El aragonés Echenique y la andaluza Teresa Rodríguez también quieren que Aragón y Andalucía sean naciones

La extrema izquierda española, en su desesperado intento por balcanizar España, está llegando a actos tan hilarantes como que Pablo Echenique diga ahora que Aragón es una nación y que Teresa Rodríguez pida ahora en Andalucía algo así como su propio derecho a decidir.

Electoralmente, puedo entender dicha táctica: si a los nacionalistas les ha ido bien, ya no sólo en Catalunya y Euskadi, sino también en Valencia y Galicia y, de algún modo, el PSOE triunfa donde es visto casi como su partido autonómico, como es en el caso de Andalucía y Extremedura y el PP en ambas Castilla y en Madrid, ¿por qué no seguir buscando rédito del regionalismo o nacionalismo o como lo queramos llamar?

A la larga, eso no puede ser bueno; es normal que pongamos delante nuestra patria chica, a mi me preocupan más los problemas de Rubí que los de Barcelona, los de Barcelona que los de Catalunya, los de Catalunya que los de España, los de España que los de Europa y los de Europa que los del mundo, pero también me preocupa más la unidad del mundo que la de Europa, la de Europa que la de España, la de España que la de Catalunya…

Mirar las pequeñeces que nos separan de quien tenemos al lado es hoy un problema pequeño, pero con el tiempo será más grande y todo por el beneplácito de la extrema izquierda española cuyo complejo, por cierto, está destruyendo la nación, fingiendo reivindicar las autonomías.

Las Comunidades Autónomas no necesitan que Podemos ni ningún otro partido les defienda sus derechos porque, para ello, ya está nuestra Constitución que, desde su creación, ensalza las autonomías, para muchos quizá hasta demasiado.

Yo, personalmente, no creo que las autonomías tengan un poder excesivo. Lo que sí ocurre es que los nacionalistas han abusado de la buena fe con la que todos los españoles aprobaron la Carta Magna.

El rédito electoral no puede ser una excusa para romper una nación, porque este país ha pasado por guerras, muchas de ellas entre hermanos, se han asesinado muchos presidentes del gobierno y, sin embargo, ahora, por más que no todo sea perfecto, estamos viviendo el momento de más paz, igualdad y libertad de nuestra historia.

Ciertamente, para el bien de nuestra nación, es más peligroso Podemos que los nacionalistas, porque los morados han convencido a una buena parte de españoles de que ellos y sólo ellos representan al pueblo y que ellos y solamente ellos van a luchar por las personas de a pie.

El otro día, oí decir a Félix Ovejero que es triste que haya fronteras en este mundo, pero que más triste es que quieran poner fronteras donde no las hay. Pero ese pensamiento va calando, hay muchísimas personas hoy en día que defienden que las extensiones de tierra, que las culturas, que los idiomas… tienen derechos pero, no, no los tienen, solamente los ciudadanos tienen derechos y, una vez teniendo claro eso, me parece maravilloso que estos defiendan su tierra, su cultura y su lengua, pero no que ello les haga creer que esa tierra, esa cultura y esa lengua son suyas y sólo suyas.

El Partido Socialista trató de alejarse de todo eso. Pedro Sánchez salió con una bandera española enorme detrás tratando de que, de una vez por todas, la izquierda acabase con el complejo que tiene ante los símbolos nacionales, no dándose cuenta de que, no teniéndolos como propios, lo único que consiguen es perpetuar lo que el Dictador Franco trató de hacer y que no es otra cosa que hacer suyos esos símbolos.

Sin embargo, ahora Sánchez, quizá sólo por agarrarse a la silla, ha dicho aquello de que Catalunya es una nación, es decir, se apunta a aquellos que opinan que los que reconocen que España es un Estado de Naciones es de izquierdas y el que no, un fascista.

Triste destino espera a un país como España si después de todo lo vivido va a quedar reducida a un nuevo enfrentamiento entre rojos y azules, a las dos España enfrentadas eternamente.

¿Y saben qué es lo peor de todo? Que si la extrema izquierda, si Podemos y los que se «podemizan» consiguen su propósito, lo que seguramente ocurra no es que España se rompa, sino que, como en todas las autonomías, haya rojos y azules; seguramente, lo que se rompa sean las autonomías y eso sería muy triste. La grandeza de España debe ser que los andaluces sean andaluces, que los vascos sean vascos, que los murcianos sean murcianos y que los catalanes sean catalanes y que podamos mostrar nuestra cultura al resto de nuestros compatriotas de cualquier punto de España.

Acabó el bipartidismo

Hace un par de años, todo el mundo parecía que estaba de acuerdo en que tenía que acabar el bipartidismo. Sin embargo, después nos hemos dado cuenta de que muchos de esas personas no sabían qué significaba eso. Acabar con el bipartidismo no significaba que PP o PSOE dejaran de ser la fuerza más votada, sino que, para gobernar, no pudieran hacerlo en mayoría, que España no funcionase de Real Decreto en Real Decreto y que más de una fuerza política fuese determinante para el gobierno de nuestro país.

Quienes querían que Podemos y Ciudadanos ocuparan el lugar de PP y de PSOE no querían un fin del bipartidismo, sino que hubiera otro bipartidismo. Es más, a la vista de las declaraciones, muchos de los que no querían bipartidismo no querían tampoco pactos. Obviamente, esos no saben ni lo que quieren, pues el fin del bipartidismo son los pactos, el fin de este dominio de populares y socialistas se consigue cuando otras fuerzas políticas son protagonistas de las decisiones.

La aparición de Ciudadanos y Podemos debía conseguir eso. Ese iba a ser el cambio de esta época. De hecho, hubo la posibilidad de un gran cambio ya que también hubo la ocasión de que pasáramos de un gobierno conservador en mayoría a la opción de que se diera un pacto de centro izquierda entre socialdemócratas y socioliberales. Pero no pudo ser y todos sabemos que aquello no se consiguió, única y exclusivamente, porque Podemos había hecho las cuentas de la vieja y creía que, sumando los votos de Izquierda Unida, daría el «sorpasso» a los socialistas en unas nuevas elecciones.

Pero Pablo Iglesias y los suyos se equivocaron. En política, 2+2 no siempre son 4 y las nuevas elecciones supusieron una pérdida de 3,6 puntos para Unidos Podemos y, en porcentaje, el PSOE alzó el vuelo. Finalmente, esas segundas elecciones beneficiaron al Partido Popular y dejó a España sin alternativa ninguna a que gobernara Mariano Rajoy.

