Los nuevos tiempos

Que todavía haya muchos españoles que no entienden que estamos en un tiempo político nuevo es evidente. Probablemente, tienen razón los que creen que nuestros compatriotas aún no están preparados para un gobierno de pactos, que no está en nuestro ADN que haya que gobernar para la mayoría de las personas y no contra los que no piensan como tú, lo cual me lleva a una reflexión. Si los españoles se adaptaron a gran velocidad al cambio entre la dictadura y la democracia y, como dijo Adolfo Suárez, a “elevar a la categoría de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”, ¿cómo es que ahora parece que nos cuesta tanto entender esta evolución, esta democracia 2.0 en la que hemos entrado?

Imagino que, en aquellos entonces, los ciudadanos, los periodistas y los políticos iban del mismo bando. Sin embargo, ahora todos parecemos estar un poco perdidos. Los periodistas, por ejemplo, no miran el bien común, sino que buscan el fin político que favorece a su empresa.

Últimamente, en LA SEXTA se están luciendo, no ya porque sean partidistas, cuestión que a mí personalmente no me molesta ya que si Podemos les da audiencia, bien hacen en ponerlos hasta en la sopa, sino porque los periodistas que allí participan están desinformando y eso es una negligencia a la altura de gravedad en la que estaría un médico que no diera los fármacos que necesitan los enfermos.

No pueden hacerse programas enteros repitiendo una y otra vez que tal cosa que hay en el pacto de Socialistas y Ciudadanos no estaba en el programa de uno u otro. Señores, que es un pacto, un pacto del verbo pactar: “Acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia”.

Queda claro, ¿no? El pacto es un acuerdo, no es que Ciudadanos acepte el programa del PSOE ni que los Socialistas acepten el programa del partido que preside Albert Rivera.

Además de querer dar un significado a las palabras que no les corresponde, está la cuestión de tergiversar las palabras para adaptarlas al discurso del programa, como ocurrió el pasado día en el que Rivera dijo que el pacto de PSOE y C’s sería aceptado por el 80% de los votantes del PP y estuvieron debatiendo como si Albert hubiese dicho que el acuerdo coincidía en un 80% con el programa del PP cuando, ni por un asomo, dijo eso.

Ya sabemos cómo funciona esto. Si algún periodista o medio cercano a Podemos dice o hace algo así, son la voz del pueblo, no como si los medios diesen el visto bueno al acuerdo. En ese caso, están intentando coaccionar, del mismo modo que, cuando Podemos dice que va a llevar las decisiones a sus círculos (¿alguien estuvo en la asamblea donde los círculos por consenso aprobaron que Iglesias debía ser Vicepresidente del Gobierno?), es democracia real y antes de ayer Teresa Rodríguez, líder del partido morado en Andalucía, calificó el referéndum del PSOE, donde por amplia mayoría aceptaron el pacto con Ciudadanos, como “Paripé”. Creo que hay refrán que habla del ladrón y la condición que se ajusta bastante a las palabras de Rodríguez.

En Podemos y, como no, en LA SEXTA, están nerviosos, todos lo vemos y es que el panorama en el que estamos es cuanto menos curioso con la derecha del PP, la ultra izquierda de Podemos e IU y los independentistas en el mismo bando y contrarios a un pacto de centro izquierda. Obviamente, el tacticismo y la partida de ajedrez son los culpables de todo esto, pero a alguno que otro le puede salir caro todo esto en el caso de que, finalmente, haya que ir a nuevas elecciones como parece que quiere la pinza PPodemos.

Sea como sea, y tanto sí es en marzo como en junio, los partidos tendrán que ceder tarde o temprano y darse cuenta de que deben gobernar para todos los españoles, no solamente para quienes les han votado. Veremos qué ocurre.

 

Fuente de la fotografía de portada: cadenaser.com

Ciudadanos (la historia) – Capítulo IV

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo III) https://ciudadanoadrian.wordpress.com/2016/02/21/ciudadanos-la-historia-capitulo-iii/

La formación del partido político fue despacio, paso a paso, y eso hizo que tardara unos meses en constituirse. Entre tanto, los medios de derecha y los catalanistas se olvidaban del manifiesto. Los cercanos al socialismo seguían tratando de ridiculizar a Ciutadans de Catalunya, criticando que aquellos intelectuales no se metieran en política sino que llamaran a otros a hacerlo, no queriendo ninguno de ellos “saltar al ruedo”.

Mientras los periodistas no se atrevían a mojarse, los diarios cercanos al socialismo emitían carta tras carta de lectores con un mismo sentido, acusar al movimiento de anticatalán y repetir una y otra vez que “A nadie se le pegaba por la calle por hablar en castellano” o “Que la policía no te detenía si no hablabas en catalán”. También de un modo muy, muy sutil, se trataba de colocar a las personas que apoyaban el manifiesto como cercanos al nacionalismo español o al fascismo por más que, desde el primer momento, la formación se situó en el centro-izquierda. Esas acusaciones siguen a día de hoy. Mientras se desviaba la atención,  las nuevas reglas para la educación y el nuevo Estatut ponían al castellano a la altura de una lengua extranjera.

