Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XVII) Cambó, de nacionalista catalán a mecenas de Franco

La Lliga Regionalista se presentó en coalición con la derecha española de la CEDA para intentar frenar al Frente Popular. En Catalunya, lugar mayoría de republicanos de izquierda, el catalanismo era ahora mayoritariamente votante de ERC, pues el partido liderado por Cambó fracasó. Con un ambiente prebélico palpable, el catalanismo moderado parecía no tener lugar y Cambó se retiró en un viaje por el Adriático para reflexionar. El comienzo de la Guerra le sorprendió fuera de España.

Muchos separatistas han culpado a la Lliga de apoyar el golpe de Estado del 18 de julio pero, según los historiadores, no hay ninguna prueba de que aquello fuese así, todo lo contrario. Los diarios de la Lliga, como La Veu de Catalunya, se manifestaron a favor de la legalidad vigente de la República.

Sin embargo, pronto y como ya hemos contado (podéis encontrar la última entrada de esta serie sobre el nacionalismo catalán clickando aquí), los miembros de la Lliga tuvieron que abandonar Catalunya perseguidos por Companys y los suyos. Pronto Cambó calificó la Guerra como «un conflicto entre barbarie y civilización», refiriéndose por barbarie a los nacionalistas de izquierda y a los anarquistas.

En el Daily Telegraph, Cambó escribiría: «Hay que notar que el fascismo en España fue casi insignificante hasta después de las elecciones del 16 de febrero. En estas elecciones, y en Madrid, donde el fascismo era más numeroso y tenía más envergadura, sus candidatos sólo lograron 3000 votos de un electorado de más de 400.000 votantes. En España, el Frente Popular se organizó para luchar contra un fascismo inexistente. Pero persiguiendo un fantasma consiguió crear una realidad que se llamó fascismo sólo porque era el nombre que le daban sus enemigos. En realidad, no responde a otra cosa que a la natural reacción defensiva a la que se encuentra abocado cualquier ente político cuando su misma existencia se encuentra amenazada por las fuerzas violentas del desorden. Y mientras el gobierno, representado por la anarquía, no quiere o no es capaz de cumplir los  deberes más elementales de mantenimiento del orden y hacer respetar la ley».

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Es decir, muy al contrario que algunos miembros de ERC, Francesc Cambó y la Lliga ni por asomo se identificaban con el fascismo, pero justificaban el apoyo a los nacionales ya que su vida y la de los suyos estaban en peligro.Y así habló de los primeros momentos de la Guerra en tierras catalanas:

«En Cataluña la revuelta militar sólo duró 24 horas. De hecho, se puede decir que se terminó en doce horas, cuando el jefe del movimiento, el general Goded, prisionero en Barcelona, habló por radio a las demás guarniciones catalanas, aconsejándoles que se rindieran. Desde el día 20 de julio, el Frente Popular dominaba absolutamente la situación en Cataluña. El territorio catalán queda bastante lejos de la zona de batalla. No ha recibido ningún ataque por parte de las fuerzas nacionalistas. La situación interior de Cataluña, con su gobierno autónomo, se encuentra por tanto muy condicionada por la guerra civil. Es el resultado lógico a partir de las condiciones que dominaban todode España antes de la revuelta militar. ¿Y qué pasa en Cataluña? Pues que el terror rojo reina de manera más cruel y salvaje que ninguna parte de España.

No sólo se persiguen y asesinan los sacerdotes, también las personas de clase media y los partidarios de la derecha. Los partidarios de la izquierda moderada, los líderes de la que habían organizado el Frente Popular, reciben el mismo trato. Sus líderes más destacados se esconden ahora en Francia, en Bélgica, o bien han atravesado el Atlántico en alguna misión inventada como pretexto para huir. Aquellos que se han quedado es porque no han podido escapar a la vigilancia implacable de la FAI.

Por cada sacerdote o ciudadano de la clase media, los anarquistas han asesinado diez trabajadores. Los tribunales de justicia, tanto los civiles como los criminales, han sido abolidos y sustituidos por tribunales populares compuestos por representantes de los comités revolucionarios encargados de administrar justicia, no según la ley, sino según los dictados de sus principios revolucionarios. Hay que recordar, además, que la mayoría de las ejecuciones que tienen lugar a diario no son ni sentenciadas por estos tribunales populares, sino por simples comités de las organizaciones comunistas y anarquistas.

