Pedro Sánchez las conversaciones de besugos, las elecciones del turrón y el pacto Frankenstein

En los debates sobre la actualidad política que se dan en el trabajo, en los parques y en las reuniones de amigos, últimamente, han acabado siendo conversaciones de besugos en las que oyes repetir como un mantra lo que se oye o lee de los políticos o periodistas encargados estos días de opinar sobre los pactos o no pactos de nuestros líderes políticos.

En cuanto al pacto de investidura de Ciudadanos con el PP y sus 150 puntos para regenerar a España, oigo a votantes de Podemos y otros partidos más minoritarios que dicen ahora que preferían el pacto PSOE-C’s. ¡A buenas horas mangas verdes! que dice la expresión popular. Es obvio que a los votantes de Podemos les gustará más el pacto con los socialistas, porque era un pacto de centro-izquierda y ahora hay uno de centro-derecha. Es así de sencillo. Pero la frustración no deben pagarla con Rajoy o Rivera, sino con Iglesias que fue quien no permitió que se diera esa posibilidad.

Otros dicen que Ciudadanos ha cambiado el pacto, que ha cambiado de opinión en seis meses porque el pacto no tiene los mismos puntos. Estas cosas me dejan sorprendido. Lo voy a explicar con colores: si mezclas el amarillo con el rojo, sale naranja y, si mezclas el amarillo con el azul sale verde. Por eso, el pacto es diferente.

Cualquiera que leyera los programas de PP y C’s sabe que los populares han tenido que ceder más que Ciudadanos, lo cual es también normal porque se jugaban más. Lógicamente, está más a la derecha que el que se firmó con el PSOE, pero hay más políticas de centro que de derecha, como todo el mundo puede comprobar.

En realidad, si miramos los programas de los partidos grandes, el que estaba más alejado de los demás era el PP, pero Iglesias se empeñó en que debía estar ahí y ahí está. Quien no está es Podemos, que ha quedado de aspirante a asaltar los cielos a simple cronista de los acontecimientos. Además, cronista desmemoriado ya que Errejón critica puntos del pacto PP-C’s, como el Programa de la Renta Complementaria que Podemos llevaba en su programa.

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Extraído del Programa de Podemos para las Elecciones del 2015

De las 150 medidas para regenerar España, 100 estaban ya en el pacto con el PSOE. Sin embargo, Sánchez y los suyos prefieren obviar eso y solamente hablar de las 50 restantes que el PP no ha aceptado porque eran inadmisibles para su ideología. Esta postura del PSOE es una vez más creer que las personas somos tontas y que no nos enteramos de la película ya que la mayoría de los 100 puntos restantes del pacto con PSOE pueden aprobarse, si hay gobierno en el Congreso, con los votos de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos de modo que, a cuatro años vista, podría aprobarse casi todo lo que había en ese pacto con los socialistas. Parece que no acabamos de entender que que un partido alcance un acuerdo no significa que no sigas defendiendo las cuestiones en las que estás en desacuerdo.

Sabemos que Sánchez está, a día de hoy, más preocupado por seguir siendo el Secretario General de los socialistas que por formar un gobierno. Sus ojos no están fijados en la investidura o no investidura de Rajoy, sino en el Congreso General del PSOE pero, si hay terceras elecciones, ¿se va a presentar? ¿Será el candidato después de haber perdido dos elecciones consecutivas y sacar los peores resultados de los socialistas desde la restauración de la democracia?

Si Sánchez se mantiene en el no, ¿qué alternativas nos quedan? Las elecciones del turrón y el mazapán o el pacto Frankenstein con un pacto entre PSOE, Podemos, En Marea, En Comú, Compromís, Izquierda Unida, ERC, Convergència, PNV, Bildu y Coalición Canaria. Señor Sánchez, sea responsable que hasta la editorial de El País, diario de cabecera del socialismo, pide su abstención.

Fuente de la fotografía de portada: diezmunuto.es

Las marcas blancas y las líneas rojas

En estos tiempos de tertulianos políticos superstar, de candidatos a la presidencia creados en la televisión y de programas infinitos sobre política en horario de máxima audiencia, los presentadores se han convertido también en referentes. Una de las más destacadas es Ana Pastor en La Sexta, cadena donde sus preguntas incisivas, sus «No ha respondido a mi pregunta» y sus «Sí o no, dígame sí o no» han sido hasta caricaturizados por imitadores.

Desde luego, sí es cierto que Ana Pastor ha creado escuela y, a día de hoy, en las campañas electorales que hemos vivido en estos últimos tiempos, las preguntas incisivas y el «diga sí o no» se han hecho populares. El problema es que la mayoría de preguntas no tienen una respuesta de sí o no pero, aún así, los políticos se ven obligados a responder porque, si no lo haces, te repetirán mil veces en televisión cómo evadiste una respuesta.

Pero, como he dicho, la mayoría de respuestas no son de sí o no. En el caso de las campañas de Ciudadanos, esas respuestas afirmativas o negativas han hecho que ahora se les acuse de ir cambiando de lado cosa que, realmente, C’s no ha hecho. Todo el mundo sabe que el partido naranja podía pactar una investidura a cambio de muchas exigencias, como ha hecho en muchas comunidades autónomas con los partidos constitucionalismos, del mismo modo que no va a pactar ni con nacionalistas ni con partidos como Podemos, que piden referèndum para romper España.

Desde la llegada de Ciudadanos a la política nacional, las preguntas de contestación en una sola palabra han sido una constante. ¿Ser derecha o de izquierda? ¿Marca blanca del PP? ¿Marca blanca del PSOE? ¿Pactarán? ¿Harán Presidente a Rajoy? ¿Y a Sánchez? En esas preguntas y esas respuestas, he de reconocer que Ciudadanos ha errado a veces y no voy a culpar a los periodistas de ello, pero sí he de decir que algunos de estos profesionales deberían pensar más en que al televidente le quede clara la postura del político y no en el lucimiento personal.

Aún así y refiriéndonos a lo que se dice antes y después de unas elecciones, creo que no deberíamos quedarnos con una palabra, con una frase, y sí con la actitud de las formaciones políticas. Haciendo un símil futbolístico, cuando en la previa a un partido se le pregunta a un entrenador de un equipo de abajo de la tabla cómo plantea el partido ante el líder de la clasificación, éste te dirá que van a intentar imponer su juego, que querrán tener el balón, que van a luchar y que su objetivo es ganar. Después ocurre que a los 10 minutos no puedes imponer tu juego, a los veinte ya no hueles el balón, en la segunda parte ya no te quedan fuerzas para correr y que en el minuto 60 ya estás perdiendo tiempo buscando el empate, a pesar de que dijiste que ibas a salir a ganar. ¿Mentía el entrenador? No, simplemente las circunstancias mandan. Por eso, ocurre en política que hasta no ves los resultado, difícilmente se puede saber qué cosas se podrán hacer y qué cosas no.