Sin embargo, el primer ataque grave vino del diario AVUI  (para los que no lo conozcan, diario independentista catalán que, debido a su escasa aceptación del público, estuvo amenazado en varias ocasiones por su falta de viabilidad económica. Las administraciones públicas y, singularmente la Generalitat, invirtieron cuantiosos recursos a lo largo de los años para sostener el diario). Un artículo firmado por Oriol Malló el 30 de junio de 2005 exponía los deseos del autor de «exterminar» a los intelectuales que promovían la plataforma antinacionalista catalana Ciutadans de Catalunya. Malló tildó de «fascistas» y comparó en su artículo a los intelectuales firmantes del manifiesto  con los «intelectuales románticos de la Falange». A continuación, añadió: «Boicoteémosles, marquémosles, hagámosles la vida imposible para que sufran en carne propia aquello que ellos nos dieron cuando realmente mandaban (…). Démosles la intolerancia que ellos repartieron cuando tuvieron ocasión de hacerlo porque, claro, cuando había tanques en la calle, el amigo Companys no participaba en tertulias sobre nacionalismo con el Caudillo, sino todo lo contrario (…). Quieren que los catalanes, si es que queda alguno, se suiciden en grupo o abracen la fe española». Lamentó que los impulsores del grupo no vivieran durante la Segunda República, cuando la defensa de estos argumentos «les habría expuesto a que, gente como yo, o mejor que yo, os disparáramos el tiro de gracia antes de que vosotros, sin cojones para disparar, delegarais en la chusma las órdenes de asesinarnos (…). Decidlo claro (…) nos queréis exterminar». «Pues nosotros también os queremos exterminar».

Oriol Malló, ex militante del Moviment de Defensa de la Terra (MDT), fue detenido durante la operación del juez Baltasar Garzón contra Terra Lliure en el verano de 1992, es decir, los que habían pertenecido a una banda terrorista o habían colaborado con ellos tenían en el punto de mira y amenazaban de muerte a los miembros de Ciutadans de Catalunya desde un medio de comunicación en cuyo Consejo de Administración está representada la Generalitat. Una semana después, el President Pasqual Maragall se comprometió a trasladar el «malestar» de Ciutadans de Catalunya y el suyo propio al Consejo de Administración del diario  AVUI. Meses después, el Juzgado de Instrucción número 26 de Barcelona citó a declarar como imputado al escritor Oriol Malló, a raíz del artículo publicado en el diario Avui, presentado a título particular por dos integrantes de la plataforma: el director de teatro Albert Boadella y el escritor Arcadi Espada. En la querella, redactada por el abogado Javier Melero, también se acusaba a Malló de un delito contra el ejercicio de los derechos fundamentales y las libertades públicas cometido con ese artículo.

Algún miedo tenía que tener el President Maragall por los votos de los catalanes de origen de alguna otra comunidad española que pronto hizo un “guiño”, en lo que podíamos denominar una reafirmación de que el partido que representaba a los venidos de otro punto de España era el PSC. Así que, a consecuencia de unos problemas con las entidades andaluzas que organizaban la Feria de Abril de Barcelona, recibió a una asociación llamada Els altres andalusos (Los otros andaluces) que eran contrarios a la Federación de Entidades Culturales Andaluzas de Cataluña (FECAC)

Els altres andalusos criticaban a estos de no ser una entidad cohesionadora de la sociedad catalana, sino que creaban guetos y segregaban a los catalanes en función de sus orígenes, afirmando que es catalán quien paga sus impuestos en Catalunya, independientemente de su lugar de nacimiento, raza, ADN o religión. La reunión fue muy fructífera. La asociación se llevó una compensación y, a cambio, estos hablaron a favor del PSC, del Estatut, de una España federal y, lo más interesante, en contra de Ciutadans de Catalunya, criticando duramente el manifiesto: «Es un auténtico error para personas que se llaman intelectuales afirmar que el castellano está discriminado en Cataluña”.

 

Fuente de la fotografía de portada: selectodigital.es

 

 

La voz de los Ciudadanos

Ciertamente, estoy sorprendido de cómo los medios de comunicación y algunas personas han reaccionado al pacto del PSOE con Ciudadanos y lo estoy por varios factores. Primero, porque se crea que ambos partidos son incompatibles. Ciudadanos no es incompatible con nadie, salvo con los partidos que no respetan la Constitución y, aún con estos, es compatible, solamente que no en un gobierno pero sí para casos puntuales. Quien haya seguido la trayectoria de Ciudadanos en Catalunya durante estos diez años, sabe que el partido naranja ha votado en temas sociales muchas veces de lado de la CUP, de ERC o de ICV pues, como es natural, el bien de las personas está o debería estar muy por encima de la discrepancia entre las siglas.

Otra de las cosas que me sorprende es el hecho de que se dé mucha importancia al hecho de que Ciudadanos pueda o no perder votos en unas nuevas elecciones por tratar de formar gobierno. Albert Rivera ya dijo antes de las elecciones que no obstaculizaría la investidura de quien tratara de formar gobierno y, sí, dijo que de la fuerza más votada, así como también que con una abstención pero, como comprenderán, ni Albert Rivera ni su equipo, ni yo ni ustedes, podíamos prever que iban a sucederse cuestiones tan imprevisibles como que no se formase un gobierno entre dos, que los que suman no se iban ni a dar la mano y, mucho menos, que la fuerza más votada fuese a dar la espalda a Su Majestad el Rey y no tratase de formar gobierno.