Se han quemado iglesias, se han saqueado la mayoría de las casas particulares y todas las propiedades, tanto las de los españoles como las de los extranjeros, han sido confiscadas. Han abierto las cajas de los bancos y los comités anarquistas disponen ahora libremente de los fondos de los bancos y de las cuentas privadas. Todos los periódicos han sido requisados, no por el Gobierno sino por los miembros de las diferentes organizaciones revolucionarias; y los usan para apoyar la política revolucionaria, a expensas del antiguo propietario, si posee bienes en España.

El sistema que funciona actualmente en Cataluña sólo se puede comparar con lo que hubo en Hungría en la época de Béla Kun. Y el sistema de gobierno que existe en Cataluña, que es el mismo que existe en Valencia, Alicante, Jaén, Málaga, Cartagena y en todas las provincias que están actualmente bajo el control del Frente Popular, existiría también en el resto de España si no llega a ser por la revuelta militar».

Es decir, para Cambó, la revuelta de los militares era un mal menor ante la posibilidad de una dictadura comunista por la que apostaba el Frente Popular.

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«No sabría decir, ni lo sabe nadie, qué forma de gobierno se establecerá en España si el movimiento encabezado por el general Franco triunfa. Lo que es seguro, sin embargo, es que tendrá un carácter marcadamente nacional. En consecuencia, la política exterior española se basará en consideraciones estrictamente patrióticas que excluirán cualquier posibilidad de que los intereses españoles puedan subordinarse a los de ningún otro país o sistema político. Basta dar un vistazo al mapa de España para darse cuenta de que los intereses nacionales no son, ni pueden ser, opuestos a los de la Gran Bretaña.

Por otra parte, si el levantamiento nacionalista fracasa, no hay la menor duda de que en España se establecerá una República Soviética gobernada desde Moscú, totalmente absorbida en la esfera política de la URSS. ¿Es que ningún inglés, o nadie que pertenezca a nuestra civilización cristiana occidental y individualista, podría llegar a dudar nunca ante la perspectiva de estas dos alternativas ?»

En agosto de 1936 dió un cheque de 10.000 libras esterlinas a José Quiñones de León, representante de Franco en París. En octubre la mayoría de miembros de la Lliga Regionalista firmaron un manifesto de adhesión al alzamiento. En 1937 Cambó creó la Oficina de Prensa y Propaganda que puso al servicio del bando nacional. Aún así, cuando Franco ganó la Guerra, Cambó no volvió a España, entre otros motivos, porque tras la Guerra Mundial en España se complicó todo. Cambó se autoexilió a los Estados Unidos y más tarde a Argentina, esperando la caída del régimen que cada vez le gustaba menos, lo cual no quitaba que manifestase a menudo que: «Los rojos son peores». El franquismo nunca reconoció los servicios prestados por Cambó y, desde luego, Franco no tuvo ningún gesto hacia el catalanismo.

Cambó es quizá la figura más importante del nacionalismo catalán menos conocida por la mayoría, pero fue decisivo durante décadas pues, a mi modo de ver, fue quien mejor defendió la identidad catalana en Madrid, donde en cierto día dijo: «Si por los avatares de la vida y las cuestiones de palacio un día Lisboa hubiese sido designada como capital de España. Las cortes y los cortesanos hubieran hablado en portugués y quizá dicho idioma hubiese acabado imponiéndose cómo el oficial en todo el reino imponiendose a los demás, en ese caso hoy los diputados madrileños estarían a mi lado defendiendo el derecho del castellano del mismo modo que yo defiendo el derecho del catalán».

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Eso es catalanismo bien entendido, amor en Catalunya sin despreciar al resto del país. De hecho, la Lliga y el propio Cambó participaron en diversos gobiernos españoles. Sin embargo, Cambó y la Lliga son considerados como catalanistas en el resto de España y como franquistas por los nacionalistas catalanes. Por eso, aunque una parte de las primeras formaciones de CiU fuese herencia directa de la Lliga, nunca hablaron, hablan ni hablarán de Cambó, por más que, indiscutiblemente, fue uno de los mejores políticos catalanes y uno de los más decisivos.

Cataluña X (de 1931 a 1939) Lo que el nacionalismo nunca te contará

Dejamos la anterior entrada en diciembre de 1933, tras la muerte de l’avi Francesc Macià y con Lluís Companys como presidente de la Generalitat, pero tenemos que ir atrás en el tiempo, a 1931, para volver a vivir el nacimiento de Esquerra Republicana de Catalunya y explicar, así, las grandes diferencias entre Companys y Macià que, por más que el santoral separatista a día de hoy los coloque a un mismo nivel, lo cierto es que tuvieron muchas diferencias.

