Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XX) El complejo socialista frente al nacionalismo catalán

En 1977 se celebraban las primeras elecciones Generales en España desde antes de la Guerra Civil. En un país sin tradición democrática, muchos no acababan de entender la gran cantidad de siglas de los nuevos partidos políticos. En Catalunya, los comicios se enfocaron también bajo la idea de quién podría defender mejor los intereses catalanes en el Congreso. En estas tierras, una amplía mayoría demandaba la autonomía y un estatuto para Catalunya. Así que, bajo esa consigna, se formó una coalición llamada Pacte Democràtic per Catalunya, liderada por Jordi Pujol, y en la que, además de Convergència, Esquerra Democràtica y el Front Nacional, participaba también el PSC-Reagrupament.

Aquel pacto no duró mucho, el PSC-Reagrupament se disolvió y formó parte del PSC-PSOE, un Partido con dos almas ya que, mientras el PSC tenía fuertes inclinaciones catalanistas, el PSOE contaba en Cataluña con una Federación que basaba su fuerza, sobre todo, en los trabajadores de la zona metropolitana, la mayoría de origen de otros puntos de España. En 1978 las distintas fuerzas socialistas llegaron a un acuerdo que cristalizó en el Congreso de la Unidad Socialista. En este Congreso, se fundó el Partit dels Socialistes de Catalunya, un nuevo partido que aglutinaba a todo el espectro socialista catalán y tenía una relación federal con el PSOE, a pesar de que formalmente era un partido diferente, por más que, incluso hoy, muchos creen que PSC y PSOE son el mismo partido pero con distintas siglas.

Lo cierto es que, en aquel momento, el lado catalanista del PSC no dominaba el partido como lo haría después y si la unión con los socialistas de España se llevó a cabo fue porque la Federación Catalana del PSOE tenía gran implantación social. Sin embargo, ésta no era nacionalista, mientras que el PSC sí lo era pero no tenía apoyo social. De este modo, Joan Reventós entiende que la única salida es aliarse con el PSOE pues, así, conseguía los votos de las personas que votaban a Felipe González y se los llevaba a una formación en realidad nacionalista. Contaba Oriol Bohigas en Entusiasmos compartidos y batallas sin cuartel que Joan Reventós lo advirtió del “peligro de un triunfo en solitario del PSOE en Catalunya”.

El PSC-PSOE fue el ganador en Catalunya en Generales y Municipales. Sin embargo, en las primeras autonómicas Convergència i Unió resultó la fuerza más votada, entre otras cuestiones, gracias a que la derecha española de Alianza Popular no se presentó para no perjudicar a Pujol. No obstante, el socialismo pudo gobernar. Un pacto entre PSC-PSUC-ERC hubiera dado la mayoría parlamentaria, pero esta opción apenas se intentó. ¿El porqué? Se podría contestar a dicha pregunta con declaraciones del propio líder socialista Joan Reventós que escribiría en sus memorias inacabadas Tal com ho vaig viure (Tal y como lo viví) que “Nos hubieran partido (a los catalanes) en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol”.

Si Catalunya fue y es mayoritariamente de izquierdas, ¿por qué prácticamente nunca ha gobernado el socialismo Catalunya? La respuesta recae en el hecho de que la izquierda catalanista no pretendiese gobernar hasta que Pujol tuviese ya construidas las estructuras de un estado nacional catalán y la política se hiciese bajo el catalanismo, gobernara quién gobernara. 

El PSOE fue la fuerza más votada en Catalunya en las Elecciones Generales de 1982 y las Municipales de 1983. Sin embargo, en las elecciones  de 1984, con el ambiente enrarecido debido al caso de Banca Catalana, Pujol hace de aquellas autonómicas un referéndum entre buenos y malos catalanes, situando su partido en el lado del Bien. Convergència vence  y el PSC acaba con la fuerza del PSUC. Para entonces, los socialistas catalanes ya están completamente dirigidos por una parte de la burguesía catalana, que ha tratado de hacer equilibrios entre sus dirigentes catalanistas, a menudo nacionalistas catalanes y alguna vez hasta independentistas, y sus votantes, mayoritariamente venidos desde otros puntos de España, que están totalmente en contra del nacionalismo catalán y votan al PSC creyendo que estos y el PSOE son el mismo partido y pensando que tienen la misma ideología y fines. 

El desencanto con la políticas de izquierdas en Catalunya es tan grande que en 1988 la participación en las Autonómicas baja hasta el 59%. Y es que ya por aquel entonces los nacionalistas están organizados y unidos, mientras que los constitucionalistas no. Además, existe una gran decepción en la izquierda, dado que tanto PSC como Iniciativa per Catalunya son demasiado cercanos al catalanismo. El catedrático Francesc de Carreras definiría esto como el PUC (Partido Unificado de Catalunya), que constaría de CiU, ERC, PSC e Iniciativa, dejando fuera al Partido Popular, que colaboraba mostrándose como partido de derecha rancia, mientras que el partido de Pujol lo hacía de derecha moderna, por más que el olor a neftalina fuese el mismo entre ambas formaciones.

Una parte del voto de izquierdas no nacionalista se siente huérfano y no acude a las urnas en Autonómicas, aunque sí en Generales, donde en 1989 la participación sube hasta el 67%. En dichas elecciones, el PSOE sube 400.000 votos y es la fuerza más votada, una vez más, en Catalunya. En el famoso año olímpico de 1992, la participación de las Autonómicas baja hasta el 54%, lo que beneficia a Pujol, quien vuelve a ganar por mayoría y el PSC pierde dos diputados más. Otra vez se apreciará lo importante de la participación ya que en 1993 para las Generales sube hasta el 75% y el PSOE vuelve a ser la fuerza más votada superando a Convergència que, a pesar de que participaran un 21% más de electores, prácticamente calcó los resultados de las Autonómicas.

Aquel era el mejor momento, no sólo de Convergència, sino también del catalanismo, que consigue el 55% de los votos. Además, CiU permitió la gobernabilidad de Felipe González y se convirtió en necesaria en el Congreso de los Diputados, cuestión que aprovechó para ampliar sus dominios.   

En aquellos años, el nacionalismo empieza a hacerse asfixiante. Se comienzan a multar a los locales que no rotulan en catalán, en los colegios el castellano comienza a hacerse residual y en los medios de comunicación el ataque al disidente comienza a hacerse muy fuerte. Todo ello, unido al run-run de la corrupción de Convergència, hace que la Catalunya no nacionalista comience a moverse. Así, sube la participación un 15% y Pujol pierde la mayoría absoluta. De este modo, se ponía la primera piedra para que la izquierda pudiera destronar a Convergència y en 1999, de la mano de Pasqual Maragall, el PSC conseguía ser la fuerza más votada. No obstante, la caprichosa ley electoral hacía que Pujol tuviera más diputados y el PP permitiría la gobernabilidad.