Cualquiera que esté puesto en política nacional entendía que había que dejar gobernar a los populares porque, de haber unas nuevas elecciones, el partido de Mariano Rajoy aún ganaría por más. El PSOE, sin embargo, pareció no entender eso, al menos Pedro Sánchez no lo entendió y tardó mucho en darse cuenta de que había que permitir que el país arrancara. Esa tardanza y no otra cosa es lo que ha llevado a los socialistas a una crisis interna que ya veremos cómo acaba.

La mayor diferencia en este periodo entre Ciudadanos y Podemos es que Ciudadanos ha llegado a la política nacional a acabar con el bipartidismo, mientras que Podemos ha querido formar parte de él. Podemos ha querido ocupar el lugar del PSOE y eso no es ni bueno ni sano. En países con más tradición demócrata, como es el caso de Dinamarca, rara vez el partido ganador consigue más del 25% de los sufragios y, a menudo, para formar gobierno, tienen que realizar pactos de tres o cuatro partidos. En España estamos lejos de que esto pueda ocurrir pero, aunque no lo parezca, es lo ideal. No obstante, hay una diferencia enorme entre ambos países, pues en España existe el guerracivilismo, votamos a uno para que no gane el otro, mientras que ellos tienen claro que hay que votar a quien te va a representar bien, gane o no.

Lógicamente, en España estamos aprendiendo. Nuestra democracia es joven, pero ya hemos podido ver que Ciudadanos, con 32 diputados, está siendo más importante que Podemos con 71. Los de Pablo Iglesias puede que sean los mejores en Twitter o en propaganda pero, una vez en las instituciones, no saben qué hacer. Podemos ha dedicado todos estos meses a crear un clima que llevara a las terceras elecciones, a esas terceras elecciones que supondrían superar al PSOE. Ese y sólo ese ha sido su objetivo, aunque ni siquiera lo han conseguido.

Los españoles deben comprender que Podemos no quiere lo mejor para España. ¿Cómo va a querer lo mejor para un país quien quiere pactar con quien desea romperlo? ¿Cómo vamos a tomar en serio a un partido de extrema izquierda que quiere pactar con PNV y Convergència, dos partidos de derechas? ¿Cómo vamos a confiar en alguien que va de la mano con Bildu, que dice que Otegi es un hombre de paz y que los empresarios son terroristas?

Cuando el próximo Gobierno eche a rodar, tenemos una gran oportunidad para dar un paso adelante como país. Los partidos de la oposición, PSOE, Ciudadanos y Podemos, tienen la obligación de controlar al Gobierno, de ser constructivos y de hacer país teniendo algo claro: que, aunque el presidente siga siendo Rajoy, ya ha comenzado el cambio y el bipartidismo se ha acabado.

Los últimos de Filipinas

El sitio de Baler fue un asedio al que fue sometido un destacamento español por parte de los insurrectos filipinos en la iglesia del pueblo de Baler, en Luzón (Filipinas), durante 337 días. España y Estados Unidos pusieron fin a la guerra y España cedío la soberanía a los Estados Unidos. Sin embargo, durante los últimos seis meses, los hombres atrincherados en Baler siguieron defendiendo sus posiciones, no creyendo que la guerra ya había acabado. A esta heroica defensa de aquellos hombres se le conoce como «Los últimos de Filipinas».

De ese momento histórico me acordé al ver a Pedro Sánchez y los suyos atrincherados en la sede del PSOE de Ferraz; algo que vi con tristeza y que, junto al años sin gobierno y al intento golpista de los separatistas de Catalunya, hace que sea el momento más frágil de la historia de nuestra joven democracia. No es bueno para el país, más allá de nuestros ideales políticos, lo que está sucediendo en el Partido Socialista.

Lógicamente, los problemas del partido hasta ahora liderado por Pedro Sánchez no vienen de nuevo pues el PSOE tiene un pasado turbio del que, para saber más, recomiendo la lectura del libro de Juan Carlos Girauta La Verdadera Historia del PSOE (Buenas Letras, 2010),  desde el inicio  han tenido que convivir bajo las mismas siglas personas que ideológicamente iban desde el socioliberalismo hasta el socialismo marxista, pasando por la Social Democracia. Para más dificultad, ha de convivir con las 17 identidades diferentes que tiene el PSOE en cada una de las autonomías.

Creo que ese ha sido uno de los grandes problemas del partido socialista, tener tan diferentes discursos y, de hecho, de ahí surgieron los nuevos partidos Ciudadanos y Podemos. Aún recordamos a Pedro Sánchez presentándose a candidato con una gran bandera española tras él, tratando de dar normalidad a que la izquierda no se avergüence de la bandera de la España democrática, mientras que en Valencia Ximo Puig pactaba con un partido pancatalanista como Compromís, en ciudades catalanas se gobierna junto a ERC o la CUP y en Galicia con el BNG, por no hablar de la gran multitud de pactos con Podemos, partido que defiende referéndum ilegales para romper España.

Cierto es que el PSOE ha puesto mucho de su parte para estar como está, pero no es menos cierto que PP y Podemos hayan aprovechado muy bien su debilidad para acabar de romper a los socialistas. El PSOE ha sido tirado de un brazo por Populares y del otro por Podemistas hasta que se han roto por la mitad. Hace unos meses, Pablo Iglesias tuvo en su mano que Sánchez fuera presidente del gobierno y votó, junto al PP y los independentistas, incluido Bildu, contra él, recordando la cal viva. Para Podemos, no era posible aceptar un gobierno de PSOE con C’s pero sí veía viable un gobierno con ellos más sus mareas y los que desean romper España.

En ninguna cabeza (sana) cabe la posibilidad de que se pueda pactar una investidura de gobierno con partidos que quieren romper la unidad nacional que ese gobierno representaría. Sin embargo, tenemos que oír a personajes como Miquel Iceta, que antes de las autonómicas calcaba el discurso de unidad de catalanes que defendía Inés Arrimadas para C’s, proponer ahora un gobierno de Sánchez con el consentimiento de los separatistas en un Parlament Catalán donde Puigdemont está anunciando el intento de dar un golpe de Estado a la soberanía popular.