Macià provenía de una familia acomodada y monárquica, tal y como eran todos los catalanistas de finales del siglo XIX, e hizo carrera militar llegando a ser coronel del ejército español. En 1905 protestó cuando miembros del ejército asaltaron la imprenta en la que se elaboraba el semanario que había publicado una caricatura que consideraron vejatoria para los oficiales destinados en Catalunya, el Cu-cut!. En vez de tomarse medidas contra los militares, se les dio la razón y a los autores de la caricatura se les juzgó por un tribunal militar.

Macià, que era un patriota español, abandonó el ejército y se enroló en las ideas catalanistas de la época. Si bien en un principio optó por el hispanismo por contra del castellanismo reinante, más tarde abrazó las ideas de que en España se odiaba a los catalanes y pronto se convirtió en uno de los referentes del nacionalismo catalán. Primero, formó parte de Solidaridad Catalana (una amalgama de partidos nacionalistas que iban desde la extrema derecha hasta la izquierda).

Pasa a ser un referente para el pueblo catalán cuando, como ya contamos en nuestra anterior entrada, intenta conquistar Catalunya desde el exterior en plena dictadura de Primo de Rivera. Desde entonces, también se le achacará el adjetivo de «soñador» y se dice de él que no actubaa con la prudencia de un catalán, sino con el ardor de un español. Macià en el exilio se declara separatista (por más que hoy haya quien asocie ese término a algo despectivo), forma el Partido Separatista en el exilio y utiliza la Estelada como bandera de la nación catalana. En 1931 ingresa en ERC.

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La historia de Companys es muy diferente: él siempre fue republicano y cercano en la izquierda, pero jamás había sido nacionalista catalán. De hecho, Companys había sido compañero de Lerroux hasta que, en 1906, marchó con los miembros de izquierda que ingresaron en Solidaridad Catalana. Fue detenido durante la Semana Trágica que, muy a pesar de lo que digan algunos ahora, fue una revuelta obrera-sindicalista sin ningún toque de nacionalismo.

Companys fue detenido hasta quince veces por la lucha obrera y cambió de partidos en gran cantidad de ocasiones, no logrando nunca un cargo político. Volvió con Lerroux en el Partido Radical (considerado españolista por los catalanistas) y, ahí sí, consiguió su acta de concejal de Barcelona. Fue entonces cuando, tal y como narra el historiador catalanista Hilari Raguer, al ser también elegido Manuel Carrasco i Formiguera como concejal en Barcelona, Companys se negó a dejarle pasar alegando que era un separatista y que debía gritar primero “¡Viva España!”.

Con la dictadura de Primo de Rivera, Companys fue uno de los firmantes del manifiesto para fundar un partido republicano de izquierdas, del que nacería ERC y donde coincidió con Macià. Por más que ahora suene extraño, la realidad es que la mayoría de los miembros de ERC no eran separatistas, sólo la parte que apoyaba a Macià, que eran los menos. Sin embargo, la popularidad de éste hizo que fuese la cabeza visible del partido.

Esas diferencias entre los miembros de ERC fue lo que llevó a que, cuando se proclamó la República, hubiera fuertes discursiones para saber qué tipo de república se quería. Algunos pidieron que se declarara la independencia de Catalunya; otros, la República Catalana dentro de una Federación Ibérica; también había los que preferían una República Española; y, finalmente, los más cautos pedían que se esperasen a las noticias del resto del país, sobre todo de Madrid.

El 14 de abril Lluís Companys, queriendo obtener más protagonismo del que debía, acudió junto con otros miembros de su partido al ayuntamiento sin consultarlo con Macià. Entró por la fuerza y llegó al despacho del alcalde, el cual no estaba allí. Aún sin constituir el nuevo ayuntamiento, se nombró alcalde. A pesar de no estar ni entre los diez candidatos más votados, Companys salió al balcón, izó la bandera tricolor y proclamó la República Española. Cuando Macià supo lo ocurrido, declaró la República Catalana dentro de la República ibérica y ambos casi llegan a las manos.

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En las primeras elecciones generales con la República, ERC sacó unos excelentes resultados, siendo la fuerza más votada en Catalunya y obteniendo 24 escaños. Entre ellos, el de Macià, Companys, el de un joven Josep Tarradellas y el de Ramón Franco (hermano del general Francisco Franco). En 1932 tuvieron lugar elecciones en la Generalitat y se confirmó a Macià como Presidente de Catalunya, cargo que ocupó hasta su muerte en diciembre de 1933.

