La Cosa Nostra

Decía Josep Pla, un catalán universal, que «el catalán tiende al estado agradabilísimo de ser víctima». El victimismo es el arma que ha llevado al separatismo catalán a conseguir todo lo que tiene a día de hoy. Hacer creer (y, sino creer, lograr que los independentistas repitan) que Catalunya es un pueblo oprimido, cuando la realidad es que esta tierra ha sido mimada desde tiempos inmemoriales por reyes y dictadores y lo sigue siendo todavía en democracia.

Una vez más, se ha apostado por la bandera del victimismo. Esta vez ha sido el expresidente y delfín de Jordi Pujol Artur Mas quien ha culpado a una estrategia del «Estat Espanyol» su implicación en los turbios asuntos del 3%. Sin embargo, la realidad es que todo este proceso comenzó tras una denuncia de una concejal de Esquerra Republicana de Catalunya.

Ahora ha sido un empresario, testigo protegido, el que ha mencionado directamente a Artur Mas en el caso del 3% y el que fuera President de la Generalitat se ha agarrado a la tradición catalana más popular, la del victimismo, para decir que hay un complot contra él y que es un juicio politizado.

Desde el Partit Demòcrata Català, se aprovecha todo movimiento judicial y policial que investiga el desfalco que los Pujol, Millet y demás miembros de Convergència han hecho en Catalunya y que han llevado a la situación actual, en la que la Sanidad y la Educación están tocadas de muerte, las camillas en los pasillos, las listas de espera eternas y los niños estudiando en barracones, para enfocar este victimismo.

Sobre la Sanidad y la Educación, los miembros del Govern tienen una frase hecha: «Creen que a nosotros no nos importan los problemas de los catalanes» y, claro, quién va a pensar que no. Pero la realidad es que, obviamente, la burguesía catalana no va a los hospitales y colegios públicos, de modo que esa es una realidad que les pilla muy de lejos.

La corrupción política en España es un gran problema y en Catalunya, más, o quizá debiera decir Mas. Los ciudadanos, ya hartos, protestaron hace ya algunos años en el 15 M. En aquella fecha, en Barcelona las protestas tomaron un cariz más violento que en cualquier punto de España, se atacó directamente a los políticos del Parlament, a los cuales se les roció de pintura, zarandeó y golpeó, siendo necesario que Artur Mas huyese en helicóptero.

Es a raíz de ese día que Mas, haciendo de trilero de las Ramblas, hace que el pueblo catalán fije la mirada en el independentismo. De este modo, consigue tanto su objetivo que muchas personas ya ni siquiera recuerdan ese suceso del Parlament. Desde entonces, cada acto de la sociedad civil, de los cuerpos y fuerzas de seguridad, de los jueces, etc. es defendido por el Govern como un acto contra el independentismo y, en su visión, por ende, a Catalunya.

La fotografía de esta entrada al blog es la mejor definición del patriotismo de los Pujol, Mas y Puigdemont, los cuales no creen ni en la Senyera o la Estelada, sino en el dinero y en el poder. Y, sí, sé que debería haber puesto un billete de quinientos Euros y no de veinte, pero yo no pertenezco a una de esas 400 familias burguesas que controlan Catalunya, ni siquiera pertenezco a las miles de familias de clase media alta que, por acción u omisión, han apoyado la mafia catalana porque prefieren que les robe un catalán a uno que no lo sea. Porque es la Cosa Nostra y la ley del silencio es en Catalunya, como en la Italia mafiosa, una ley sagrada, por más que mantengamos la esperanza de que algún día esos que se creen patriotas catalanes tengan que admitir que esas personas en las que han confiado, a las que han defendido, son las que han saqueado Catalunya y las causantes de que su vida y su economía hayan empeorado.

¿Tercera vía, señor Mas? No, gracias.

Fue en el final de un acto de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. El hombre que ha metido a la Catalunya política en un lío y que ha dividido a la sociedad civil abría una puerta hacia la posibilidad de una alternativa al proceso soberanista. Eso sí, dejó claro que debía ser el Estado, y no el gobierno catalán, el que moviera ficha. En realidad, todos sabemos que una gran parte de los miembros de Convergència siempre han visto el tema de la independencia como una excentricidad y que, para muchos, no era más que un «órdago a la grande», que diría un jugador de Mus, pedir la luna para conseguir algo más terrenal.

La cuestión es que, llegado el momento de repetir el referéndum, el Govern tendrá que dar la cara, dado que el resultado del mismo ya lo conocemos: los separatistas irán a votar y los que respetan la Ley, la Constitución y el Estatuto de Catalunya, no. De este modo, ganará el Sí, con un total cercano menor a dos millones, cuando hay cinco millones y medio de catalanes con derecho a voto en las autonómicas. Llegado ese punto, ¿va a atreverse el Govern de Catalunya a declarar la independencia? Obviamente, no, porque la autodeterminación no es para el quien la quiere, sino para a quien se la reconocen y, seamos serios, ¿cuántos países van a reconocer un país que salga de un referéndum ilegal, donde la mayoría no vaya a votar y donde, además, todo eso ocurra en un país democrático y ejemplo de libertades como es España?

Obviamente, por más que en Catalunya cada vez haya más personas que reclaman que hay que llegar a un acuerdo, no es el Señor Puigdemont quién tiene la sartén por el mango, todo lo contrario. Aunque, por otra parte, después de todo el circo montado y de todas las «performances», difícil sería la papeleta de tener que decir a su «público» que hay que olvidarse de la independencia y conformarse con una mayor inversión del Estado o un mejor sistema de financiación, el cual, por otra parte, a mi modo de ver, tampoco debería llegar ya que la política española no se puede mover a base de amenazas efectuadas por parte de los nacionalismos.

Si el Gobierno central hace un guiño a los nacionalismos, debería ser discreto, muy discreto, porque los que en Catalunya sufren el separatismo saben que a esta situación se ha llegado a causa de ir cediendo desde los comienzos de la democracia hasta ahora. Convergència y el PNV han sido durante años piezas esenciales en el espectro político, pero el multipartidismo les ha relegado al ostracismo y Podemos se ha quedado solo a la hora de defender a los nacionalistas con cierto poder, de ahí que en Catalunya y Euskadi se votase masivamente al partido morado. A pesar de ello, el panorama es el que es y con Podemos no va a pactar ningún partido fiel a la Constitución. Esa pérdida de poder por parte de los partidos nacionalistas en el Congreso de los Diputados es lo que les tiene nerviosos y es la causa de que, sobre todo en Catalunya, el Gobierno autonómico se esté apropiando indebidamente de cuestiones que, por Ley, no le pertocan.