Lo cierto es que, a mí, que C’s gane o pierda tres o cuatro diputados no es el tema que más me preocupa porque yo estoy tan satisfecho de que, por primera vez desde que tengo la oportunidad de votar, haya un partido que considero que representa lo que yo siento y pienso, que creo que el número de diputados que sea finalmente es lo de menos. Sé que mis palabras pueden sonar poco ambiciosas viniendo de un miembro de Ciudadanos, pero no lo son, todo lo contrario. Sólo ocurre que prefiero tener 40 diputados que sean mi voz, que 69 que no se saben lo que representa y que, en cada comunidad, acaban siendo una cosa, como ocurre con un partido de cuyo nombre no quiero acordarme.

Cuando hace un año Ciudadanos decidió implantarse en toda España, nuestro sueño era conseguir los diputados suficientes como para que los nacionalistas, que tanto daño han hecho a este país, no fueran decisivos, para que no tuvieran que formar parte del gobierno, para que PNV o Convergència no apoyaran una investidura a cambio de chantajear al Presidente de la nación. Sí, es cierto que las encuestas, el run-run, nos hicieron pensar que podíamos haber estado más arriba, pero lo cierto es que con 40 diputados y con la irrupción de Podemos, el tema de los nacionalismos debería haber quedado zanjado. Pero, claro, el partido de Pablo Iglesias ha necesitado, para obtener sus resultados, el apoyo de los que quieren romper el país y ahora les debe una.

Que ante la posibilidad que Compromís, Esquerra, etc. entraran al Gobierno, Ciudadanos ha reaccionado como es lógico tratando de impedirlo, pensando en las cuestiones que tiene en común con los socialistas y no en las que les separan, con el fin de que pueda haber un gobierno centrado y que no dependa de formaciones directa o indirectamente nacionalistas. Si eso le hace perder votos, que yo no lo creo, pues que los pierda, pero Ciudadanos es lo que es y representa lo que representa y no debería ajustar su ideología en función de lo que dé más votos.

En este tiempo de campaña, la cancioncita de ser la marca blanca del PP se ha hecho tan popular que muchos se la han creído, pero no es verdad, Ciudadanos no es un partido conservador y, como antes he dicho, si repasan su historia en Catalunya podrán dar fe de ello. De modo que los votantes del PP que quisieron castigar a su partido y creyeron que en C’s encontrarían políticas similares se equivocaron de partido.

Ciudadanos representa la centralidad y yo creo que en esa centralidad precisamente es donde está la mayoría de españoles. Pero, si no es así, el papel que le tocará a Ciudadanos será ayudar al país sin ser mayoría, sin gobernarlo aunque, como dije antes, millones de personas estarán representadas. Y, sí, obviamente no puede darnos igual perder apoyos, porque un partido sin apoyos se convierte en polvo, como le ha sucedido a UPyD, pero a pesar que desde algún medio malintencionado se haya tratado de comparar el desastre del partido magenta con C’s, cierto es que el proyecto de Rosa Díez nunca pasó de los 5 diputados, de modo que, por más que les pese a muchos que no quieren que las cosas cambien, que tengan muy en cuenta que Ciudadanos ha llegado para quedarse.

 

Fuente de la fotografía de portada: vozpopuli.com

Puigdemont y el país de las maravillas

El President de la Generalitat, Carles Puigdemont (o señor Mas de lo mismo), ha vuelto a hacer unas declaraciones en las que falta el respeto a gran parte de los catalanes y resto de los españoles. En estos tiempos, da la sensación de que si faltas al respeto sin insultar, levantar la voz o gesticular, te lo admiten, cuando debería ser algo inadmisible.

A pesar de que ha demostrado que sabe contar, al menos hasta 130, y que PSOE y Ciudadanos no suman mayoría, la posibilidad de que el partido que preside Albert Rivera forme parte de un pacto de gobierno le ha puesto nervioso.

Obviamente, ese nerviosismo se debe a que, con Ciudadanos colaborando en el Gobierno, a nadie se le escapa que la igualdad entre los españoles y la soberanía del pueblo no estará en entredicho y eso complica aún más a Puigdemont y su país de las maravillas.

En declaraciones a la cadena SER, admitió que no habrá independencia si no lo quiere más de la mitad de los catalanes ¡Hombre, gracias! Sólo faltaba eso, que se hiciera aún sin quererlo la mayoría.

Lo cierto es que no me preocupa eso, de hecho, no me preocupa la independencia porque no va a haber independencia de Catalunya y eso lo sabe todo el mundo, también el Señor Puigdemont.

Pero es inadmisible cómo Puigdemont, Artur Mas, Jordi Pujol y todos los líderes del partido de la burguesía catalana, que ahora es independentista pero antes era catalanista, antes franquista y aún más antes monárquica, hablan con condescendencia al pueblo.

Cuando me dicen que sin un 50% no se va a hacer o que se hará de modo pacifico, a mí no me hacen ningún favor como quieren dar a entender. El President de Catalunya  no tiene potestad para dar la independencia a Catalunya, salvo que lo haga dando un golpe de estado como trataron de hacer otras veces Macià o Companys y en las que no consiguieron nada, entre otras cosas porque el pueblo catalán no les apoyó.

