciativa, Raül Romeva, sería número 1 por Barcelona, aunque el candidato real sería Mas. De este modo, Convergència se aseguraba la presidencia y escondía la marca de Convergència, manchada por la corrupción de los Pujol y la del propio partido, el cual tiene hasta las sedes embargadas.

Con las elecciones catalanas y las generales a la vuelta de la esquina, Albert Rivera decide presentarse a las primarias para ser el candidato de C’s a La Moncloa. Finalmente, los afiliados del partido naranja eligen que la candidata al Parlament sea Inés Arrimadas.

La primera encuesta desde la formación de Junts pel Sí les da como ganadores con el 35,8% de los votos y colacan a Ciudadanos como segunda fuerza en Catalunya, dejando evidente que en unas elecciones marcadas como un plebiscito, C’s es visto por los catalanes como el partido que mejor defiende la unidad del pueblo catalán y el respeto a la Constitución.

Un partido nuevo, una mentalidad vieja

El anuncio de que Artur Mas será el Presidente del Partit Demòcrata Català, es decir, la antigua Convergència, hace buena la expresión popular de «ser los mismos perros pero con diferente collar». Los electores catalanes pondrán en su sitio la operación de estética de la antigua Convergència pero, sinceramente, me extrañaría mucho que esta «performance» le pueda salir bien a Artur Mas.

Al que fuera President de la Generalitat, igual que ocurre con Mariano Rajoy, hay que alabarle cómo consigue sobrevivir una y otra vez cuando lo dan por muerto. Realmente, si Mas no se hubiera inventado el Procés, no se hubiera inventado a Junts pel Sí y, a día de hoy, él y los suyos estarían en la oposición desde 2014. Sin embargo, vamos a llegar como mínimo a 2017 con Carles Puigdemont, es decir, con Artur Mas en el poder.

Lo que ocurra en el futuro de la política catalana va a depender mucho de ERC pues tendrán que elegir entre desmembrar Junts pel Sí y, probablemente, ganar las elecciones (eso sí, dejando la independencia para más adelante) o permanecer en la coalición con el objetivo de la independencia pero liderado por los de siempre, por la burguesía barcelonesa que ahora son independentistas, antes catalanistas, antes franquistas y antes monárquicos, todo para estar siempre en el poder.

Estratégicamente, si entendemos que el objetivo de Mas, Pujol y todos los demás es mantener el poder, obviamente, lo están haciendo bien aunque, sin embargo, no dejan de estar en manos de Esquerra, que ha superado a los Convergentes en las dos últimas elecciones generales. Ahora, con el nuevo nombre, como ya dije en una entrada anterior, creo que podría ser un buen momento para que muchos votantes de CDC, que votaban dicho partido casi como una más de las tradiciones catalanas, den la espalda a PDC y se unan a otras fuerzas sin sonrojarse.

Insisto en este tema porque, viviendo el día a día de la extraña Catalunya en la que vivo, estoy completamente seguro de que los votantes de Convergència no aprueban esta metamorfosis de Mas y los suyos. Obviamente, no son solamente sensaciones, los datos son claros en las autonómicas catalanas de 2015 donde Junts pel Sí consiguió el 39,65 de los votos, mientras que por separado en 2012 tenían el 44,4% y en 2010 antes de que comenzara la locura soberanista el 45,5%. Precisamente en ese 2010, sólo CiU tenía el mismo porcentaje que ahora tiene Junts pel Sí.

El independentismo ha sido la salvación de Convergència, pero también puede ser su defunción. Curiosamente, entre los jóvenes, el nacionalismo catalán es visto como un fenómeno progresista y de izquierdas, imagino que por el simple hecho de que ven al Partido Popular como el enemigo, pero el nacionalismo siempre es de derechas, de extrema derecha, ultra conservador, porque el nacionalismo nos lleva a la época feudal en la que todo, incluido los ciudadanos, pertenecían a la nación, al reino o al condado.

El progresismo es todo lo contrario, es dar la soberanía al pueblo, es que todos esos ciudadanos sean iguales y gocen de los mismos derechos. Por eso, en los próximos años, cuando muchos jóvenes y no tan jóvenes catalanes vean cómo acaba el hechizo y el carruaje vuelva a convertirse en una calabaza, tendrán que elegir qué camino tomar. Y, cuando pase esto, entre los independentistas convencidos (una minoría), ¿cuántos de ellos iban a ver más cercanos a sus pensamientos los del Partit Demòcrata que los de Esquerra Republicana?