El PSC sigue siendo la alternativa al nacionalismo, si bien es cierto que los socialistas, como diría Albert Boadella, «de estar tan cerca de la epidemia (nacionalista), no han podido (o no han querido, añado yo) evitarla

El socialismo catalán se comporta durante años como el Caballo de Troya para que el nacionalismo llegue a las zonas obreras. ¿Y qué mejor manera para convencer a éstas que acusar a todo lo español de fascismo o de derechas para que los obreros y sus hijos abracen el catalanismo, que finge ser bandera de la modernidad? Si en el resto de España la superioridad moral es de la izquierda contra la derecha, en Catalunya ésta corresponde a los nacionalistas frente a los constitucionalistas.

Acusar de españolismo a toda lucha obrera es algo común en la historia de esta tierra. Sucedió con Lerroux en la Semana Trágica y ocurrió con los anarquistas durante la República y la Guerra Civil. De hecho, el propio Joan Reventos, líder socialista de los inicios de la democracia, cuando se refería a la posibilidad de que hubiese habido una opción socialista no nacionalista, dijo en la presentación de sus memorias que «no quería que se instaurara con fuerza una opción lerrouxista y preferí la hegemonía de CiU.«

El complejo del socialismo con el nacionalismo catalán podía haber terminado en 1999 cuando Josep Borell, un socialista catalán sin miedo a decir que se siente español, pudo ser secretario general del PSOE y candidato a la presidencia española. Sin embargo, una denuncia de corrupción sobre dos de sus colaboradores le hizo renunciar y truncar una brillante carrera política. Curiosamente, y según relata Antonio Robles en su libro Del fraude histórico del PSC al síndrome de Cataluña, aquella denuncia llegó desde el propio círculo dirigente de los socialistas catalanes.  

En ese mismo año, por primera vez la victoria en las Autonómicas por parte de Pujol no era clara y el que había sido alcalde de Barcelona en la época de los Juegos Olímpicos, Pasqual Maragall, salía a hacerle frente. Los socialistas de Catalunya parece que creían en un proyecto y consiguen ser la fuerza más votada. No obstante, da la victoria en diputados a Convergència que, gracias al voto favorable del Partido Popular, gobernará en Catalunya, «devolviendo el favor» del voto de Convergència en la investidura de Aznar como presidente del Gobierno.

Aquellos pactos harán que, por primera vez, las elecciones catalanas comiencen a mirarse desde la perspectiva derecha-izquierda, por encima de nacionalismo-constitucionalismo. En 2003 Maragall vuelve a ganar en votos pero no en diputados, sin embargo, esta vez ERC pasa a ser clave para la gobernabilidad y los independentistas de izquierdas prefieren pactar con el PSC (junto a Iniciativa) antes que con CiU, a la que empiezan a salpicar casos de corrupción.

Por primera vez, la izquierda logra gobernar Catalunya, siendo muy crítica con Convergència. Maragall insinúa las mordidas del 3% que CiU cobraba por las obras públicas, por más que después pediría perdón. El PSC continúa las políticas nacionalistas de Pujol y el desencanto vuelve a la izquierda no nacionalista, sobre todo a raíz del nuevo Estatuto, que es votado en 2006, por más que no fuera una demanda de los catalanes y que sólo votara un 46% de la población. El nuevo referéndum contaba con el apoyo de PSC, ICV y CiU y, en él, se situaba a los castellanohablantes como ciudadanos de segunda categoría en Cataluña, lo que llevó a que muchos abandonaran el PSC y que, tras la plataforma Ciutadans de Catalunya, acabara naciendo el partido Ciudadanos.

A raíz de ahí, los no nacionalistas perdieron la esperanza de que el PSC fuese quién les librara del nacionalismo catalán, suponiendo la pérdida de 5 diputados en 2006 (aunque repitió el Tripartit), 9 más en 2010, 8 en 2012 y 4 más en 2015, a pesar de que en este último año ya había reculado (en parte por estrategia electoral) su apoyo al nacionalismo catalán. Si en 1999 la izquierda teóricamente no nacionalista, PSC e Iniciativa, tenía 51 diputados, en 2015 sumaba 26 entre PSC y Catalunya sí que es pot. Es decir, perdía 25 diputados, justo el número que conseguía Ciudadanos en las últimas elecciones y que les colocaba como líderes de la oposición.

El PSOE defiende el castellano en USA pero no en Cataluña

Saltan las alarmas del orgullo patrio porque Donald Trump ha retirado el castellano de la web de la Casa Blanca y yo me quedo perplejo. Obviamente, no seré yo quién defienda al nuevo Presidente de los Estados Unidos, pero las lenguas son para que las personas se entiendan, hablando o escribiendo en un idioma según quién se quiera que escuche o lea. ¿Estaría bien que dicha web estuviera en castellano? Desde luego, y en francés, en árabe, en chino mandarín, catalán o eslovaco. Pero, ¿es algo noticiable? Yo creo que no. El único idioma oficial de los Estados Unidos es el inglés (si bien no depende del gobierno federal, 31 de sus 52 estados lo tienen como oficial y en todos es la lengua de uso en la administración). La noticia sería si no estuviera en un idioma oficial.

Susana Díaz, líder de los socialistas andaluces y quién sabe si pronto Secretaria General del PSOE, escribió un tweet que se ha hecho viral. En él, criticaba la exclusión del castellano por parte del gobierno de los Estados Unidos. Entiendo la postura de Díaz pues, cuando Trump en campaña ha menospreciado a los hispanos y ha asegurado que construirá un muro entre México y EE.UU, imagino que Susana ha visto la exclusión del castellano como un síntoma  de que los hispanos se van a convertir en ciudadanos de segunda y eso le preocupa.

Realmente, sin embargo, no es completamente así. Como hemos dicho ya, la única lengua oficial de los Estados Unidos de América es el inglés y esa es también la lengua de los hispanos que viven en ese país. Todos sabemos que el castellano es la segunda lengua allí pero, lógicamente, eso no la convierte en lengua oficial ni la hace tener un trato diferencial. Todos los ciudadanos deben ser iguales y no se debe discriminar a nadie por su procedencia, así como tampoco se debe dar un trato especial a nadie porque pertenezcan a un número mayor. Pero, más allá de eso, la noticia para mí es que parezca alarmante lo que ocurre en otro país y que, sin embargo, a pocos les preocupe que en España haya páginas web de ayuntamientos en los que también se excluye el castellano.

