Bildu, Podemos y las elecciones vascas

En el mundo de lo políticamente correcto, hay muchas cosas que no se pueden decir, por eso imagino yo que a veces los discursos políticos son tan distintos de lo que uno oye en las tertulias de la calle, de las cafeterías o en su propia casa. Cuando yo era niño, en los ochenta, ver en la televisión que había habido un atentado perpetrado por ETA era parte del Padre Nuestro de cada día, me sorprendía oír a muchas personas mayores decir que, cuando surgió ETA, muchos estaban a favor de ella.

Después, cuando vas entendiendo que antes se vivía en una Dictadura, privado de libertades, muchos españoles creyeron que la lucha de ETA era por la libertad. Obviamente, con la muerte del Dictador, con la llegada de los gobiernos democráticos, la mayoría de nuestros compatriotas no entendieron que el terrorismo no acabaría ahí, más aún cuando la amnistía que se realizó a presos políticos benefició también a los de ETA.

Entonces surgieron bandas que, utilizando métodos terroristas, lucharon contra aquellos terroristas, la AAA o el Batallón Vasco Español, vistos por la sociedad como mercenarios a sueldo de los empresarios vascos que, cansados del impuesto revoucionario de ETA, querían acabar con ellos observando que las fuerzas del orden no eran capaces. Además, a pié de calle, siempre corrió el rumor de que los gobiernos y las fuerzas de seguridad estaban interesados en que el terrorismo no acabara ya que tapaba muchos otros problemas de la sociedad.

Con la aparición de los GAL y la posterior investigación periodística, que demostró que el gobierno del PSOE estaba tras ellos, hubo un shock en la sociedad. Primero, porque, aunque por políticamente correcto nadie lo reconoce, ahora, yo, que era niño entonces, del mismo modo que oí a muchas personas decir que antes muchos estaban a favor de ETA en la dictadura, oí también que muchos estaban a favor de los GAL ya en democracia.

Recuerdo que, siendo ya adolescente, mitad por prudencia, mitad quizá porque Barcelona nos parecía muy grande, cuando íbamos a la capital catalana y pasábamos por delante de un cuartel de la Policía o de un cuartel militar, acelerábamos el paso porque teníamos miedo a que hubiera un atentado. Pero lo cierto es que posibilidades había, los atentados pasaban a menudo y, como he dicho antes, eran parte del día a día.

ETA era el peor de los enemigos de los españoles y, probablemente, a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco, la banda terrorista fue perdiendo apoyos, fue acorralándose y, finalmente, gracias también a la sociedad civil y a las fuerzas de seguridad del Estado, acabó o al menos está en nuestros días en estado de hibernación.

Lo que nunca creí es que, más allá de los partidos que son ETA, que han tenido diferentes nombres y que ahora se llaman Bildu, iba a haber partidos nacionales, como es el caso en estos momentos de Podemos, que defendieran, justificaran y apoyaran a ciertos personajes infames como Arnaldo Otegi. Tampoco creí que Izquierda Unida, que en esa época estaba tapado, se amparara en el primo de zumosol Podemos para hacer lo mismo; que una persona de 28 años, como Alberto Garzón, hable de Otegi como hombre de paz, me pone los vellos de punta.

Pablo Iglesias le recriminaba al PSOE que tenía las manos manchadas de cal viva, en referencia a los GAL y de cómo enterraron tras torturar a los etarras Lasa y Zabala. Ahora, en las elecciones vascas, Podemos hace un guiño al entorno de ETA y propone de candidata a Pilar Zabala, hermana del colaborador de ETA. Podemos trata de aglutinar a todas las izquierdas, desde la Social Democracia más moderada, a la izquierda nacionalista en la que estaba la banda terrorista vasca y eso, no es sólo peligroso, sino también insultante.

Para Podemos, todo es extrategia electoral y, como hemos podido ver ya en ciudades, comunidades y en el Congreso de los Diputados, una vez en las instituciones no saben qué hacer. Y es que en Podemos todo es el juego de ganar votos y saben que en la llamada Izquierda Abertzale hay muchos votos, como los hay en el nacionalismo gallego, en el catalán o en el valenciano. Pero no se puede hacer un proyecto nacional tratando de beneficiar a los que quieren desmembrar España. Aún así, reconozco que no es lo mismo defender los intereses que defiende el BNG, PNV, Compromís, ERC o Convergència, que defender los intereses de Bildu que son los intereses de ETA.

Otras veces, me he hecho ya estas preguntas y a menudo vuelvo a pensar en ello. ¿Tan pronto nos hemos olvidado del daño que hicieron los terroristas? ¿O es que los que defienden ahora que ETA tenía motivos políticos, que la lucha de ETA fue una defensa de una democracia mal hecha o que Otegi y compañía son hombres de paz sonreían cuando veían en la tele los atentados, las bombas, los tiros en la nuca y los muertos que causaba?

 

Fuente de la fotografía de portada: La Sexta

Ni fascistas, ni colonos, ni botiflers, ni nacionalistas españoles, simple y llanamente españoles de España

Llevo algún tiempo investigando, estudiando, leyendo toda la historia del nacionalismo catalán. Intentando conseguir libros, periódicos antiguos, leyendo artículos, tratando de saber todo lo que ocurrió en el pasado para entender el presente. Espero tener preparada pronto una serie de entregas sobre dicho nacionalismo, pero hoy no voy a hablar de eso sino que, a consecuencia de un artículo que leí hace poco, escrito para The Daily Telegraph por el líder catalanista Francesc Cambó del partido conservador Lliga Catalana y en el que comentaba los hechos ocurridos que llevaron a la Guerra Civil, me reafirmo en mi pensamiento en el que la actualidad política es similar al que había en la época justo anterior a que estallase el conflicto bélico.