La mentalidad política de los españoles es contradictoria. Asegurábamos que queríamos acabar con el bipartidismo, sin embargo, muchos de los que acabaron votando a Ciudadanos y, sobre todo, a Podemos querrían que estos partidos ocupasen el lugar que ahora ocupan PP y PSOE y eso no es acabar con el bipartidismo, sino cambiar el bipartidismo. Esto es una perogrullada pero obvio es que acabar con el bipartidismo es que haya más partidos en disputa y eso significa pactos.

Por ello, quizá un partido como C’s no tiene que decir no a la pregunta de «¿Pactará con tal o cual partido?», siempre que, por supuesto, el partido en cuestión sea un partido constitucionalista. El pensamiento liberal refleja, entre otras muchas cuestiones, que todas las ideologías tienen su parte de razón. Por eso, creemos en aquello de que los que no piensan como nosotros no son nuestros enemigos, sino nuestros compatriotas. Pero, quizá, nos ha cohibido el mensaje de ser marca blanca de tal o de cual, como también creo que nos ha cohibido el hecho de demostrar la centralidad no inclinándonos más a la derecha o a la izquierda.

Que las críticas a Ciudadanos sean en parte merecidas no quita que sea el partido que más ha trabajado por conseguir algo, no quita que el voto a C’s haya sido el más útil de todos. Y el error no está en haber tratado de pactar con PSOE y ahora con PP pues, a mi modo de ver, el fallo fue no decir que Ciudadanos no tenía problemas en hacer eso, porque el partido prefiere pensar más en el pueblo que en las siglas.

Eso no quita que en nuestro país haya mucha gente que cree en los frentes, que haya un pensamiento sectario que nos repetirá eternamente aquello de «¿Cómo habéis pactado con aquellos?». Pero no creo que eso deba importarnos, Ciudadanos no representa a los rojos ni a los azules, sino a los naranjas y, lo entiendan o no, los naranjas no van a poner líneas rojas a nadie salvo a los que quieren la balcanización de España.

Ojalá algún día muchas más personas crean en esta idea, porque quizá ese día, España dé un salto que le equiparará a otros países de Europa. Pero, mientras eso no ocurra, debemos estar para pensar en los españoles que quieren reformas constitucionales, que creen que hay que ayudar a los desfavorecidos, a los que opinan que hay demasiados sueldos en política, a los que creen que hay que despolitizar la justicia y quitar los aforados. A día de hoy, con hechos, solamente Ciudadanos ha conseguido llegar a acuerdos para todas esas cosas, por más que en la política actual de tertulianos superstar y de candidatos fabricados en televisión parezca que la hemeroteca, una palabra mal dicha o una frase desafortunada cuenten más que mil demostraciones de servicio a los ciudadanos.

Bildu, Podemos y las elecciones vascas

En el mundo de lo políticamente correcto, hay muchas cosas que no se pueden decir, por eso imagino yo que a veces los discursos políticos son tan distintos de lo que uno oye en las tertulias de la calle, de las cafeterías o en su propia casa. Cuando yo era niño, en los ochenta, ver en la televisión que había habido un atentado perpetrado por ETA era parte del Padre Nuestro de cada día, me sorprendía oír a muchas personas mayores decir que, cuando surgió ETA, muchos estaban a favor de ella.

Después, cuando vas entendiendo que antes se vivía en una Dictadura, privado de libertades, muchos españoles creyeron que la lucha de ETA era por la libertad. Obviamente, con la muerte del Dictador, con la llegada de los gobiernos democráticos, la mayoría de nuestros compatriotas no entendieron que el terrorismo no acabaría ahí, más aún cuando la amnistía que se realizó a presos políticos benefició también a los de ETA.

Entonces surgieron bandas que, utilizando métodos terroristas, lucharon contra aquellos terroristas, la AAA o el Batallón Vasco Español, vistos por la sociedad como mercenarios a sueldo de los empresarios vascos que, cansados del impuesto revoucionario de ETA, querían acabar con ellos observando que las fuerzas del orden no eran capaces. Además, a pié de calle, siempre corrió el rumor de que los gobiernos y las fuerzas de seguridad estaban interesados en que el terrorismo no acabara ya que tapaba muchos otros problemas de la sociedad.

Con la aparición de los GAL y la posterior investigación periodística, que demostró que el gobierno del PSOE estaba tras ellos, hubo un shock en la sociedad. Primero, porque, aunque por políticamente correcto nadie lo reconoce, ahora, yo, que era niño entonces, del mismo modo que oí a muchas personas decir que antes muchos estaban a favor de ETA en la dictadura, oí también que muchos estaban a favor de los GAL ya en democracia.

Recuerdo que, siendo ya adolescente, mitad por prudencia, mitad quizá porque Barcelona nos parecía muy grande, cuando íbamos a la capital catalana y pasábamos por delante de un cuartel de la Policía o de un cuartel militar, acelerábamos el paso porque teníamos miedo a que hubiera un atentado. Pero lo cierto es que posibilidades había, los atentados pasaban a menudo y, como he dicho antes, eran parte del día a día.

ETA era el peor de los enemigos de los españoles y, probablemente, a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco, la banda terrorista fue perdiendo apoyos, fue acorralándose y, finalmente, gracias también a la sociedad civil y a las fuerzas de seguridad del Estado, acabó o al menos está en nuestros días en estado de hibernación.

Lo que nunca creí es que, más allá de los partidos que son ETA, que han tenido diferentes nombres y que ahora se llaman Bildu, iba a haber partidos nacionales, como es el caso en estos momentos de Podemos, que defendieran, justificaran y apoyaran a ciertos personajes infames como Arnaldo Otegi. Tampoco creí que Izquierda Unida, que en esa época estaba tapado, se amparara en el primo de zumosol Podemos para hacer lo mismo; que una persona de 28 años, como Alberto Garzón, hable de Otegi como hombre de paz, me pone los vellos de punta.