La gracia está en que, precisamente desde el PSOE, se critique lo mismo que el PSC promueve en Catalunya, donde el castellano sí es oficial y los castellanoparlantes sí son ciudadanos de segunda desde que se aprobara el Estatut de 2006. Desde entonces, el catalán actúa como lengua oficial (y legítima) de los catalanes y el castellano no es más que otra lengua que se puede hablar porque en Catalunya hay muchos castellanoparlantes. Quizá el problema venga de lo que para mí es un error: asociar lengua y patria. El catalán no es la lengua de los catalanes y el castellano de los que vinieron de fuera y sus descendientes, sino que el catalán y el castellano son las lenguas de todos los catalanes, se exprese cada uno en la que se exprese.

¿Por qué al PSOE no le importa que se discrimine a los castellanoparlantes? Volvemos a lo de siempre: el PSC, con Joan Reventós a la cabeza, creó un partido dirigido por burgueses catalanistas, al que votaban obreros constitucionalsitas que creían que estaban votando al mismo partido que lideraba Felipe González en Madrid. Además, el PSC se aprovechó de ser la única alternativa al gobierno corrupto del pujolismo. Con el Tripartit nacionalsocialista o socialistanacional, por fin todos los catalanes supieron que aquello era una farsa y el PSC comenzó a perder votos, que fueron a parar al PP y, sobre todo, a Ciudadanos.

A día de hoy, observando que el nacionalismo del PSC les ha hecho perder votos, se está tratando de virar el rumbo (más de cara a la galería que otra cosa). Por eso, planean la posibilidad de que el PSOE y el PSC se separen y, por eso también, se está tratando de implantar el partido liderado por Antonio Robles, CINC.

Para concluir, ¿los que hablan en castellano están discriminados en los Estados Unidos de América? Muchos pensarán que sí, a pesar de que se les permita hablar en castellano en sus casas y calles y que en las tiendas muchos te atiendan en castellano, es decir, lo mismo que ese concejal del PP andaluz dijo que le había pasado en Catalunya. Sin embargo, se puede rotular los negocios en castellano en USA, pero en Catalunya no y si se hace, se multa, con la diferencia de que en Catalunya el castellano (teóricamente) es oficial.

De indepes y constitucionalistas

La nación no es una esencia por encima del individuo, sino un pacto de individuos que se convierten en ciudadanos por mor del pacto. La nación española, tal y como la conocemos a día de hoy, proviene de cuando las ideas liberales se oponen a la España tradicional en la que los españoles eran súbditos de un rey. La Constitución de la Pepa de 1812 nace con la idea de legitimar un estado de ciudadanos libres e iguales.

Los liberales españoles, influenciados por los pensamientos de la Revolución Francesa y la Ilustración, tratan de redactar una constitución que acababa con el conservadurismo de la sociedad española. A día de hoy, muchos dirán que esa Constitución no era justa porque no la votaron personas elegidas por el pueblo, sino una serie de burgueses e, incluso, aristócratas. En efecto, fue así, pero eso no quita que para su época fuese revolucionaria.

Lo que también nació en aquella época, sobre todo durante las luchas contra el ejército de Napoleón, fue el nacionalismo español, que por entonces tuvo especial aceptación en Catalunya y Euskadi, debido a que esas tierras se convirtieron en campos de batalla dada su posición fronteriza. El nacionalismo español nace el día en el que los españoles que siempre habían querido un buen rey bueno y les daba igual que fuese español o no, ante el secuestro de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, defienden al Infante por español y, obviamente, no por buen rey ya que era sólo un niño.

Desde entonces, los conservadores lucharon por mantener los privilegios de los Reyes, Iglesia y Ejército frente a los liberales que mantenían que los soberanos del país debían ser los ciudadanos. Cuando la monarquía comenzó a aceptar las ideas liberales, los nacionalistas del bando carlista quisieron conservar el poder de monarca e Iglesia con el lema de «Dios Patria y Rey». Sin embargo, en la II Guerra Carlista unieron a ese lema la palabra «Fueros», es decir, que los impuestos se quedaran en las tierras. De ahí nace el nacionalismo catalán del cual es heredero el de hoy en día.

El nacionalismo no es ni bueno ni malo. El nacionalismo es excluyente o, sencillamente, ¡no es! No se puede ser nacionalista y decir que se quiere la armonía con los demás pueblos pues el nacionalista piensa única y exclusivamente en su pueblo o en los que considera su pueblo. El nacionalismo no es sinónimo de patriotismo: los patriotas aman a su pueblo, los nacionalistas odian el de los demás. Obviamente, eso no podemos hacérselo entender a un nacionalista, hablar con un nacionalista es chocar contra una pared ya que un nacionalista es incapaz de pensar que tú no lo eres también. Si no eres nacionalista catalán, eres nacionalista español, no hay más.

En Catalunya se está educando a los jóvenes, no ya para que detesten lo español, sino para que llamen español a todo cuanto detestan. En la lógica separatista, si no eres nacionalista catalán, eres nacionalista español y eso te hace, por ende, un aficionado a los toros, al flamenco y a comer jamón (puede que en eso tengan razón). De modo que el no ser nacionalista catalán es señal de que te gusta ver sufrir a los toros, porque eres nacionalista español y a los nacionalistas españoles le gustan los toros… Así es la lógica indepe.

La misma lógica que dice que si no hablas en catalán es porque te gusta hablar en castellano y hablas en castellano porque es el idioma en el que Franco hablaba, de modo que no hablas catalán porque eres nacionalista español que hablas castellano como Franco. Porque, claro, Franco es español y La Pasionaria, Carrillo… «¿Eran españoles?», te preguntas.¡No! Ellos eran comunistas y los comunistas no son españoles, por más que nazcan en España, españoles son sólo los fascistas y, si defiendes la Constitución, eres un franquista, por más que la Constitución fuese el poner la losa definitiva en la tumba de Franco.

No importa ni siquiera que los procuradores en Cortes del búnker franquista dijesen en el Congreso que, con la reforma política de la que nacería la Constitución, se mataba a Franco otra vez.  ¿Eres constitucionalsita? Eso es lo mismo que ser franquista. Hoy en día todos son fascistas, todos, los del PSOE, los de Ciudadanos, los del Partido Popular… Un hombre andaluz de izquierdas que huyendo de los caciques acabó en Catalunya es a día de hoy sospechoso de ser un fascista. Sin embargo, un hombre catalán que salía a aplaudir a Franco en los desfiles de Barcelona no. Esa es la paradoja.