Como ya he dicho más de una vez, con esto no estoy diciendo que vaya a haber una guerra. Realmente no creo que eso pueda ocurrir, pero sí pueden haber ciertos enfrentamientos entre la población que hagan difícil la convivencia entre los ciudadanos. En el artículo de Cambó, publicado el 28 y 29 de diciembre de 1936, se relataba cómo, en las elecciones del de 16 de febrero de 1936, la población no votó a partidos que defendían ideas cercanas al fascismo y ponía como ejemplo que, en esas elecciones, en Madrid, lugar donde el fascismo según él era más numeroso de 400.000 personas del censo, solamente 3.000 votaron a formaciones fascistas.

Proseguía el líder catalanista diciendo que, en dichos comicios, los partidos de izquierda que formaron el Frente Popular se organizaron para luchar contra un fascismo inexistente y que, persiguiendo ese fantasma, consiguieron crear una realidad un bando llamado «fascista» porque era cómo le llamaban su enemigos. Cambó afirmaba que el gobierno de izquierdas buscaba una sovietización del país y que el fin no era la democracia republicana sino desbancar la República para entrar en una dictadura del proletariado, es decir, una dictadura comunista a imagen y semejanza de lo que había sucedido en Rusia tras la Revolución Bolchevique.

En España, con las diferencias del tiempo, está ocurriendo algo similar: que el guerracivilismo cada día está más patente es una obviedad y, en mi opinión, no sólo por parte de los políticos, sino lo que es más preocupante, por parte de los ciudadanos. No sé si se deberá a la crisis o al creciente interés político de los ciudadanos pero es obvio que cada vez hay más enfrentamientos y menos respeto por los que piensan diferente y desde la nueva extrema izquierda que comparten Izquierda Unida y Podemos, como ocurrió antes de la Guerra Civil, nos acusan de fascistas a todos los demás.

Para más inri, los que vivimos en Catalunya, además, tenemos que sufrir las mismas descalificaciones por parte de los independentistas donde ya no es que nos llamen fascistas, sino que, ni siquiera, somos catalanes para ellos. El Nacional-catalanismo ha conseguido que, de algún modo, se asocie lo independentista a lo catalán y los que no, a lo fascista. Pero no es así, no somos fascistas pues yo ni siquiera soy nacionalista español o como lo quieran llamar, simplemente soy español de España y, por supuesto, catalán de Catalunya.

La presión que vivimos en Catalunya los no independentistas, como ya comenté alguna vez, hizo que en su día me llegara a plantear ir a vivir a otro sitio. A día de hoy, no puedo estar más feliz de haberme quedado en mi tierra, donde no sólo quiero vivir, sino que quiero envejecer y, llegado el momento, incluso espero que mis cenizas queden para siempre en la tierra de mi barrio; quiero quedar para siempre en mi Ca’ n Oriol, en mi Rubí, en mi Catalunya y en mi España.

Quedarme para luchar por los que piensan como yo, contra los que injustamente nos acusan de cosas que, por supuesto, no somos fue el motivo por el que no abandoné mi tierra y, día tras día, observo que hay mucho por hacer. El nacionalismo y la extrema izquierda son dos grandes lacras para el avance de nuestra nación. En los últimos días, me han contado dos situaciones lamentables que hacen que no me olvide que vale la pena seguir luchando y que no hay que desfallecer por duro que sea. Porque hay personas que quieren silenciar a los que no piensan como ellos y esas son cuestiones que no se pueden permitir.

Hace unos días, una amiga me contaba cómo en su día protestó porque en su universidad se trataba el proceso soberanista de forma partidista y sectaria, a lo que (y ante la pasividad del profesor) un alumno le indicó que ella no podía opinar de ese tema ya que su apellido era Rodríguez. Es decir, mi amiga no era verdaderamente catalana, a pesar de haber nacido en Catalunya, de vivir siempre en esta tierra y de que su madre y su segundo apellido fuesen catalanes. Si no eres independentista, eres una fascista, da igual que, como en este caso, mi amiga sea de izquierdas.

Otro caso lamentable es el que le ha ocurrido a un familiar al que (y esto fuera de Catalunya) un vecino le ha indicado al Presidente del edificio que debía quitar la bandera española que tenía colgada en el balcón. Al no hacerlo inmediatamente y reclamar que le enseñasen la ley por la cual dicha acción era ilegal, vio con sorpresa cómo un vecino (suponemos que el denunciante) había colgado una bandera de la República.

Nunca hubiera pensado que en el año 2016 un extremista de izquierda pudiera sentir a la bandera nacional de la España democrática como un ataque a sabe dios a qué… ¿Así estamos ya? ¿A este punto ha llegado el guerracivilismo en este país? Obviamente, para ese nostálgico que nunca vivió la República, los que sentimos como propia la bandera de España somos fascistas, como si la bandera de un país democrático pueda, de algún modo, representar algo tan antidemocrático como el fascismo.