Pablo Iglesias le recriminaba al PSOE que tenía las manos manchadas de cal viva, en referencia a los GAL y de cómo enterraron tras torturar a los etarras Lasa y Zabala. Ahora, en las elecciones vascas, Podemos hace un guiño al entorno de ETA y propone de candidata a Pilar Zabala, hermana del colaborador de ETA. Podemos trata de aglutinar a todas las izquierdas, desde la Social Democracia más moderada, a la izquierda nacionalista en la que estaba la banda terrorista vasca y eso, no es sólo peligroso, sino también insultante.

Para Podemos, todo es extrategia electoral y, como hemos podido ver ya en ciudades, comunidades y en el Congreso de los Diputados, una vez en las instituciones no saben qué hacer. Y es que en Podemos todo es el juego de ganar votos y saben que en la llamada Izquierda Abertzale hay muchos votos, como los hay en el nacionalismo gallego, en el catalán o en el valenciano. Pero no se puede hacer un proyecto nacional tratando de beneficiar a los que quieren desmembrar España. Aún así, reconozco que no es lo mismo defender los intereses que defiende el BNG, PNV, Compromís, ERC o Convergència, que defender los intereses de Bildu que son los intereses de ETA.

Otras veces, me he hecho ya estas preguntas y a menudo vuelvo a pensar en ello. ¿Tan pronto nos hemos olvidado del daño que hicieron los terroristas? ¿O es que los que defienden ahora que ETA tenía motivos políticos, que la lucha de ETA fue una defensa de una democracia mal hecha o que Otegi y compañía son hombres de paz sonreían cuando veían en la tele los atentados, las bombas, los tiros en la nuca y los muertos que causaba?

 

Fuente de la fotografía de portada: La Sexta

La intransigencia del PP frente a los valores democráticos

No voy a aburrir remontándome a historias políticas del siglo XIX pero, al final, las cosas en España siempre son igual. Las disputas en su día entre Conservadores y Liberales tienen un nuevo episodio en los intentos de Ciudadanos por conseguir un acuerdo de investidura con el Partido Popular de Rajoy. Ahora, como entonces, los conservadores se creen que poseen una autoridad, no sé bien si moral o de qué tipo, para hacer lo que les plazca y, quizá antes con otros regímenes o monarquías autoritarias, la derecha podía sentirse respaldada por el Rey, por el clero, por las tradiciones, sin embargo, ahora en democracia las cuestiones importantes han de negociarse y, lo que es más importante, hay que gobernar para todos y no sólo para los tuyos.

Ese es el concepto que no acaban de entender los miembros del PP. La democracia no es ir a votar y el que tenga más votos gobierna como le da la gana. El espíritu democrático es respetar las opiniones de los demás y tratar de llegar a acuerdos mirando siempre el bien del país. Sin embargo, parece ser que hoy en día no hay apenas hombres de Estado e importa más lo que es bueno para el partido y los personalismos que el bien nacional.

Tras las elecciones de junio y observando cómo quedaba el mapa político, sabíamos que no había alternativa a que hubiera un gobierno liderado por los populares. Esperaba que PSOE y Ciudadanos se abstuvieran, permitieran la gobernabilidad del PP y, a partir de ahí, hicieran una feroz oposición. Podía quedar un panorama parecido al de la Comunidad de Madrid donde, en algunas propuestas, PP y C’s van de la mano y otras se aprueban con los votos de C’s, PSOE y Podemos en contra del criterio de los populares, es decir, esperaba que las leyes que saliesen del Congreso fueran, como es el país, plural.

Sin embargo, el PSOE no ha estado por la labor con la cantinela de las derechas y las izquierdas, la eterna  lucha que tanto daño ha hecho a esta nación. El no, no, no, no, de Sánchez tiene parado el paí y, ¡Ojo!, que no estoy diciendo que Sánchez no deba defender su postura, sino que tanto él como Rajoy deberían tratar de ofrecer algo al otro para que pueda haber un acuerdo. Los más radicales, tanto en los pensamientos conservadores de los populares como en los socialistas, dirán que no se pueden aceptar ideas del otro lado y eso es muy decepcionante, primero, porque nadie posee la verdad absoluta y, segundo, porque sería de un sectarismo alarmante para un estado democrático.

Lo de Pedro Sánchez roza lo grotesco ya que no sólo antes de negociar sabe que dirá no a Rajoy, sino que, antes de ver los presupuestos, ya dice que votará en contra. ¿Votará en contra aunque los presupuestos sean correctos? Aquí en España estamos tan acostumbrados a estos políticos que ni siquiera damos importancia a cuestiones como esta, pero decir que no se van a aprobar unos presupuestos que ni siquiera se han presentado aún en público es de ser un tonto a las tres… y ya puede ser el líder del PSOE o el Papa quien lo diga.

De modo que, para tratar de desbloquear el país, el equipo de Albert Rivera hace el esfuerzo de buscar la abstención y esperar a los socialistas, viendo que Sánchez sigue en el no y que, además, no tiene intención de formar un gobierno paralelo. C’s trata de, a cambio de regeneración política y de derechos fundamentales, poder dar un sí a Mariano Rajoy. Sin embargo, el PP quiere negociar estos puntos, lo cual es increíble pues, por más que el PP sea un partido dirigido para y desde las élites del país, ha de entender que en el momento que vivimos no va a poder hacer las cosas a su manera.

Para pasar del no a la abstención y de la abstención a negociar el sí, los miembros de Ciudadanos hemos tragado sapos y culebras pues, por el bien de los españoles, estamos dispuestos a negociar con el partido que nos ha provocado el sonrojo y la vergüenza en estos últimos cuatro años. Por el respeto a muchos españoles, nos hemos sentado alrededor de la mesa del partido del «Sé fuerte, hacemos lo que podemos», del partido que protege a Rita Barberà de los casos de corrupción ocurridos en la capital valenciana… ¿y encima quieren negociar?

El PP está jugando la partida sabiendo que, en otras elecciones, saldría favorecido, no ya porque vayan a conseguir más votos, sino porque la abstención que habrá les favorece más que si finalmente tuviéramos que votar el día de Navidad. Y, sí, si los españoles no despiertan, como ya dije en otra entrada, a pesar de la corrupción, de los recortes, a pesar de la intransigencia y de la privación de libertades a los españoles, los populares estarían muy cerca de ganar por mayoría si hay unas terceras elecciones.