Companys puso en altos cargos a personas del lado separatista, como Josep Dencàs, para asegurarse los votos de estos y perpetuarse como President de la Generalitat. En las siguientes elecciones generales, vence la CEDA, coalición de derechas. Companys no acepta el resultado y el 6 de octubre de 1934, Companys, tras acusar al nuevo gobierno español de “monarquizante” y “fascista”, proclamó el Estado Catalán. El golpe de Estado duró 24 horas, hasta que Companys se rindió al General Batet. Los desesperados intentos que había hecho por radio para que los catalanes acudieran a apoyarlo fracasaron, se quedó solo, pues ni sus compañeros anarquistas acudieron a salvarlo, y fue detenido y condenado a treinta años de prisión.

En febrero de 1936, la coalición Frente Popular de Izquierdas ganó las elecciones, Azaña formó el nuevo gobierno de la República y Companys fue liberado. Sin elecciones de por medio, colocaron en los municipios a los alcaldes de izquierdas que habían vencido en 1931. El levantamiento militar del 18 de julio hizo despertar en Catalunya una revolución anarquista que ocasionó miles de muertos. El fracaso en Barcelona de la insurrección llevó a los miembros de las izquierdas a organizarse. Companys cedió el poder a los anarquistas y Catalunya se convirtió en una dictadura comunista que no se puso a las órdenes de la República.

Companys, en julio de 1936, mandó fusilar 199 militares de graduación de general a teniente, de los que se sublevaron en Barcelona el 19 de julio. Él, en su día fue indultado cuando proclamó el Estado Catalán, no tuvo piedad. Entre las primeras firmas que pidieron su indulto en 1934, figuraba la del obispo de Barcelona, Monseñor Manuel Irurita. En diciembre de 1936, el religioso fue asesinado en el cementerio de Montcada por las milicias armadas que Companys había legalizado.

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El 26 de agosto de 1936 tuvieron lugar en el Castillo de Montjuïc los fusilamientos del Capitán del Arma de Artillería, José López Amor Jiménez y de los Capitanes del Arma de Infantería, Enrique López Belda y el propio Fernando Lizcano de la Rosa, así como también, en el mismo lugar, las ejecuciones de sesenta y tres religiosos, ejecuciones que se hicieron con orden firmada de Companys. También firmó la ejecución de 43 periodistas que criticaban la violencia de los anarquistas y la vista gorda del President.

En Catalunya, el gobierno catalán persiguió a monárquicos y religiosos. Más tarde, a contrarios políticos (muchos catalanistas de derechas tuvieron que huir a Francia, entre ellos, el líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó). Al final, a manos de las juventudes de ERC, se acabó fusilando a los que hablaban castellano. No se dejaba entrar a personas de otras regiones, sobre todo de Andalucía y Murcia, que huían de sus tierras a causa de la guerra, y se construyeron campos de concentración, como el de Omells en Urgell. Al final y según los datos desclasificados ya en democracia, Companys mandó asesinar a 8.532 personas en Catalunya.

Cuando la victoria de Franco parecía un hecho, Companys huyó a Francia, donde la Gestapo nazi lo arrestó y lo repatrió. Tras un más que dudoso juicio, fue condenado a muerte y fusilado, convirtiéndose, de ese modo, en un mártir para el separatismo catalán.

Con la dictadura de Franco, las instituciones catalanas quedaron prohibidas, aún así, en el exilio, continuaría el Gobierno de la Generalitat, primero presidido por Josep Iria y después por Josep Tarradellas. Desde entonces y sobre todo debido a la ejecución de Companys, en Catalunya se ha «vendido» la historia de que la Guerra Civil fue una guerra de Catalunya contra España y que, al perderla, el pueblo catalán perdió sus instituciones y cultura.

Lo cierto es que en Catalunya se vivieron varias guerras civiles dentro de una misma. Los catalanistas conservadores de la Lliga tuvieron que partir su corazón entre la Catalunya republicana y su sentir conservador, burgués y cristiano. Estos, catalanistas como Matons, Llates, Peiro e incluso el líder catalanista por antonomasia Francesc Cambó, creían que una Catalunya con Franco perdía libertad, pero sobreviviría.