Para los independentistas, para la extrema izquierda, todos los demás somos fascistas y eso se debe, como dijo Cambó en 1936, a que para su propia supervivencia necesiten crear un enemigo. Lo que es una obviedad es que todo aquel que para sentirse más catalán necesita ser independentista o para ser más de izquierdas deba acusarnos a los demás de lo que no somos es porque duda de lo que ellos son. Yo lo tengo claro, ni fascista, ni colono, ni botifler, ni nacionalista español, simple y llanamente español de España.

 

Fuente de la fotografía de portada: relojistas.com

Alberto Garzón «compañero y camarada» de dictadores asesinos

Nunca he pensado que hubiese crecido en un hogar extraño, pero ahora me doy cuenta de que quizá sí. En mi casa, mis padres criticaban al mismo nivel a Fidel Castro como critican los tiempos de Franco y fíjense que yo llegué a creer que eso era normal, que un Dictador era un Dictador, fuese del pelaje que fuese, pero ahora sé que no es así, que en las otras casas enseñaban que los Dictadores sólo eran malos cuando eran de un pensamiento contrario al tuyo.

Eso debieron de enseñarle al pobre de Alberto Garzón y a algunos de los suyos que hace un par de días felicitaban al Dictador cubano Fidel Castro y ensalzaban su figura aprovechando su 90 cumpleaños. Lo cierto es que me quedé perplejo, hasta un liberal como yo se cuestiona si es de recibo que un diputado español pueda estar a favor del Comandante Castro y de su Dictadura Comunista.

Lo gracioso de este tema es que después los miembros de Izquierda Unida y Podemos se hagan los ofendidos cuando nadie quiere pactar con ellos. Pero, ¿en qué mundo vivimos? ¿De verdad se va a llegar a un acuerdo con personas que tienen a Cuba, Venezuela y demás regímenes comunistas como algo positivo?

Pablo Iglesias y Alberto Garzón se cansaron de decir en la campaña electoral que las demás formaciones trataban de meter miedo con el «que vienen los comunistas» y, no, no es meter miedo, es que da miedo porque el comunismo, por más que en España se quiera vender como la ideología que protege a los débiles y a los trabajadores, la realidad es que es el pensamiento político que más manchado de sangre está.

Cuando Pablo Iglesias recordó la cal viva del PSOE, hizo un ejercicio de cinismo increíble. Una persona que sigue los dictados de asesinos como Lenin, Stalin, El Che, Castro o Carrillo, ¿cómo puede dar lecciones de moralidad ninguna a nadie?

Mi padre siempre repetía que fascismo y comunismo son lo mismo y yo no lo entendía, de niño creía que eran cosas muy diferentes. Sin embargo, con el tiempo, vi que él tenía razón y que sí es lo mismo, pues al final los extremismos se tocan y a la vista está que Podemos y Syriza votan conjuntamente con el Frente Nacional de la extrema derecha francesa en la gran mayoría de los temas que se tratan en la Eurocámara.

Tanto el Comunismo como el Fascismo son pensamientos políticos que, a mi parecer, a día de hoy, deberían estar guardados bajo llave en el baúl de los recuerdos. Sin embargo, tal y como ocurrió hace un siglo, cada día está más latente el extremismo. En España, por suerte, no hay apenas extrema derecha, salvo los radicales independentistas que, por más que se vistan de moderados o de progresistas, son extrema derecha como todos los nacionalismos del mundo y de la historia.

No obstante, el comunismo ha sabido labrarse un público a base de una acción de marketing (como en el caso del homicida Ché Guevara) que les ha hecho mantenerse latentes durante todos estos años y a pesar de las atrocidades causadas a la humanidad. Hasta ahora, el Comunismo, como dijo el propio Pablo Iglesias, es un pecado de juventud, una reivindicación propia de la rebeldía de cuando no sabes aún lo que es la vida. Del mismo modo, tal y como dijo Winston Churchill, «quien a los veinte años no es comunista no tiene corazón, pero quien a los cuarenta sigue siéndolo no tiene cerebro».

Y es que los extremismos, como la juventud, son algo que se cura con el tiempo y si no se hace probablemente sea cuestión de odios, fobias y resentimientos que van más allá de lo racional. Con el tiempo, normalmente te das cuenta de que eso tan nuevo, eso tan revolucionario que defiendes es en realidad algo que viene de antaño, algo viejo, añejo, por más que personas jóvenes como Alberto Garzón sean capaces de defenderlas.

La realidad de Fidel Castro es que, mientras que él es millonario, las personas huyen de Cuba buscando un mundo mejor y que nadie ha abandonado el mundo que ellos llaman «Capitalista» buscando en Cuba un lugar donde ganarse mejor la vida.

¿Qué queda después de vender el alma?

En el asalto al cielo planeado por Podemos y cuya finalidad es superar al PSOE para ser parte del nuevo bipartidismo, esperando que el movimiento pendular del derecha-izquierda, que persiste en España desde el siglo XIX cuando Cánovas y Sagasta se repartían los años de Gobierno, los lleve a la Moncloa, hay un nuevo paso que se firmará con la cesión de los votos de Izquierda Unida al partido de Pablo Iglesias.

Esta unión no es más que la forma que ha encontrado Podemos de seguir creciendo. Así, pues, a falta de poder conseguir más votos, ha decidido que para el 26 de junio comprará almas, las de los votantes de Izquierda Unida que, teóricamente, ahora pasarán a serlo del partido morado.