Ciudadanos está haciendo todo lo posible porque esto no ocurra; entre susto y muerte, elegimos susto pero, si el PP va a querer hacer las mismas políticas que ha hecho estos 4 años de reales decretos y aquí mando yo, debería ir olvidándose de que, no ya Ciudadanos, sino de que nadie le apoye. Y, quién sabe, con un poco de suerte, los españoles advierten que no hay que votar a quien no quiere llegar a acuerdos. Porque C’s no ha llegado a la política nacional para que las cosas continúen igual, el partido naranja está aquí para intentar cambiar las leyes conservadoras, intransigentes y retrógradas del Partido Popular.

Si el Partido Popular no quiere financiar un Plan de Emergencia Social, un Plan de choque contra la pobreza infantil, si no quiere hacer reformas en la Constitución, si no quiere tocar el Senado ni las Diputaciones, si quiere seguir escogiendo los jueces, si en definitiva no está a la altura de la sociedad española, es el momento de levantarse de la mesa y que lo intenten con otras formaciones. Pero a ver cómo lo hacen ya que, hasta ahora, nadie ni tan siquiera ha querido sentarse con ellos.

Y, si tenemos que ir a votar en Navidad, pues què le vamos a hacer, tendremos que tratar de verlo con total naturalidad. Ahora sí, antes de eso, habría que agotar las fórmulas y, por más rocambolesco que suene, quizá ha llegado el momento en el que el Rey deba coger las riendas y, tal y como marca la Constitución, proponga a un candidato, neutral si es necesario.

A Colau este año sí le interesa ir al 11 de septiembre

La buena de Ada Colau dice que irá al aquelarre separatista del 11 de septiembre. Normal, ¿acaso alguien creía que tenía algo mejor que hacer ese día? Lo curioso es que se vuelva a la pregunta «¿Es separatista Colau?», como si no supiésemos a día de hoy quién es la alcaldesa de Barcelona, una persona que ha vivido del cuento toda su vida y que ha llegado a la alcaldía de la capital catalana «sin dar un palo al agua».

El año pasado por estas fechas, cuando la actividad política estaba en las elecciones autonómicas catalanas, la amalgama de partidos que formaban Catalunya Sí que es Pot analizó las elecciones y pensó que, puesto que los catalanes iban a ver los comicios como un referéndum separatista y sabiendo que los independentistas estarían unidos a Junts pel Sí, lo ideal era no mostrarse partidario de la separación, eso sí, sí a favor de una consulta para votar si se quiere o no balcanizar España.

La táctica era recoger votos de los independentistras que buscaban una salida tras una votación y también las de los constitucionalistas de izquierda. Pablo Iglesias dobló turno por el llamado cinturón rojo para conseguir que, en aquellas ciudades donde a principios de la democracia dominaba el comunismo, volviera a resurgir el sentimiento.

Podemos, Barcelona en Comú y las demás formaciones que estaban asociadas  ambos habían conseguido buenos resultados en las municipales de unos meses antes. Barcelona en Comú había sido primera fuerza en la capital catalana y Ada Colau había sido aclamada como la mesías de la ciudad condal al grito (en castellano) de sí se puede.

Las encuestas al principio situaban a Catalunya Sí que es Pot como tercera fuerza, muy cerca de Ciudadanos y lejos de la unión de Convergència y ERC en Junts pel Sí. Sin embargo, tanto Pablo Iglesias hacía un discurso españolista (por el que Artur Mas llegó a compararle con José María Aznar) que el candidato de la coalición Franco Rabell (que había votado sí en el butirreferéndum del 9 N) aseguraba no ser separatista, sino que ese voto había sido de protesta contra el PP por no dejar hacer un referéndum, no importándole a Franco Rabell que fuese ilegal.

Ese no saber si eran o no eran, el sí pero no de la formación hizo que Catalunya Sí que es Pot bajara en las encuestas. Sin embargo, lo que verdaderamente les hundió a límites insospechados y no ser ya tercera fuerza sino cuarta fue el «desliz» que tuvo el teniente de alcalde y compañero de Colau, Gerardo Pisarello, cuando hubo el sainete en el balcón del ayuntamiento en plena exhibición castellera.

El separatista Alfred Bosch, concejal de ERC, exhibió una estelada, a lo que Alberto Fernández del PP respondió mostrando una bandera constitucional española. A ese comportamiento de niños, respondió de forma lamentable Pisarello, tratando de arrebatar la bandera nacional a Fernández como si esta fuese una imagen del diablo, mientras que no le importaba en absoluto que los separatistas enseñaran la bandera del odio y de la xenofobia antiespañola que representa la estelada.

El batacazo de Catalunya Sí que es Pot fue de libro obteniendo menos diputados de los que ya tenía Iniciativa per Catalunya, que formaba parte de la coalición. Tras formar el Parlament, los miembros del partido dan una de cal y otra de arena para mojarse lo menos posible a la hora de decantarse por estar con la ilegalidad o con los independentistas.

Con las elecciones Generales, Podemos descubrió la panacea en tierras catalanas. Ganó las elecciones con los votos de muchas personas situadas a la izquierda de la izquierda y otros que buscaban la revolución. Sin embargo, lo que le hizo ganar fue que los independentistas votaran a Pablo Iglesias creyendo que éste les traería el ansiado referéndum.

Y es por eso por lo que Ada Colau este año sí va al acto separatista, vislumbrando que, si fracasa  Junts pel Sí, quizá unas nuevas elecciones podrían hacer que los que hasta ahora votaban fuerzas independentistas esta vez le voten a ella. Colau no tiene ideología, no tiene principios, será lo que haga falta con tal de conseguir lo que quiere y sabiendo que, por más escándalos que cometa, por más que deje a la Policía indefensa y a los comerciantes hundidos a causa de los manteros, por más que haya enchufado a su pareja y amigos en el ayuntamiento, por más que se haya descubierto que el anterior alcalde, el señor Trias le financiaba cuando era líder de la PAH, muchos catalanes están con ella, con ellos, porque muchos siguen pensando que son los de abajo, que son el pueblo, por más que Colau y sus enchufados realmente sean de vivir del cuento.

 

Fuente de la fotografía de portada: periodistadigital.com

Los «charnegos» salvan el honor de Cataluña en los Juegos Olímpicos

Primero, me gustaría indicar que el titular de esta entrada al Blog no es provocativo, sino sarcástico. Lo titulo así para contrarrestar las faltas de respeto de los medios de comunicación afines al régimen nacional-catalanista que han tenido repercusión en estos Juegos Olímpicos pero que, realmente, proceden de mucho antes. La polémica comenzó cuando en TV3 rotularon con la bandera catalana y no con la española el quinto puesto de Joaquín «el purito» Rodríguez en la prueba de ciclismo en ruta de los Juegos de Río.