¿Qué es el populismo catalanista? Pasarse el día entero hablando de Catalunya, pero no hablar nunca de los catalanes. ¿Y por qué no se habla de los catalanes? Porque a los separatistas sólo les preocupan los catalanes que siguen el Procés, y no los que, como dijo Forcadell, no son el pueblo catalán, sino el enemigo.

Y quemar la Constitución se convierte en un acto patriótico; esa Constitución que permite a los que la queman que la puedan quemar, esa Constitución que permite a los anticonstitucionalistas tratar de amedrentar a los que libremente celebran una festividad.

A vueltas con el Día de la Constitución en Rubí

En mi entrada de hace unos días, aplaudía como constitucionalista que mi ciudad Rubí celebrara el Día de la Constitución. Entre otras cosas, indiqué que el PSC de Rubí, mostrando su constitucionalidad, se acercaba más al pensamiento de sus votantes, constitucionalistas en su mayoría.

A mí no se me caen los anillos a la hora de alabar las cuestiones buenas que hacen formaciones a las que yo no he votado. De hecho, en lo que al tema constitucionalista se refiere, también he de alabar al PP, el único partido en el que, junto a Euzkadiko Ezkerra, algunos de sus miembros votaron en contra de esa Constitución y que ahora ha moderado su discurso.

Sin embargo, todas las fuerzas que se han mostrado anticonstitucionalistas han tratado de señalar la celebración como algo que realmente no es. Los partidos nacionalistas enfocan dicha celebración como una suerte de fiesta «españolista» que, obviamente, no es, pues el 6 de diciembre es un día de ciudadanía que poco tiene que ver con la mirada que otros quieren dan.

La Constitución fue redactada y votada por miembros de la mayoría de partidos, entre ellos socialistas, comunistas y nacionalistas vascos y catalanes. Se hizo por consenso y obvio es que todas las partes tuvieron que ceder. La Constitución no es perfecta para ninguno de nosotros y ese es su gran valor, pues no está hecha para que nadie se la apropie, es de todos con sus virtudes y sus defectos.

La Constitución, a mi modo de ver, fue dar un portazo a cuarenta años de dictadura franquista en los que las libertades de los españoles quedaron secuestradas. Sin embargo, otros han opinado que la Transición, que la democracia, que la Constitución… no devolvieron a España a dónde debía, a la República, sino a una monarquía que el dictador había dejado en su testamento.

¿Ese es todo el problema? ¿Que España no es republicana? Si ese es todo el problema, todo podría tener fácil solución. Yo entiendo que en la mayoría de las personas que vota fuerzas constitucionalistas como PP, PSOE, C’s tiene claro que, en una sociedad ideal, no debería haber monarca. Ese debate llevaría a un cambio constitucional pero, antes de plantearnos abrir el melón constitucional, deberíamos preguntarnos si vamos a respetar la Constitución que quede tras los cambios o los partidos que ahora plantean estos cambios seguirán quejándose hasta que tengan una a su imagen y semejanza.

Cuando observas que las personas que más se quejan de la celebración del Día de la Constitución en Rubí, a la vez, alaban la figura del dictador cubano Fidel Castro, te da que pensar sobre si verdaderamente vale la pena reformar la Constitución a petición de esas formaciones políticas, en las que se defienden dictadores si son de su ideología. Franklin Delano Roosevelt, en una referencia al dictador nicaragüense Anastasio Somoza, dijo: «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta«. Eso piensan muchos de Fidel. Cuando se acabe el sectarismo, se podrá empezar a pensar en tener un mundo mejor

España es el único país donde se asocia república a izquierda y es el único país también en el que los comunistas acusan de fascista a todo aquel que no es comunista, como si en el mundo no hubiera más que blanco y negro y no toda una gama de colores. Durante el franquismo, se creía que todo aquel que no era franquista era comunista; ahora creen que todo el que no es comunista es franquista… ese y no otro es el drama de España.

¿Pero de verdad todo se centra en una España Republicana? ¿Eso es todo para los miembros de ICV? Hacia una república es fácil ir, muchos podríamos encontrarnos en ese camino, eso sí, hacía una república del siglo XXI, no a una reedición de la II República porque aquella, no sólo no fue ejemplar, sino que, desde las fuerzas más a la izquierda, fue  traicionada por la idea de una dictadura comunista, así como también por la extrema derecha y el bando nacional de Franco.

A mí no me disgusta cuando el miembro de AUP (coalición que entre otros está la CUP) dice aquello de que «Ustedes mismos, es su país no es el mío» porque el señor Àitor Sánchez y su partido dicen lo que piensan y son coherentes en campaña, en el consistorio y fuera de él, pero los que votan a ICV y, repito, los que lo votan, no digo sus afiliados, deben saber qué es lo que defiende su partido, por qué ese ataque feroz a una constitución que es de todos y que, incluso, el PC y el PSUC votaron positivamente está a mí parecer fuera de lugar.

Y no hagan demagogia, no vuelvan a hablar de la Constitución como si fuese un apéndice del franquismo; no vuelvan a hablar de que los militares la condicionaron, mientras se olvidan de que los terroristas también la condicionaron. No olviden que la extrema derecha y la extrema izquierda se unieron contra la Constitución; no olviden que, tristemente, la izquierda fue atacada, pero también sufrieron ataques miembros de partidos como la UCD.

Piensen en por qué personas como yo, (que somos miles en Rubí) hemos dejado de votar a fuerzas como PSC e ICV porque han hecho políticas cercanas al nacionalismo catalán y, sobre todo, dejen de hacer de todo una lucha de bandos, dejen de recordar la Guerra Civil, dejen descansar a los muertos, porque yo, que tengo que aguantar que  valoren si soy o no nacionalista español, que si soy o no franquista, que si soy o no monárquico, también tengo familiares en alguna cuneta, hay personas de mi sangre enterradas sin honra tras ser fusiladas por el bando nacional. De modo que, por más que en política se pueda discutir casi todo, hay una cosa que no voy a discutir, mis muertos son míos, así que, señores de ICV, ERC, AUP, con todo el respeto, no se apropien de mis muertos y menos con fines políticos.