En política, no siempre dos más dos suman cinco. Los grandes titulares dirán que el 84,5% de los militantes y simpatizantes del partido que lidera Alberto Garzón están a favor de la unión con los Podemitas, aunque la realidad es que solamente el 28% de ellos se tomaron la molestia de dar su opinión.

Podemos no tiene nada que perder con todo esto. Pero, ¿e Izquierda Unida? ¿Qué ocurre si ese 72% que está en contra de vender su alma decide que, en lugar de depositar su voto al partido al que pertenecen, va a optar por otras opciones? ¿Qué ocurrirá si los que confían en Izquierda Unida y no en Podemos deciden pasar el día en la playa el 26 de junio?

Sea como sea, Izquierda Unida puede haber firmado el acta de defunción de una coalición que en 1986 trató de unir las fuerzas de los diversos partidos de ideología comunista que hacían la guerra por su cuenta en las movilizaciones para exigir la salida de España de la OTAN.

Desde la llegada de la democracia, diversas fuerzas de ideología comunista se habían presentado a las distintas elecciones siendo, como todos sabemos, el Partido Comunista de España, que en sus comienzos tras la Dictadura estuvo liderado por Santiago Carrillo, quienes tuvieron más apoyo entre los españoles.

En las primeras Generales, las de 1977, se creía que España estaba partida entre Franquistas y Comunistas. Sin embargo, las urnas nos dieron una sorpresa y los españoles pudieron observar que los españoles apostaban mayoritariamente por fuerzas más moderadas, siendo la UCD de Adolfo Súarez y el PSOE de Felipe González las dos fuerzas más votadas y quedando relegado el PCE a ser tercera fuerza con poco más del 9% de los sufragios.

El Partido Comunista había sido legalizado meses antes de aquellas elecciones ya que muchos partidos aseguraban que no se presentaría a las elecciones en el caso de que los comunistas no participasen de ella. En 1978, dejaba de ser un partido Marxista-Leninista para denominarse Marxista-Revolucionario.

Cuando en 1986 se constituyó Izquierda Unida, los resultados no mejoraron y en ese tiempo poco más del 4% de los españoles confiaba en la formación para liderar el futuro de los españoles. Julio Anguita les hizo crecer en los resultados, pero nunca obteniendo apoyo suficiente, ni siquiera para ser un partido bisagra.

Ahora, el partido Comunista que aceptó la Constitución, que aceptó durante la Transición que la reconciliación entre los españoles tras la Guerra Civil y la Dictadura era posible, cede ahora sus esfuerzos, sus ideas y sus votos a un partido de populistas telepredicadores que no aceptan la Transición, que no aceptan la Constitución, que ha sido apoyado por dictaduras comunistas y que tiene la desfachatez de llamar hombre de paz a Otegi y, a la vez, llamar asesino al Presidente Felipe González, nada más y nada menos que en el mismísimo Congreso de los Diputados.

Alberto Garzón y los suyos están a punto de vender su alma, a pesar de no contar con el apoyo de la mayoría de sus militantes, los cuales no estoy yo muy seguro de que vayan a ceder su voto al hombre que evitó que un socialista entrara al Gobierno y que prefirió que el presidente siguiera siendo Mariano Rajoy.

Volver a empezar

Hoy se pone fin a la legislatura más corta de la historia de la democracia en España. Apenas cuatro meses después de pasar por las urnas, el Rey Felipe VI nos convocará a nuevas elecciones. Ha llegado el momento de volver a empezar e iniciar una pre-campaña, aunque los españoles tenemos ya la impresión de vivir en una eterna campaña electoral.

Ahora, los líderes políticos deberían centrarse más en corregir errores que en culpar al otro de que no se haya formado un gobierno. Las elecciones de junio deberían haberse evitado, pero por una vez que no ha sido posible, tampoco debemos dramatizar. Durante décadas, en España se luchó mucho por poder ir a las urnas para que ahora nos hastíe o dé pereza ir a votar.

Sin embargo, las encuestas dicen que la participación va a bajar, que al menos un 5% menos de los españoles acudirán a los colegios electorales, aunque también es cierto que las encuestas solamente reflejan el instante y que un sondeo a prácticamente dos meses vista de las elecciones no tiene por qué ajustarse al resultado final. Insisto en lo de la abstención, dado que puede ser clave ya que, a mi parecer, el objetivo primero de todos los partidos debe ser movilizar a sus votantes.

Quizá, la segunda cuestión en importancia sea ver las posibles coaliciones. Más allá de la posibilidad de que Podemos e Izquierda Unida se presenten a las elecciones de la mano, cosa que parece un hecho, tengo curiosidad por ver si los nacionalistas que cedieron su voto a Podemos volverán a hacerlo o si, contrariamente, esta vez votarán a la formación de la que realmente se sienten más próxima.

En Catalunya, se ha rumoreado que Convergència quería convencer a ERC de repetir la formula Junts pel Sí que le dio la victoria en las autonómicas catalanas, pero que ERC no está muy por la labor, por más que Esquerra, de la mano de su diputado bocazas Gabriel Rufián, asegurase que la legislatura que hoy acaba era la última a la que ERC se iba a presentar. Si finalmente Junts pel Sí fuese a las elecciones generales, probablemente los independentistas se tomarían las elecciones en modo plebiscito, lo cual perjudicaría seriamente a Podemos, que recibió mayoritariamente el voto de los separatistas confiando en que Pablo Iglesias traería un referéndum que, por ilegal, no va a llegar nunca.