¿Tercera vía, señor Mas? No, gracias. Lo que tiene que hacer el Govern de la Generalitat es cumplir y hacer cumplir la Ley. Una vez todo vuelva a la normalidad democrática y los señores del Junts pel Sí y la CUP acaben con el secuestro del Parlament y de los ciudadanos de Catalunya, luchen ustedes por los catalanes, por todos, también por los que no les han votado. No discriminen a nadie por la lengua que hablan, por la ciudad donde viven o por a quien votan y, a raíz de ahí, como ocurrió en la Transición, todos los catalanes se unirán para defender las necesidades de los ciudadanos de Catalunya.

Recuperar el sentido común en Cataluña

No hace tanto, el Partido Popular y Convergència i Unió eran algo así como hermanos siameses. En Catalunya muchos votantes del PP votaban a CiU y, en cambio, muchos votantes de CiU en las Elecciones Generales votaban a los Populares pues, al fin y al cabo, representan cosas similares, siendo ambos el partido que quería conservar en España los poderes que tenían desde tiempos muy lejanos. Con la deriva separatista, Convergència ha variado su ruta, pero el que fuera el partido de Pujol no dejaba de representar a esas familias que eran franquistas con Franco y monárquicas con el Rey, con tal de estar con el poder.

En realidad, la crisis política española es en gran parte a causa del divorcio del PP con CiU, dos partidos que en algunos asuntos han actuado como mafias sicilianas que tenían un pacto de no agresión, un pacto que a mí como catalán me duele especialmente ya que con él han tenido a mi tierra como campo de juego. La catalanofobia ha sido parte central del gran plan pues que los catalanes fueran mal vistos daba votos la PP en el resto de España y creaba una actitud hostil hacia Catalunya que beneficiaba a Convergència en mi tierra.

Sin embargo, el Partido Popular no cuidó a Jordi Pujol y la lucha de los medios de comunicación y de Ciudadanos en el Parlament, además de la inestimable ayuda de la ex del hijo de Pujol, Maria Victoria Álvarez, ha destapado muchos de los asuntos de la familia que durante años ha actuado (y sigue haciéndolo) en Catalunya como si de una familia real se tratara.

El independentismo de Convergència no es más que una cortina de humo, un tirar para adelante, con tal de salvar la cabeza de Jordi Pujol y los demás implicados en el saqueo que se ha hecho en Catalunya por parte de estos caraduras que se han vendido como padres de esta. Fingir que el dinero no ha «trincado» Convergència y decir que España nos roba han sido el truco de magia para que en todos estos años en mi tierra no se haya hablado del mayor caso de corrupción de Europa perpetrado por Pujol y los suyos. La independencia lo ha tapado todo.

El problema es que lo de la Independencia, que era un objetivo y para eso llevan treinta años comiendo la cabeza a los niños en los colegios y la televisión catalana, se tuvo que adelantar y, claro, nos topamos con el problema de que en Catalunya la mayoría de las personas no son independentistas y éste es en el himpas donde nos encontramos ahora, tratando de hacer tiempo hasta que los separatistas sean el 50% +1.

Para que eso ocurra, se dan todas las posibilidades: hacer votar a los menores de 18, a los extranjeros, incluso la ANC ya ha dicho que no votarán los ciudadanos de Catalunya sino el pueblo catalán, es decir, sólo votarían los nacidos en Catalunya.

Hay que reconocer que en Convergència listos son. Artur Mas se ha quitado de en medio y, como Presidenta del Parlament (que es quien verdaderamente está cometiendo irregularidades), han puesto a Carme Forcadell quien, en realidad, no es del partido.

Los que sí son de Convergència, Homs, Mas y demás personas que han tenido que ir a declarar por el butifarréndum del 9 de noviembre, tratan de hacerse los fuertes pero lo cierto es que, tras el último 11 de septiembre en el que acudieron un millón de personas menos que el año anterior, se empiezan a oír muchas voces que reculan. Desde Convergència se comienza a dudar, ya se descarta realizar el referéndum unilateral y hablan de cómo hacer uno vinculante.

La CUP, que son conscientes de que no habrá independencia y de que, probablemente, vayamos a nuevas elecciones, tratan de no romper el pacto con Junts pel Sí para que la sociedad tenga claro que ellos son los verdaderos independentistas.

Lo triste de la Catalunya que viene es que en ella quizá Podemos o el nuevo partido que creen Colau y los suyos pueden verse beneficiados cuando los que han votado independentismo en el futuro abandonen esa opción. Los partidos que apuestan por un referéndum sin decir si quieren el Sí o el No son aún más dañinos para esta tierra que los propios independentistas.

Catalunya debe volver al «seny», al sentido común y no dejar de defender sus posturas, no dejar de defender su cultura y su lengua, pero siempre teniendo en cuenta que la cultura y la lengua castellanas son tan catalanas como el catalán. En realidad, es ese el punto de unión que los catalanes tenemos y por el cual deberíamos resolver las diferencias. No necesitamos que el PP machaque a Catalunya, no sólo porque crea independentistas, que sí los crea, sino porque quien está desinchado el globo separatista es el propio pueblo catalán.

Espero que llegue el día en el que los que están más cerca del idioma y la cultura catalanes defiendan la catalanidad de las costumbres y el idioma castellanos, así como los que estamos más cerca del idioma y la cultura castellanos tenemos que defender también la españolidad de las costumbres y el idioma catalanes. Ese es el verdadero punto de unión y no enfrentar a la sociedad como quieren hacer los separatistas y Podemos.

Catalunya año cero

Sin la separación de poderes, los gobiernos no se podrían llamar democráticos, es decir, serían, digámoslo así y para que todos me entiendan, dictaduras elegidas democráticamente, pero dictaduras al fin y al cabo. Yo creo que nadie, absolutamente nadie, tiene a día de hoy ninguna duda de que, por ejemplo, Adolf Hitler fue un dictador más allá de que ganara unas elecciones.

El Tribunal Constitucional es independiente en su función como intérprete supremo de la Constitución y está sometido sólo a la Constitución y a dicha Ley. Sin embargo, ayer el gobierno de la Generalitat hizo algo inédito en nuestro país, desobedecer al Tribunal Constitucional, desobedecer la Ley y el orden porque, según ellos, sólo obedecen al pueblo catalán. ¿Cómo se puede ser tan impresentable, tan malintencionado y tan sinvergüenza para hablar en nombre de los catalanes, en nombre de Catalunya, en una moción que los representantes del 53% de la población se ha negado a votar por ilegal?