Rubí la primera ciudad catalana que celebrará el día de la Constitución

En 1992 la ciudad de Rubí, mi ciudad, fue objeto de un gran estudio sociológico. Se debía al hecho de que la abstención electoral en Catalunya era sistemáticamente mayor en las elecciones autonómicas que en las generales. Exactamente, un 12,3%. Esa abstención afectaba, sobre todo, al PSC, que llegaba a perder medio millón de votos, lo que llevaba a que, mientras el PSC-PSOE ganaba en Catalunya todas las generales, el PSC perdía todas las autonómicas o, dicho de otro modo, cuando los votantes votaban bajo la tutela del PSOE, no había dudas; pero cuando lo hacían al PSC, dado su nacionalismo catalán, muchos socialistas preferían quedarse en casa.

En aquel 1992, en las elecciones autonómicas de Catalunya, en Rubí únicamente fueron a votar el 57% de la población y el PSC consiguió 6,030 votos. Sin embargo, sólo un año después, para las generales acudieron a las urnas un 72,4% y el PSC consiguió 12.950 votos, es decir, más del doble.

Sobre por qué el PSC insistía en su catalanismo, a pesar de restarle votos, ya hemos hablado muchas veces en este blog. En el Partido de los Socialistas de Catalunya, sus votantes son de clase obrera y constitucionalistas, sus élites son burguesas y nacionalistas. Vuelvo a escribir las palabras del líder socialista Joan Reventós, quien destacaría en sus memorias inacabadas, Tal com ho vaig viure (Tal y como lo viví), que “Los socialistas nos hubieran partido en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol”.

Según pude leer en el libro de Antonio Robles, Del fraude histórico del PSC al síndrome de Catalunya, los resultados de las elecciones de Rubí llevaron a un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Josep María Colomer, a realizar el estudio antes referido y cuyo resultado fue incontestable: la abstención afectaba a los partidos de izquierda y nada a CiU.

Sin embargo, sabemos lo que ha ocurrido después, el PSC ha tendido la mano siempre a los partidos nacionalistas, mientras que los socialistas iban desangrándose electoralmente. Si en el 2007 en Rubí el PSC tenía 12 concejales, el último pacto del Tripartit en el Parlament, en el que los socialistas catalanes definitivamente abrazaron el nacionalismo catalán, llevó a que en 2011 consiguiera sólo 8 y en 2015 únicamente seis. Resumiendo, desde los «coqueteos» del PSC, primero al nacionalismo y después al independentismo, el PSC de Rubí pasó del 40% de los sufragios al 20%.

Ahora, tras un intento de moción de censura de los nacionalistas (en su derecho están) y de Iniciativa por Catalunya y Vecinos por Rubí (traicionando a sus votantes), el Partido de los Socialistas en Rubí ha comenzado a variar su discurso y sus hechos. Rubí se convertía el pasado jueves en la primera ciudad de Catalunya en aprobar una moción para celebrar un día tan importante como el de la Constitución, fecha que ponía fin a los 40 años de dictadura franquista en los que las libertades de los españoles estaban secuestradas.

Más allá de las diferencias ideológicas, PSC, C’s y PP están obligados a entenderse en Catalunya, más allá de izquierda, centro y derecha, más allá de socialdemócratas, socioliberales y conservadores. La unión de los constitucionalistas es importantísima en un momento como éste, en el que los nacionalistas están tratando de dividir al pueblo catalán.

Ahí, entre los constitucionalistas, también debería estar ICV, pero estos están esperando a que el primo de Zumosol, Podemos, les salve de la desaparición. Al parecer, el partido que es heredero del PSUC y que gobernó Rubí durante muchos años aún no se ha preguntado el porqué han pasado de ser una fuerza a la que votaban prácticamente dos tercios de la ciudad a acabar siendo una fuerza mínima con solamente dos concejales. Si se lo preguntan, la respuesta es fácil: sus votantes son constitucionalistas y no nacionalistas catalanes y, si a una moción de celebrar la Constitución el líder de ICV dice textualmente «Un No como una casa», mal futuro tienen si no les salva el primo de Zumosol.

El Sí a la Constitución en Rubí por parte del grupo de gobierno de PSC, a más de C’s y PP no debería ser noticiable, pero tristemente en mi tierra, Catalunya, sí lo es. Ojalá esto sea el comienzo de algo grande en estas tierras pues nada desearía más que una unión entre constitucionalistas para conseguir aquello que dijo Suárez de conseguir, que en las instituciones sea normal lo que a nivel de calle es simplemente normal. Que Rubí es constitucionalista lo sabemos todos, que Catalunya es constitucionalista lo sabemos todos, pero eso no es visible a nuestros ojos porque, históricamente, PSC e ICV han traicionado sistemáticamente a sus votantes. Ahora da la sensación de que el PSC de Rubí quiere dejar de hacerlo, que van a ser lo que sus votantes quieren, es decir, la representación del PSOE en esta ciudad.

El futuro dirá cómo avanzan los acontecimientos, pero que Rubí, la decimosexta ciudad más grande de Catalunya, pierda los complejos y decida celebrar el Día de la Constitución es histórico y, quién sabe, quizá en unos años como rubinense me pueda sentir orgulloso de que en Rubí comenzase todo y poder decir aquello de que en Rubí nació la Catalunya que, sin complejos, se declara constitucionalista.

Tierra de traidores

Vaya por delante que, a mí, personalmente, la social democracia me parece una ideología muy respetable y que coincide, en bastantes cuestiones, con mis pensamientos. Sin embargo, a día de hoy, creo que no hay formación política que se sujete más con pinzas que la del caso del PSOE… Y qué decir ya del Partido de los Socialistas de Catalunya que, después de tantos años, aún no ha decidido qué va a ser de mayor.

Yo siempre he apostado (y en mi blog lo he reflejado en ciertas ocasiones) que el panorama político ideal para la buena marcha de una nación es aquel que incluye ocho o nueve formaciones cubriendo todo el universo de tendencias políticas, no teniendo, además, ninguno de ellos una gran masa social detrás, como ocurre en Dinamarca donde las diferentes formaciones están, así, obligadas a entenderse.

No obstante a ello,  opino que el PSC sobra en Catalunya. Eso no quiere decir que quiera su disolución, obvio que no, puesto que cuántas más formaciones políticas haya, mejor será nuestra salud democrática. Lo que ocurre es que pienso que el PSC no representa prácticamente a nadie en Catalunya.