La Lliga Regionalista ya se había presentado a las elecciones de febrero de 1936 en coalición con la CEDA para intentar frenar al Frente Popular que había radicalizado sus ideas y que era una amenaza de dictadura al estilo soviético. El día del alzamiento, Cambó estaba en alta mar y se fue a Francia. Los miembros de la Lliga tuvieron que huir por miedo a ser fusilados por Companys.

Cambó calificó la guerra como una lucha entre la barbarie comunista y la civilización nacional. En agosto de 1936 dió un cheque de 10.000 libras esterlinas a José Quiñones de León, representante de Franco en París. En octubre la mayoría de miembros de la Lliga Regionalista firmaron un manifesto de adhesión al alzamiento. Cambó escribió un artículo en el que decía que: «bajo la sombra de la tiranía anarquista. El golpe de Franco  es una manifestación de patriotismo».

En 1937 Cambó creó la Oficina de Prensa y Propaganda que puso al servicio del bando nacional. Aún así, cuando Franco ganó la guerra, Cambó no volvió a España. Sin embargo, muchos de los miembros de la Lliga acabaron ligados a la Falange. Lógicamente, la guerra que separó a los españoles separó también a los catalanes.

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Ni fascistas, ni colonos, ni botiflers, ni nacionalistas españoles, simple y llanamente españoles de España

Llevo algún tiempo investigando, estudiando, leyendo toda la historia del nacionalismo catalán. Intentando conseguir libros, periódicos antiguos, leyendo artículos, tratando de saber todo lo que ocurrió en el pasado para entender el presente. Espero tener preparada pronto una serie de entregas sobre dicho nacionalismo, pero hoy no voy a hablar de eso sino que, a consecuencia de un artículo que leí hace poco, escrito para The Daily Telegraph por el líder catalanista Francesc Cambó del partido conservador Lliga Catalana y en el que comentaba los hechos ocurridos que llevaron a la Guerra Civil, me reafirmo en mi pensamiento en el que la actualidad política es similar al que había en la época justo anterior a que estallase el conflicto bélico.

Como ya he dicho más de una vez, con esto no estoy diciendo que vaya a haber una guerra. Realmente no creo que eso pueda ocurrir, pero sí pueden haber ciertos enfrentamientos entre la población que hagan difícil la convivencia entre los ciudadanos. En el artículo de Cambó, publicado el 28 y 29 de diciembre de 1936, se relataba cómo, en las elecciones del de 16 de febrero de 1936, la población no votó a partidos que defendían ideas cercanas al fascismo y ponía como ejemplo que, en esas elecciones, en Madrid, lugar donde el fascismo según él era más numeroso de 400.000 personas del censo, solamente 3.000 votaron a formaciones fascistas.

Proseguía el líder catalanista diciendo que, en dichos comicios, los partidos de izquierda que formaron el Frente Popular se organizaron para luchar contra un fascismo inexistente y que, persiguiendo ese fantasma, consiguieron crear una realidad un bando llamado «fascista» porque era cómo le llamaban su enemigos. Cambó afirmaba que el gobierno de izquierdas buscaba una sovietización del país y que el fin no era la democracia republicana sino desbancar la República para entrar en una dictadura del proletariado, es decir, una dictadura comunista a imagen y semejanza de lo que había sucedido en Rusia tras la Revolución Bolchevique.

En España, con las diferencias del tiempo, está ocurriendo algo similar: que el guerracivilismo cada día está más patente es una obviedad y, en mi opinión, no sólo por parte de los políticos, sino lo que es más preocupante, por parte de los ciudadanos. No sé si se deberá a la crisis o al creciente interés político de los ciudadanos pero es obvio que cada vez hay más enfrentamientos y menos respeto por los que piensan diferente y desde la nueva extrema izquierda que comparten Izquierda Unida y Podemos, como ocurrió antes de la Guerra Civil, nos acusan de fascistas a todos los demás.

Para más inri, los que vivimos en Catalunya, además, tenemos que sufrir las mismas descalificaciones por parte de los independentistas donde ya no es que nos llamen fascistas, sino que, ni siquiera, somos catalanes para ellos. El Nacional-catalanismo ha conseguido que, de algún modo, se asocie lo independentista a lo catalán y los que no, a lo fascista. Pero no es así, no somos fascistas pues yo ni siquiera soy nacionalista español o como lo quieran llamar, simplemente soy español de España y, por supuesto, catalán de Catalunya.