¿Cuántos PSOE hay? Es muy normal tener varias corrientes dentro de un partido, pero ¿hasta qué punto? Una de las grandes dificultades que tienen los socialistas es la red clientelar que les da votos pero que, a su vez, les hace tener dentro de sus muros personas de tan diferente pensamiento. Me consta que hay personas dentro del PSOE que miran lo mejor por el partido, más allá de lo que sea lo mejor por el país e, incluso, no siendo fiel a sus propios pensamientos, y eso a la larga trae problemas. El PSOE se comporta como una empresa, una sociedad en la que muchos de los que están dentro tratan de hacer lo mejor para progresar, a pesar de sus ideologías.

Veremos qué ocurre en los nuevos episodios pero, de cara a lo que nos preocupa a los que no somos votantes socialistas, tenemos que estar expectantes pues verdaderamente creo que, a día de hoy, lo mejor para España es que el PSOE deje gobernar al PP en minoría y no ir a unas nuevas elecciones en las que todo indica que Mariano Rajoy conseguirá mayoría absoluta.

España es un país de malos hermanos

El mismo día del NO a Mariano Rajoy, vi la película Toro dirigida por Kike Maíllo. La voz peculiar de ese grandísimo actor, José Sacristán, dice en un momento del film «España es un país de malos hermanos» y qué gran día para esa frase cuando ves a las dos (o tres o cuatro) España enfrentarse en el Congreso de los Diputados.

Entre esos malos hermanos españoles, hay algunos que viven indignados porque creen que España debería ser un país más avanzado, con una economía más saneada y con un mayor peso dentro de los países de la Unión Europea. Pero estos mismos no se dan cuenta de que las luchas internas, las peleas entre bandos y hasta las antiguas rencillas son las que nos hacen estar retrasados, algo que, además, siempre fue así.

Ya hemos votado dos veces, el Congreso ha dicho No a Rajoy y también ha dicho No a Sánchez; el pueblo está harto y la mayoría de los políticos piensan más en ellos que en el bien del país. Sin embargo, hay personas que defienden que el PP y el PSOE sigan en el No y lo defienden porque son antagonistas enfrentados desde que el tiempo es tiempo. ¿Y no es momento de que todo cambie ya?

El PP ha gobernado durante 4 años aprovechando su mayoría absoluta de espalda a todos los demás partidos… no vamos a entrar una vez más en los fallos de la Ley Electoral pero sí vamos a recordar que, aunque el PP tenía mayoría absoluta de Diputados, solamente tenía el 44,6% de los votos, de modo que gobernaron sin importarles la opinión de más de la mitad de los españoles.

Sí es cierto que el momento crítico del país puede haber sido motivo para que los populares tuvieran que trazar su plan por encima de todo y no oír a los demás, cosa que no justifico, pero que contemplo como una posibilidad. Lo que tengo claro es que, sea la actitud del PP comprensible o no, son los votantes quienes tienen que decidirlo y en las elecciones de 2015 los populares perdieron más de tres millones y medio de votos. Sin embargo, sin hacer autocrítica, no salieron de la frase de «hemos ganado las elecciones». De hecho, en este mismo blog, cuando he criticado la postura del PP, algunos lectores votantes populares me justificaban en qué han ganado con un no hay más que hablar. Pero sí hay que hablar y la clara demostración es que, pasado un año, Mariano Rajoy aún no ha conseguido formar gobierno.

En mi opinión, Mariano Rajoy no es el Presidente ideal y las políticas del PP no son las más adecuadas para que España vaya hacía adelante. En eso seguro que estoy de acuerdo con la mayoría de votantes de Ciudadanos, PSOE y Podemos, pero antes del No, No y No, hay que tener muy en cuenta que unas terceras elecciones van a beneficiar probablemente al PP. Cuando hablo con alguien sobre qué resultados podrían dar unas terceras elecciones, me doy cuenta de que muchas personas confunden sus deseos con la realidad. Yo espero que no tengamos que ir a votar de nuevo, no sólo por el cansancio o porque sería un fracaso político, saliendo el bipartidismo reforzado, sino porque creo que se puede llegar a un mejor acuerdo ahora que con el panorama que podría quedar después.

El PSOE sabe que, haciendo las cosas «medio bien», unas elecciones nuevas les beneficiarían en número de Diputados, dado que la bajada de Podemos va a ser histórica. Muchos nuevos votantes que apostaron todo a Podemos saben que el voto morado es perdido puesto que, en un panorama de pactos, no tiene sentido votar a un partido con el que, salvo los independentistas y los proetarras, nadie va a pactar. Así, pues, el voto útil para la izquierda es el Partido Socialista. La cuestión es saber si para los socialistas es más importante acabar con Podemos o intentar ser útiles para España en un momento tan delicado como el actual.

Eso sí, Pedro Sánchez no va a cambiar de opinión y sólo un Congreso General del PSOE podría cuestionar si la formación socialista debe cambiar el sí por una abstención para que el PP pueda formar gobierno y, ciertamente, opino que una abstención tanto de Ciudadanos como del PSOE es la mejor de las opciones que tenemos a día de hoy. Unas abstenciones que sirvan para arrancar la investidura y que, desde el día uno, supongan una oposición feroz y valiosa para la salud de la política nacional.

 

Fuente de la fotografía de portada: elpais.com

Pedro Sánchez las conversaciones de besugos, las elecciones del turrón y el pacto Frankenstein

En los debates sobre la actualidad política que se dan en el trabajo, en los parques y en las reuniones de amigos, últimamente, han acabado siendo conversaciones de besugos en las que oyes repetir como un mantra lo que se oye o lee de los políticos o periodistas encargados estos días de opinar sobre los pactos o no pactos de nuestros líderes políticos.

En cuanto al pacto de investidura de Ciudadanos con el PP y sus 150 puntos para regenerar a España, oigo a votantes de Podemos y otros partidos más minoritarios que dicen ahora que preferían el pacto PSOE-C’s. ¡A buenas horas mangas verdes! que dice la expresión popular. Es obvio que a los votantes de Podemos les gustará más el pacto con los socialistas, porque era un pacto de centro-izquierda y ahora hay uno de centro-derecha. Es así de sencillo. Pero la frustración no deben pagarla con Rajoy o Rivera, sino con Iglesias que fue quien no permitió que se diera esa posibilidad.