También será importante observar si el pueblo ve las elecciones como una segunda vuelta y decide su voto por eso que mal llamamos el voto útil. A mi parecer, en estas elecciones será más difícil que nunca saber qué es lo útil. En una segunda vuelta, teóricamente, tendríamos que decidir entre las dos fuerzas más votadas, es decir, PP y PSOE aunque, sabiendo que no habrá mayorías y que decidirán los pactos, ese llamado voto útil podría ser para los partidos que tendrían más fácil llegar a acuerdos, es decir, PSOE y Ciudadanos.

Sin embargo, las encuestas dicen que a los socialistas es a quienes más les va a perjudicar unos nuevos comicios y todos apuntan a Pedro Sánchez como culpable de que eso ocurra. No obstante a ello, nadie parece querer competir con el actual Secretario General del Partido para ser el candidato. Da la sensación de que dentro del PSOE hay más de uno y de dos que está esperando al batacazo definitivo para entonces aparecer como el salvador del partido.

Mientras, en el PP, se ven los toros desde la barrera, confiando en que moverán a su electorado con la idea de que una participación baja les beneficiará más que a nadie. A eso, desean sumar votos de personas que confiaron en Ciudadanos el 20 de diciembre. No sé si saldrá bien el plan de los Populares pero, a mi forma de ver, organizar una campaña contra el partido de Albert Rivera es muy arriesgado ya que, difícilmente, los Populares podrán gobernar si C’s no se lo permite. Según la encuesta del ABC, uno de los diarios que no erró el pasado mes de diciembre, Rajoy y los suyos obtendrían 125 escaños, es decir, le faltarían 51 para la mayoría, de modo que, difícilmente, podría gobernar si no comenzase a tender puentes a otras formaciones.

 

Fuente de la fotografía de portada: radioguarena.com

En una época política de pactos, ¿tiene sentido votar a un partido con el que nadie va a pactar jamás?

Un conocido me decía ayer que el 26 de junio no iba a volver a votar a Podemos. Más allá de la alegría que me dio, me pareció interesante su reflexión: «estamos en una época de pactos, así que para qué voy a votar a un partido con el que nadie va a pactar».  La reflexión es clara, simple, pero no por ello menos inteligente.

Yo ya he escrito alguna vez aquí que Podemos, con su extremismo, estando en contra de la Constitución, yendo de la mano de los independentistas y tratando de defender a personas como Otegi, se ha creado un micromundo en el que nadie puede entrar, más aún cuando estos se creen que tienen la sartén por el mango. De modo que o gana por mayoría absoluta, que eso no va a ocurrir, o les será imposible estar en el Gobierno.

Muy obcecado hay que estar con Podemos o muy hipnotizado por los cantos de sirena de Pablo Iglesias, para no reconocer que quien votó a Podemos jamás pensó que ante la posibilidad de permitir gobernar a Pedro Sánchez y no a Mariano Rajoy, el partido morado decidiría no hacerlo.

Pero Podemos no quiere sacar al PP del Gobierno, su intención es dar el sorpaso a PSOE y, a falta de conseguir más votantes, su táctica es que más partidos entren en coalición con ellos. Así, si no pueden convencer a personas, intentarán comprar almas.

Los confluencias de Podemos son un engaño y, además, los líderes de la formación morada juegan con esa trampa; dicen ser la tercera fuerza más votada cuando son la cuarta pero, claro, ellos cuentan también a los diputados de las confluencias. Sin embargo, el pasado sábado, cuando Iñigo Errejín habló en LA SEXTA del gasto de Podemos en campaña, solamente contó los 2,2 millones de Euros que gastaron ellos, no teniendo en cuenta el gasto de En Marea, Compromís y En Comú Podem. Entonces, ¿qué ocurre? ¿Estos sólo son de Podemos cuando nos interesa?

Ahora el trabajo de la formación de ultra-izquierda está en convencer a Izquierda Unida e, incluso, al partido animalista PACMA, de que formen parte de Podemos. Eso son 1 millón 50 mil votos o almas. Pero en la política ese tipo de cuentas no siempre salen. De hecho, rara vez sale salen. Pero, para Podemos, parece que lo importante no es ver cuánta gente le apoya, sino única y exclusivamente ser parte del bipartidismo que tanto criticó.

No sé si muchos de los que votaron a Podemos el 20D piensan cómo mi conocido, si verdaderamente harán esa reflexión y se darán cuenta de que el voto a Podemos es un voto perdido y que los que verdaderamente desean un cambio tendrán que utilizar el voto útil, cosa que, en la política actual, es aquel que va a un partido con posibilidades real de cambio a través de pactos.

Soy de la opinión de que no habrá grandes cambios en las elecciones y que la cuestión estará más en que los partidos abandonen las líneas rojas y no en que los españoles cambien el voto.

Con la más que presumible victoria del PP, los partidos tendrán que comenzar a pensar en qué peaje le piden a los populares a cambio de dejarles gobernar y ahí es donde, a mi parecer, las cabezas de Mariano Rajoy y de alguno de los más cercanos a él pueden peligrar.

Las formaciones deben tener claro que todos deberán ceder y que el Partido Popular no puede pretender que otras formaciones le apoyen sin más. Yo espero que eso no ocurra; me encantaría pensar que habrá un vuelco y que los españoles valorarán el esfuerzo de Ciudadanos para formar gobierno, para evitar las elecciones. Si eso no ocurre, desearía que la menos, la formación naranja, fuera decisiva para poder formar un gobierno, ya sea de PP o de PSOE.