Si Junts pel Sí y la CUP no gobiernan para todos los catalanes, sino que solamente lo hacen para una parte, y desoyen al resto de la población, que además es mayoría, significa que en mi tierra no hay democracia. Para los separatistas, quienes no les votan no merecen representación, no son ciudadanos de pleno derecho, no son personas, no son humanos. El gobierno xenófobo y racista de Catalunya está haciendo algo muy peligroso, separar a todo un pueblo, poner un muro sin alambradas ni hormigón pero, en definitiva, un muro que separa a los para ellos buenos y malos catalanes.

El gobierno de la Generalitat ha desobedecido al Tribunal, ha desobedecido la Ley y el Estado de Derecho, con lo cual el gobierno catalán se ha convertido en ilegítimo. Sabemos lo que pasará ahora, PP, PSOE y C’s llevarán la resolución al propio Tribunal y seguiremos jugando al ratón y al gato. Es lo que ocurre cuando, en lugar de tener a un presidente serio, tienes al hombre del plasma. En cualquier país serio, la Presidenta del Parlament, la racista y xenófoba Carme Forcadell, sería detenida por golpista, pero con el gobierno del PP ya sabemos que nunca ocurre nada.

Para más inri, el golpe de estado ha sido televisado por la televisión pública catalana, esa televisión que los infrahumanos, los que no tenemos derecho a hablar, los colonos y botiflers, también pagamos y en la que tenemos que aguantar cómo se nos insulta, cómo se nos menosprecia. El No-Do del régimen nacional-catalanista hoy daba paso a la publicidad o el presentador hablaba encima cada vez que la líder de la oposición, Inés Arrimadas, iba a comenzar su turno de palabra. Finalmente, Podemos votó en contra, PSC se negó a votar, Ciudadanos y PP abandonaron el Parlament.

Toda esta pantomima tiene sólo un motivo: Carles Puigdemont necesita el Sí de la CUP en el voto de confianza y ahora ya lo tiene. E, insisto en algo: yo no temo por la independencia de Catalunya, porque no llegará nunca, porque el pueblo no la quiere, pero la ruptura en dos bandos de la sociedad civil en Catalunya sí es algo peligroso, muy peligroso, es algo que ya hemos vivido en este país y sabemos las consecuencias que tiene.

Ayer Junts pel Sí y la CUP votaron iniciar el proceso constituyente de Catalunya como nación independiente de España. Obviamente, no es más que un brindis al sol, simplemente es otra provocación de estos fanáticos nacionalistas que hablan de la independencia como el futuro pero que, sin embargo, vuelven a la época feudal tanto en pensamiento, ya que son de la opinión de la que la soberanía está en los territorios y no en los ciudadanos, como en la práctica, dado que incluso tienen como mapa político organizar Catalunya en veguerías, como en el siglo XII.

Un día triste para Catalunya, un día triste para la democracia ya que en Catalunya no hay corrupción parece, no hay problemas sociales parece, ni de sanidad, ni de educación… en Catalunya sólo existe la independencia y, con eso, se arreglará todo. Ayer el Parlament secundó que «las leyes que se aprueben no son susceptibles de control, suspensión o impugnación por cualquier otro control por parte de ningún otro poder, juzgado o tribunal».

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Ciudadanos (la historia) – Capítulo XXII

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XXI aquí):

Con la ya definitiva expansión de Ciudadanos por todo el panorama nacional, volvía el debate que ya había habido años antes en Catalunya: ¿De derechas o de izquierdas? ¿Se puede tener algo de liberal y algo de socialdemócrata? ¿Liberal? ¿Neoliberal? ¿Socioliberal? ¿Jacobino?

Albert Rivera entona el discurso del centro, se define como constitucionalista, liberal y progresista e iinvita a todos los españoles a que revisen el ideario del partido, disponible en su página web, la vez que reclama esa posición central que existe en toda Europa y que en la eurocámara se agrupa en el ALDE (Asociación de Liberales y Demócratas Europeos).

Tal y como ocurrió años antes en Catalunya y ante las inminentes elecciones autonómicas andaluzas, los primeros en situar a Ciudadanos a la izquierda son los miembros del PP andaluz que resaltan que el ideario de C’s dice que «se nutre del liberalismo progresista y del socialismo democrático» y que en Catalunya ha crecido a costa de los votantes que les ha arrebatado al PSC. Además, califican a Rivera como republicano, como si el hecho de ser republicano fuese sinónimo de ser más de izquierdas o menos.

El momento más lamentable por parte del Partido Popular andaluz llega cuando Carlos Floriano, en actitud xenófoba y catalanofóbica, dice que no quiere que Andalucía sea gobernado por un partido que se llama «Siudatans» y por un hombre que se llama Albert. Rivera se defiende diciendo que, si desde el PP creen que los catalanes no deben formar parte de los asuntos españoles, es que tiene el mismo pensamiento que los independentistas. Además, le recuerda que el candidato por los populares a Presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, es su paisano ya que nació en Barcelona.

Juan Marín es elegido por los afiliados andaluces como candidato para las elecciones andaluzas. La polémica llega con la deliberada malinterpretación de unas palabras de Rivera en las que, refiriéndose a que las subvenciones deben servir para generar riqueza, no para establecer redes de clientelismo político y que un partido se perpetúe en el poder, usa el símil de no regalar peces, sino el deber de enseñar a pescar, lo que tratan de vender como un menosprecio a los andaluces. Rivera recuerda que él no habla como foráneo, sino como andaluz porque su sangre es andaluza.

El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, pidió perdón por los ataques a Ciudadanos desde el PP catalán, con la clara intención de poder llega a un pacto electoral. Pero la respuesta desde C’s llega rápidamente: Ciudadanos solamente apoyará a la fuerza más votada y siempre sin entrar en el gobierno. El 22 de marzo se celebran las elecciones en Andalucía, Ciudadanos consigue un meritorio resultado obteniendo 9 diputados. El PSOE de Susana Díaz sería la fuerza más votada, aunque finalmente necesitaría de cuatro intentos de investidura para la gobernabilidad. Ante el inmovilismo de PP y Podemos y con la posibilidad de repetir las elecciones, Ciudadanos votará a favor de que Susana Díaz sea presidenta tras llegar a un acuerdo de 72 puntos, entre los cuales está la obligación de dejar el acta de los imputados en casos de corrupción. De este modo, los expresidentes Chaves y Griñán tendrían que dejar sus actas de diputados.