Otros dicen que Ciudadanos ha cambiado el pacto, que ha cambiado de opinión en seis meses porque el pacto no tiene los mismos puntos. Estas cosas me dejan sorprendido. Lo voy a explicar con colores: si mezclas el amarillo con el rojo, sale naranja y, si mezclas el amarillo con el azul sale verde. Por eso, el pacto es diferente.

Cualquiera que leyera los programas de PP y C’s sabe que los populares han tenido que ceder más que Ciudadanos, lo cual es también normal porque se jugaban más. Lógicamente, está más a la derecha que el que se firmó con el PSOE, pero hay más políticas de centro que de derecha, como todo el mundo puede comprobar.

En realidad, si miramos los programas de los partidos grandes, el que estaba más alejado de los demás era el PP, pero Iglesias se empeñó en que debía estar ahí y ahí está. Quien no está es Podemos, que ha quedado de aspirante a asaltar los cielos a simple cronista de los acontecimientos. Además, cronista desmemoriado ya que Errejón critica puntos del pacto PP-C’s, como el Programa de la Renta Complementaria que Podemos llevaba en su programa.

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Extraído del Programa de Podemos para las Elecciones del 2015

De las 150 medidas para regenerar España, 100 estaban ya en el pacto con el PSOE. Sin embargo, Sánchez y los suyos prefieren obviar eso y solamente hablar de las 50 restantes que el PP no ha aceptado porque eran inadmisibles para su ideología. Esta postura del PSOE es una vez más creer que las personas somos tontas y que no nos enteramos de la película ya que la mayoría de los 100 puntos restantes del pacto con PSOE pueden aprobarse, si hay gobierno en el Congreso, con los votos de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos de modo que, a cuatro años vista, podría aprobarse casi todo lo que había en ese pacto con los socialistas. Parece que no acabamos de entender que que un partido alcance un acuerdo no significa que no sigas defendiendo las cuestiones en las que estás en desacuerdo.

Sabemos que Sánchez está, a día de hoy, más preocupado por seguir siendo el Secretario General de los socialistas que por formar un gobierno. Sus ojos no están fijados en la investidura o no investidura de Rajoy, sino en el Congreso General del PSOE pero, si hay terceras elecciones, ¿se va a presentar? ¿Será el candidato después de haber perdido dos elecciones consecutivas y sacar los peores resultados de los socialistas desde la restauración de la democracia?

Si Sánchez se mantiene en el no, ¿qué alternativas nos quedan? Las elecciones del turrón y el mazapán o el pacto Frankenstein con un pacto entre PSOE, Podemos, En Marea, En Comú, Compromís, Izquierda Unida, ERC, Convergència, PNV, Bildu y Coalición Canaria. Señor Sánchez, sea responsable que hasta la editorial de El País, diario de cabecera del socialismo, pide su abstención.

Fuente de la fotografía de portada: diezmunuto.es

La intransigencia del PP frente a los valores democráticos

No voy a aburrir remontándome a historias políticas del siglo XIX pero, al final, las cosas en España siempre son igual. Las disputas en su día entre Conservadores y Liberales tienen un nuevo episodio en los intentos de Ciudadanos por conseguir un acuerdo de investidura con el Partido Popular de Rajoy. Ahora, como entonces, los conservadores se creen que poseen una autoridad, no sé bien si moral o de qué tipo, para hacer lo que les plazca y, quizá antes con otros regímenes o monarquías autoritarias, la derecha podía sentirse respaldada por el Rey, por el clero, por las tradiciones, sin embargo, ahora en democracia las cuestiones importantes han de negociarse y, lo que es más importante, hay que gobernar para todos y no sólo para los tuyos.

Ese es el concepto que no acaban de entender los miembros del PP. La democracia no es ir a votar y el que tenga más votos gobierna como le da la gana. El espíritu democrático es respetar las opiniones de los demás y tratar de llegar a acuerdos mirando siempre el bien del país. Sin embargo, parece ser que hoy en día no hay apenas hombres de Estado e importa más lo que es bueno para el partido y los personalismos que el bien nacional.

Tras las elecciones de junio y observando cómo quedaba el mapa político, sabíamos que no había alternativa a que hubiera un gobierno liderado por los populares. Esperaba que PSOE y Ciudadanos se abstuvieran, permitieran la gobernabilidad del PP y, a partir de ahí, hicieran una feroz oposición. Podía quedar un panorama parecido al de la Comunidad de Madrid donde, en algunas propuestas, PP y C’s van de la mano y otras se aprueban con los votos de C’s, PSOE y Podemos en contra del criterio de los populares, es decir, esperaba que las leyes que saliesen del Congreso fueran, como es el país, plural.

Sin embargo, el PSOE no ha estado por la labor con la cantinela de las derechas y las izquierdas, la eterna  lucha que tanto daño ha hecho a esta nación. El no, no, no, no, de Sánchez tiene parado el paí y, ¡Ojo!, que no estoy diciendo que Sánchez no deba defender su postura, sino que tanto él como Rajoy deberían tratar de ofrecer algo al otro para que pueda haber un acuerdo. Los más radicales, tanto en los pensamientos conservadores de los populares como en los socialistas, dirán que no se pueden aceptar ideas del otro lado y eso es muy decepcionante, primero, porque nadie posee la verdad absoluta y, segundo, porque sería de un sectarismo alarmante para un estado democrático.

Lo de Pedro Sánchez roza lo grotesco ya que no sólo antes de negociar sabe que dirá no a Rajoy, sino que, antes de ver los presupuestos, ya dice que votará en contra. ¿Votará en contra aunque los presupuestos sean correctos? Aquí en España estamos tan acostumbrados a estos políticos que ni siquiera damos importancia a cuestiones como esta, pero decir que no se van a aprobar unos presupuestos que ni siquiera se han presentado aún en público es de ser un tonto a las tres… y ya puede ser el líder del PSOE o el Papa quien lo diga.

De modo que, para tratar de desbloquear el país, el equipo de Albert Rivera hace el esfuerzo de buscar la abstención y esperar a los socialistas, viendo que Sánchez sigue en el no y que, además, no tiene intención de formar un gobierno paralelo. C’s trata de, a cambio de regeneración política y de derechos fundamentales, poder dar un sí a Mariano Rajoy. Sin embargo, el PP quiere negociar estos puntos, lo cual es increíble pues, por más que el PP sea un partido dirigido para y desde las élites del país, ha de entender que en el momento que vivimos no va a poder hacer las cosas a su manera.