La nación tiene en estos momentos dos grandes peligros y ambos están dentro de casa: uno es el radicalismo de extrema izquierda de Podemos y, el otro, el independentismo. De modo que, queramos o no, los partidos constitucionalistas deberán entenderse.

«Qué decepcionado estoy con Podemos» dijo mi conocido y lo cierto es que yo, que jamás pensé en votar al partido de Pablo Iglesias, también lo estoy. Qué triste es que, escondido en una fachada de partido nuevo, haya una ideología del siglo XIX y qué pena que partidos como UPyD o, incluso, la propia Izquierda Unida de hace un tiempo no tengan sitio en este Congreso y Podemos sí.

 

Fuente de la fotografía de portada: elperiodico.com

Pablo Iglesias, el estandarte de la gente «normal» cree que tener amigos en ETA es normal

Decía Pablo Iglesias que él no tiene amigos en los papeles de Panamá porque la gente «normal» no es la que tiene sus nombres en paraísos fiscales, sino que la gente «normal» es la que está en el paro, la que ha sido desahuciada, la que no tiene para calefacción o para comer.

Creo que no se puede hacer más populismo en menos tiempo. Entonces yo, que llevo quince años trabajando en el mismo sitio, que pago religiosamente la hipoteca, que pongo la calefacción cuando tengo frío y que como tres veces cada día… ¿no soy normal?

Es curiosa la doble moral de Iglesias (y quien dice de Iglesias dice de Alberto Garzón que, últimamente, son como los personajes de Tintín Hernández y Fernández, esos gemelos que siempre dicen lo mismo), en la que, cuando alguien recuerda el daño que ha hecho ETA, le acusan de estar aprovechando las víctimas para ganar votos y, sin embargo, la ultraizquierda puede usar a los que no tienen trabajo, a los desahuciados y a los que no tienen para comer en su campaña electoral.

Yo creo que las personas normales somos los que tenemos amigos que les va bien, que ganan dinero y pueden viajar por el mundo visitando hoteles de 5 estrellas y, a la vez, tenemos también amigos que están en el paro. Porque las personas normales no somos clasistas, no miramos a nuestras amistades por su cuenta corriente.

Las personas normales no creemos que los que no piensan como nosotros son nuestros enemigos, las personas normales creemos en el diálogo, creemos que todos tenemos un poco de razón y que en algo debemos equivocarnos.

Eso sí, entre las personas normales de mi entorno no hay ninguno que tenga amigos en ETA, no conozco a ninguno que su propio padre fuese un terrorista porque, digo yo… Cierto es que suele pasar que creamos que lo que hay en nuestro entorno es lo normal. ¿No es verdad que cuando somos niños creemos que todo el mundo es tal y como es nuestra casa?

Cuando educamos a los más pequeños, tratamos de dar ejemplo. Si los padres no beben alcohol, los hijos creerán que lo normal es no beber. Sin embargo, si los padres beben, creerán lo contrario. Del mismo modo, si un padre trabaja en una fábrica, el hijo cree que lo normal es trabajar en una fábrica o, si es futbolista, probablemente crea que todos los papás son futbolistas.

De ahí que creamos que lo normal siempre sea lo que está en nuestro entorno; por eso es lógico que alguien crea que ser amigo de un terrorista como Otegi es lo normal, cuando tu padre ha estado encarcelado como miembro de la banda terrorista FRAP y qué decir ya si tu abuelo fue juzgado por hacer sacas durante la Guerra Civil.

Algunos de ustedes estarán pensando que hay hijos que no quieren parecerse a sus padres y cierto es, pero no es el caso de Iglesias que presume de ser hijo del FRAP. De hecho, cuando murió Santiago Carrillo, el líder podemita dijo literalmente: «Créanme si les digo que, siendo hijo de un militante del FRAP, tiene su mérito admirar a Carrillo», es decir, que siendo hijo de una persona que no quería la reconciliación entre los españoles, que no deseaba la democracia, que estuvo contra la Constitución, podía admirar al líder comunista que sí aceptó que la Transición debía ser el símbolo de la reconciliación de los españoles.

En 1973, el FRAP, en el que militó el padre de Pablo Iglesias, comenzó a asesinar matando en Madrid a un subinspector de la Brigada Político Social. Posteriormente, asesinó a dos agentes de la Policía Armada y a un teniente de la Guardia Civil. De ese origen y de ese padrinazgo se siente muy orgulloso Pablo Iglesias.

Por eso, en el mundo normal de los Iglesias creer que Otegi es un hombre de paz es normal, equiparar a los que ponían las pistolas y los que ponían las nucas es normal, preocuparse de los verdugos más que de las víctimas es normal.

Y mi última reflexión es para Alberto Garzón y pienso… ¿estará triste por no tener ese tipo de familia?

¿Un nuevo frente popular?

Podemos e Izquierda Unida, Izquierda Unida y Podemos acercan posturas para ir de la mano en las futuras elecciones de junio, si es que finalmente no hay un acuerdo que evite las elecciones. Alberto Garzón siempre ha manifestado que Izquierda Unida, que en su día aglutinó a gran parte de los partidos de ideología comunista, no acabaría siendo parte de Podemos, pero lo cierto es que, según indican los medios de comunicación, pronto lo hará sea de un modo u otro.

