Cataluña IX (de 1910 a 1931) Lo que el nacionalismo nunca te contará

Tras los sucesos de la Semana Trágica, mencionada en la entrada anterior de este ciclo, Antonio Maura convocó elecciones para el 8 de mayo de 1910. En ellas, el partido conservador, muy desmembrado en ese momento, sufrió una inapelable derrota en manos del Partido Liberal de Canalejas. Desde el primer momento, Prat de la Riba y Francesc Cambó intentaron llegar a un acuerdo con el nuevo gobierno para que las cuatro diputaciones provinciales de Catalunya se unieran en una mancomunidad que hiciera las labores de gobierno regional.

Era curioso que, cuando la Semana Trágica no había sido un acto catalanista sino republicano-obrero, fuesen los catalanistas de la Lliga (que no movieron un dedo en las revueltas y que, incluso, estaban en contra de ellas) quienes fueran a sacar beneficio. Con esto, se ha conseguido que, incluso a día de hoy, muchos crean que la Semana Trágica fuese un acto catalanista, cuando no hubo ninguna reclamación nacionalista y, de hecho, la mayoría de revolucionarios pertenecía al partido de Lerroux, tachado de españolista.

El presidente del Gobierno, José Canalejas, presentó el 1 de mayo de 1912 a las Cortes como proyecto de Ley de Mancomunidades. Sin embargo, un sector de su propio partido, encabezado por Segismundo Moret, se opuso al proyecto. Aún así, el proyecto fue aprobado el 5 de junio de 1912, la ley entró en vigor en diciembre de 1913 y la Mancomunitat de Catalunya se constituyó a principios de 1914. 

La Mancomunitat de Catalunya constaba de una Asamblea General, formada por 96 diputados de las cuatro Diputaciones; la Presidencia, ocupada por el presidente de la Diputación Provincial de Barcelona; y el Consejo permanente, que incluía las siguientes consejerías: Caminos y Puertos, Cultura e Instrucción, Agricultura y Servicios Forestales, Beneficencia y Sanidad, Obras hidráulicas y Ferrocarriles, Teléfonos, Política Social, y Hacienda.

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La relevancia de la Mancomunitat también residía en su carácter simbólico. Prat de la Riba no olvidó mencionar en su discurso inaugural del 6 de abril de 1914 que durante doscientos años Catalunya había perdido su autogobierno. La Lliga no dejaría escapar la baza de tener un órgano administrativo para inculcar y desarrollar al pueblo una consciencia catalanista.

La Lliga se volvió pragmática, ofrecía apoyo a los gobiernos de turno a cambio de concesiones para el catalanismo. Prat de la Riba permanecía en Barcelona transformado en hombre de gobierno, mientras que Francesc Cambó se convertía en el líder parlamentario en Madrid.

En 1916 la Lliga publicó el manifiesto Per Catalunya i l’Espanya Gran, redactado por Prat de la Riba y firmado por todos los diputados y senadores del partido. En el manifiesto, se denunciaba que en Catalunya se veían como «españoles de tercera clase» y pedían la autonomía, para «el bien de la unidad de todos los españoles»(…) «Fundar la constitución de España en el respeto a la igualdad de derecho de todos los pueblos que la integran es dar el primer paso hacia la Gran España», convertidos en un «imperio peninsular de Iberia» con lo que se pedía también la unidad de Portugal.

El gobierno del conservador Dato intentó desprestigiar la convocatoria presentando la reunión como un movimiento separatista y revolucionario. A principios de noviembre de 1918, con motivo del fin de la Primera Guerra Mundial, se celebraron varias manifestaciones hostiles a la monarquía en Barcelona, junto con mítines convocados por los grupos nacionalistas catalanes radicales. El día 5 de noviembre, una sonada intervención de Francesc Macià a favor de la independencia de Catalunya en el Congreso provocó que la gran mayoría de diputados abandonaran el hemiciclo.

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Francesc Macià

El 15 de noviembre Cambó mantuvo una entrevista con el rey. Según Cambó, Alfonso XIII le animó a lanzar la campaña autonomista con el fin de distraer a los independentistas. El 17 de noviembre de 1918, Macià dio una conferencia en los locales del CADCI, donde presentó por primera vez  la bandera independentista: la Estelada, con triángulo azul y estrella blanca. A la salida de la conferencia se formó una manifestación en las Ramblas.

En 1919 se realizó el Proyecto de Estatuto de la Mancomunidad de Cataluña, que sería rechazado por las Cortes Generales. En el debate, Cambó manifestó que «(Catalunya) ha producido una lengua, un derecho civil, un derecho político y un sentimiento general que ha caracterizado la expresión de su vida. Y este pueblo se unió primero a la Corona de España, luego la incorporación fue total con el estado, y en siglos de convivencia se han creado intereses comunes, se han creado trabazones espirituales que establecen una fórmula de patriotismo común que sería insensato querer destruir; pero a la vez, esta personalidad que había tenido una vida propia, independiente, subsiste, y no ha desaparecido; han persistido la lengua, el derecho, el sentido jurídico y el espíritu público propio, y todo eso, que era un hecho biológico mientras no había un fenómeno de voluntad que le convirtiese en un hecho político. Esta voluntad, ¿qué dice, qué expresa, qué quiere? Quiere que para todo lo que sea vida propia interior de Catalunya, Catalunya tenga plenitud de soberanía para regirse, y que en todo lo que afecte a lo que mira más allá de sus fronteras, no haya más que una unidad que sea España».