La presión que vivimos en Catalunya los no independentistas, como ya comenté alguna vez, hizo que en su día me llegara a plantear ir a vivir a otro sitio. A día de hoy, no puedo estar más feliz de haberme quedado en mi tierra, donde no sólo quiero vivir, sino que quiero envejecer y, llegado el momento, incluso espero que mis cenizas queden para siempre en la tierra de mi barrio; quiero quedar para siempre en mi Ca’ n Oriol, en mi Rubí, en mi Catalunya y en mi España.

Quedarme para luchar por los que piensan como yo, contra los que injustamente nos acusan de cosas que, por supuesto, no somos fue el motivo por el que no abandoné mi tierra y, día tras día, observo que hay mucho por hacer. El nacionalismo y la extrema izquierda son dos grandes lacras para el avance de nuestra nación. En los últimos días, me han contado dos situaciones lamentables que hacen que no me olvide que vale la pena seguir luchando y que no hay que desfallecer por duro que sea. Porque hay personas que quieren silenciar a los que no piensan como ellos y esas son cuestiones que no se pueden permitir.

Hace unos días, una amiga me contaba cómo en su día protestó porque en su universidad se trataba el proceso soberanista de forma partidista y sectaria, a lo que (y ante la pasividad del profesor) un alumno le indicó que ella no podía opinar de ese tema ya que su apellido era Rodríguez. Es decir, mi amiga no era verdaderamente catalana, a pesar de haber nacido en Catalunya, de vivir siempre en esta tierra y de que su madre y su segundo apellido fuesen catalanes. Si no eres independentista, eres una fascista, da igual que, como en este caso, mi amiga sea de izquierdas.

Otro caso lamentable es el que le ha ocurrido a un familiar al que (y esto fuera de Catalunya) un vecino le ha indicado al Presidente del edificio que debía quitar la bandera española que tenía colgada en el balcón. Al no hacerlo inmediatamente y reclamar que le enseñasen la ley por la cual dicha acción era ilegal, vio con sorpresa cómo un vecino (suponemos que el denunciante) había colgado una bandera de la República.

Nunca hubiera pensado que en el año 2016 un extremista de izquierda pudiera sentir a la bandera nacional de la España democrática como un ataque a sabe dios a qué… ¿Así estamos ya? ¿A este punto ha llegado el guerracivilismo en este país? Obviamente, para ese nostálgico que nunca vivió la República, los que sentimos como propia la bandera de España somos fascistas, como si la bandera de un país democrático pueda, de algún modo, representar algo tan antidemocrático como el fascismo.

Para los independentistas, para la extrema izquierda, todos los demás somos fascistas y eso se debe, como dijo Cambó en 1936, a que para su propia supervivencia necesiten crear un enemigo. Lo que es una obviedad es que todo aquel que para sentirse más catalán necesita ser independentista o para ser más de izquierdas deba acusarnos a los demás de lo que no somos es porque duda de lo que ellos son. Yo lo tengo claro, ni fascista, ni colono, ni botifler, ni nacionalista español, simple y llanamente español de España.

 

Fuente de la fotografía de portada: relojistas.com

Hablando catalán en la intimidad

Todo el mundo conoce la historia de cómo los votantes del Partido Popular pasaron de gritar el «Pujol, enano, habla en castellano» para que, poco después, tras el llamado «Pacto del Majestic», según el cual CiU daba apoyo a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno a cambio de darle más competencias a Catalunya y del apoyo del PP a CiU, aquí en mi tierra, acabaran cantando aquello del «Pujol, guaperas, habla como quieras». Meses después, el ya presidente Aznar rozaba lo trágicomico cuando aseguraba aquello de que «Hablo catalán en la intimidad».

El pacto entre los conservadores catalanes y los del resto de España acabó con un PP rendido a Pujol hasta el punto de que acabaría sirviéndole en bandeja de plata la cabeza de Aleix Vidal-Quadras, el hombre que mejores resultados ha dado a los populares en Catalunya. Pronto Jordi Pujol pasó de ser un ogro nacionalista catalán a ser el español del año, un ejemplo de hombre de Estado que anteponía el bien del país a sus ideas nacionalistas catalanas.

Ahora sabemos que Jordi Pujol tuviese cogido por las partes blandas a Aznar y a Felipe González ha servido para que todos mirasen para otro lado mientras el líder nacionalista se llenaba los bolsillos (y los de sus hijos) con las mordidas del famosos 3%. Desde entonces, los gobiernos de la Generalitat y de España están en una  pelea en la cual, sobre todo, el PP finge luchar contra el nacionalismo catalán cuando, en realidad, siempre que lo necesita acaba encontrándose con él, como ha ocurrido en el reciente caso de los 10 votos fantasma.