Para pasar del no a la abstención y de la abstención a negociar el sí, los miembros de Ciudadanos hemos tragado sapos y culebras pues, por el bien de los españoles, estamos dispuestos a negociar con el partido que nos ha provocado el sonrojo y la vergüenza en estos últimos cuatro años. Por el respeto a muchos españoles, nos hemos sentado alrededor de la mesa del partido del «Sé fuerte, hacemos lo que podemos», del partido que protege a Rita Barberà de los casos de corrupción ocurridos en la capital valenciana… ¿y encima quieren negociar?

El PP está jugando la partida sabiendo que, en otras elecciones, saldría favorecido, no ya porque vayan a conseguir más votos, sino porque la abstención que habrá les favorece más que si finalmente tuviéramos que votar el día de Navidad. Y, sí, si los españoles no despiertan, como ya dije en otra entrada, a pesar de la corrupción, de los recortes, a pesar de la intransigencia y de la privación de libertades a los españoles, los populares estarían muy cerca de ganar por mayoría si hay unas terceras elecciones.

Ciudadanos está haciendo todo lo posible porque esto no ocurra; entre susto y muerte, elegimos susto pero, si el PP va a querer hacer las mismas políticas que ha hecho estos 4 años de reales decretos y aquí mando yo, debería ir olvidándose de que, no ya Ciudadanos, sino de que nadie le apoye. Y, quién sabe, con un poco de suerte, los españoles advierten que no hay que votar a quien no quiere llegar a acuerdos. Porque C’s no ha llegado a la política nacional para que las cosas continúen igual, el partido naranja está aquí para intentar cambiar las leyes conservadoras, intransigentes y retrógradas del Partido Popular.

Si el Partido Popular no quiere financiar un Plan de Emergencia Social, un Plan de choque contra la pobreza infantil, si no quiere hacer reformas en la Constitución, si no quiere tocar el Senado ni las Diputaciones, si quiere seguir escogiendo los jueces, si en definitiva no está a la altura de la sociedad española, es el momento de levantarse de la mesa y que lo intenten con otras formaciones. Pero a ver cómo lo hacen ya que, hasta ahora, nadie ni tan siquiera ha querido sentarse con ellos.

Y, si tenemos que ir a votar en Navidad, pues què le vamos a hacer, tendremos que tratar de verlo con total naturalidad. Ahora sí, antes de eso, habría que agotar las fórmulas y, por más rocambolesco que suene, quizá ha llegado el momento en el que el Rey deba coger las riendas y, tal y como marca la Constitución, proponga a un candidato, neutral si es necesario.

El voto útil

En política, el voto útil es aquel que sirve de algo, en contra de lo que muchos opinan, considerando el voto como algo que se da a uno para que no gane el otro. Las personas que depositaron sus ilusiones y esperanzas en Ciudadanos vuelven a estar satisfechas de haberlo hecho. El voto centrado, moderado y sensato al partido naranja es siempre útil, sirve y de mucho.

Tal y como ocurrió hace medio año, el partido que lidera Albert Rivera ha demostrado que es el único capaz de llegar a acuerdos o, lo que es lo mismo, el único que es capaz de hacer verdadera política. Los valores liberales del partido hacen de dicha formación algo que, aunque parezca insólito para muchos, es la clave de la democracia. Todos tenemos nuestra parte de razón y todas las ideologías son válidas siempre que estén dentro de la legalidad. C’s solamente ha puesto una línea roja a la hora de sentarse a discutir con diversas formaciones políticas y ha sido algo tan obvio como que estas respeten la Constitución.

Para alguien progresista, como me ocurre a mí, que tenga que seguir gobernando un partido conservador no es el mejor de los decorados pero, viniendo de cuatro años de Mariano Rajoy, en los que se ha dictado al ordeno y mando y al real decreto tras real decreto, que ahora necesite el apoyo de varios partidos para sacar adelante las leyes es un paso adelante.

Poco paso, dirán muchos y, sí, no es un cambio abismal, tal y como hubiera sido un posible gobierno de Pedro Sánchez en el pacto PSOE-Ciudadanos, pero quien quisiera un gran cambio ya sabe a quién tiene que reclamar, a Pablo Iglesias Turrión, que decidió que había que dar una segunda oportunidad a Mariano Rajoy.

De las elecciones de junio, el Partido Popular salió reforzado y, para un partido con miras de Estado, es complicado ir contra la voluntad de los españoles que hicieron a los populares ser la fuerza más votada, aún con más poder que en las elecciones de diciembre.

Como es obvio, C’s no iba a dar un cheque en blanco a cambiar de desbloquear la situación y permitir la investidura a Mariano Rajoy, Así que pidió, a cambio, que los diputados imputados por corrupción política no se sentasen ni en los gobiernos ni en los escaños, así como también acabar con los aforamientos, cambiar la ley electoral, acabar con los indultos por corrupción política, limitar los mandatos y una comisión para el caso Bárcenas. Y, díganme, ¿hay alguien que no esté de acuerdo con esos seis puntos? ¿No están de acuerdo con ellos todos los votantes de PSOE y Podemos?

A pesar de eso, aún no sabemos si habrá investidura o tendremos que ir a unas terceras elecciones que, para acabar de redondear el sainete, se celebrarían el día de Navidad nada más y nada menos. Obviamente, lo de la fecha no es casualidad: Rajoy y los suyos la han buscado como un método de presión más.

Pero el Partido Socialista no ha de permitir la gobernabilidad de los populares por la fecha, sino por miras de altura y sentido de Estado. Sánchez no va a poder formar un gobierno alternativo y unas nuevas elecciones pondrían al Partido Popular al borde de la mayoría absoluta. Quizá debieran pensar en eso cuando, tan pomposamente, dicen eso de que ellos no van a pactar con la derecha. Si verdaderamente creen que tan malo es un gobierno del Partido Popular, ¿por qué no prefieren un gobierno en minoría antes que dar la oportunidad a que los populares quizá consigan una mayoría absoluta?