No hace mucho que escribí, en mi artículo «Iceta y Parlón, dos caras de la misma moneda«, que el problema histórico del Partido de los Socialistas Catalanes es que las élites de la formación son burguesas y catalanistas y sus votantes, obreros y constitucionalistas. Entonces, ¿por qué existe un Partido que prácticamente no representa a nadie?

Más allá de que la base del socialismo sea (o fuese) llamar a los trabajadores del mundo a unirse, motivo por el cual los territorios no pueden estar por encima de las personas, lo que conlleva a que no se pueda ser socialista y nacionalista a la vez.

Entonces, ¿a quién representa el PSC? ¿Quizá a hijos de burgueses venidos a menos que ya no son conservadores porque cada vez tienen menos que conservar? ¿O a los hijos de familias adineradas que se sonrojan cuando su padre catalanista dice que con Franco se vivía mejor? Porque a quién, desde luego, no representa es a la clase trabajadora, a esas personas que les llevaron a gobernar en los ayuntamientos, la Generalitat y a la Moncloa.

El PSC jamás ha representado al prototipo de votante de la zona metropolitana que, desde luego, no es nacionalista, ni tan siquiera cuando colocaron el señuelo de Montilla, un cordobés que hizo las delicias del nacionalismo convirtiéndose en el Presidente que colocó a los castellanohablantes como ciudadanos de segunda en su propio país.

El despertar de estos votantes vino con el Tripartito y el gobierno junto a Iniciativa y Esquerra y, sobre todo, con el Estatut de 2006 que sirvió para dar alas al separatismo catalán que tan presente está a día de hoy. De ahí nació Ciudadanos y de ahí están surgiendo ahora plataformas que abogan por un PSOE catalán separado del PSC y otras formaciones como CINC (Centro Izquierda Nacional), promovida por Antonio Robles.

El PSC perdió votos: los que eran nacionalistas más que socialistas abrazaron a ERC, los que eran constitucionalistas antes que catalanistas se fueron a Ciudadanos y, antes de las elecciones a la Generalitat del 27 de septiembre de 2015, temieron que los jóvenes y los situados más a la izquierda se fueran a Podemos. Por eso, ante el desastre, Iceta y los suyos entonaron un discurso españolista ante unas elecciones que se vendían como un plebiscito de independencia.

Ese cambio de registro hizo que salvaran los muebles, que Iceta pudiera bailar una vez más a las notas de Queen y que, a pesar de haber perdido desde el primer Tripartit medio millón de votantes y 26 diputados en el Parlament, se considerara un triunfo.

Aún así, para los burgueses que dirigen a los Socialistas de Catalunya debía de ser duro estar en el lado de lo que los separatistas mal llaman «unionistas». Me imagino la situación en las zonas altas de Barcelona: tener que bajar en el ascensor con su vecinos de Convergència y escuchar el carraspeo del convergente mientras que el socialista, avergonzado, mira el suelo y sólo se atreve a decir «Sembla que farà bon dia avui». (parece que hará buen día hoy)

Por eso, a Iceta y los suyos se les hizo la boca agua cuando observó que el PSOE permitía el gobierno de Mariano Rajoy. Era la excusa ideal para separarse de los suyos, abrazar de nuevo el catalanismo, poder mirar a sus vecinos en el ascensor y todo fingiendo un gran malestar por permitir gobernar a la derecha (esa memoria selectiva que no recuerda que el PSC dejó gobernar a Convergència)

Lógicamente, unirse a los separatistas sería ahora un cante y además perdería su electorado más fiel, el del llamado Cinturón Rojo. Por eso, los socialistas de Catalunya quieren volver a su espacio de siempre, al del sí pero no, en el que desde el constitucionalismo trabajan para el nacionalismo catalán. El problema es que ese espacio ahora también lo ocupa Podemos, Colau y compañía, eso que se empieza a llamar «Los Comunes». De modo que ya se empieza a hablar de que haya un frente de izquierda entre el PSC y Los Comunes para asaltar el trono de Junts pel Sí.

De este modo, cuando los separatistas caigan, el frente de izquierda tomará el relevo y seguirá trabajando (con disimulo) por el nacionalismo catalán y porque en Catalunya siga habiendo catalanes de primera y de segunda categoría. El PSC pretende volver a traicionar a sus votantes. Nada nuevo en el horizonte, estamos en tierras de traidores, ya sólo nos falta ver cómo acaba, si volverá a dejarse engañar la Catalunya obrera o si sólo les votarán los hijos de burgueses venidos a menos, que ya no son conservadores porque cada vez tienen menos que conservar, o los hijos de familias adineradas que se sonrojan cuando su padre catalanista dice que con Franco se vivía mejor.

Iceta y Parlon, dos caras de la misma moneda

La historia del PSC, desde el inicio de la democracia, es compleja. Esta formación, dirigida por una parte de la burguesía catalana, ha tratado de hacer equilibrios entre sus dirigentes catalanistas, a menudo nacionalistas catalanes y alguna vez hasta independentistas, y sus votantes, mayoritariamente catalanes venidos desde otros puntos de España, que están totalmente en contra del nacionalismo catalán y que votan al PSC creyendo que estos y el PSOE son el mismo partido, pensando que tienen la misma ideología y los mismos fines. Pero no es así.

Las élites del PSC, burguesas y catalanistas, y sus votantes, obreros y constitucionalistas, crean la gran división del PSC. Sin embargo, en estas primarias no había esas dos corrientes sino que tanto Iceta como Parlon representan el lado nacionalista, con la única diferencia de que Iceta y su equipo representan a la visión antigua de hacer política y Parlon a la nueva. Por decirlo de modo que se entienda, Iceta es de los socialistas que le han dorado la píldora a Convergència y al Pujolismo, mientras que Parlon representa al PSC que quiere hacer lo propio con Esquerra y Podemos. Es decir, no son lo mismo exactamente, pero sí tienen el mismo fin, complacer al nacionalismo catalán.

En el PSC, los nacionalistas son los menos, pero ocupan el poder. A veces, extratégicamente, colocan de cabeza de cartel a un «charnego», como es el caso de Montilla, pero quienes les dirigen son las mismas familias burguesas. La táctica de poner a un cordobés al frente del PSC fue un gran juego de trileros para una sociedad catalana que comenzaba a despertar ante las injusticias de los gobiernos de Pujol, que habían colocado a los castellanohablantes como ciudadanos de segunda. Sin embargo, el gobierno del Tripartit, liderado por Montilla, fue el que más daño hizo a este sector de la población en un Estatut que colocaba a los castellanohablantes como ciudadanos de segunda en su propia tierra.