Este caso ha hecho sonar las alarmas. ¿Conseguirá el PP el apoyo de los nacionalistas? No lo creo. «¿Con qué cara mirarían a sus votantes?» se preguntan muchos. Pero, seamos realistas, las cosas desde Catalunya se ven diferentes que desde el resto de España y, a mi parecer, a los votantes de Convergència (y cuando hablo de los votantes me refiero a los que a chorros han dejado de votarles) probablemente no les parezca mal el apoyo de Convergència al PP. Aún así, considero que es imposible el voto positivo porque eso, probablemente, significaría el fin de Junts pel Sí o al menos el apoyo de la CUP a Carles Puigdemont, lo que nos llevaría a unas elecciones que, a día de hoy, Convergència o el Partit Demòcrata de Catalunya, como se hacen llamar ahora, no podría ganar.

Pero, ¿realmente Mariano Rajoy está comenzando a hablar en catalán en la intimidad? No lo creo, porque un Sí y quizá hasta una abstención de Convergència podrían hacer que Ciudadanos votase No en la investidura de Mariano. Intuyo que la táctica del PP será pretender que, ante la posibilidad de que los nacionalistas puedan ser decisivos, C’s, que nació precisamente para eso, para acabar con el poder de los nacionalistas en el Congreso, acabe votando Sí para, de ese modo y contando el diputado de Coalición Canaria, el PP se presente con 170 votos afirmativos y con la investidura muy, muy cerca.

Pero Ciudadanos no puede hacer Presidente a Mariano Rajoy. Primero, porque es preferible que España tenga un gobierno de la fuerza más votada pero que, a su vez, deba pactar las propuestas con las demás formaciones pues, tras 4 años de reales decretos y ordeno y mando, necesitamos una legislatura consensuada y en la que los partidos tengan que llegar a acuerdos. Segundo, porque un Sí a Rajoy, por más que después no hubiera pacto de gobierno, haría que cada lunes Albert Rivera o los demás diputados de C’s tuvieran que salir a dar explicaciones de por qué apoyaron a un partido que practica la corrupción institucional y en el que no puedes quitar las manzanas podridas porque estos puedan tirar de la manta.

El PSOE debería aceptar su responsabilidad con su abstención. Así, pondría a funcionar el gobierno y, como he dicho, con 137 diputados, los populares nada podrían hacer sin llegar a acuerdos con las demás formaciones. Si eso no ocurre y Rajoy pacta con los nacionalistas, C’s debería votar en contra, pero no por rechazo al pensamiento nacionalista, de hecho, yo creo que, bien entendido, es bueno que exista ese catalanismo pero, lo dicho, siempre bien entendido. En España jamás habrá un buen entendimiento mientras los nacionalismos estén tan presentes y, cuando hablo de nacionalismo, meto también en la saca al nacionalismo castellano del PP. Sé que mucha gente no me entiende cuando escribo este mensaje, pero no se puede ser español, odiando a una parte de España; no puede ser patriota español quien rechaza, denigra o insulta o las culturas catalanas, gallegas o vascas.

El nacionalismo castellano, por encima de las realidades históricas de las autonomías, es quizá la única herencia del franquismo que sigue latente. Pero no hay más verdad que considerar un pueblo fronterizo de Girona tan España como la puerta del Sol de Madrid, que la muñeira sea tan española como las sevillanas o que el Euskera sea una lengua tan española como el castellano. Y, precisamente en no hacer ver eso, en no luchar por eso, es en lo que han traicionado los nacionalismos periféricos a sus pueblos. Jordi Pujol no intentó que se entendiera la realidad catalana, sino que buscó el enfrentamiento, ficticio o no, para ganar votos y llenarse los bolsillos. Por eso, yo siempre pongo el ejemplo que una vez puso el líder de la Lliga Regionalista Catalana en el Congreso de los Diputados. Francesc Cambó (se me enfadarán los nacionalistas catalanes por nombrarle) dijo que, si por uno de aquellos avatares de la historia, la Corte se hubiese situado en Lisboa y el portugués hubiese acabado siendo la lengua de la realeza y de sus súbditos, hoy los madrileños y los catalanes trabajarían juntos por pedir los derechos para sus lenguas.