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En el momento que vivimos, cuando Junts pel Sí y la CUP han desafiado al Estado, desobedeciendo el Estatut de Catalunya y la Constitución Española, todo lo que ocurre en mi tierra tiene una gran repercusión en el resto de España. Pero lo que está pasando estos días no es nada nuevo y viene de lejos. Recuerdo que hace ya mucho tiempo expliqué en este mismo Blog cómo, para los medios del régimen, Pedrosa era catalán cuando ganaba y de Repsol cuando perdía, a la vez que Lorenzo es balear cuando gana y español cuando pierde; exactamente lo mismo que le ocurre al mallorquín Rafa Nadal.

A veces estas cuestiones resultan hasta graciosas, por ejemplo, cuando en las retransmisiones de la Fórmula 1 de la televisión catalana no saben bien si deben hablar de Fernando Alonso como local o como foráneo. Lo mismo que sucede en los partidos de la Euroliga de Baloncesto, donde el locutor no sabe bien si debe hablar del Real Madrid como local o visitante, además de no tener ningún impedimento en tildar de español al Madrid, cosa que nunca oirán en referencia al Barcelona o al Joventut.

Más allá de que la gran mayoría de medios de comunicación catalanes los paguemos entre todos, los que no somos independentistas también, y dediquen nuestros recursos a promover el independentismo, a hacer un muro entre catalanes y a dividir la sociedad civil de Catalunya, toda esta propaganda está sirviendo para que los catalanes que también nos consideramos españoles y europeos nos sintamos cada vez más incómodos.

Muchas veces, se dice que no hay que mezclar el deporte y la política pero yo no estoy de acuerdo del todo en ello. Sin embargo, éste no es el caso, pues no se mezcla al deporte sino a los deportistas, en la ruptura de la sociedad por la que luchan los independentistas en Catalunya. Hace un año, la asociación Guanyarem (Ganaremos) hacía una campaña en la que se pedía a deportistas catalanes o instalados en Catalunya fotografiarse con el dedo alzado para mostrar su apoyo al deporte catalán. Sin embargo, a lo que estaban apoyando sin saber era a una plataforma pro independencia que se valía del deporte para ello. Muchos deportistas denunciaron a Guanyarem e indicaron que se había usado su imagen para un destino que no era el que habían indicado a esos deportistas.

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Obviamente, desde el mundo nacionalista, se achacó «al miedo» a que esos deportistas se «echaran atrás». Se quiera o no, en Catalunya nos conocemos todos y había nombres en esa lista que no nos cuadraban en absoluto. Es hasta grotesco que nombres como Alex Corretja, Raúl Tamudo, Gervasio Deferr o Mireia Belmonte puedan relacionarse de algún modo al proceso soberanista catalán. El caso de Mireia puede ser el más sangrante y es que, siendo adolescente, le preguntaron si vería bien una competición de Catalunya contra España. Mireia dijo que sí, dijo sí a lo que ella veía como una competición más, sin embargo, de ese sí quiesieron hacer los independentistas un claro gesto separatista a la nadadora. Desde entonces, Mireia ha recalcado varias veces que es española ante todo, cuestión que ningún catalán tendríamos porque recalcarlo tanto.

Pero, volviendo a los Juegos, Mireia Belmonte ganó el primer oro para la delegación española. Mireia que, casualidad o no, tras recalcar su españolidad, tuvo que «emigrar» a Murcia porque ningún club catalán quiso contratarla. Fue a abrazar a su padre, José Belmonte, nacido en Granada, y éste le entregó una bandera española de la que no se separó en toda la celebración de su medalla. A alguno que otro se le hincharía aún más la vena cuando Mireia escuchó el himno nacional y no pudo reprimir las lágrimas.

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A Mireia Belmonte en los medios catalanes le quitaron incluso hasta la nacionalidad. Según la prensa, Mireia ya no era ni catalana, ni española, ni de ningún sitio… cosas que pasan. Unos días más adelante, la pareja de tenis masculina Nadal-López llegaba a la final y conseguía un nuevo oro. Para TV3, no era una pareja española sino catalano-balear. Para más inri, en la entrega de medallas, un paisano colocaba una estelada tras los tenistas. Al verla, Rafa Nadal le recriminó al espectador que aquella bandera no pintaba nada. Nadal le señaló a López lo que ocurría y este negó con la cabeza diciendo que no al de la bandera. La vena, una vez más, estaba a punto de estallar cuando López también derramó sus lágrimas con las notas del himno nacional.

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En los medios de comunicación de mi tierra, dieron mucha importancia a que Nadal y López se comunicaran entre ellos en catalán, algo que se convierte en un tema que me irrita bastante, dado que asociar el idioma a ser o no nacionalista, a ser o no independentista, es de risa. Y, sí, hablaban en catalán, porque sí, porque Rafa Nadal habla en catalán (o mallorquín que reclamarán los de estas tierras), pero ¿eso tiene algo que ver con ser o no independentista? ¿Alguien duda de que Rafa Nadal se sienta español?

Otro de los deportistas catalanes que consiguió medalla fue uno de los que más ha recalcado su españolidad, el Taekwondista Joel González. El chico de Figueres, de hecho, ha recalcado tanto su españolidad que en los medios catalanes ni siquiera lo ensalzan entre los deportistas catalanes de los que sentirse orgulloso. Por decirlo así, a Joel González ya hace tiempo que le retiraron el carnet de buen catalán, todo porque se le ocurrió decir en su día que era «español ante todo».

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Más allá de otros representantes en deportes de equipo, eso que en los medios independentistas llaman «El equipo del Estado» en lugar de España o Selección Española, otro catalán, el leridano Saúl Craviotto Rivero, policía nacional de profesión, ha logrado también un oro para España. De modo que Belmonte García, Marc López, Joel Gónzalez y Craviotto Rivero, es decir, miembros de esos que nos quisieron hacer ser y sentir menos catalanes, esos a los que nos llaman charnegos, han sido los que han salvado «el honor» de Catalunya en estos Juegos Olímpicos que están a punto de finalizar.