Así que no traten de hacer ver que tienen la sartén por el mango, no frivolicen con que les están haciendo favores a los catalanes no independentistas o al resto de los españoles porque el señor Puigdemont, por más que le pese, no es más que el representante del Reino de España en Catalunya y, si no declara la independencia ya hoy es porque sabe perfectamente que no tiene potestad ni apoyos para hacerlo ni en Catalunya ni en el resto de España o el extranjero.

Además, se atrevió a opinar sobre qué gobierno debe formarse en España, cosa que no me parece mal pues es correcto que tenga su opinión, pero como ya he dicho otras veces, si los partidos independentistas quieren opinar en el Congreso, que hagan una formación en la que vayan juntos todos los independentistas de todas las autonomías y se presenten juntos para, de ese modo, tener potestad o no (eso ya lo decidirá el pueblo) para intentar cambiar las cosas donde deben hacerse, en las Cortes, lugar en el que, además, ahora hay incluso un partido nacional, Podemos, con el que podrían colaborar en ese fin.

El nerviosismo de Puigdemont es bueno, muy bueno. Ciudadanos está cumpliendo uno de los objetivos para los que se expandió por todo el territorio nacional. Ahora, PP y PSOE ya no tienen que pactar con los nacionalistas pues ahora hay un partido de centro que va a pensar antes en el país que en sus siglas.

 

Fuente de la fotografia de portada: ecodiario.eleconomista.es

 

 

 

 

 

¿Se funda el PPodemos?

El acuerdo entre Pedro Sánchez y Albert Rivera tuvo la atención de todos los medios de comunicación durante el día de ayer pero a mí, personalmente, me ha llamado mucho más la atención el otro acuerdo, el de Mariano Rajoy y Pablo Iglesias para ir a nuevas elecciones.

Me parece sobretodo curioso el caso de Podemos ya que, si nos pusiéramos un vídeo que resumiera toda la campaña electoral, nos daríamos cuenta de que todo lo que dijo que haría Rivera lo ha hecho él: pedir cargos entre ellos la vicepresidencia, pedir sillas o votar junto al Partido Popular.

Lo que opino de Podemos me vale también para Compromís e Izquierda Unida. Personalmente, no entendería que estas formaciones se unieran al PP en el voto del No al gobierno del PSOE, lo que llevaría a unas nuevas elecciones en las que, probablemente, ganaría el PP y en este caso, si ofreciera a Ciudadanos lo mismo que ha firmado el PSOE, lógicamente el partido naranja estaría obligado a dar el sí al PP.

Como suele decirse, la bola está en el tejado de todos estos partidos pues son ellos los que deben decidir entre un gobierno de centro-izquierda o ir a nuevas elecciones. Lo tienen fácil, sobre todo Podemos, ya que únicamente debe abstenerse. En el caso de que lo haga, el panorama quedaría con en principio 142 votos negativos, los 123 del PP (aunque en realidad son 119 ya que los 2 de Unión del Pueblo Navarro, el de Foro Asturias y el expulsado por el PP, Pedro Gómez de la Serna, están en el grupo mixto), los 9 de Esquerra, los 8 de Convergència y los 2 de Bildu. 64 abstenciones de Podemos y el Sí tendría que venir a cargo de PSOE, Ciudadanos, PNV, Compromís, Izquierda Unida y Coalición Canaria. En ese caso, habría 144 Sí, dos más que en el No.

A día de hoy, parece que Pablo Iglesias y los suyos no están muy dispuestos a que eso ocurra y, como hemos dicho, piensa ponerse del lado del Partido Popular. ¿Es entendible? Bueno… en estos días será difícil ya que Pablo Iglesias se siente como el enamorado cuyo amor se ha ido con otro y eso se hace difícil de aceptar. Pero, por más que él quiera un gobierno de extrema izquierda, entiendo que tendrá que aceptar que, para su formación, es mejor un gobierno de centro-izquierda que gastar 180 millones de euros en unas nuevas elecciones en las cuales ganaría el Partido Popular.

Lo que pase dependerá, como en la novela de Jane Austen, del orgullo y el prejuicio de los miembros de Podemos. Si piensan en el bien de los españoles y no en el de sus siglas, no habrá problema alguno, pero demasiado orgullo y demasiado prejuicio veo yo en la corte del Rey Pablo.

El Partido Popular, de pensar más en la nación, también debería abstenerse. Cierto es que ellos son la fuerza más votada, así como también que yo personalmente prefiera que gobierne la fuerza más votada, pero no es menos cierto que ellos y sólo ellos fueron los que desobedeciendo la propuesta del Rey decidiendo no formar gobierno.

El hecho de que Sánchez no quisiera negociar con Rajoy y que el Partido Popular seguramente fuese la fuerza más votada en unas nuevas elecciones hace que todos tengamos claro que no existe ninguna posibilidad de que cedan. Sea como sea, pase lo que pase, si finalmente en junio repetimos elecciones, espero que los españoles tengan en cuenta de que hay partidos que intentaron llegar a acuerdos y otros que no. Veremos qué ocurre con el PPodemos. Yo aún guardo la esperanza de que eviten el fracaso político que conllevarían unas nuevas elecciones.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.antena3.com

La (casi) segunda Transición

Cuando el 15 de junio de 1977 se votaba por primera vez a Cortes, se pudo observar que, a pesar de que durante décadas habíamos creído que había dos Españas, la de los rojos y la de los azules, la de los comunistas y la de los franquistas, realmente no era así.