Los buenos resultados del partido hacen que, una semana después, anuncie que se presentará a las elecciones autonómicas en todas las autonomías donde se celebran el mayo siguiente y también en las municipales de toda España. Ciudadanos marca entonces su línea roja, no pactará con quien quiera romper el país, solamente lo hará con partidos constitucionalistas. Las elecciones destacan por la gran cantidad de marcas blancas de Podemos, lo que hace de las elecciones un jeroglífico difícil de descifrar.

Ciudadanos, a pesar de no tener casi estructura en muchas automías, consigue representación en prácticamente todas las comunidades: 5 en Aragón, 3 en Asturias, 2 en Baleares, 2 en Cantabria, 5 en Castilla y León, 1 en Extremadura, 17 en Madrid, 4 en Murcia, 4 en La Rioja y 13 en Valencia.  En las municipales, es la tercera fuerza más votada consiguiendo más de 1500 concejales.

Más allá de los diversos pactos en municipios y gobiernos autonómicos, las miradas del mundo político nacional se posaban en Catalunya donde en septiembre habría unas elecciones autonómicas que eran puestas en escena por los partidos nacionalistas como si de un plebiscito por la independencia fuesen.

Se comienza a barajar la idea de que Convergència y ERC se unan en una lista independentista, más cuando Unió se separa de su histórico socio por el tema soberanista. Después también se contempla la posibilidad de que Podemos se una a Iniciativa per Catalunya y los partidos del cambio de las municipales para hacer un gran partido de izquierdas. Una encuesta del mes de julio da un empate entre Convergéncia y Esquerra, seguido de Podemos.

El astuto Artur Mas deja claro poco después que solamente habrá elecciones si hay una lista independentista unitaria con él como candidato. El 20 de julio nacería Junts pel Sí (que no contaría con la presencia de la CUP), después sabríamos la extraña lista en la que el hasta ahora miembro de Iniciativa, Raül Romeva, sería número 1 por Barcelona, aunque el candidato real sería Mas. De este modo, Convergència se aseguraba la presidencia y escondía la marca de Convergència, manchada por la corrupción de los Pujol y la del propio partido, el cual tiene hasta las sedes embargadas.

Con las elecciones catalanas y las generales a la vuelta de la esquina, Albert Rivera decide presentarse a las primarias para ser el candidato de C’s a La Moncloa. Finalmente, los afiliados del partido naranja eligen que la candidata al Parlament sea Inés Arrimadas.

La primera encuesta desde la formación de Junts pel Sí les da como ganadores con el 35,8% de los votos y colacan a Ciudadanos como segunda fuerza en Catalunya, dejando evidente que en unas elecciones marcadas como un plebiscito, C’s es visto por los catalanes como el partido que mejor defiende la unidad del pueblo catalán y el respeto a la Constitución.

Un partido nuevo, una mentalidad vieja

El anuncio de que Artur Mas será el Presidente del Partit Demòcrata Català, es decir, la antigua Convergència, hace buena la expresión popular de «ser los mismos perros pero con diferente collar». Los electores catalanes pondrán en su sitio la operación de estética de la antigua Convergència pero, sinceramente, me extrañaría mucho que esta «performance» le pueda salir bien a Artur Mas.

Al que fuera President de la Generalitat, igual que ocurre con Mariano Rajoy, hay que alabarle cómo consigue sobrevivir una y otra vez cuando lo dan por muerto. Realmente, si Mas no se hubiera inventado el Procés, no se hubiera inventado a Junts pel Sí y, a día de hoy, él y los suyos estarían en la oposición desde 2014. Sin embargo, vamos a llegar como mínimo a 2017 con Carles Puigdemont, es decir, con Artur Mas en el poder.

Lo que ocurra en el futuro de la política catalana va a depender mucho de ERC pues tendrán que elegir entre desmembrar Junts pel Sí y, probablemente, ganar las elecciones (eso sí, dejando la independencia para más adelante) o permanecer en la coalición con el objetivo de la independencia pero liderado por los de siempre, por la burguesía barcelonesa que ahora son independentistas, antes catalanistas, antes franquistas y antes monárquicos, todo para estar siempre en el poder.

Estratégicamente, si entendemos que el objetivo de Mas, Pujol y todos los demás es mantener el poder, obviamente, lo están haciendo bien aunque, sin embargo, no dejan de estar en manos de Esquerra, que ha superado a los Convergentes en las dos últimas elecciones generales. Ahora, con el nuevo nombre, como ya dije en una entrada anterior, creo que podría ser un buen momento para que muchos votantes de CDC, que votaban dicho partido casi como una más de las tradiciones catalanas, den la espalda a PDC y se unan a otras fuerzas sin sonrojarse.

Insisto en este tema porque, viviendo el día a día de la extraña Catalunya en la que vivo, estoy completamente seguro de que los votantes de Convergència no aprueban esta metamorfosis de Mas y los suyos. Obviamente, no son solamente sensaciones, los datos son claros en las autonómicas catalanas de 2015 donde Junts pel Sí consiguió el 39,65 de los votos, mientras que por separado en 2012 tenían el 44,4% y en 2010 antes de que comenzara la locura soberanista el 45,5%. Precisamente en ese 2010, sólo CiU tenía el mismo porcentaje que ahora tiene Junts pel Sí.

El independentismo ha sido la salvación de Convergència, pero también puede ser su defunción. Curiosamente, entre los jóvenes, el nacionalismo catalán es visto como un fenómeno progresista y de izquierdas, imagino que por el simple hecho de que ven al Partido Popular como el enemigo, pero el nacionalismo siempre es de derechas, de extrema derecha, ultra conservador, porque el nacionalismo nos lleva a la época feudal en la que todo, incluido los ciudadanos, pertenecían a la nación, al reino o al condado.

El progresismo es todo lo contrario, es dar la soberanía al pueblo, es que todos esos ciudadanos sean iguales y gocen de los mismos derechos. Por eso, en los próximos años, cuando muchos jóvenes y no tan jóvenes catalanes vean cómo acaba el hechizo y el carruaje vuelva a convertirse en una calabaza, tendrán que elegir qué camino tomar. Y, cuando pase esto, entre los independentistas convencidos (una minoría), ¿cuántos de ellos iban a ver más cercanos a sus pensamientos los del Partit Demòcrata que los de Esquerra Republicana?