El Partit Demòcrata Català es un partido nuevo pero con una mentalidad vieja. Ciertamente, me sorprendería que en los próximos meses, cuando las encuestas sigan dando datos a la baja de los partidos secesionistas, no surgiese una tendencia, digámoslo así, «regionalista» de la antigua Convergència, un partido que defienda la cultura, la lengua catalana sin olvidar los temas sociales y que todo eso lo pueda hacer desde la Constitución, la Ley y con el objetivo de unir a los catalanes y no dividirlos.

En mi opinión y como ya dije en otra ocasión, los catalanistas moderados no tendrían que hacer un nuevo partido pues creo que ya tienen su sitio en Ciudadanos ya que no hay un lugar mejor donde defender el verdadero catalanismo, el cual realmente no es más que el anhelo catalán de ser importante en España. Pero ese paso lo veo difícil porque el nacionalismo catalán y el nacionalismo castellano del PP tratan de enfrentar de tal modo a la sociedad civil catalana que están alineando a personas en frentes muy marcados, tanto que los clichés que tiene Ciudadanos son montañas a subir.

¿Cómo se convence a un catalanista moderado que es machacado a diario por medios de comunicación, políticos, amigos y familiares que C’s no es un partido anticatalán? ¿Que no es un partido de derechas? ¿Que no es un partido colonizador? ¿Que no es, como dijo la misma Carme Forcadell, un partido de no catalanes? Y a la vez, ¿cómo se convence a los castellanoparlantes que no les dejan hablar su idioma en los colegios o en las instituciones públicas de que hay que estar orgulloso de ser catalanes? ¿De que tenemos que defender nuestra tierra más allá de los Mas, Pujol, etc.?

Difícil batalla es esta, pero es una lucha en la que no hay que desfallecer. Primero, porque debemos cuidarnos mucho del nacionalismo catalán, porque por más que lo vendan como algo moderno, como una moda juvenil, el nacionalismo es lo que es y la historia está ahí para no volver a caer en los mismos errores, más cuando el nacionalismo catalán cuenta con asociaciones como la ANC (que significa Assemblea Nacional Catalana y no Algunos Nazis Catalanes, como alguno podría pensar) que declaran, sin cortarse, el odio a España, a los españoles, incluidos los catalanes que nos sentimos españoles.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.expansion.com

Hablando catalán en la intimidad

Todo el mundo conoce la historia de cómo los votantes del Partido Popular pasaron de gritar el «Pujol, enano, habla en castellano» para que, poco después, tras el llamado «Pacto del Majestic», según el cual CiU daba apoyo a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno a cambio de darle más competencias a Catalunya y del apoyo del PP a CiU, aquí en mi tierra, acabaran cantando aquello del «Pujol, guaperas, habla como quieras». Meses después, el ya presidente Aznar rozaba lo trágicomico cuando aseguraba aquello de que «Hablo catalán en la intimidad».

El pacto entre los conservadores catalanes y los del resto de España acabó con un PP rendido a Pujol hasta el punto de que acabaría sirviéndole en bandeja de plata la cabeza de Aleix Vidal-Quadras, el hombre que mejores resultados ha dado a los populares en Catalunya. Pronto Jordi Pujol pasó de ser un ogro nacionalista catalán a ser el español del año, un ejemplo de hombre de Estado que anteponía el bien del país a sus ideas nacionalistas catalanas.

Ahora sabemos que Jordi Pujol tuviese cogido por las partes blandas a Aznar y a Felipe González ha servido para que todos mirasen para otro lado mientras el líder nacionalista se llenaba los bolsillos (y los de sus hijos) con las mordidas del famosos 3%. Desde entonces, los gobiernos de la Generalitat y de España están en una  pelea en la cual, sobre todo, el PP finge luchar contra el nacionalismo catalán cuando, en realidad, siempre que lo necesita acaba encontrándose con él, como ha ocurrido en el reciente caso de los 10 votos fantasma.