Los españoles votaron masivamente por la moderación, por el reformismo, sin llegar a terreno pantanoso. Los partidos nostálgicos del dictador apenas tenían votantes mientras que tanto los que apostaban por una democracia sin grandes cambios como Alianza Popular o los Comunistas, que llevaban la bandera de la lucha contra el régimen, pasaban a un segundo plano. España se decantó por la moderación, por el centro de la UCD de Suárez y por la izquierda más moderada del PSOE de Felipe González.

Ahora, sin embargo, tenemos la sensación de que somos más moderados y, a pesar de ello, nos mostramos más extremos en las urnas. El Partido Popular, a pesar de todo lo que lleva tras de sí, sigue siendo la primera fuerza y la extrema izquierda de Podemos se presenta como la alternativa de izquierdas.

Las situaciones no son iguales, lógicamente y más allá de las diferencias de los tiempos y de la situación del país, aunque también es cierto que ahora el Congreso ha quedado mucho más repartido que entonces y, si bien en 1977 la cuarta fuerza Alianza Popular tuvo 16 escaños, ahora la cuarta, que es Ciudadanos, ha tenido 40 y eso lo complica o facilita todo si hay ganas de llegar a acuerdos.

El Partido Popular debería haber tratado de formar gobierno más allá de las dificultades que ello conlleva. Eso sí, debió ser consciente también que, para que eso ocurriera, debería haber sido desde el primer día implacable contra la corrupción, luchando de verdad y quizá incluso dando un paso al lado por parte de alguno de sus miembros. Una vez que no lo hizo y que, a mi modo de ver, hizo un fuerte desagravio a su Majestad el Rey no aceptando su petición de formar gobierno, pasó el turno al PSOE.

Desde el primer día, tanto el PP como Ciudadanos, así como también los propios varones del PSOE, mostraron su disconformidad a que el PSOE pactara con Podemos, sus partidos satélites y los independentistas. Y Sánchez también lo vio así, de ahí que desde el primer día intentase llegar a un acuerdo con Ciudadanos, un acuerdo que muchos creerían que no llegaría, imagino que porque, acostumbrados a que los políticos no digan la verdad, no creyeron a Albert Rivera cuando, durante toda la campaña, dijo que había que llegar a pactos, a acuerdos para hacer una segunda Transición.

La visión de C’s ha de ser de Estado y, ante la posibilidad de que haya una mínima posibilidad  de que un partido radical como Podemos entre en el Gobierno, estaba obligado a intentar llegar a acuerdos con el PSOE, acuerdos que muchos quizá no entiendan pero hay datos tan contundentes como que ambos partidos votan igual en el 84% de los casos en el Parlamento Europeo y todos tendremos claro que un 84% de coincidencias es como para sentarse a hablar.

En aquellos tiempos, Suárez y González se entendieron y ahora hay una posibilidad de que Sánchez y Rivera lo hagan. No sé si esto finalmente llegará a ocurrir, pero si es así hay muchos partidos que tendrán que dar beneplácito a ese acuerdo ya que, si la pinza Podemos-PP se niega, España deberá ir a unas nuevas elecciones en las que, según las encuestas, poco cambiaría el panorama.

No creo que ni PP ni Podemos tengan muchos motivos para vetar ese acuerdo más allá del bien de sus partidos. El PP, se quiera o no, ha de formar parte de esos pactos, ya sea de un modo u otro, ya que la mayoría absoluta del Senado le hace tener la sartén por el mango a la hora de permitir o no ciertas leyes. Podemos tendría que elegir entre que haya un gobierno de centro-izquierda o ir a unas nuevas elecciones en las que el Partido Popular volvería a ganar y seguro es que, en ese caso, probablemente no cedería turno a la segunda fuerza a la hora de intentar formar gobierno.

 

Fuente de la fotografía de portada: eldiario.es

Ni está ni se le espera

Mi padre guardó un ejemplar de DIARIO 16 del 25 de febrero de 1981, un par de días después del fracasado golpe de estado de Tejero y los suyos. Recuerdo leerlo cuando yo debía de tener unos diez años quizá. El diario comenzaba a estar amarillento y, pese a que imagino que a mi edad no podía entender bien qué supuso aquello, fue un tema que me interesó bastante siempre.

Ya de jovencito, veía los documentales que cada 23 F daban en televisión, a pesar de que siempre me quedaba con las ganas de saber qué fue realmente lo que sucedió aquel día. Aquel 23 de febrero de 1981, yo tenía menos de dos años y, obviamente, no lo recuerdo, pero tengo una ligera impresión de que debí darme cuenta de que algo pasaba porque siempre he tenido la sensación de que aquello que leí en ese periódico amarillento me sonaba de algo.

Recuerdo que pensé en lo que podía haber cambiado mi vida si hubiese prosperado el golpe. Por más que mi padre me dijese que las grandes potencias no lo hubisen permitido, yo imaginaba siempre lo que podía haber pasado si lo que sucedió aquel 23 F hubiese sido diferente.