Estaremos atentos a lo que ocurre en los próximos días. Pero los votantes de Ciudadanos podemos estar tranquilos y contentos de que nuestro voto ha valido de mucho, de saber que tanto en la anterior legislatura como en esta se han hecho muchos esfuerzos con tal de que España pudiera ir hacia adelante. Nuestros detractores nos acusarán de estar a un lado y a otro, de no ser claros con quien estamos, pero no es así, está clarísimo y lo hemos demostrado, estamos con los españoles por encima de colores, de filias y de fobias.

 

Fuente de la fotografía de portada: cadenaser.com

¿Qué piensa hacer, señor Sánchez?

No creo que la objetividad total exista pues, a mi modo de ver, a la hora de mostrar nuestras opiniones, siempre nos influye nuestro pensamiento, nuestra ideología, pero cuando se trata de llegar a acuerdos, deberíamos ser conscientes de que nunca puede gustarnos del todo. Obviamente, las miras de Estado, el hecho de pensar más en el país que en las siglas de nuestro partido, deberían ser algo suficientemente atractivo para ser generosos, pero no lo es.

No hablo ya de políticos, sino también de las personas de a pié. En las conversaciones diarias con los conocidos, te das cuenta de que hay muchas personas cuya ideología no va más allá de votar a alguien por tradición familiar o de hacerlo a la izquierda porque creen que va a defender a los trabajadores, así como también que los que tienen algo que conservar voten a los conservadores.

Muchos presumen de que «no van a cambiarse la chaqueta» pero si ni siquiera se plantean el cambiarse de chaqueta. ¿Para qué sirve la democracia? En estas conversaciones, me sorprende para mal cuando oigo a personas que no van a cambiar de chaqueta criticar a los que no tienen una preferencia y acuden a las urnas dependiendo del programa que más les convenza.

Me sorprenden y hasta me entristecen las personas que, si tratas de desbloquear el país con el PSOE, te acusan de ser de izquierdas y, si lo tratas de hacer con el PP, te acusan de derechas, más cuando todo el país dice que lo peor que puede haber son unas terceras elecciones. No sé si estos comentarios se deben a desinformación o desinterés pero, ¿qué soluciones me dan las personas que no quieren ni pactos ni elecciones? ¿De verdad saben cómo funciona esto?

Me entristece aún más darme cuenta de que muchas personas ven como enemigos a los que no piensan como ellos. Somos un país que hemos sufrido guerras entre hermanos en todos los siglos de nuestra historia y no aprendemos de esto. Obviamente, con esto no estoy diciendo que estemos cerca de un conflicto bélico ni nada por el estilo, pero sí existen conflictos entre conciudadanos y eso me parece increíble. Yo siempre he pensado que todas las ideologías tienen su parte de razón, que todas buscan lo mejor para el país, por más que no intenten llegar a ese bienestar por el mismo camino; siempre he creído que en un 70% de las cosas todos pensamos igual, sólo que muchas veces las prioridades de las cosas hacen que nos decantemos por una ideología u otra.

El otro día leí a un historiador que decía que una cuestión común entre los dictadores era la de crear un partido único y que no lo hacían para no tener competencia puesto que podían haber varios partidos de una misma ideología, sino que eso se debia a que los dictadores solian coincidir en la idea de que, si el Estado y el partido no son lo mismo, los países no pueden ir bien, porque los políticos siempre acaban pensando más en el bien del partido que en el del Estado.

En los últimos tiempos, estamos viendo que algo de eso hay, supongo que además de ciertos radicalismos que, como he dicho antes, nos hacen ver a los que no piensan como nosotros como enemigos. En las anteriores elecciones, las de diciembre, Podemos  se dejó embaucar por las encuestas y por las cuentas de la lechera para creer que, yendo de la mano de Izquierda Unida, conseguirían el sorpasso. Sin embargo, ahora da la impresión de que es el PSOE (también aupado en las encuestas) quienes lo van a hacer.

El Partido socialista puede hacer lo que crea conveniente, pero me parece lamentable que se excusen en que «los votantes socialistas no han votado a Pedro Sánchez para que haga Presidente a Mariano Rajoy». Obvio que no, ni los que han votado a Ciudadanos ni los que han votado a Podemos pero, ¿qué piensa hacer, señor Sánchez? ¿Cuál es el plan B? ¿Piensa dar la posibilidad de ir de nuevo a elecciones? Unas elecciones que, por cierto, probablemente gane el PP con más diferencia aún…

Espero que, finalmente, se deje gobernar al PP y que, a partir de ahí, PSOE, Podemos y Ciudadanos sean durísimos en la oposición, que peleen por los intereses de sus votantes pero que, de una vez por todas, los españoles nos pongamos de acuerdo en que lo importante, lo verdaderamente trascendental es que el país mejore, que logremos remontar esta situación y, después, de aquí a cuatro años, ya llegará el momento de luchar por el voto. ¿Oirá Sánchez a Zapatero y Felipe González? Debería, porque no es momento de siglas, no es momento de personalismo, es momento de que España arranque y avance.

 

Fuente de la fotografía de portada: elconfidencial.com

La evolución democrática y las terceras elecciones

Más allá de ideologías, de tendencias y colores, la democracia española fue en evolución hasta que llegó el punto de que el bipartidismo paró el avance natural de las cosas. Me estoy refiriendo a que nuestra joven democracia, para que vaya madurando, necesita de todo tipo de gobiernos posibles.

Para España, probablemente fue bueno que en 1977 Adolfo Suárez fuera presidente tras 40 años de franquismo ya que era la forma de entrar pausada y moderadamente. Más allá de sus virtudes y defectos, ahora, con el paso de los años, sabemos que los españoles eligieron bien ya que un gobierno de izquierdas entonces hubiera supuesto un cambio demasiado brusco para el que quizá no estábamos preparados por aquellos entonces. Si ya con un Presidente de centro, que políticamente venía del franquismo y elegido por el monarca en primera instancia, se intentó un golpe de Estado, qué podría haber pasado si el Presidente hubiera sido un socialista.

Unos años después, en 1983, Felipe González conseguía la presidencia, lo cual y, lógicamente, también con virtudes y defectos, fue bueno para la democracia española ya que superábamos miedos y estigmas y éramos capaces de tomar con total naturalidad que un partido de izquierda gobernara nuestro país. González, como Suárez antes, fue hombre de Estado y por eso los socialistas tuvieron que «endulzar» su revolución.