¿Qué pensarían ustedes si la Constitución dijese «La raza de los españoles es la blanca, pero también hay españoles de otras razas»? Yo pensaría que situa a las otras razas como de segunda categoría, ¿no es cierto? ¿O qué pensarían si el Estatuto dijese «La orientación sexual de los catalanes es la heterosexualidad pero también hay catalanes homosexuales, bisexuales o transexuales»? Yo pensaría que sitúa a estas últimas tendencias sexuales como de segunda categoría o minoritarias. ¿Y si cualquier constitución europea dijese que la religión de la nación es la católica, aunque también hay europeos que tienen otra religión? Yo pensaría que se coloca como ciudadanos de segunda a los no católicos. Pues, bien, el Estatuto de Catalunya del PSC de 2006, en el artículo 3 apartado 2º, dice que: El idioma catalán es el oficial de Cataluña, así como también lo es el castellano.  Lo que, obviamente, sitúa a los castellanohablantes como catalanes de segunda categoría.

Ya contaba Oriol Bohigas en Entusiasmos compartidos y batallas sin cuartel, que Joan Reventós, presidente de Convergència socialista, le advirtió del «peligro de un triunfo en solitario del PSOE en Catalunya». En aquella época, la Federación Catalana del PSOE tenía gran implantación social, pero no era nacionalista, mientras Reagrupament era nacionalista pero no tenía apoyo social. De este modo, Joan Reventós entiende que la única salida es aliarse con el PSOE pues así conseguía los votos de las personas que votaban a Felipe González y se los llevaba a una formación en realidad nacionalista. El propio Reventós escribiría en sus memorias inacabadas Tal com ho vaig viure (Tal y como lo viví) que: «Los socialistas nos hubieran partido en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol».

Quizá habría que dedicar una entrada de blog únicamente a Reventós para entender del todo lo que sucedió a finales de los setenta y principios de los ochenta y cómo el PSC ha hecho funciones de centrifugadora para recoger votos de obreros constitucionalistas, venidos del resto de España, para utilizarlos para los nacionalistas catalanes y burgueses, con algo tan ilógico como el propio Reventós escribió también en sus memorias y donde decía defender «La igualdad del género humano; la consciencia de la persona como sujeto de derechos y deberes; la identidad nacional de mi pueblo y mi país, Cataluña; la democracia, basada en las libertades individuales y nacionales, como mejor sistema político«.

¿La igualdad del género humano tratando a los que vinieron desde otros puntos de España como ciudadanos de segunda? ¿Socialismo y nacionalismo a la vez?

El PSC unió sus siglas en los primeros años (PSOE-PSC) para, una vez todos pensaran que era lo mismo, hacer desaparecer las siglas del partido nacional y quedarse sólo con PSC, Partit dels Socialistes de Catalunya. ¡Ojo! No Partido Socialista Catalán, sino Partido de los Socialistas de Catalunya, suprimiendo, por supuesto, la O de Obrero porque en el PSC nunca hubo obreros hasta que los andaluces, murcianos y extremeños entraron en política, normalmente para atraer votos pero sin aspiraciones políticas, a no ser que se catalanizaran. Desde luego, ni Reventós, estudiante en el Colegio de los Jesuitas de Sarrià y con residencia en el barrio de clase alta de Sant Gervasi, ni ninguno de los suyos eran obreros. Además, cabe destacar que el símbolo escogido por el PSC resalta la C, siendo más gruesa que la P y la S, para dejar a las claras que es más importante Catalunya que ser el Partit dels Socialistes.

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El PSC ha estado en muchas de las intrigas palaciegas. En 1999, del mismo PSC, salieron las denuncias a dos colaboradores para que Josep Borrell no fuese secretario general del PSOE. De ese modo, como escribió Antonio Robles en su obra, Del fraude histórico del PSC al síndrome de Catalunya, «había que acabar con el líder socialista catalán que no se avergonzaba de ser español, de ser de izquierdas y de considerar el nacionalismo como un instrumento de la burguesía».

Curiosamente, este hecho se vendió al revés, como la muestra evidente de que las élites no querían que España fuese gobernada por un catalán.

El PSC comenzó su decadencia cuando los obreros de la zona metropolitana y de los de los pueblos costeros de Tarragona comenzaron a ver que Ciudadanos les representaba más y mejor. Desde entonces y observando la bajada de votos, han tratado de cambiar su ruta y separarse del nacionalismo catalán, pero es una pose, lo sabemos, pues ya nos han engañado con el mismo truco otras veces. Por eso, el PSC ha pasado de ser la primera fuerza en Catalunya a ser la cuarta, tras Convergència, Esquerra y Ciudadanos y, por este motivo también, personas que estaban en el PSC han formado una plataforma para hacer un Partido Socialista no nacionalista para Catalunya. De este modo, para estas primarias, han puesto como rival de Iceta a Parlon, que es aún mucho más nacionalsita que él, para que dé la sensación de que ha vencido el que no es nacionalista, pero que todos sabemos que sí lo es.

 

Fuente de la fotografía de portada: lavanguardia.com

El PSC la eterna amenaza fantasma

Cuando veo a miembros del Partido de los Socialistas de Catalunya hablar con cierto orgullo de que estarían barajando la posibilidad de que, en el caso de un nuevo intento de investidura de Mariano Rajoy, no aceptar la posible abstención del PSOE y votar en contra de la misma, me planteo muchas preguntas. La primera es si votarán No a Rajoy o darán libertad de voto a sus miembros dado que, si dan libertad a sus miembros, podrán decir aquello de que han dado libertad también a sus diputados pero si, contrariamente, han de votar NO por obligación, tendremos que recordar cuando lleguen las autonómicas que el PSC y el PSOE no son lo mismo.

Todos tenemos claro que absolutamente nadie en el Partido Socialista quiere que ni Mariano Rajoy ni nadie del Partido Popular sean presidentes del gobierno y que, si llegara el caso de que los socialistas se abstuviesen para permitir la gobernabilidad, no sería por simpatías a los populares sino por considerarlo un mal menor, porque son conscientes de que en unas nuevas Elecciones Generales, probablemente, Rajoy y los suyos rocen la mayoría absoluta. Lógicamente, un socialista debe creer que es mejor un gobierno del PP en minoría que uno en mayoría, de modo que se abstendrían por el bien de España. Entonces, ¿qué ocurre con el PSC? ¿Para ellos no es lo más importante el bien de España?