Los obreros y los anarquistas se distanciaron del movimiento nacionalista y hubo altercados entre estos y los representantes de la burguesía. Además, comenzó a haber conflictos también entre los independentistas de Macià y lo que se denominó Liga Patriótica Española. En este ambiente y como respuesta a lo que la burguesía catalanista llamaba «reacción bolchevique», estos, los miembros del partido catalanista de la Lliga Regionalista, apoyaron y financiaron la rebelión militar de Primo de Rivera. 

La Cámara de Comercio e Industria de Catalunya saludó al dictador «con el mayor entusiasmo», esperando que pusiera fin a un estado de cosas que se consideraba intolerable. Josep Puig i Cadafalch, presidente de La Mancomunitat, escribió una nota que fue publicada en los diarios el 19 de septiembre en la que decía: «entre un hecho extralegal y la corrupción del sistema, la Lliga opta por lo primero«.

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Miguél Primo de Rivera

Sin embargo, Primo de Rivera hizo más daño que lo que nunca nadie había hecho antes a la cultura y la lengua catalanas. Una Circular de la Dirección General de Enseñanza Primaria del 27 de octubre de 1923 impuso la enseñanza exclusiva en castellano. El 24 de diciembre, dimitió el presidente Josep Puig i Cadafalch en señal de protesta por la política anticatalanista de la Dictadura y se autoexilió en Francia. La fotografía que quedará para la historia de estos años en Catalunya fue cuando, por orden de Primo de Rivera, las cuatro columnas de Montjuïc, que representaban las cuatro barras del escudo, fueron derruidas.

El catalanismo retiró el apoyo al Dictador y, para cuando en 1930 cayó la dictadura, el nacionalismo catalán se había radicalizado del todo y se había partido en dos. Para muchos, ya no valían las medias tintas de la Lliga y trataron de formar un nuevo partido nacionalista. Y quién mejor para liderarlo que Francesc Macià que, durante la dictadura, se había convertido en un héroe para los nacionalistas ya que en 1926 decidió llevar a cabo la invasión de Catalunya con un pequeño ejército. El plan consistía en penetrar por Prats de Molló, en Francia, tomar Olot y marchar sobre Barcelona, donde simultáneamente se declararía la huelga general y, con la colaboración de una parte de la guarnición, se proclamaría la República Catalana.

Pero la policía francesa estaba sobre aviso, por lo que no tuvo muchas dificultades para detener cerca de la frontera española. Macià fue detenido y, a pesar del fracaso, Macià fue considerado un héroe por los nacionalistas catalanes y, en diciembre de 1927, inició un viaje por América Latina que culminó en Cuba, donde en 1928 fundó el Partit Separatista Revolucionari Català.

En 1931 Jaume Aiguader, en la Conferència d’Esquerres Catalanes, celebrada entre el 17 y el 20 de marzo de 1931, aunaba el Partit Republicà Català de Lluís Companys, Estat Català de Francesc Macià y el grupo L’Opinió en una nueva formación política que se denominaría Esquerra Republicana de Catalunya, en la cual y como el propio nombre indica, se unían los izquierdistas y nacionalistas catalanes.

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Con sólo unos meses de vida y con las listas electorales hechas casi sin personas que verdaderamente fuesen del partido, ERC se presenta a las elecciones municipales de Barcelona en las que vence sorprendentemente. Consiguen 25 concejales por sólo 12 de la Lliga y de la Unión de republicanos y socialistas. La victoria de fuerzas republicanas en la mayoría de las capitales hace que se proclame la República en algunas ciudades. El Rey Alfonso XIII, tras consultar con las fuerzas armadas y saber que no le apoyaban, decide abandonar el país «para evitar el derramamiento de sangre entre españoles» y la II República se convierte en una realidad, a pesar de que en el total de las poblaciones realmente había ganado los partidos monárquicos.

El 14 de abril de 1931, el mismo día en que se proclamaba la República en Madrid, Macià proclamaba desde el balcón de la antigua Generalitat de Catalunya la República Catalana dentro de una federación de pueblos ibéricos. El hecho motivó preocupación fuera de los círculos nacionalistas, siendo solucionado con la restauración de la Generalitat. La posterior aprobación de la Constitución republicana que, tras enconados debates reconoció la posibilidad de autonomía regional, permitió la aprobación de L’Estatut de 1932. El 20 de noviembre de 1932, se celebraron las elecciones al Parlamento de Catalunya que supusieron una gran victoria de Esquerra Republicana, obteniendo 67 de los 85 escaños en disputa por sólo 17 de la Lliga. Macià era nombrado Presidente y Companys presidente del Parlament hasta que, tras la muerte de Macià en diciembre de 1933, le sustituyó en el cargo.

Francesc Macià declarando la República Catalana

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