Este caso ha hecho sonar las alarmas. ¿Conseguirá el PP el apoyo de los nacionalistas? No lo creo. «¿Con qué cara mirarían a sus votantes?» se preguntan muchos. Pero, seamos realistas, las cosas desde Catalunya se ven diferentes que desde el resto de España y, a mi parecer, a los votantes de Convergència (y cuando hablo de los votantes me refiero a los que a chorros han dejado de votarles) probablemente no les parezca mal el apoyo de Convergència al PP. Aún así, considero que es imposible el voto positivo porque eso, probablemente, significaría el fin de Junts pel Sí o al menos el apoyo de la CUP a Carles Puigdemont, lo que nos llevaría a unas elecciones que, a día de hoy, Convergència o el Partit Demòcrata de Catalunya, como se hacen llamar ahora, no podría ganar.

Pero, ¿realmente Mariano Rajoy está comenzando a hablar en catalán en la intimidad? No lo creo, porque un Sí y quizá hasta una abstención de Convergència podrían hacer que Ciudadanos votase No en la investidura de Mariano. Intuyo que la táctica del PP será pretender que, ante la posibilidad de que los nacionalistas puedan ser decisivos, C’s, que nació precisamente para eso, para acabar con el poder de los nacionalistas en el Congreso, acabe votando Sí para, de ese modo y contando el diputado de Coalición Canaria, el PP se presente con 170 votos afirmativos y con la investidura muy, muy cerca.

Pero Ciudadanos no puede hacer Presidente a Mariano Rajoy. Primero, porque es preferible que España tenga un gobierno de la fuerza más votada pero que, a su vez, deba pactar las propuestas con las demás formaciones pues, tras 4 años de reales decretos y ordeno y mando, necesitamos una legislatura consensuada y en la que los partidos tengan que llegar a acuerdos. Segundo, porque un Sí a Rajoy, por más que después no hubiera pacto de gobierno, haría que cada lunes Albert Rivera o los demás diputados de C’s tuvieran que salir a dar explicaciones de por qué apoyaron a un partido que practica la corrupción institucional y en el que no puedes quitar las manzanas podridas porque estos puedan tirar de la manta.

El PSOE debería aceptar su responsabilidad con su abstención. Así, pondría a funcionar el gobierno y, como he dicho, con 137 diputados, los populares nada podrían hacer sin llegar a acuerdos con las demás formaciones. Si eso no ocurre y Rajoy pacta con los nacionalistas, C’s debería votar en contra, pero no por rechazo al pensamiento nacionalista, de hecho, yo creo que, bien entendido, es bueno que exista ese catalanismo pero, lo dicho, siempre bien entendido. En España jamás habrá un buen entendimiento mientras los nacionalismos estén tan presentes y, cuando hablo de nacionalismo, meto también en la saca al nacionalismo castellano del PP. Sé que mucha gente no me entiende cuando escribo este mensaje, pero no se puede ser español, odiando a una parte de España; no puede ser patriota español quien rechaza, denigra o insulta o las culturas catalanas, gallegas o vascas.

El nacionalismo castellano, por encima de las realidades históricas de las autonomías, es quizá la única herencia del franquismo que sigue latente. Pero no hay más verdad que considerar un pueblo fronterizo de Girona tan España como la puerta del Sol de Madrid, que la muñeira sea tan española como las sevillanas o que el Euskera sea una lengua tan española como el castellano. Y, precisamente en no hacer ver eso, en no luchar por eso, es en lo que han traicionado los nacionalismos periféricos a sus pueblos. Jordi Pujol no intentó que se entendiera la realidad catalana, sino que buscó el enfrentamiento, ficticio o no, para ganar votos y llenarse los bolsillos. Por eso, yo siempre pongo el ejemplo que una vez puso el líder de la Lliga Regionalista Catalana en el Congreso de los Diputados. Francesc Cambó (se me enfadarán los nacionalistas catalanes por nombrarle) dijo que, si por uno de aquellos avatares de la historia, la Corte se hubiese situado en Lisboa y el portugués hubiese acabado siendo la lengua de la realeza y de sus súbditos, hoy los madrileños y los catalanes trabajarían juntos por pedir los derechos para sus lenguas.