El Partit Demòcrata Català es un partido nuevo pero con una mentalidad vieja. Ciertamente, me sorprendería que en los próximos meses, cuando las encuestas sigan dando datos a la baja de los partidos secesionistas, no surgiese una tendencia, digámoslo así, «regionalista» de la antigua Convergència, un partido que defienda la cultura, la lengua catalana sin olvidar los temas sociales y que todo eso lo pueda hacer desde la Constitución, la Ley y con el objetivo de unir a los catalanes y no dividirlos.

En mi opinión y como ya dije en otra ocasión, los catalanistas moderados no tendrían que hacer un nuevo partido pues creo que ya tienen su sitio en Ciudadanos ya que no hay un lugar mejor donde defender el verdadero catalanismo, el cual realmente no es más que el anhelo catalán de ser importante en España. Pero ese paso lo veo difícil porque el nacionalismo catalán y el nacionalismo castellano del PP tratan de enfrentar de tal modo a la sociedad civil catalana que están alineando a personas en frentes muy marcados, tanto que los clichés que tiene Ciudadanos son montañas a subir.

¿Cómo se convence a un catalanista moderado que es machacado a diario por medios de comunicación, políticos, amigos y familiares que C’s no es un partido anticatalán? ¿Que no es un partido de derechas? ¿Que no es un partido colonizador? ¿Que no es, como dijo la misma Carme Forcadell, un partido de no catalanes? Y a la vez, ¿cómo se convence a los castellanoparlantes que no les dejan hablar su idioma en los colegios o en las instituciones públicas de que hay que estar orgulloso de ser catalanes? ¿De que tenemos que defender nuestra tierra más allá de los Mas, Pujol, etc.?

Difícil batalla es esta, pero es una lucha en la que no hay que desfallecer. Primero, porque debemos cuidarnos mucho del nacionalismo catalán, porque por más que lo vendan como algo moderno, como una moda juvenil, el nacionalismo es lo que es y la historia está ahí para no volver a caer en los mismos errores, más cuando el nacionalismo catalán cuenta con asociaciones como la ANC (que significa Assemblea Nacional Catalana y no Algunos Nazis Catalanes, como alguno podría pensar) que declaran, sin cortarse, el odio a España, a los españoles, incluidos los catalanes que nos sentimos españoles.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.expansion.com

¿A dónde vas Convergència?

Convergència pudo llamarse en su día PNC, es decir, Partido Nacionalista Catalán, muy al estilo del Partido Nacionalista Vasco. Sin embargo, fue el propio Jordi Pujol quien se negó a ese nombre ya que, a su parecer, no había que dar la posibilidad de que se les viese como un partido nacionalista dado que Convergència no debía ser un partido nacionalista, sino el partido nacionalista catalán, el único.

No fue una mala táctica para el partido pues, durante décadas, todo catalanista sintió la obligación de apoyar al partido, sobre todo mientras Jordi Pujol fue su líder. A Convergència no solamente lo apoyaban los burgueses y empresarios de Catalunya, sino también prácticamente toda persona que se sintiera catalanista en cualquiera de sus términos, los que querían la independencia, los que querían más autonomía, los que querían que Catalunyha fuese el motor de España e, incluso, personas «españolistas» que veían más peligroso el catalanismo de izquierdas, que ese sí tenía como una aspiración la independencia y podía llegar al poder, como así acabaría siendo, con el apoyo de PSC e Iniciativa.

Así, Jordi Pujol se convirtió en algo más que un político o un líder; era algo así como el «Rey de Catalunya», la persona que hacía y deshacía. Así mismo, consiguió que toda crítica contra él o contra el partido fuese vista, por gran parte del pueblo, como un ataque a Catalunya y al catalanismo en cualquiera de sus formas de verlo. Para Pujol, no era difícil lograr eso pues, al fin y al cabo, la base de su electorado provenía de familias que habían sido franquistas y antes monárquicos, con que la idea de un líder único que gobernase los destinos del pueblo por el bien de la nación la tenían en el ADN.

Ya he dicho en otras entradas que, aquí en mi tierra, era muy normal que las personas que confiaban en el Partido Popular en las elecciones Generales votaran a CiU en autonómicas y viceversa, más aún cuando, ante la posibilidad de un empate técnico, se apelaba al voto útil. De modo que al partido de Pujol en algunas épocas le votaban conservadores, cristianos, catalanistas y españolistas de derecha. Los dos bloques de intención de voto se rompieron cuando, para destronar a CiU, los socialistas catalanes se unieron a ICV y, sobre todo, a Esquerra, que había sido visto siempre como un partido radical y peligroso que no tenía reparos en cuestiones como integrar en sus filas a miembros de la banda terrorista Terra Lliure. Para que me entiendan los más jóvenes, la ERC de los 80 y 90 era vista, probablemente y para la época, como un partido más radical de lo que es la CUP ahora.

El gobierno del Tripartit fue quien cambió la historia de la Catalunya reciente. Un partido como el socialista jamás debería haber pactado un gobierno autonómico con un partido de Esquerra y lo pagó muy caro. Por un lado, porque una vez que estaban juntos, muchas personas que hasta entonces habían votado socialista creían ahora que el voto de izquierda más útil era el de ERC y, por el otro, porque muchos votantes, no entendiendo esa unión, decidieron apoyar a Ciudadanos, partido que acababa de formarse y que suponía una formación claramente contraria al nacionalismo.

Desde ese día, comenzamos a darnos cuenta de que la Catalunya abierta a las personas que habían venido de otros lados de España no había sido más que una mentira, que la Catalunya integradora y cosmopolita no había sido más que una táctica electoral y que en el gobierno de CiU había claros prejuicios racistas y xenófobos contra los catalanes de origen español. En ese momento y a causa de que se descubren multitud de casos de corrupción por parte de Convergència, los cuales afectan al mismísimo Jordi Pujol y familia, al tener un dinero en varios paraísos fiscales, al parecer procedente de mordidas de los contratos efectuados por la Generalitat de Catalunya, Convergència decide pasarse al separatismo catalán creyendo que treinta años de adoctrinamiento catalanista en las escuelas y medios de comunicación han debido de ser suficientes para que una mayoría les siga en el camino al precipicio.