Insisto que, más allá de los colores de cada uno, fue también un paso de madurez que en 1996 ganara un partido de la derecha conservadora. De este modo, España declaraba que podía haber una derecha constitucionalista y que los tiempos del franquismo parecían olvidados. Pero, ¿y después? Después nada, desde 1996 España no ha vuelto a evolucionar políticamente. Desde entonces, bipartidismo, intercambio de poder y del Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas de los finales del siglo XIX.

Tras el 15M, parecía que España podía despertar, nuevas tendencias políticas podían cambiar el panorama. UPyD luchó sin éxito por acabar con el bipartidismo pero, finalmente, Ciudadanos desde el centro y Podemos desde el extremo parecían que sí iban a conseguir acabar con el bipartidismo y, no ya por los votos y escaños que iban a conseguir, sino porque parecía que, incluso, los que tenían la intención de seguir votando a PP o PSOE apostaban por una España a cuatro.

Sin embargo, parece que no estamos preparados para esta nueva evolución, sobre todo porque no acabamos de entender que los partidos deben pactar, que no hay más opciones, que lo contrario al bipartidismo es la política de pactos y, con eso, llego a la conclusión de que en España no se quiere acabar con este sistema de dos partidos, sino que hay quien quiere mantener el viejo bipartidismo y quien quiere hacer uno nuevo.

En este último caso, encontramos a Podemos, a sus políticos y a muchos de sus votantes que no quieren acabar con el bipartidismo sino que quieren formar parte de él. Más allá de si eso es buena o mala solución, lo que está demostrado es que ahora mismo no estamos preparados para eso y me temo que los votantes de Podemos reflexivos, los que han optado por la formación morada más allá del puntual enfado con la clase política y del voto de castigo, son conscientes de que han perdido la oportunidad de un cambio no aceptando el pacto de PSOE con Ciudadanos.

Tengo la sensación de que les han podido las ganas, que los aires de grandeza de Pablo Iglesias se han contagiado a muchos de sus votantes que no han sabido medir los tiempos y no han entendido que sólo había dos opciones: o PSOE+C’s o unas nuevas elecciones que favorecerían al Partido Popular.

Podemos no ha entendido que, a día de hoy, en un país como España, nadie va a pactar con la extrema izquierda por más que se disfracen de socialdemócratas. De modo que Podemos para el futuro debe apostar por dos caminos: uno, dejar el radicalismo, abandonar los nacionalismos de sus grupos catalán, valenciano y gallego y poder trabajar por estar en las decisiones, aún y perdiendo votos; y, dos, ganar por mayoría absoluta. No queda otra. Pero, claro, ganar por mayoría es imposible a día de hoy y, al abandonar el radicalismo, dejarían también de ser Podemos.

Iglesias y los suyos, refiriéndose a Ciudadanos, han dicho más de una vez que los naranjas son un recambio y no un cambio, pero la lectura correcta sería que Ciudadanos representa una evolución y no una revolución y, por más que no les guste a los podemitas, en España, a día de hoy, no se quiere una revolución y menos que esa revolución la lideren personas que son capaces de contradecirse, tanto en lo que son y como en lo que representan. Podemos dice que son el 15 M, pero el 15 M protestaba contra el gobierno de Zapatero y hoy, en cambio, Iglesias dice que Zapatero es el mejor presidente de la democracia… Entonces, ¿dónde me he perdido, señor Iglesias?

Las elecciones de diciembre supusieron un ligero paso atrás para Ciudadanos (0,8%) y un gran descalabro para Podemos (3,5%), además, y repito, más allá de tendencias políticas, quedó un panorama con sólo una posibilidad, hacer presidente a Mariano Rajoy.

Supongo que Podemos, al fin y al cabo, es utopía y, como dijo Calderón de la Barca, «los sueños, sueños son» y siguen en su no, en que la revolución será Podemos o no será. Pero la realidad es que Podemos ha estado dejando siempre el dominio de la situación a otros y en política, como en el Boxeo, el que da primero da dos veces.

Políticamente, y repito olvidándonos de colores, ahora estamos en manos de PP y de PSOE y ellos pueden elegir repetir elecciones. Y, ¿qué pasaría si hay unas nuevas elecciones? Lógicamente, eso es jugar a política ficción pero, a mi modo de ver, sería la tumba de la España a 4. Me voy a «mojar» y voy a dar un pronóstico: si hay nuevas elecciones, no creo que Podemos y Ciudadanos juntos sumen más de 60 diputados, es decir, el bipartidismo, que estaba hace un año herido de muerte, estaría vivito y coleando y todo gracias a que Podemos no ha sabido medir los tiempos.

Todas las formaciones políticas insisten en que no habrá esas terceras elecciones. Pero, ¿las habrá? Jugando a ser un asesor político que no deba mirar el bien de España y sí el bien del partido, si yo estuviera a sueldo del PP, les diría: «Tratad de conseguir el Gobierno que más vale pájaro en mano pero, sino, tranquilidad con unas terceras elecciones pues con ellas rozaríais la mayoría absoluta».

Si estuviera a sueldo del PSOE, les diría: «No nos vienen mal unas repeticiones de las elecciones, subiríamos en diputados, acabaríamos con Podemos y Ciudadanos y sólo os quedaría esperar que el péndulo del bipartidismo cambiase para gobernar».

Si trabajara para C’s y tuviera que mirar el bien del partido, les dejaría claro que, con unas nuevas elecciones, perderían cerca de la mitad de los diputados por la dichosa ley electoral, pero que podrían ser incluso más decisivos que ahora ya que podrían dar o no la gobernabilidad al PP. Sin embargo, y aunque suene extraño, mi recomendación para Podemos hubiera sido: «Firmad una abstención junto a PSOE y C’s y, así, controlaréis a Rajoy porque sino, ya no sólo es que vuelva el bipartidismo, sino que para Podemos se habrá cerrado la posibilidad de ser la referencia de la izquierda».

De modo que pienso esto y me pongo a temblar. Si a PP y a PSOE les pueden interesar unas nuevas elecciones y a Podemos no les vas a sacar del eterno No, ¿cómo va a hacer Ciudadanos, que es el único que está mostrando miras de Estado, por evitarlas? Difícil tarea… esperemos que la presión popular haga que los políticos miren más por el país que por ellos mismos y eviten las terceras elecciones. En la mano de Pedro Sánchez estamos.