Sin embargo, los nacionalistas catalanes, desde la Transición hasta nuestros días, no han hecho nada para normalizar las costumbres de mi tierra, sino que han hecho evidente una guerra con el PP que ha beneficiado a ambos electoralmente pero que también ha dañado la imagen de los catalanes, además de llevar a los ciudadanos de Catalunya a tensiones absurdas cuando los independentistas han hecho con el castellano lo mismo que Franco hizo con el catalán, apartarlo de las instituciones. Y, todo esto, con el beneplácito del PP, que ha decidido perder Catalunya, no pintar nada en esta autonomía para ganar votos catalanofóbicos en el resto de la nación.

El manifiesto de la vergüenza para acabar con el castellano en Catalunya

Hay veces que te muerdes la lengua o que, cuando escribes, acabas borrando unas líneas porque no quieres parecer exagerado, porque no quieres dar la sensación de que aprovechas la disyuntiva de los hechos que ocurren en Catalunya en beneficio propio.

Quizá, en Catalunya, esos a los que nos llaman la mayoría silenciosa hemos callado demasiado tiempo. Creo que, poco a poco, las personas que nos hemos acabado rebelando contra este silencio de esa mayoría de catalanes que también se sienten españoles y que en algunos momentos, en algunas ocasiones, corremos peligro por decir lo que decimos y pensar lo que pensamos, estamos poniendo nervioso al nacional-catalanismo que, por cierto, cada vez está mostrando más su verdadera cara.

Para el independentismo, y cuando hablo del independentismo me refiero a esos políticos y miembros de las clases altas que lo dominan, esto del Procés es una lucha racial, étnica, xenófoba, radical y enferma, tal y como han sido absolutamente todos los grandes movimientos nacionalistas, comparable a la Italia, la Alemania o la Sudáfrica que todos tenemos en mente.

Por suerte y aunque sea poco a poco, ya que tras 30 años de lavado de cerebro en las escuelas y medios de comunicación esto no puede hacerse en un día, muchos que eran o creían ser independentistas están abandonado sus ideas, dándose cuenta de que no es más que una farsa para que la oligarquía catalana, que en su día fue monárquica, después franquista, después demócrata catalanista y ahora independentista, siga teniendo el poder, por más que los regímenes y los mandatarios cambien.

Aquí, en este blog, he defendido muchas veces la cultura y la lengua catalanas, como cultura y lengua españolas que son y que debemos cuidar. Hoy, sin embargo, debo defender la lengua castellana que, una vez más, está siendo atacada en Catalunya por unos fanáticos que creen tener un ADN superior.

Hace unos días, 200 independentistas publicaron un manifiesto donde pedían la prohibición de la lengua castellana en Catalunya, es decir, prohibir la lengua materna de la gran mayoría de los catalanes.

El manifiesto, obviamente, no me sorprende. Sé perfectamente de qué consta el nacionalismo catalán pero, como diría Pujol «esto ahora no tocaba». Esos políticos que están tratando de convencer a no nacionalistas de que el único camino es la independencia fingen que nada cambiará, que el castellano seguiría siendo oficial, etc.

Obviamernte, eso es mentira, el castellano y quienes lo usan habitualmente son ya perseguidos en la Catalunya de hoy, imagínense lo que ocurriría si verdaderamente Catalunya fuese un país independiente. Pero, claro, ahora no toca. Cuando personajes como Rufián tratan de hacer ver que los catalanes castellanohablantes tienen su sitio en el «nou país», este manifiesto, que dice la verdad y toda la verdad del pensamiento único nacionalista, llega en mal momento.

Estoy un poco cansado ya de que a los aún nacidos en Catalunya no se nos quiera permitir ser catalanes, que nos llamen colonos, que digan que nos trajo Franco en un tren para mezclar la sangre de los catalanes.

Ya he reconocido que, durante años, muchos catalanes habían o habíamos aceptado eso, que realmente no éramos catalanes, pero si de algo ha servido el independentismo ha sido para que ellos arrojen la Senyera para coger la Estelada y que esa Senyera la hayamos cogido nosotros, los catalanes que también nos sentimos españoles para defender eso que catalanes ilustres de un lado y de otro, como Francesc Cambó o Josep Tarradellas, querían y que no era más que los catalanes lucharan por el bien de España, siendo locomotora y ejemplo para el resto de pueblos del país.

Este manifiesto contra la lengua y la cultura castellanas en Catalunya es una aberración. El castellano es, no ya un idioma oficial en Catalunya, que también, sino parte de la identidad y cultura catalanas, lo quieran o no los independentistas.

 

Fuente de la fotografía de portada: elconfidencialeconomico.com