Ya sabemos lo que ocurrió: Artur Mas quiso hacer de unas autonómicas un referéndum en el que, por cierto, perdieron los separatistas, aunque eso no fue lo más destacable ya que ERC y la CUP se pusieron del lado de Convergència, manchándose de sus tramas, de su corrupción y de su independentismo xenófobo. Mientras todo eso ocurre, Convergència se desangra tanto y tiene tan sucia su marca que, en estos días, trata de refundarse, de encontrar otro nombre, otras siglas, para que, como hizo hace ya casi 40 años, siga viéndose como el único partido nacionalista catalán. Pero no es cuestión de un nombre, es cuestión de saber «¿A dónde vas Convergència?», cuando están perdiendo votos a chorros, cuando sus votantes son ya únicamente personas mayores que, a estas alturas, «no van a cambiarse de chaqueta» y jóvenes claramente clasistas que desprecian más a según qué parte de la población por su nivel económico que por de dónde provienen.

Se llame Democracia i Llibertat, Catalunya Estat o Junts per Catalunya, Convergència, la Convergència del 3%, no es un partido de futuro. Todo parece indicar que, dentro del soberanismo, muchos de sus votantes prefieren a ERC y que muchos catalanistas no independentistas han elegido a Ciudadanos y al Partido Popular en estas últimas elecciones. Por eso, soy de la opinión de que el cambio de nombre debe ser una forma tranquila para los que hasta ahora han votado a Convergència se cambien la chaqueta, simplemente porque ya se ha quedado pequeña; esta ya está en la basura y estoy completamente seguro de que la mayoría de catalanistas no son independentistas y de que quizá ha llegado el momento de que el catalanismo vuelva a ser lo que siempre fue, el anhelo de los catalanes de llevar las riendas de la economía y la política española. Estoy seguro de que esto acabará siendo así y de que Ciudadanos es el único partido que puede tender puentes entre los catalanes y el resto de españoles. Ahora sólo falta ver cuánto tiempo pasaremos en este proceso. Mientras más tarde, más tensión habrá en Catalunya, más amistades se perderán, más familias acabarán divididas. Por eso espero que ese cambio ocurra pronto pues los ciudadanos de Catalunya necesitamos trabajar unidos desde ya.

 

Fuente de la fotografía de portada: voxpopuli.com

Ciudadanos (la historia) – Capítulo XXI

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XX aquí):

Ante un 2015 cargado de elecciones y con Fran Herviás preparando la definitiva expansión del partido por toda España, el Presidente de Ciudadanos buscaría por enésima vez una unión con UPyD que creara, por fin, un partido de centro fuerte en nuestro país. Así, pues, el 23 de septiembre de 2014, Rivera se reunió en Madrid con Rosa Díez en busca del acuerdo.

Andrés Herzog parece predispuesto a la alianza. UPyD tiene presiones tanto fuera como dentro de su propia formación para llegar a acuerdos con los naranja y la frase que más se oye esos días es que «es más lo que une que lo que separa». Aún así, no llegan a cerrar un acuerdo, aunque tampoco rompen las negociaciones. En el Parlamento Europeo, sí hay colaboración entre los dos partidos aunque eso, a la larga, acaba causando tensiones entre el eurodiputado Sosa Wagner y Rosa Díez que finalizaría con la destitución de Wagner. Unas encuestas de noviembre dicen que UPyD solamente conseguirá el 2% de los votos, a pesar de que C’s no entra en esa encuesta. Aún y con eso, el personalismo de la lideresa del partido magenta cierra la posibilidad de acuerdo y los partidos caminan por separado. En los siguientes días, cientos de afiliados de UPyD acabarán en Ciudadanos y los que se quedan piden a Rosa Díez que ceda el testigo y que haya elecciones internas.

A finales de año, el eurodiputado Fernando Maura de UPyD acude a un acto de Ciudadanos: «UPyD ha preferido encerrarse en sus siglas, ha preferido sus siglas al proyecto político, ha carecido de la generosidad y altura de miras que el momento político de España exigía».

Ese otoño es de gran tensión en Catalunya ya que el gobierno catalán prepara el referéndum del 9 de noviembre, a pesar de que haya sido prohibido. Ciutadans presenta un escrito ante la Delegación del Gobierno en Catalunya para que el Ejecutivo central suspenda la campaña a favor de la consulta soberanista que impulsan la Assamblea Nacional Catalana y Òminum y otro en el que denuncia una posible «vulneración» de los derechos fundamentales.

No es la única polémica que hay en Catalunya ya que Jordi Pujol reconoce tener dinero en el extranjero. Al principio, CiU y ERC tratan de evitarlo pero, finalmente, cederán para que acuda.

La relación entre CiU y Esquerra comienza a ser tirante, Junqueras y los suyos quieren colaborar con Mas y su referendúm pero, a la vez, es consciente de que todas las encuestas le dan como ganador de unas posibles elecciones autonómicas catalanas.

Finalmente, Artur Mas anuncia que el 9 de noviembre no habrá referéndum al uso, pero que sí abrirán institutos y sedes para que todos los mayores de 16 años puedan votar. Los que asistiesen al butirreferéndum tendrían que responder a estas dos preguntas ¿Quiere que Catalunya sea un Estado? En caso afirmativo, ¿quiere que este Estado sea independiente?

A pesar de dejar votar a niños, a extranjeros sin papeles y de que todos los medios catalanes hiciesen campaña por el Sí, solamente un 37% de personas acudieron a votar, es decir, solamente por participación volvía a ganar el No a la independencia. De los que fueron a votar, venció el Sí-Sí con un 80,76% y la ya repetida cifra de un millón ochocientas mil personas que siempre dan como cierta. El Sí-Sí venció en todas las comarcas excepto en la Vall d´Aran.

En los días siguientes, se muestran fotografías de personas que han votado hasta tres o cuatro veces. A pesar de eso, Artur Mas lo vende como un gran triunfo y reclama que se haga un referéndum real. Mientras, Ciudadanos le reclama a Mas que enseñe las cuentas de lo que ha costado el butirreferéndum.

A finales de noviembre, Ciudadanos anuncia que presentará listas en 400 ciudades españolas incluyendo todas las capitales de provincia. En esos momentos, el partido cuenta con 6.300 afiliados.

Comienza a rumorearse que en Catalunya, probablemente, se celebren autonómicas y que los partidos soberanistas quizá vayan de la mano para que las elecciones sean vistas como un plebiscito. El Partido Popular catalán, a través de Enric Milló, habla de la posibilidad de que los populares se unan a PSOE y Ciudadanos para hacer una unión por el No a la independencia. Ciudadanos responde con un No rotundo. Inés Arrimadas explica que «Muy pronto se han olvidado los populares que, hasta no hace tanto, eran ellos los que pactaban con los nacionalistas», además de negar la posibilidad de «Poder ir de la mano con partidos con problemas con la corrupción».