 

Fuente de la fotografía de portada: votaycalla.com

Como el perro del hortelano

Gracias a Lope de Vega, que en su obra «El Perro del Hortelano» usaba el símil del perro del hortelano en un amor escondido entre Diana, condesa de Belflor, y su secretario, Teodoro, este hecho se ha extendido a esas situaciones en las que una persona ni hace una cosa ni deja que los demás la hagan tampoco. Los perros normalmente no son vegetarianos, de modo que son un buen guardián para un huerto: no se comerá los productos ni tampoco dejará que nadie se acerque.

El perro del hortelano (permítanme la metáfora) de la política española es Podemos. Él no comer ni dejar comer, lo lleva haciendo desde el día siguiente de las elecciones del pasado 20 de diciembre. Es aburrido hablar de números, pero debo hacerlo para que nos entendamos bien. Pablo Iglesias pedía una unión de PSOE con su partido, que sumaba 159 apoyos, es decir, faltaban 17 para la mayoría absoluta. Para más inri, Iglesias, el líder podemita, más allá de pedir sillones, vicepresidencias, controlar los espías, los cuerpos de seguridad, televisión etc., exigía saber de dónde debían salir esos 17. Más allá de los 2 de Izquierda Unida, los otros 15 debía buscarlos en fuerzas nacionalistas o independentistas.

Todo eso, aliñado con que Podemos tenía como línea roja el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Es decir, Pablo Iglesias y los suyos exigían que el futuro gobierno español reconociera a Euskadi y Catalunya como colonia o pueblo oprimido para hacer un referéndum de independencia y hacer de España la Yugoslavia del siglo XXI. Con eso, ya no sólo obligaba al PSOE a decir no, sino que hacía imposible cualquier tipo de acuerdo entre estos y Ciudadanos, partido que lleva diez años contra una guerra civil entre catalanes.

El PSOE y C’s actuaron con sensatez y con miras de Estado y, ante el No al Rey de Mariano Rajoy, llegaron a un acuerdo que hacía desbloquear la situación. El pacto de los 200 puntos hubiera sido aceptado por la gran mayoría de votantes de los populares y de los podemitas pero, para entonces, las encuestas ya decían que PP y Podemos iban a ser los más beneficiados de haber unas nuevas elecciones  y ambas formaciones hicieron pinza para que no hubiese posibilidad de que hubiera gobierno.

De modo que ya sabemos lo que ocurrió: nuevas elecciones y, ante ellas, nos encontrábamos con una novedad notable, Garzón e Iglesias unían fuerzas, es decir, Izquierda Unida y Podemos irían juntos, lo que suponía que, si hacíamos las cuentas de la vieja, habría sorpasso de Podemos a los socialistas ya que, uniendo los votos del 20 D, Podemos+IU tenían el 24,3% de los votos mientras que PSOE tenía el 22%. Sin embargo, en política 2+2 no son siempre 4, es más, rara vez lo son. De modo que el PP creció, el PSOE subió ligeramente en porcentaje, C’s bajó 0,9 décimas, mientras que Unidos Podemos se daba un batacazo de 3,6% de porcentaje de votos.

Las ansias de Podemos por asaltar los cielos habían ayudado al Partido Popular a conseguir más apoyo. Con 14 diputados más, era una obviedad que solamente los populares iban a poder gobernar ya que una unión de PSOE y Podemos volvía a requerir a los independentistas y la unión de PSOE con C’s no superaba los diputados de los Populares. La lógica, mirando lo mejor por España y cuando todas las fuerzas han dicho por activa y por pasiva que no va a haber nuevas elecciones, era que Ciudadanos y PSOE se abstuvieran para que el PP gobernara pero no pudiera sacar para adelante ni una sola moción sin el apoyo de dos de las otras tres fuerzas con mayor representación. Sin embargo, el PSOE y Podemos se unieron en el No. Es más, exigían a los Populares que llegaran a acuerdos con partidos de su misma ideología. Obviamente, a día de hoy, los partidos similares en políticas conservadoras al PP son PNV y Convergència, pero con la deriba nacionalista que pudieran pactar estaba entre lo improbable y lo imposible.

Ciudadanos decide hacer una abstención técnica dejando en las manos del PSOE y Podemos que eligieran entre gobierno en minoría de Rajoy o terceras elecciones. Con esas, llegamos al día de la constitución de la Cámara y ahí el perro del hortelano vuelve a aparecer. Sabiendo Pablo Iglesias y los suyos que Albert Rivera prefiere que el Presidente del Congreso sea de distinto color que el Presidente del Gobierno, se podría haber acordado que Patxi López del PSOE continuara en el cargo. Sin embargo, ni comiendo ni dejando comer, Iglesias elige a Xavier Domènech, un independentista catalán disfrazado de comunista.

Ante esta posibilidad, Ciudadanos decide pactar con el PP el Presidente. Los naranjas intentan que sea Nacho Prendes de C’s y cabe la posibilidad de que así sea. Con casi un acuerdo conseguido, el PP cae en la cuenta de que una de las funciones del Presidente del Congreso es definir las fechas de, entre otras cosas, la votación de investidura. De modo que el Partido Popular negocia con C’s obtener sus votos para que Ana Pastor sea Presidenta de la Cámara, ofreciendo dos miembros de la mesa a los naranja.

Para que esa mesa, que, por cierto, más plural no puede ser con 3 de PP, 2 de PSOE, 2 de Podemos y 2 de Ciudadanos, se formara el Partido Popular necesitaba 10 votos más y Mariano Rajoy, supuestamente, ha hecho caso a las recomendaciones de PSOE y Podemos y ha conseguido 10 votos de los conservadores vascos y catalanes. Sin embargo, los podemitas, en su mal perder, aseguran que el PP ha comprado los votos a cambio de favores pero, claro, si Podemos hubiera llegado a un acuerdo con ellos, se hubiera debido al buen hacer de las negociaciones, ¿no?

Seamos un poco serios: que los podemitas entiendan que ya ha acabado la campaña electoral, que ahora llega el tiempo de pactos y acuerdos y que sean sensatos porque en la España de hoy solamente hay dos posibilidades, un gobierno en minoría del PP, con la obligación de llegar a acuerdos con uno o dos de los tres partidos grandes, o bien unas terceras elecciones, que probablemente supondrían la mayoría absoluta de Mariano Rajoy.

 

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