Sin embargo, los nacionalistas catalanes, desde la Transición hasta nuestros días, no han hecho nada para normalizar las costumbres de mi tierra, sino que han hecho evidente una guerra con el PP que ha beneficiado a ambos electoralmente pero que también ha dañado la imagen de los catalanes, además de llevar a los ciudadanos de Catalunya a tensiones absurdas cuando los independentistas han hecho con el castellano lo mismo que Franco hizo con el catalán, apartarlo de las instituciones. Y, todo esto, con el beneplácito del PP, que ha decidido perder Catalunya, no pintar nada en esta autonomía para ganar votos catalanofóbicos en el resto de la nación.

¿A dónde vas Convergència?

Convergència pudo llamarse en su día PNC, es decir, Partido Nacionalista Catalán, muy al estilo del Partido Nacionalista Vasco. Sin embargo, fue el propio Jordi Pujol quien se negó a ese nombre ya que, a su parecer, no había que dar la posibilidad de que se les viese como un partido nacionalista dado que Convergència no debía ser un partido nacionalista, sino el partido nacionalista catalán, el único.

No fue una mala táctica para el partido pues, durante décadas, todo catalanista sintió la obligación de apoyar al partido, sobre todo mientras Jordi Pujol fue su líder. A Convergència no solamente lo apoyaban los burgueses y empresarios de Catalunya, sino también prácticamente toda persona que se sintiera catalanista en cualquiera de sus términos, los que querían la independencia, los que querían más autonomía, los que querían que Catalunyha fuese el motor de España e, incluso, personas «españolistas» que veían más peligroso el catalanismo de izquierdas, que ese sí tenía como una aspiración la independencia y podía llegar al poder, como así acabaría siendo, con el apoyo de PSC e Iniciativa.

Así, Jordi Pujol se convirtió en algo más que un político o un líder; era algo así como el «Rey de Catalunya», la persona que hacía y deshacía. Así mismo, consiguió que toda crítica contra él o contra el partido fuese vista, por gran parte del pueblo, como un ataque a Catalunya y al catalanismo en cualquiera de sus formas de verlo. Para Pujol, no era difícil lograr eso pues, al fin y al cabo, la base de su electorado provenía de familias que habían sido franquistas y antes monárquicos, con que la idea de un líder único que gobernase los destinos del pueblo por el bien de la nación la tenían en el ADN.

Ya he dicho en otras entradas que, aquí en mi tierra, era muy normal que las personas que confiaban en el Partido Popular en las elecciones Generales votaran a CiU en autonómicas y viceversa, más aún cuando, ante la posibilidad de un empate técnico, se apelaba al voto útil. De modo que al partido de Pujol en algunas épocas le votaban conservadores, cristianos, catalanistas y españolistas de derecha. Los dos bloques de intención de voto se rompieron cuando, para destronar a CiU, los socialistas catalanes se unieron a ICV y, sobre todo, a Esquerra, que había sido visto siempre como un partido radical y peligroso que no tenía reparos en cuestiones como integrar en sus filas a miembros de la banda terrorista Terra Lliure. Para que me entiendan los más jóvenes, la ERC de los 80 y 90 era vista, probablemente y para la época, como un partido más radical de lo que es la CUP ahora.

El gobierno del Tripartit fue quien cambió la historia de la Catalunya reciente. Un partido como el socialista jamás debería haber pactado un gobierno autonómico con un partido de Esquerra y lo pagó muy caro. Por un lado, porque una vez que estaban juntos, muchas personas que hasta entonces habían votado socialista creían ahora que el voto de izquierda más útil era el de ERC y, por el otro, porque muchos votantes, no entendiendo esa unión, decidieron apoyar a Ciudadanos, partido que acababa de formarse y que suponía una formación claramente contraria al nacionalismo.

Desde ese día, comenzamos a darnos cuenta de que la Catalunya abierta a las personas que habían venido de otros lados de España no había sido más que una mentira, que la Catalunya integradora y cosmopolita no había sido más que una táctica electoral y que en el gobierno de CiU había claros prejuicios racistas y xenófobos contra los catalanes de origen español. En ese momento y a causa de que se descubren multitud de casos de corrupción por parte de Convergència, los cuales afectan al mismísimo Jordi Pujol y familia, al tener un dinero en varios paraísos fiscales, al parecer procedente de mordidas de los contratos efectuados por la Generalitat de Catalunya, Convergència decide pasarse al separatismo catalán creyendo que treinta años de adoctrinamiento catalanista en las escuelas y medios de comunicación han debido de ser suficientes para que una mayoría les siga en el camino al precipicio.