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Para acabar, me gustaría escribir algo personal pues creo que no es casualidad que los atletas catalanes, junto a un nacionalizado, sean los que más se han emocionado con el himno. Algo que no ha sido por patriotismo rancio o añejo. Yo mismo, que más allá del respeto de lo que representa la marcha real, no había sentido emoción al oír el himno, esta vez sí lo he sentido y creo que se debe al mismo motivo que esos deportistas, a los que se les ataca, se les pone en duda su nacionalidad, sus sentimientos y sus símbolos, no es casualidad que se hayan emocionado esta vez al oír el himno de España, del que algunos ponen en duda que sea el suyo.

 

Fuente de las fotografías: tv3, Guanyarem, El Mundo, El país

Fuente de la fotografía de portada: www.elmundo.es

El voto útil

En política, el voto útil es aquel que sirve de algo, en contra de lo que muchos opinan, considerando el voto como algo que se da a uno para que no gane el otro. Las personas que depositaron sus ilusiones y esperanzas en Ciudadanos vuelven a estar satisfechas de haberlo hecho. El voto centrado, moderado y sensato al partido naranja es siempre útil, sirve y de mucho.

Tal y como ocurrió hace medio año, el partido que lidera Albert Rivera ha demostrado que es el único capaz de llegar a acuerdos o, lo que es lo mismo, el único que es capaz de hacer verdadera política. Los valores liberales del partido hacen de dicha formación algo que, aunque parezca insólito para muchos, es la clave de la democracia. Todos tenemos nuestra parte de razón y todas las ideologías son válidas siempre que estén dentro de la legalidad. C’s solamente ha puesto una línea roja a la hora de sentarse a discutir con diversas formaciones políticas y ha sido algo tan obvio como que estas respeten la Constitución.

Para alguien progresista, como me ocurre a mí, que tenga que seguir gobernando un partido conservador no es el mejor de los decorados pero, viniendo de cuatro años de Mariano Rajoy, en los que se ha dictado al ordeno y mando y al real decreto tras real decreto, que ahora necesite el apoyo de varios partidos para sacar adelante las leyes es un paso adelante.

Poco paso, dirán muchos y, sí, no es un cambio abismal, tal y como hubiera sido un posible gobierno de Pedro Sánchez en el pacto PSOE-Ciudadanos, pero quien quisiera un gran cambio ya sabe a quién tiene que reclamar, a Pablo Iglesias Turrión, que decidió que había que dar una segunda oportunidad a Mariano Rajoy.

De las elecciones de junio, el Partido Popular salió reforzado y, para un partido con miras de Estado, es complicado ir contra la voluntad de los españoles que hicieron a los populares ser la fuerza más votada, aún con más poder que en las elecciones de diciembre.

Como es obvio, C’s no iba a dar un cheque en blanco a cambiar de desbloquear la situación y permitir la investidura a Mariano Rajoy, Así que pidió, a cambio, que los diputados imputados por corrupción política no se sentasen ni en los gobiernos ni en los escaños, así como también acabar con los aforamientos, cambiar la ley electoral, acabar con los indultos por corrupción política, limitar los mandatos y una comisión para el caso Bárcenas. Y, díganme, ¿hay alguien que no esté de acuerdo con esos seis puntos? ¿No están de acuerdo con ellos todos los votantes de PSOE y Podemos?

A pesar de eso, aún no sabemos si habrá investidura o tendremos que ir a unas terceras elecciones que, para acabar de redondear el sainete, se celebrarían el día de Navidad nada más y nada menos. Obviamente, lo de la fecha no es casualidad: Rajoy y los suyos la han buscado como un método de presión más.

Pero el Partido Socialista no ha de permitir la gobernabilidad de los populares por la fecha, sino por miras de altura y sentido de Estado. Sánchez no va a poder formar un gobierno alternativo y unas nuevas elecciones pondrían al Partido Popular al borde de la mayoría absoluta. Quizá debieran pensar en eso cuando, tan pomposamente, dicen eso de que ellos no van a pactar con la derecha. Si verdaderamente creen que tan malo es un gobierno del Partido Popular, ¿por qué no prefieren un gobierno en minoría antes que dar la oportunidad a que los populares quizá consigan una mayoría absoluta?

Estaremos atentos a lo que ocurre en los próximos días. Pero los votantes de Ciudadanos podemos estar tranquilos y contentos de que nuestro voto ha valido de mucho, de saber que tanto en la anterior legislatura como en esta se han hecho muchos esfuerzos con tal de que España pudiera ir hacia adelante. Nuestros detractores nos acusarán de estar a un lado y a otro, de no ser claros con quien estamos, pero no es así, está clarísimo y lo hemos demostrado, estamos con los españoles por encima de colores, de filias y de fobias.

 

Fuente de la fotografía de portada: cadenaser.com

Ni fascistas, ni colonos, ni botiflers, ni nacionalistas españoles, simple y llanamente españoles de España

Llevo algún tiempo investigando, estudiando, leyendo toda la historia del nacionalismo catalán. Intentando conseguir libros, periódicos antiguos, leyendo artículos, tratando de saber todo lo que ocurrió en el pasado para entender el presente. Espero tener preparada pronto una serie de entregas sobre dicho nacionalismo, pero hoy no voy a hablar de eso sino que, a consecuencia de un artículo que leí hace poco, escrito para The Daily Telegraph por el líder catalanista Francesc Cambó del partido conservador Lliga Catalana y en el que comentaba los hechos ocurridos que llevaron a la Guerra Civil, me reafirmo en mi pensamiento en el que la actualidad política es similar al que había en la época justo anterior a que estallase el conflicto bélico.

Como ya he dicho más de una vez, con esto no estoy diciendo que vaya a haber una guerra. Realmente no creo que eso pueda ocurrir, pero sí pueden haber ciertos enfrentamientos entre la población que hagan difícil la convivencia entre los ciudadanos. En el artículo de Cambó, publicado el 28 y 29 de diciembre de 1936, se relataba cómo, en las elecciones del de 16 de febrero de 1936, la población no votó a partidos que defendían ideas cercanas al fascismo y ponía como ejemplo que, en esas elecciones, en Madrid, lugar donde el fascismo según él era más numeroso de 400.000 personas del censo, solamente 3.000 votaron a formaciones fascistas.

Proseguía el líder catalanista diciendo que, en dichos comicios, los partidos de izquierda que formaron el Frente Popular se organizaron para luchar contra un fascismo inexistente y que, persiguiendo ese fantasma, consiguieron crear una realidad un bando llamado «fascista» porque era cómo le llamaban su enemigos. Cambó afirmaba que el gobierno de izquierdas buscaba una sovietización del país y que el fin no era la democracia republicana sino desbancar la República para entrar en una dictadura del proletariado, es decir, una dictadura comunista a imagen y semejanza de lo que había sucedido en Rusia tras la Revolución Bolchevique.