Lo cierto es que Izquierda Unida es perjudicada por el sistema electoral y es que, siendo la sexta fuerza más votada, hay hasta nueve fuerzas con más representación en el Congreso. Como ejemplo del injusto modo de reparto, diremos que IU tiene 2 diputados con más de 900.000 votos, mientras que Bildu también tiene 2 con poco más de 200.000 votantes.

De modo que Izquierda Unida sabe que, de la mano de Podemos, podría tener más representación. Pero, ¿y sus votantes? ¿Estarán verdaderamente representados con las ideas de Podemos? Para el partido morado, esto no es más que un nuevo paso en su partida de Risk, en su Juego de Tronos particular, en ese asalto de los cielos que se inicia comiéndose a los partidos más cercanos en cuanto a ideología.

El éxito de Podemos se ha debido a las confluencias, a los votantes que votaban ya a Compromís en Valencia o a Iniciativa en Catalunya, a más a más, obviamente, de los votos que les han cedido los nacionalistas, tanto en Catalunya, Euskadi y Galicia, ya que aunque a veces nos olvidamos, Podemos sacó en realidad menos votos que Ciudadanos.

Las reglas son las reglas y Podemos, por esta vez, no hace trampas. Pero sí que es verdad que pervierte el sentido de la democracia ya que de lo que supuestamente trata esto es de saber la opinión del pueblo, no de ir haciendo alianzas de gente que piensa parecido pero no igual para, después, decidir qué se hace y qué no. Pongo por ejemplo estas preguntas:¿Qué tanto por cierto de personas que votan a Podemos en Andalucía está a favor de que estén apoyando al soberanismo catalán? ¿Qué porcentaje de los que han votado a Podemos en Castilla ven con buenos ojos que vayan de la mano con Bildu en Euskadi?

La idea de formar un nuevo Frente Popular como en 1936 es una más de las obsesiones por volver a ese año, ya saben, como cuando Rita Maestre asaltó una capilla al grito de: «Os vamos a quemar como en el 36». En las cuentas de Iglesias y su obsesión por el sillón, la unión de estas dos formaciones en las elecciones del 20 de diciembre hubiera supuesto ser la segunda fuerza sumando también a En Marea, Compromís y En Comú.

Como ya hemos dicho en otras ocasiones, ese y no otro es el verdadero objetivo de Podemos ya que los morados no quieren acabar con el bipartidismo, sino formar parte de él y creen que, superando al PSOE y siendo oposición, tarde o temprano, le llegará su hora de gobernar.

A mi parecer, que partidos que se quieren apropiar de que son los únicos que juegan bien traten de hacer artimañas para conseguir más representación de la que corresponde es poco ético. Pero no es lo que más me importa de todo esto, sino que traten de facturar el país entre los que están con ellos y los que están en contra. Llegado a ese punto, pasará algo que ya se está intuyendo estos días: que Podemos, o tenga mayoría absoluta, o no pueda gobernar nunca porque ningún partido que respete la Constitución y las Leyes podrá ir de la mano de otro que quiera imponer un nuevo régimen en España, un régimen que, por cierto, ha fracaso allá donde se ha instaurado.

Las dos caras de Podemos y las nuevas elecciones

Pablo Iglesias está perdiendo popularidad según las encuestas y lo sabe. También es conocedor de que, por más que el controvertido referéndum dé a entender que las bases de Podemos lo apoyan, lo cierto es que una cosa es lo que votarán estos días sus más acérrimos y otra bien distinta la opinión que tengan los cinco millones y pico de personas que confiaron en la formación morada en diciembre y que deberán plantearse si lo volverán a hacer en junio, en el caso de tener que volver a las urnas.

Pablo Iglesias sabe que la idea de bipartidismo sigue en la mentalidad de muchos españoles y es conocedor de que muchas personas que han votado a su partido no van a entender que, teniendo la llave para que gobernara el PSOE, haya dado vida al Partido Popular de Mariano Rajoy, quien perdió la tanda para tratar de formar gobierno cuando negó al Rey pero que, de repetirse elecciones y si no hay sorpresa, volverá a tenerla ya que, si hacemos caso a las encuestas, el PP será la fuerza más votada.

Decir No a Sánchez puede ser impopular, por eso y no por otra cuestión es por lo que Iglesias mandó a Echenique a dar la noticia. Ya ha ocurrido otras veces con Errejón, Iglesias jamás estará en la foto de algo que pueda resultar impopular a sus votantes. El problema es que, dentro de su formación, cada vez hay más voces discordantes pues los más próximos a Errejón querían el acuerdo con el PSOE y eso es vox populi.

Da la sensación de que hay dos Podemos o dos grandes tendencias dentro del partido. Los partidarios de Iglesias tienen claro el plan: nuevas elecciones, tratar de ir de la mano de Izquierda Unida, superar a PSOE y que gobierne el PP con los votos a favor de C’s para, de ese modo, Podemos conseguir su objetivo, no acabar con el bipartidismo, sino formar parte de él, para esperar que la tendencia cambie y que dentro de cuatro años Podemos gane las elecciones.

Es decir, el verdadero plan de Podemos de cara a las próximas elecciones es acabar con el PSOE del mismo modo que en las pasadas casi acaba con Izquierda Unida. Sin embargo, las voces discordantes parece ser que piensan más en el bien de la nación y que lo que buscan es lo mejor para ella. Me pregunto qué pasará con esas personas y si seguirán en Podemos una vez que cada vez está más claro cuál es el verdadero objetivo.

