Proseguimos con la respuesta a la pregunta “¿Qué es ser Liberal Progresista?”, un ciclo de entradas cuya cuarta parte podéis encontrar clickando aquí:
Como describimos en la anterior entrada, la II Guerra Mundial fue la exaltación de distintas ideologías, llevadas al radicalismo, que luchaban contra el Liberalismo. Por más que éste venció la guerra, gracias en gran parte a los Estados Unidos, se perdió en Europa la hegemonía entre las ideologías más aceptadas.
Sin embargo, el elemento que más parecía atisbar un retorno a principios económicos liberales fue la extraordinaria recuperación económica de Alemania, la gran derrotada de la guerra. De este modo, gracias a la iniciativa de Ludwing Erhard, que adoptó lo que se llamó «economía social de mercado», el país pudo dirigirse hacia un periodo de prosperidad nunca visto, lo cual hizo parecer que probablemente un régimen económico esencialmente liberal pudiera establecerse en Europa.
Pero no fue así y hoy en día el liberal, en el sentido clásico de la palabra, se ha reducido a un pequeño número de economistas. Políticamente, sí que hubo un auge del Liberal Progresismo como una denominación de aspiraciones esencialmente socialistas, lo que hace que difícilmente en países, sobre todo del sur de Europa, el Liberal Progresismo pueda acceder a un votante que cree que esos valores representan a la socialdemocracia, la cual se apropió del pensamiento, de la intervención del Gobierno, para corregir las causas injustas que un mercado libre ofrece.
Pero si nos fijamos en Alemania y lo que llamamos «El milagro alemán» de la postguerra, más allá de que no gobernase un partido liberal, sí fue el pensamiento liberal gran partícipe de la reconstrucción del país. Los alemanes asumieron la responsabilidad de su propio destino y, en tanto que la protección legal era para ayudar a todos en la consecución de sus fines, no se esperaba que el Estado garantizara a los individuos los resultados de sus esfuerzos. Se aceptó una organización en la cual los individuos eran formados para servir un objetivo común.
En la actualidad, hay un error muy común que es creer que lo que el Liberal Progresismo busca es, económicamente, la forma de hacer dinero de los conservadores o de los liberales clásicos, para después repartirlo en temas sociales, como lo harían los socialdemócratas o los socialistas, no llegando ni a lo uno ni a lo otro.
Pero para los Liberales progresistas, su ideología no puede ni debe basarse únicamente en la economía, de ahí la frase que Ciudadanos repite una y otra vez indicando que lo que buscan es «un nuevo modelo para España» y es que, verdaderamente, esa es la cuestión, porque no hay porqué elegir entre susto o muerte, no hay que votar la que consideramos menos mala de las opciones, no hay que resignarse porque haya nuevas formas de hacer política pues, de hecho, muchos españoles la piden, sobre todo los más jóvenes, como se observó en las manifestaciones del 15 M.
Muchos tratan de asociar el fenómeno a Podemos pero, si lo analizamos, el partido de Iglesias no ofrece lo que las personas pedían en la manifestación que era, ante todo, democracia real, es decir, libertad real. Obviamente, sólo los liberales pretenden ese mundo libre en el que se acepten los pensamientos de los demás. Como han podido leer, no hay liberalismo progresista sin la idea de que hay que defender lo que piensan los demás, aunque tengan ideologías diferentes a las nuestras. El famoso «Los que no piensan como nosotros no son nuestros enemigos, sino nuestros compatriotas» de Albert Rivera.
Podemos no quiere eso, quiere asaltar los pensamientos de los demás, ridiculizar a los que no piensan como ellos, porque ellos dicen tener la verdad absoluta, volviendo al enfrentamiento y a los pensamientos sectarios. O nosotros o ellos, cuestión que, como todos sabemos, nos ha llevado a las más feroces guerras en la historia. Como hemos dicho, las desigualdades, los estados de preguerra hacen que las posiciones se radicalicen y hasta los que creen pedir libertad lo hacen como clan. Los obreros, los de abajo o envueltos en la bandera de una nación, pero ninguna reivindicación de clan o de nación es una verdadera declaración de libertad, las declaraciones de libertad sólo pueden ser para el ser humano. Reivindicar una clase por encima de otra, una ideología por encima de otra o una nación por encima de otra no puede ser jamás una reivindicación de libertad, siempre y cuando hablemos dentro de un marco democrático actual porque, obviamente, los liberales sí lucharon por las libertades colectivas en la historia, como la de las sufragistas en el Reino Unido o para acabar con la esclavitud en América.
A día de hoy, los rastros del mundo pasado, racista y machista, no hay que seguir protegiéndolos para que, de este modo, no haya desigualdades entre las personas, de la misma manera que hay que conseguir que los tres poderes se separen de verdad, que no haya intervención política en los jueces y que los mismos políticos no puedan aprovecharse del aforamiento. En la España actual, los partidos de izquierda se hacen eco de estos pensamientos liberales y, como ha ocurrido históricamente, tratan de hacerlos suyos, llegando al punto de que en los últimos años, PSOE y Podemos critican al PP de aprovecharse de jueces politizados y de la figura del aforamiento, haciendo ver que el actual partido del Gobierno es el culpable de esas desigualdades, cuando la realidad es que estos dos hechos de desigualdad provienen de la Transición y fueron los partidos de izquierda, sobre todo el comunista, los que lo pusieron como línea roja para firmar la Constitución.
De modo que la falta de libertad que hay por el aforamiento y porque los jueces no pueden decidir sus representantes fue culpa del comunismo y de la socialdemocracia; porque ellos, por más que quieran hacer ver otras cosas, no pregonan la libertad ni representan a los libres.