En España, con las diferencias del tiempo, está ocurriendo algo similar: que el guerracivilismo cada día está más patente es una obviedad y, en mi opinión, no sólo por parte de los políticos, sino lo que es más preocupante, por parte de los ciudadanos. No sé si se deberá a la crisis o al creciente interés político de los ciudadanos pero es obvio que cada vez hay más enfrentamientos y menos respeto por los que piensan diferente y desde la nueva extrema izquierda que comparten Izquierda Unida y Podemos, como ocurrió antes de la Guerra Civil, nos acusan de fascistas a todos los demás.

Para más inri, los que vivimos en Catalunya, además, tenemos que sufrir las mismas descalificaciones por parte de los independentistas donde ya no es que nos llamen fascistas, sino que, ni siquiera, somos catalanes para ellos. El Nacional-catalanismo ha conseguido que, de algún modo, se asocie lo independentista a lo catalán y los que no, a lo fascista. Pero no es así, no somos fascistas pues yo ni siquiera soy nacionalista español o como lo quieran llamar, simplemente soy español de España y, por supuesto, catalán de Catalunya.

La presión que vivimos en Catalunya los no independentistas, como ya comenté alguna vez, hizo que en su día me llegara a plantear ir a vivir a otro sitio. A día de hoy, no puedo estar más feliz de haberme quedado en mi tierra, donde no sólo quiero vivir, sino que quiero envejecer y, llegado el momento, incluso espero que mis cenizas queden para siempre en la tierra de mi barrio; quiero quedar para siempre en mi Ca’ n Oriol, en mi Rubí, en mi Catalunya y en mi España.

Quedarme para luchar por los que piensan como yo, contra los que injustamente nos acusan de cosas que, por supuesto, no somos fue el motivo por el que no abandoné mi tierra y, día tras día, observo que hay mucho por hacer. El nacionalismo y la extrema izquierda son dos grandes lacras para el avance de nuestra nación. En los últimos días, me han contado dos situaciones lamentables que hacen que no me olvide que vale la pena seguir luchando y que no hay que desfallecer por duro que sea. Porque hay personas que quieren silenciar a los que no piensan como ellos y esas son cuestiones que no se pueden permitir.

Hace unos días, una amiga me contaba cómo en su día protestó porque en su universidad se trataba el proceso soberanista de forma partidista y sectaria, a lo que (y ante la pasividad del profesor) un alumno le indicó que ella no podía opinar de ese tema ya que su apellido era Rodríguez. Es decir, mi amiga no era verdaderamente catalana, a pesar de haber nacido en Catalunya, de vivir siempre en esta tierra y de que su madre y su segundo apellido fuesen catalanes. Si no eres independentista, eres una fascista, da igual que, como en este caso, mi amiga sea de izquierdas.

Otro caso lamentable es el que le ha ocurrido a un familiar al que (y esto fuera de Catalunya) un vecino le ha indicado al Presidente del edificio que debía quitar la bandera española que tenía colgada en el balcón. Al no hacerlo inmediatamente y reclamar que le enseñasen la ley por la cual dicha acción era ilegal, vio con sorpresa cómo un vecino (suponemos que el denunciante) había colgado una bandera de la República.

Nunca hubiera pensado que en el año 2016 un extremista de izquierda pudiera sentir a la bandera nacional de la España democrática como un ataque a sabe dios a qué… ¿Así estamos ya? ¿A este punto ha llegado el guerracivilismo en este país? Obviamente, para ese nostálgico que nunca vivió la República, los que sentimos como propia la bandera de España somos fascistas, como si la bandera de un país democrático pueda, de algún modo, representar algo tan antidemocrático como el fascismo.

Para los independentistas, para la extrema izquierda, todos los demás somos fascistas y eso se debe, como dijo Cambó en 1936, a que para su propia supervivencia necesiten crear un enemigo. Lo que es una obviedad es que todo aquel que para sentirse más catalán necesita ser independentista o para ser más de izquierdas deba acusarnos a los demás de lo que no somos es porque duda de lo que ellos son. Yo lo tengo claro, ni fascista, ni colono, ni botifler, ni nacionalista español, simple y llanamente español de España.

 

Fuente de la fotografía de portada: relojistas.com

Alberto Garzón «compañero y camarada» de dictadores asesinos

Nunca he pensado que hubiese crecido en un hogar extraño, pero ahora me doy cuenta de que quizá sí. En mi casa, mis padres criticaban al mismo nivel a Fidel Castro como critican los tiempos de Franco y fíjense que yo llegué a creer que eso era normal, que un Dictador era un Dictador, fuese del pelaje que fuese, pero ahora sé que no es así, que en las otras casas enseñaban que los Dictadores sólo eran malos cuando eran de un pensamiento contrario al tuyo.

Eso debieron de enseñarle al pobre de Alberto Garzón y a algunos de los suyos que hace un par de días felicitaban al Dictador cubano Fidel Castro y ensalzaban su figura aprovechando su 90 cumpleaños. Lo cierto es que me quedé perplejo, hasta un liberal como yo se cuestiona si es de recibo que un diputado español pueda estar a favor del Comandante Castro y de su Dictadura Comunista.

Lo gracioso de este tema es que después los miembros de Izquierda Unida y Podemos se hagan los ofendidos cuando nadie quiere pactar con ellos. Pero, ¿en qué mundo vivimos? ¿De verdad se va a llegar a un acuerdo con personas que tienen a Cuba, Venezuela y demás regímenes comunistas como algo positivo?

Pablo Iglesias y Alberto Garzón se cansaron de decir en la campaña electoral que las demás formaciones trataban de meter miedo con el «que vienen los comunistas» y, no, no es meter miedo, es que da miedo porque el comunismo, por más que en España se quiera vender como la ideología que protege a los débiles y a los trabajadores, la realidad es que es el pensamiento político que más manchado de sangre está.

Cuando Pablo Iglesias recordó la cal viva del PSOE, hizo un ejercicio de cinismo increíble. Una persona que sigue los dictados de asesinos como Lenin, Stalin, El Che, Castro o Carrillo, ¿cómo puede dar lecciones de moralidad ninguna a nadie?