Sea como sea, ahora lo interesante está en ver con qué cartas irán los partidos a estas elecciones y todas las miradas están puestas en el Partido Socialista y en saber quién será el candidato. El día 30 de qbril se convocarán primarias para saber quién es el candidato a La Moncloa. Estaremos atentos en los días venideros para saber si, además de Pedro Sánchez, habrá otros candidatos. En este tema, todos miramos a Susana Díaz. La Presidenta de los socialistas andaluces podría competir por ser la candidata.

Después nunca se sabe qué puede pasar, pero la opción de Díaz sería interesante ya que es una de las personas dentro del Partido Socialista que más crítica es con Podemos y que menos cercana a pactar con ellos parece estar. En ese caso, podría estar más cerca un gobierno de consenso en el que sería más importante el cómo que el quién.

En ese caso, me gustaría que los 200 puntos de unión entre C´s y PSOE se mantuvieran más allá de quién fuese el candidato y que si, como parece, hay nuevas elecciones y vuelve a ganar el Partido Popular, se tratará de llegar a un acuerdo sobre esos puntos para que, ya y de una vez por todas, tengamos un gobierno serio, unido y que mire por el bien de todos los españoles.

Fuente de la fotografía de portada: infolibre.es

A vueltas con la República

En un mundo perfecto, no debería haber Rey, pero en un mundo perfecto seguro es que tampoco debería haber un Presidente. Yo no me considero ni monárquico ni republicano. Soy Constitucionalista y acepto las cosas como están porque así lo votó la mayoría del pueblo. Hay gente que opina que defender la Constitución es ser monárquico y hay una gran diferencia pues los constitucionalistas creemos que el Rey es Rey porque así lo han querido los españoles y los monárquicos, contrariamente, creen que lo es por la gracia de Dios.

Entiendo perfectamente que haya gente que se sienta republicana, lo que no acabo de entender es que haya personas que se sientan «Segunda Republicanas». La II República española pudo haber sido el inicio de una España más democrática, de una España más moderna, más europea, pero no lo fue porque varios partidos de izquierda trataron que esa República acabara en una «Dictadura del Proletariado», que decían entonces, es decir, una dictadura Comunista. Por eso entiendo y comparto en muchas cuestiones el sentimiento de los que creyeron que la República era la solución para este país, pero no puedo compartir en absoluto ese sentimiento de los «Segundo republicanos» que añoran un tiempo al que mi abuelo llamaba «cuando el hambre» y que acabó con una guerra entre hermanos.

Con los años, hemos sabido que las dictaduras comunistas han acabado con la vida de cien millones de personas, que se dice pronto. Aún así, yo no juzgo a los que creyeron que la Dictadura del Proletariado podía ser el mejor de los sistemas aunque, para mí, lo que es más difícil de entender es que, a día de hoy, aún se defienda. Lo triste de la Guerra Civil española es eso, que la ganara quien la ganara estamos abocados a décadas de penurias y si algo debimos aprender entonces es que hay que aceptar todos los pensamientos dentro de la legalidad y dialogar y negociar qué tipo de sociedad queremos.

Más allá de lo que pasara hace 85 años, me parece lamentable el uso que se hace de la II República pues que se haga ver que es un momento al que hay que volver, estando actualmente en un paréntesis que incluye la Guerra, la Dictadura y ahora la Democracia, como si esta fuese herencia de lo anterior, no lo veo correcto ni razonable. Bajo el «segundo republicanismo», se cobijan desde partidos populistas de izquierdas hasta los independentistas, lo cual es retorcer la historia ya que la República fue tajante (incluso mandando soldados) a las revueltas nacionalistas de Euskadi y Catalunya allá por los años treinta.

Un futuro en el que España sea una república, y me repito, no una república como la segunda república, no es algo descartable, no es descabellado. Pero, para que lo sea como en Francia, en Alemania o los Estados Unidos, lo primero que debe ocurrir es que los españoles no estén enfrentados, que las diferentes culturas de nuestros pueblos no sean motivo para disputas porque, mientras no haya unidad, este país siempre necesitará  unirse en torno al Jede del Estado.

Las personas que vivieron la Dictadura desde la clandestinidad o desde el exilio, al volver a España, aceptaron que la Transición era un tiempo de reconciliación de paz y concordia. Adolfo Suárez legalizó el Partido Comunista poniendo incluso su vida en peligro y Santiago Carrillo aceptó que aquel era el camino a seguir. La Constitución, que ahora menosprecian muchos, fue redactada por Comunistas, Socialistas y Nacionalistas tambien. Sin embargo, ahora hay desinformados que tratan de hacer ver que la Constitución que nos hizo libres, que nos dio la soberanía, es herencia del franquismo.

Volviendo al día de ayer, 14 de abril de 2016, aniversario de la II República, me parece que, como he dicho antes, la mejor forma de reivindicar la República no es rememorando ni alabando la de 1931. Creo que los que se manifiestan a favor de ella poco ayudan a su causa portando banderas de regímenes dictatoriales, fotografías de asesinos y banderas de bandas terroristas como el FRAP.

Una última reflexión, ¿por qué a los que dicen que no les vale la Constitución de 1978, porque la votaron sus padres y no ellos, sí les valen las elecciones de 1931 que dieron paso a la II República que la votaron sus bisabuelos?