Porque, si entiendo que verdaderamente difícilmente podía prosperar el golpe, también hubiera sido complicado que acabase aquello en una guerra, pero ¿qué hubiera pasado si hubiesen asesinado al Presidente del Gobierno? ¿O a otros diputados? ¿O que hubiesen habido muertos aunque fuese por una bala perdida?

Se ha escrito tanto sobre aquel día que no voy a ser yo quién haga un análisis, todo el mundo tiene su propia teoría conspiratoria. Yo solamente tengo el recuerdo de aquel periódico viejo que, como he dicho, no era del día siguiente, sino de dos días después del intento de golpe de estado y en el cual ya se sabía alguna cosa más de lo que había pasado en el Congreso.

Esa posición valiente del Presidente Suárez y de Carrillo no tirándose al suelo; ese enfrentamiento del Vicepresidente Gutiérrez Mellado quien, a pesar de sus casi setenta años, los Guardia Civiles no podían reducir; esa discusión de Manuel Fraga con los Guardia Civiles que hizo que lo desalojaran a otra sala; y ese miedo que aún se aprecia cuando los que lo recuerdan bien te explican cómo lo vivieron. La noche de los transistores en la que los que habían vivido la Guerra creían que tendrían que pasar otra vez por ese horror y los que habían suspirado por la democracia creyeron que España volvería a su época más gris.

Muchos opinan que ese es el día que España comenzó de verdad a ser un país democrático. La primera vez en la que todos los españoles se unían a defender la Constitución y sus valores.

Creo que este 23 F no veré esos resúmenes, esos documentales que hablan de lo que ocurrió ese día, porque creo que me va a dar pena ver aquella España que venía de la nada y que no sabía bien a dónde se dirigía, que estaba más unida y era más solidaría de lo que probablemente es hoy. Cuánta gente ha luchado por lo que hoy tenemos para que ahora entre la extrema izquierda y los separatistas traten de romperlo.

Aquel 23 de febrero de 1981 pudo cambiar la historia de España de forma drástica. De hecho, algo cambió. Por eso, aún (aunque cada vez menos), cuando llega el 23 F, nos acordamos de lo que ocurrió en el Congreso de los Diputados aquel ya lejano día en el que muchas imágenes y frases pasaron a la historia, desde el «¡Quieto todo el mundo!» o el «¡Se sienten coño!» de Tejero, a otras que nunca oímos pero que de tanto oírlas contar nos parece que están registradas, como el famoso «Ni está ni se le espera» de Sabino Fernández Campo en el que, refiriéndose a que el General Armada no estaba en el Palacio de la Zarzuela, descartaba el apoyo del Rey al golpe.

Aquel 23 de febrero, los partidos de un lado y otro se unían para reforzar la democracia en España. Hoy, el país está preocupado por unos pactos para gobernar que me temo que ni están ni se les espera.

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Fuente: Diario 16

 

Fuente de la fotografía de portada: elpais.com

Un Rey en Catalunya

El Rey, en su discurso del  Mobile World Congress en el Liceu de Barcelona, se expresó en catalán en una parte del mismo, del mismo modo que Carles Puigdemont lo hizo en castellano también en una parte. Eso es o debería ser normal. Es todo tan simple como el catalán también es español y el castellano también es el idioma de los catalanes.

Otras veces, he hablado en mi blog de los problemas lingüísticos de Catalunya y he podido observar que aún hay muchas personas fuera de estas tierras que no entienden que el catalán es un idioma a la altura de cualquier otro, que las lenguas no son más o menos importantes porque más o menos personas las hablen porque, obviamente, para todos la lengua más importante del mundo es la que sus padres les enseñaron.

El catalán no es un arma; una parte de los catalanes no lo utilizan para fastidiar al resto de los españoles ni para que no les entiendan, simplemente es el idioma que hablan en sus casas, el que les enseñaron sus padres, y no tiene nada que ver el hablarlo con ser independentista o nacionalista.

Hay personas que hablan catalán, que enseñaron catalán a sus hijos y que quizá hasta les cueste un poco expresarse en castellano, pero que se sienten tan españoles como muchos de los que estén leyendo estás líneas. Por eso, lo que hizo ayer el Rey Felipe VI es algo tan natural como ver a un español hablando en una de sus lenguas.

Esto de las lenguas es una batalla perdida. Sé que la mayoría de personas que me lean desde una autonomía donde solamente haya una lengua no va a entender lo que trato de expresar, no va a entender que defienda al mismo nivel la lengua catalana como la castellana pero, quieran o no, más patriota español es el que defiende todas las culturas de todos los pueblos de nuestra nación que los que, creyéndose patriotas, son únicamente nacionalistas castellanos y eso es algo que nuestro Rey, el primero de los españoles, lo entiende perfectamente.

Los independentistas, los que quieren romper nuestro país, los que quieren hacer de España la Yugoslavia de este siglo, utilizan la cultura, el idioma como reivindicación de su desleal cruzada. Los que no lo somos, los que luchamos por la igualdad entre los españoles, los que queremos que la soberanía esté en los ciudadanos y no en los territorios, no podemos caer en el error de aceptar que las distintas culturas e idiomas de nuestro país sean sinónimos de luchas internas.