ERC apoya el presupuesto de CiU, a pesar de defender fuertes recortes sociales, y el pacto que llevará a ir de la mano a CiU y ERC en unas futuras autonómicas parece claro. Unos días después, el Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona citó como imputados al ex President, a su esposa Marta Ferrusola y a tres de sus siete hijos, Mireia, Marta y Pere.

Los cinco deberían responder como supuestos autores de los delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales cometidos en relación con el dinero que tenían en Andorra. Los Pujol Ferrusola regularizaron el dinero poco antes de que el ex President confesase su existencia.

El 2015 comienza con la definitiva expansión de C’s por todo el territorio nacional. Las mismas preguntas y cantinelas que se oyeron diez años antes en Catalunya vuelven. ¿De izquierda o de derecha? ¿Liberales o socialdemócratas? Desde un primer momento, PSOE y Podemos quieren desplazarle a la derecha, se empiezan a acuñar las frases «Marca blanca del PP» o «Nuevas generaciones del PP». Sin embargo, los populares le acusan de ser de izquierdas, de catalanistas, y aseguran que Ciudadanos se ha hecho grande con los votos del PSC en Catalunya.

En ese mes de enero, sale la primera encuesta en la que Ciudadanos aparece como una posibilidad  para las generales. En la intención de voto, Podemos aparece como la fuerza más votada con un 28,2%. Sorprendentemente, C’s supera a Izquierda Unida y a UPyD y seria cuarta fuerza con el 8,1%. La posibilidad de que un partido de centro y nacido en Catalunya sea parte importante de la política española comienza a ser real, por imposible que pareciera meses antes.

 

Fuente de la fotografía de portada: www.abc.es

¿Quién salvará el Procés? ¿PSC o Podemos? Se admiten apuestas

La CUP, un partido anticapitalista, anarquista, partidario de la okupación de las propiedades privadas y de la Kale Borroka, es la base donde una autonomía tan importante para España como Catalunya debe sostenerse. A Junts pel Sí le fallaron las cuentas en las pasadas elecciones catalanas: en el año 2012 Convergència y Esquerra consiguieron 71 diputados y un 44,4 % de los votos, de modo que unieron fuerzas con el objetivo de llegar al 50,1% y mantener la mayoría absoluta que está en 68 parlamentarios.

Artur Mas y Oriol Junqueras, embriagados por manifestaciones donde supuestamente (no se lo creen ni ellos) había 2 millones de personas, creyeron que era el momento de unir fuerzas y mostrar una mayoría soberanista. Pero no la hubo, Junts pel Sí perdió 4,8% de votos y 9 diputados. Artur Mas quedaba en manos de que un partido antisistema le permitiese gobernar. Finalmente, la CUP permitiría el gobierno de Junts pel Sí, a cambio de la cabeza de Artur Mas y Carles Puigdemont, el señor Mas de lo mismo, era nombrado President.

Un pacto del partido de la burguesía catalana, que primero fueron monárquicos, después franquistas, más tarde catalanistas y ahora independentistas, con tal de chupar del bote y que suponía unirse con un grupo de antisitemas para gobernar. ¿Difícil? Mucho, pero todo intento es poco para salvar el Proceso, el proceso judicial de los Pujol, claro, que es realmente de lo que va esto del independentismo.

Ahora la CUP, que llamaba a los catalanes a la desobediencia, no aprueba los presupuestos de Junts pel Sí porque, sin presupuestos, para una autonomía, pero no para un país. En fin, queda visto para sentencia que el Catadisney de la CUP es aún más de dibujos animados que el de el señor Mas de lo mismo y sus secuaces.

De modo que en septiembre habrá una moción de confianza para el President Marioneta. En ella, en teoría, tendrá 62 votos a favor (los de Junts pel Sí) y 63 en contra (los de toda la oposición). De modo que los 10 de la CUP volverán a ser el árbitro que decida.

Desde el minuto 0, ha comenzado la segunda parte del PressingCup. Los amigos cupaires, que no tienen miedo ni a las pelotas de goma de la policía del régimen, supuestamente atemorizados, llegaron a un acuerdo la otra vez. ¿Volverán a repetir? En Catalunya todo el mundo cree que sí, que finalmente la CUP cederá, que al final en una de esas múltiples asambleas y, tras empate, prórroga y penaltis, la CUP dirá Sí por un voto.

Yo tengo la sensación de que, en estas asambleas, al final siempre se hace lo que dice el que más grita y me parece que quien más grita es Anna Gabriel. En este caso, quizá la CUP diga No y entonces, teóricamente, deberíamos ir a nuevas elecciones en noviembre.

¿Acabaría entonces el Procés separatista? No. La independencia de Catalunya es cómo esas películas de terror malas en las que, al final, el fantasma siempre aparece para hacer una nueva parte. A más, sabiendo que hay partidos que se mueven única y exclusivamente por intereses electorales, si hay partidos a los que les interesa que las elecciones no se repitan, ayudarán a aprobar los presupuestos.

En la Catalunya en la que se quiere que haya ciudadanos de primera y de segunda, en la que se quiere separar a los catalanes por la lengua o por las costumbres, unas nuevas elecciones deberían convertirse en el fin de toda esta locura nacionalista, pero no va a ser así por varias cuestiones.

Primero, porque obviamente no hay un grupo del No, sino que Ciudadanos, PSC, Catalunya Sí que es Pot y Partido Popular tienen autonomía propia y pensamientos diferentes.

De todos modos, en el caso de que la CUP dijera No al voto de confianza (que lo gracioso sería que dijese Sí, pero que le volvieran a negar los presupuestos), seguramente PSC o Podemos pelearían por llegar a un acuerdo con Junts pel Sí (y si no, al tiempo) ya que las encuestas dicen que muchas personas quieren un referéndum, aunque sea para votar No.

En realidad, lo que habría que hacer es informar a esas personas que quieren referéndum para votar No que esa ley solamente existe para las colonias y los pueblos oprimidos y que, si el gobierno de España aceptara esa votación, estaría reconociendo que Catalunya es un pueblo oprimido, cosa que no es, y que, entonces, ya no habría STOP pues se podrían estar haciendo referéndums de independencia cada día, con la diferencia de que, si gana el No, podrían repetirse  eternamente hasta que ganase el Sí y que, si una sola vez ganara el Sí, sería una decisión para los siglos de los siglos.