Mi padre siempre repetía que fascismo y comunismo son lo mismo y yo no lo entendía, de niño creía que eran cosas muy diferentes. Sin embargo, con el tiempo, vi que él tenía razón y que sí es lo mismo, pues al final los extremismos se tocan y a la vista está que Podemos y Syriza votan conjuntamente con el Frente Nacional de la extrema derecha francesa en la gran mayoría de los temas que se tratan en la Eurocámara.

Tanto el Comunismo como el Fascismo son pensamientos políticos que, a mi parecer, a día de hoy, deberían estar guardados bajo llave en el baúl de los recuerdos. Sin embargo, tal y como ocurrió hace un siglo, cada día está más latente el extremismo. En España, por suerte, no hay apenas extrema derecha, salvo los radicales independentistas que, por más que se vistan de moderados o de progresistas, son extrema derecha como todos los nacionalismos del mundo y de la historia.

No obstante, el comunismo ha sabido labrarse un público a base de una acción de marketing (como en el caso del homicida Ché Guevara) que les ha hecho mantenerse latentes durante todos estos años y a pesar de las atrocidades causadas a la humanidad. Hasta ahora, el Comunismo, como dijo el propio Pablo Iglesias, es un pecado de juventud, una reivindicación propia de la rebeldía de cuando no sabes aún lo que es la vida. Del mismo modo, tal y como dijo Winston Churchill, «quien a los veinte años no es comunista no tiene corazón, pero quien a los cuarenta sigue siéndolo no tiene cerebro».

Y es que los extremismos, como la juventud, son algo que se cura con el tiempo y si no se hace probablemente sea cuestión de odios, fobias y resentimientos que van más allá de lo racional. Con el tiempo, normalmente te das cuenta de que eso tan nuevo, eso tan revolucionario que defiendes es en realidad algo que viene de antaño, algo viejo, añejo, por más que personas jóvenes como Alberto Garzón sean capaces de defenderlas.

La realidad de Fidel Castro es que, mientras que él es millonario, las personas huyen de Cuba buscando un mundo mejor y que nadie ha abandonado el mundo que ellos llaman «Capitalista» buscando en Cuba un lugar donde ganarse mejor la vida.

¿Qué piensa hacer, señor Sánchez?

No creo que la objetividad total exista pues, a mi modo de ver, a la hora de mostrar nuestras opiniones, siempre nos influye nuestro pensamiento, nuestra ideología, pero cuando se trata de llegar a acuerdos, deberíamos ser conscientes de que nunca puede gustarnos del todo. Obviamente, las miras de Estado, el hecho de pensar más en el país que en las siglas de nuestro partido, deberían ser algo suficientemente atractivo para ser generosos, pero no lo es.

No hablo ya de políticos, sino también de las personas de a pié. En las conversaciones diarias con los conocidos, te das cuenta de que hay muchas personas cuya ideología no va más allá de votar a alguien por tradición familiar o de hacerlo a la izquierda porque creen que va a defender a los trabajadores, así como también que los que tienen algo que conservar voten a los conservadores.

Muchos presumen de que «no van a cambiarse la chaqueta» pero si ni siquiera se plantean el cambiarse de chaqueta. ¿Para qué sirve la democracia? En estas conversaciones, me sorprende para mal cuando oigo a personas que no van a cambiar de chaqueta criticar a los que no tienen una preferencia y acuden a las urnas dependiendo del programa que más les convenza.

Me sorprenden y hasta me entristecen las personas que, si tratas de desbloquear el país con el PSOE, te acusan de ser de izquierdas y, si lo tratas de hacer con el PP, te acusan de derechas, más cuando todo el país dice que lo peor que puede haber son unas terceras elecciones. No sé si estos comentarios se deben a desinformación o desinterés pero, ¿qué soluciones me dan las personas que no quieren ni pactos ni elecciones? ¿De verdad saben cómo funciona esto?

Me entristece aún más darme cuenta de que muchas personas ven como enemigos a los que no piensan como ellos. Somos un país que hemos sufrido guerras entre hermanos en todos los siglos de nuestra historia y no aprendemos de esto. Obviamente, con esto no estoy diciendo que estemos cerca de un conflicto bélico ni nada por el estilo, pero sí existen conflictos entre conciudadanos y eso me parece increíble. Yo siempre he pensado que todas las ideologías tienen su parte de razón, que todas buscan lo mejor para el país, por más que no intenten llegar a ese bienestar por el mismo camino; siempre he creído que en un 70% de las cosas todos pensamos igual, sólo que muchas veces las prioridades de las cosas hacen que nos decantemos por una ideología u otra.

El otro día leí a un historiador que decía que una cuestión común entre los dictadores era la de crear un partido único y que no lo hacían para no tener competencia puesto que podían haber varios partidos de una misma ideología, sino que eso se debia a que los dictadores solian coincidir en la idea de que, si el Estado y el partido no son lo mismo, los países no pueden ir bien, porque los políticos siempre acaban pensando más en el bien del partido que en el del Estado.

En los últimos tiempos, estamos viendo que algo de eso hay, supongo que además de ciertos radicalismos que, como he dicho antes, nos hacen ver a los que no piensan como nosotros como enemigos. En las anteriores elecciones, las de diciembre, Podemos  se dejó embaucar por las encuestas y por las cuentas de la lechera para creer que, yendo de la mano de Izquierda Unida, conseguirían el sorpasso. Sin embargo, ahora da la impresión de que es el PSOE (también aupado en las encuestas) quienes lo van a hacer.

El Partido socialista puede hacer lo que crea conveniente, pero me parece lamentable que se excusen en que «los votantes socialistas no han votado a Pedro Sánchez para que haga Presidente a Mariano Rajoy». Obvio que no, ni los que han votado a Ciudadanos ni los que han votado a Podemos pero, ¿qué piensa hacer, señor Sánchez? ¿Cuál es el plan B? ¿Piensa dar la posibilidad de ir de nuevo a elecciones? Unas elecciones que, por cierto, probablemente gane el PP con más diferencia aún…

Espero que, finalmente, se deje gobernar al PP y que, a partir de ahí, PSOE, Podemos y Ciudadanos sean durísimos en la oposición, que peleen por los intereses de sus votantes pero que, de una vez por todas, los españoles nos pongamos de acuerdo en que lo importante, lo verdaderamente trascendental es que el país mejore, que logremos remontar esta situación y, después, de aquí a cuatro años, ya llegará el momento de luchar por el voto. ¿Oirá Sánchez a Zapatero y Felipe González? Debería, porque no es momento de siglas, no es momento de personalismo, es momento de que España arranque y avance.

 

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