Ya sabemos lo que ocurrió: Artur Mas quiso hacer de unas autonómicas un referéndum en el que, por cierto, perdieron los separatistas, aunque eso no fue lo más destacable ya que ERC y la CUP se pusieron del lado de Convergència, manchándose de sus tramas, de su corrupción y de su independentismo xenófobo. Mientras todo eso ocurre, Convergència se desangra tanto y tiene tan sucia su marca que, en estos días, trata de refundarse, de encontrar otro nombre, otras siglas, para que, como hizo hace ya casi 40 años, siga viéndose como el único partido nacionalista catalán. Pero no es cuestión de un nombre, es cuestión de saber «¿A dónde vas Convergència?», cuando están perdiendo votos a chorros, cuando sus votantes son ya únicamente personas mayores que, a estas alturas, «no van a cambiarse de chaqueta» y jóvenes claramente clasistas que desprecian más a según qué parte de la población por su nivel económico que por de dónde provienen.

Se llame Democracia i Llibertat, Catalunya Estat o Junts per Catalunya, Convergència, la Convergència del 3%, no es un partido de futuro. Todo parece indicar que, dentro del soberanismo, muchos de sus votantes prefieren a ERC y que muchos catalanistas no independentistas han elegido a Ciudadanos y al Partido Popular en estas últimas elecciones. Por eso, soy de la opinión de que el cambio de nombre debe ser una forma tranquila para los que hasta ahora han votado a Convergència se cambien la chaqueta, simplemente porque ya se ha quedado pequeña; esta ya está en la basura y estoy completamente seguro de que la mayoría de catalanistas no son independentistas y de que quizá ha llegado el momento de que el catalanismo vuelva a ser lo que siempre fue, el anhelo de los catalanes de llevar las riendas de la economía y la política española. Estoy seguro de que esto acabará siendo así y de que Ciudadanos es el único partido que puede tender puentes entre los catalanes y el resto de españoles. Ahora sólo falta ver cuánto tiempo pasaremos en este proceso. Mientras más tarde, más tensión habrá en Catalunya, más amistades se perderán, más familias acabarán divididas. Por eso espero que ese cambio ocurra pronto pues los ciudadanos de Catalunya necesitamos trabajar unidos desde ya.

 

Fuente de la fotografía de portada: voxpopuli.com

Ciudadanos (la historia) – Capítulo XXI

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XX aquí):

Ante un 2015 cargado de elecciones y con Fran Herviás preparando la definitiva expansión del partido por toda España, el Presidente de Ciudadanos buscaría por enésima vez una unión con UPyD que creara, por fin, un partido de centro fuerte en nuestro país. Así, pues, el 23 de septiembre de 2014, Rivera se reunió en Madrid con Rosa Díez en busca del acuerdo.

Andrés Herzog parece predispuesto a la alianza. UPyD tiene presiones tanto fuera como dentro de su propia formación para llegar a acuerdos con los naranja y la frase que más se oye esos días es que «es más lo que une que lo que separa». Aún así, no llegan a cerrar un acuerdo, aunque tampoco rompen las negociaciones. En el Parlamento Europeo, sí hay colaboración entre los dos partidos aunque eso, a la larga, acaba causando tensiones entre el eurodiputado Sosa Wagner y Rosa Díez que finalizaría con la destitución de Wagner. Unas encuestas de noviembre dicen que UPyD solamente conseguirá el 2% de los votos, a pesar de que C’s no entra en esa encuesta. Aún y con eso, el personalismo de la lideresa del partido magenta cierra la posibilidad de acuerdo y los partidos caminan por separado. En los siguientes días, cientos de afiliados de UPyD acabarán en Ciudadanos y los que se quedan piden a Rosa Díez que ceda el testigo y que haya elecciones internas.

A finales de año, el eurodiputado Fernando Maura de UPyD acude a un acto de Ciudadanos: «UPyD ha preferido encerrarse en sus siglas, ha preferido sus siglas al proyecto político, ha carecido de la generosidad y altura de miras que el momento político de España exigía».

Ese otoño es de gran tensión en Catalunya ya que el gobierno catalán prepara el referéndum del 9 de noviembre, a pesar de que haya sido prohibido. Ciutadans presenta un escrito ante la Delegación del Gobierno en Catalunya para que el Ejecutivo central suspenda la campaña a favor de la consulta soberanista que impulsan la Assamblea Nacional Catalana y Òminum y otro en el que denuncia una posible «vulneración» de los derechos fundamentales.