 

Fuente de la fotografía de portada: lavanguardia.com

Ciudadanos (la historia) – Capítulo XX

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XIX aquí):

En octubre de 2013, el líder de C’s, Albert Rivera, presentó la plataforma Movimiento Ciudadano con la idea de ver la voluntad que había en toda España de que el partido naranja, que hasta ese momento había realizado sus labores prácticamente sólo en Catalunya, pudiera expandirse en todo el territorio nacional. Rivera aseguró que su objetivo era «enterrar las dos Españas con siete llaves» y acabar con las «luchas identitarias» o territoriales.

La respuesta de la sociedad civil fue muy positiva y pronto se comenzó a entrever la posibilidad de que Ciudadanos pudiera presentarse a nivel nacional en las elecciones Europeas de 2014. Ante la posible implantación nacional, ocurrió lo contrario que cuando el partido surgió en Catalunya ya que, si en las tierras catalanas era el PSC quien se veía amenazado por el surgimiento del partido, ahora eran los populares los que parecían nerviosos, sobre todo porque en las encuestas sobre unas próximas elecciones a la Generalitat se observaba que, ya no solamente iban votos del PSC a C’s, sino que también los populares comenzaban a apostar por el partido de Rivera. Según todos los sondeos, Ciutadans sería tercera fuerza en Catalunya superando al bipartidismo y acercándose a Convergència y ERC.

Gracias a Movimiento Ciudadano, Albert Rivera comienza a tener repercusión en los medios españoles donde vuelve a contar cómo se sintió identificado con la plataforma Ciutadans de Catalunya, que asistió como oyente a esas primeras reuniones y que, casi sin pretenderlo, acabó siendo presidente del partido; cómo, a pesar del vacío de la prensa catalana, el partido consiguió representación en el Parlament donde Rivera se conviertió en el azote del independentismo, llegando estos a amenazar de muerte a él y a su familia.

Al acabar el año, la Comunidad Valencia y Madrid lideran el Movimiento Ciudadano y comienzan a sonar nombres para la formación naranja pero el partido, aunque no ponga vetos a personas que proceden de otros partidos, tiene la idea de que lleguen personas de la empresa privada y que, hasta ese momento, hayan estado alejados de la política.

El los últimos días de 2013 y primeros de 2014, nacen dos partidos en España, una fuerza de Extrema derecha y otra de Extrema Izquierda. A la derecha, nace VOX al que califican como «El 15 M del Partido Popular», la formación que inició su andadura con el objetivo de «recoger el voto de la derecha desencantada con las políticas del PP» y que se presentó ante los medios de comunicación  a través de una rueda de prensa de sus promotores Cristina Seguí, José Antonio Ortega Lara, José Luis González Quirós, Santiago Abascal e Ignacio Camuñas. 

El origen de Podemos se encuentra en el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, difundido por la publicación digital Público, donde firmaban una treintena de intelectuales, personalidades de la cultura, el periodismo y el activismo social y político, entre los que se encontraban Juan Carlos Monedero.  En este manifiesto, se expresaba la necesidad de crear una candidatura que concurriese a las elecciones europeas de mayo de ese año con el objetivo de oponerse, desde posturas de izquierda, a las políticas de la Unión Europea para la crisis económica. Aunque no era uno de los firmantes del manifiesto, el 14 de enero se anunció que el profesor de Ciencia Política de la UCM y analista político televisivo Pablo Iglesias encabezaría el movimiento.

En ese comienzo de año, Ciudadanos recibe una muy mala noticia al conocerse que el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) había decidido la imputación procesal en el marco del procedimiento judicial, seguido por fraude fiscal, durante la etapa en que Jordi Cañas fue administrador de una sociedad limitada, junto a su expareja y nueve personas más, por un supuesto fraude a Hacienda de 429.203 euros en el Impuesto de Sociedades del año fiscal del 2005, gracias a un entramado empresarial. A pesar de no ser corrupción política, de no estar condenado y de ser un hecho que se produjo antes de que el partido existiera, Jordi Cañas abandona su escaño en el Parlament de Catalunya.

Con vistas a las elecciones europeas, Ciudadanos inició las primarias para elegir los candidatos para el 25 de mayo. El independiente Javier Nart sería el número uno y el escritor Juan Carlos Girauta, que también se presentaba como independiente,  sería el segundo de la lista, por delante de la también independiente Carolina Punset. Las encuestas dicen que C’s difícilmente tendrá representación, las más optimistas dicen que quizá puedan conseguir uno pero, una vez más, el partido supera las expectativas y finalmente logra tres eurodiputados que se integraron en el grupo de Asociación de Liberales y Demócratas Europeos y consiguiendo casi medio millón de votos.

El partido sigue su expansión por el territorio nacional. Se suman partidos de carácter municipal, así como también regional y formaciones como el Centro Democrático Liberal, que lo habían formado en su momento un sector del CDS de Suárez. Vuelven también los rumores de la posible unión con UPyD, una encuesta dice que los afiliados de ambos partidos estarían dispuestos a ello. Sin embargo, Rosa Díez, que ve a C’s como si de un hermano pequeño se tratara, opina que Ciudadanos tendría que adherirse a UPyD.

En Catalunya la tensión va aumentado, Artur Mas prepara un referéndum para el 9 de noviembre, coincidiendo con al caída del muro de Berlín. Curiosa metáfora de los independentistas hacer un símil entre el reencuentro de un pueblo, con la ruptura de otro. Los jueces declaran ilegal dicho referéndum y Mas trata de hacerlo de forma no oficial. Antes de que eso ocurra, el 11 de septiembre, la propaganda separatista organiza la vía catalana que consta de hacer un río de personas en forma de «V» por la Gran Vía de les Corts Catalanes y la Diagonal. Se inscriben 530.000 personas. Finalmente, asisten algo menos, sin embargo, la organización da la cifra de un millón ochocientas mil personas. Los medios financiados por la Generalitat dan por buena esa cifra, es decir, quieren hacernos creer que ese día se recorriendo toda Catalunya para estar en una manifestación más personas de las que cruzaron una calle para votar a partidos soberanistas. En ese 11 de septiembre, el programa Al rojo vivo de La Sexta emite un especial en el que, entre muchos otros, se invita a Albert Rivera, el cual tendrá que ser desalojado por los Mossos por intentos de agresión por parte de los separatistas.