Y lo digo porque sé de lo que hablo. Yo también en su momento dije aquello de «si ellos no hablan en castellano, yo no hablo en catalán», pero después me di cuenta de que estaba equivocado, que las costumbres catalanas son parte de la españolidad tanto como las de cualquier otra comunidad autónoma y que, si nos portamos como los nacionalistas, les estamos haciendo el juego y dando la razón.

De modo que agradezco al monarca sus palabras en catalán. Me gustaría que eso se viese con total normalidad, del mismo modo que también se debería ver con naturalidad que Puigdemont lo hiciese en castellano ya que, entre otras cosas, no hay que olvidar que la lengua de Cervantes es la mayoritaria lengua materna entre los catalanes.

 

Fuente de la fotografía de portada: elpais.com

 

 

Ciudadanos (la historia) – Capítulo III

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo II clickando aquí):

 

En las Generales del 2000, el Partido Popular ganó con mayoría absoluta y en Catalunya se votaba más a Socialistas que a CiU. Sin embargo, el desencanto de los catalanes de izquierda no nacionalista crecía con el PSC de Maragall, que cada vez se mostraba más catalanista, lo que creaba un debate interno en los socialistas entre los que podíamos denominar más cercanos al PSC y los que, al contrario, eran más cercanos al PSOE.

Para las Autonómicas del 2003, el PSC volvía a ser el más votado, pero volvía a perder las elecciones. CiU debía pactar para tener mayoría, sin embargo, esta vez no le sería suficiente con el PP y realizar un pacto por la derecha. La única opción era pactar con Esquerra Republicana, pero los republicanos lo prefirieron realizar con el PSC e Iniciativa per Catalunya – els Verds, en un gran pacto de izquierdas que sería conocido como el Tripartido.

Ese día y con ese pacto, nació de algún modo el sentimiento del que años más tarde nacería Ciudadanos.

«De movimiento ciudadano a partido político»

Lo que en Catalunya no cuajó durante los 23 años de gobiernos nacionalistas presididos por Jordi Pujol sí lo hizo en los primeros 18 meses del Gobierno formado por tres partidos de izquierdas y presidido por el socialista Pasqual Maragall: la creación en Catalunya de un partido cuya fundamentación fuese combatir el nacionalismo catalán.

El manifiesto fue presentado en un restaurante de la Plaza Real de Barcelona, en una de las conferencias de prensa que reunió a más periodistas de en los últimos años en la ciudad condal.

Uno de los promotores, el periodista Arcadi Espada, definió así el sentimiento que anima a los que han lanzado la iniciativa:

“Yo no voté al partido socialista en las elecciones catalanas (2003) para que hiciera en el Gobierno más nacionalismo del que hacía estando en la oposición (…) Nosotros no somos nacionalistas. Somos españoles del Estado español, el único que existe (…) Esquerra Republicana es la extrema derecha catalana y el PP, perdió su credibilidad como oposición al nacionalismo catalán cuando defenestró a Alejo Vidal-Quadras para lograr el apoyo de CiU al Gobierno de José María Aznar”. También le invalida, agregó, “el hecho de que se disponga a aceptar que el Estatuto de Autonomía defina a Catalunya como nación”.

Félix Ovejero explicó que el objetivo es “recuperar la idea de ciudadanía catalana frente a la idea de Catalunya; una idea de ciudadanía no excluyente. Lo que mueve a muchos de los firmantes de la propuesta”.

Según explicó otro de los impulsores del proyecto, el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras, era la decepción por la deriva tomada por el PSC, en el que habían puesto su confianza. “Nuestro escepticismo acerca de que el PSC pueda cambiar esta situación es total. (…) Nuestras coordenadas políticas e ideológicas de los promotores se sitúan en ámbitos parecidos a los de movimientos surgidos en el Euskadi como ¡Basta Ya! y Foro Ermua, nacidos al calor de la lucha contra ETA”.

Félix de Azúa definió la iniciativa como una reacción al monopolio de la representación política por los nacionalistas. “En pocos lugares como en Catalunya puede crear problemas la mera expresión de las ideas políticas si no coinciden con las de los nacionalistas. Tanto es así, que muchas personas me han expresado su apoyo al manifiesto, pero no lo han querido firmar por miedo a que se les hiciera el vacío”.

No tardaron en llegar las opiniones de los partidos políticos. A Convergència i Unió, la nueva plataforma le caía simpática pues, al fin y al cabo, si se convertía en partido, le quitaría votos al PSC, es decir, su máximo competidor por la Generalitat. El portavoz de CiU, Felip Puig, dijo que la nueva formación nacía porque el PSC y el PP “no hacían bien su trabajo”.

El portavoz del Partido Popular, Francesc Vendrell, sin embargo, opinaba que quien de verdad tenía un problema no era su partido, sino el PSC.
La diputada socialista Lidia Santos afirmó que el PSC “no es nacionalista, sino catalanista” y que “el llamamiento de estos intelectuales respondía a una visión de Catalunua que no es real ni cierta”.

Esa fue la visión de los principales partidos políticos, pero ¿cuál fue la reacción de la prensa?

Parecida a la de los partidos: los medios pro Pujol sonreían ante los problemas del PSC y de cómo personas que antes habían votado a los socialistas ahora organizaban un nuevo partido.