No es la única polémica que hay en Catalunya ya que Jordi Pujol reconoce tener dinero en el extranjero. Al principio, CiU y ERC tratan de evitarlo pero, finalmente, cederán para que acuda.

La relación entre CiU y Esquerra comienza a ser tirante, Junqueras y los suyos quieren colaborar con Mas y su referendúm pero, a la vez, es consciente de que todas las encuestas le dan como ganador de unas posibles elecciones autonómicas catalanas.

Finalmente, Artur Mas anuncia que el 9 de noviembre no habrá referéndum al uso, pero que sí abrirán institutos y sedes para que todos los mayores de 16 años puedan votar. Los que asistiesen al butirreferéndum tendrían que responder a estas dos preguntas ¿Quiere que Catalunya sea un Estado? En caso afirmativo, ¿quiere que este Estado sea independiente?

A pesar de dejar votar a niños, a extranjeros sin papeles y de que todos los medios catalanes hiciesen campaña por el Sí, solamente un 37% de personas acudieron a votar, es decir, solamente por participación volvía a ganar el No a la independencia. De los que fueron a votar, venció el Sí-Sí con un 80,76% y la ya repetida cifra de un millón ochocientas mil personas que siempre dan como cierta. El Sí-Sí venció en todas las comarcas excepto en la Vall d´Aran.

En los días siguientes, se muestran fotografías de personas que han votado hasta tres o cuatro veces. A pesar de eso, Artur Mas lo vende como un gran triunfo y reclama que se haga un referéndum real. Mientras, Ciudadanos le reclama a Mas que enseñe las cuentas de lo que ha costado el butirreferéndum.

A finales de noviembre, Ciudadanos anuncia que presentará listas en 400 ciudades españolas incluyendo todas las capitales de provincia. En esos momentos, el partido cuenta con 6.300 afiliados.

Comienza a rumorearse que en Catalunya, probablemente, se celebren autonómicas y que los partidos soberanistas quizá vayan de la mano para que las elecciones sean vistas como un plebiscito. El Partido Popular catalán, a través de Enric Milló, habla de la posibilidad de que los populares se unan a PSOE y Ciudadanos para hacer una unión por el No a la independencia. Ciudadanos responde con un No rotundo. Inés Arrimadas explica que «Muy pronto se han olvidado los populares que, hasta no hace tanto, eran ellos los que pactaban con los nacionalistas», además de negar la posibilidad de «Poder ir de la mano con partidos con problemas con la corrupción».

ERC apoya el presupuesto de CiU, a pesar de defender fuertes recortes sociales, y el pacto que llevará a ir de la mano a CiU y ERC en unas futuras autonómicas parece claro. Unos días después, el Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona citó como imputados al ex President, a su esposa Marta Ferrusola y a tres de sus siete hijos, Mireia, Marta y Pere.

Los cinco deberían responder como supuestos autores de los delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales cometidos en relación con el dinero que tenían en Andorra. Los Pujol Ferrusola regularizaron el dinero poco antes de que el ex President confesase su existencia.

El 2015 comienza con la definitiva expansión de C’s por todo el territorio nacional. Las mismas preguntas y cantinelas que se oyeron diez años antes en Catalunya vuelven. ¿De izquierda o de derecha? ¿Liberales o socialdemócratas? Desde un primer momento, PSOE y Podemos quieren desplazarle a la derecha, se empiezan a acuñar las frases «Marca blanca del PP» o «Nuevas generaciones del PP». Sin embargo, los populares le acusan de ser de izquierdas, de catalanistas, y aseguran que Ciudadanos se ha hecho grande con los votos del PSC en Catalunya.

En ese mes de enero, sale la primera encuesta en la que Ciudadanos aparece como una posibilidad  para las generales. En la intención de voto, Podemos aparece como la fuerza más votada con un 28,2%. Sorprendentemente, C’s supera a Izquierda Unida y a UPyD y seria cuarta fuerza con el 8,1%. La posibilidad de que un partido de centro y nacido en Catalunya sea parte importante de la política española comienza a ser real, por imposible que pareciera meses antes.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.abc.es