Los medios nacionales se dividían. Los de derecha ignoraban bastante a Ciutadans de Catalunya, pero sonreían ante la debacle del PSC y también ante el nacimiento de un grupo que criticaba el nacionalismo catalán.

Por otra parte, estaba la prensa de izquierdas, la cual trataba de ridiculizar el movimiento, como Jordi Sánchez quien, el 13 de junio de 2005 en el prestigioso diario El País, llamó “provincianos” a los miembros del movimiento y habló de lo peligroso que era que entre los firmantes del movimiento hubiera algunos que desempeñan una labor docente.

Lo cierto era que, por aquel entonces, todo el que hablaba del peligro independentista, del adoctrinamiento anti español en los colegios o de la balcanización de España, era tachado de loco. Ahora, los hechos hacen que sepamos que todo aquello era cierto.

 

Fuente de la fotografía de portada: elpais.com

El Ministerio del Tiempo

Muchas veces he hablado del guerracivilismo actual, de cómo Podemos reivindica la desastrosa España de la II República mientras desprestigia la elogiada en todo el mundo Transición española.

Cierto es que la mayoría de nosotros podemos recordar con añoranza esos tiempos en los que personas que habían estado cuarenta años a tiros se sentaban alrededor de una mesa para dialogar y forjar cómo debería ser la España de la democracia. Lo que no se entiende es que haya personas que añoren esa República en la que no han vivido y que su añoranza no sea más que por lo que han visto en películas o han leído en libros.

Yo entiendo que haya personas que quieran una república, de hecho, en un mundo mínimamente racional y donde los ciudadanos fuesen respetuosos con sus derechos y sus deberes, obviamente no haría falta un Rey. Pero una cosa es ser republicano y, otra, segundo republicano, que es lo que son muchos en España.

Yo soy constitucionalista y, como tal, respeto la figura del monarca sin ser monárquico. Ya he escrito otras veces que, para mí, la diferencia entre un monárquico y un constitucionalista es que el constitucionalista cree que el Rey es Rey porque el pueblo lo ha querido así y el monárquico que el Rey es Rey por la gracia de Dios.

Estos días he vuelto a leer a miembros de Podemos pervirtiendo la historia diciendo que el Rey es el Jefe del Estado porque el Dictador Franco lo puso a dedo pero, por más que insistan, eso no será cierto pues al Rey lo refrendaron los españoles en un referéndum en el que el voto positivo llegó hasta al 88,54% de los votantes. Curiosamente, eso no es suficiente para un partido político que pide una vicepresidencia del gobierno cuando solamente le han votado el 12,72%.

La obsesión con el tiempo previo a la Guerra por parte de los Podemitas es tal que hemos sabido las frases que se corearon el día que, entre otros, Rita Maestre asaltó la capilla de la Complutense: «Vamos a quemar la Conferencia Episcopal» y «Arderéis como en el 36». ¿Qué clase de cabecita hay que tener para rememorar los peores tiempos de la historia de España y que esa sea el centro de tu política?

Como escribió Douglas Coupland en su novela Generacion X, «Nostalgia legislada es la añoranza de recuerdos que en realidad no se poseen» y, sobre eso, parece girar todo lo relacionado con Podemos.

En pleno siglo XXI, hay que seguir luchando porque no haya discriminaciones por raza, sexo u orientación sexual, pero no debemos permitir que se persiga, que se discrimine y rechace a los que, haciendo gala de su derechos, tengan fe religiosa o política del tipo que sea.

La libertad es la libertad y un gobierno futurible de Podemos no es quién para decir qué opiones, qué pensamientos ni qué acciones están bien o mal. Para eso, ya está la Ley y no se puede ser tan demagogo de aplaudir los escraches que se le hicieron a Cristina Cifuentes o a Begoña Villacís y, sin embargo, llamar fascistas cuando se lo hacen a ellos, como ocurrió en la manifestación de los sindicatos de la Policía en Madrid.

Ya sabemos en qué espejos se mira Podemos y cuál es su verdadero fin en la política española. Por eso, en el caso de repetirse elecciones en España, me aterraría pensar que los votos del partido morado fuesen los mismos o más que el 20 de diciembre, porque eso sólo querría decir varías cosas: uno, o que nuestros compatriotas son muy orgullosos y no cambian el voto debido a ese motivo; dos, que verdaderamente hay más personas que comparten esa siniestra ideología política o, tres, que el nivel de conocimientos en cuanto a política se refiere es más bajo de lo que yo creía.

Podemos ya ha demostrado lo que son, enchufes, apoyo a los presos de ETA, a los que quieren romper el país, asaltar iglesias, pedir sillones, cargos y paguitas y poder, mucho poder. Podemos no les ha pedido al PSOE controlar la cultura, la sanidad ni el resto de cuestiones sociales, sino controlar los jueces, la Policía, el CNI y la televisión española.

No han pedido (que sepamos) el Ministerio del Tiempo, ese ministerio ficticio de la serie de TVE en la que el Gobierno esconde el secreto de viajar por el tiempo. Ese sería el que desearía Iglesias y los suyos para volver al pasado e intentar aupar una dictadura comunista en España.

 

Fuente de la fotografía de portada: elespanol.com