Los socialistas catalanes viven históricamente dentro de una encrucijada: la bicefalia histórica entre los que son cercanos al PSOE y los que, por el contrario, creen que el PSC es un partido regionalista o nacionalista catalán. Obviamente, los de arriba, los mandatarios del PSC siempre han sido cercanos al nacionalismo catalán pero han tenido que tragar sapos y culebras porque sus votantes no lo son. El PSC ha sido ese apuesto Conde Drácula de las películas que consigue románticamente que sus votantes se dejen morder el cuello, no sabiendo que eso les haría convertirse en nacionalistas. Y eso ha llevado que, en mi tierra, mayoritariamente con el voto de andaluces y extremeños, se aprobaran Estatutos que trataban de colocarles a ellos mismos como ciudadanos de segunda.

Lógicamente, el PSC engaña a pocos ya en Catalunya y todo por no hablar claro. Si son nacionalistas catalanes, pero no al punto de ser independentistas, que lo digan; si verdaderamente son federalistas, que expliquen qué es eso y qué diferencias hay entre eso y las actuales autonomías; si se trata sólo de que los impuestos se queden en Catalunya, que se lean bien los ideales del socialismo donde la generosidad y la solidaridad son aspectos muy importantes.

El PSC sabe que fue mayoría cuando todos los votantes de izquierdas, tanto los constitucionalistas como los nacionalistas, les votaron y ahí sigue tratando de encontrar cómo hacer que eso vuelva a ocurrir. Pero, a día de hoy, eso es imposible pues personas que antes les votaban ahora lo hacen a partidos tan diferentes como ERC y Ciudadanos. De modo que los socialistas catalanes deben dejar de recrearse en el pasado y pensar qué van a ser de mayores porque, como dice el refrán, no se puede estar en el coro y repicando.

La amenaza fantasma de votar contrario al PSOE es eso, fantasma. Primero, porque a la práctica no serviría de nada ya que Mariano Rajoy sería elegido Presidente de igual modo y la crisis dentro de los socialistas se haría aún más grande. Ahora bien, me hubiera gustado a mí saber qué hubieran dicho ciertas personas del socialismo catalán si en la investidura fallida de Rajoy, por poner un ejemplo, los socialistas andaluces se hubieran abstenido dando, así, la gobernabilidad al PP. De hecho, todos sabemos lo que habría ocurrido: que les hubieran puesto de fachas para arriba. Sin embargo, cuando el PSC permite gobernar a Convergència, debemos verlo con normalidad, a pesar de que el partido nacionalista sea de derechas.

1. Reconocimiento de Cataluña como Nación.
2. Carácter Plurinacional del Estado.
3. Nacion de naciones.
4. Constitucio federal del Estado.
5. Ciudadania catalana.
6. Relación de igual bilateralidad de Cataluña con el Estado.
7. Supresión de las cláusulas de prevalencia y supletoriedad.
8. El Tribunal Superior de Justicia de los entes federados agotará los recursos judiciales.
9. Consideración del Estatuto como Constitución de entes federados.
10. Hacienda propia.

Estos son diez puntos que ha presentado Eva Granados Galiano portavoz del Grupo Socialista en el Parlament de Catalunya.

Los últimos de Filipinas

El sitio de Baler fue un asedio al que fue sometido un destacamento español por parte de los insurrectos filipinos en la iglesia del pueblo de Baler, en Luzón (Filipinas), durante 337 días. España y Estados Unidos pusieron fin a la guerra y España cedío la soberanía a los Estados Unidos. Sin embargo, durante los últimos seis meses, los hombres atrincherados en Baler siguieron defendiendo sus posiciones, no creyendo que la guerra ya había acabado. A esta heroica defensa de aquellos hombres se le conoce como «Los últimos de Filipinas».

De ese momento histórico me acordé al ver a Pedro Sánchez y los suyos atrincherados en la sede del PSOE de Ferraz; algo que vi con tristeza y que, junto al años sin gobierno y al intento golpista de los separatistas de Catalunya, hace que sea el momento más frágil de la historia de nuestra joven democracia. No es bueno para el país, más allá de nuestros ideales políticos, lo que está sucediendo en el Partido Socialista.

Lógicamente, los problemas del partido hasta ahora liderado por Pedro Sánchez no vienen de nuevo pues el PSOE tiene un pasado turbio del que, para saber más, recomiendo la lectura del libro de Juan Carlos Girauta La Verdadera Historia del PSOE (Buenas Letras, 2010),  desde el inicio  han tenido que convivir bajo las mismas siglas personas que ideológicamente iban desde el socioliberalismo hasta el socialismo marxista, pasando por la Social Democracia. Para más dificultad, ha de convivir con las 17 identidades diferentes que tiene el PSOE en cada una de las autonomías.

Creo que ese ha sido uno de los grandes problemas del partido socialista, tener tan diferentes discursos y, de hecho, de ahí surgieron los nuevos partidos Ciudadanos y Podemos. Aún recordamos a Pedro Sánchez presentándose a candidato con una gran bandera española tras él, tratando de dar normalidad a que la izquierda no se avergüence de la bandera de la España democrática, mientras que en Valencia Ximo Puig pactaba con un partido pancatalanista como Compromís, en ciudades catalanas se gobierna junto a ERC o la CUP y en Galicia con el BNG, por no hablar de la gran multitud de pactos con Podemos, partido que defiende referéndum ilegales para romper España.

Cierto es que el PSOE ha puesto mucho de su parte para estar como está, pero no es menos cierto que PP y Podemos hayan aprovechado muy bien su debilidad para acabar de romper a los socialistas. El PSOE ha sido tirado de un brazo por Populares y del otro por Podemistas hasta que se han roto por la mitad. Hace unos meses, Pablo Iglesias tuvo en su mano que Sánchez fuera presidente del gobierno y votó, junto al PP y los independentistas, incluido Bildu, contra él, recordando la cal viva. Para Podemos, no era posible aceptar un gobierno de PSOE con C’s pero sí veía viable un gobierno con ellos más sus mareas y los que desean romper España.

En ninguna cabeza (sana) cabe la posibilidad de que se pueda pactar una investidura de gobierno con partidos que quieren romper la unidad nacional que ese gobierno representaría. Sin embargo, tenemos que oír a personajes como Miquel Iceta, que antes de las autonómicas calcaba el discurso de unidad de catalanes que defendía Inés Arrimadas para C’s, proponer ahora un gobierno de Sánchez con el consentimiento de los separatistas en un Parlament Catalán donde Puigdemont está anunciando el intento de dar un golpe de Estado a la soberanía popular.

¿Cuántos PSOE hay? Es muy normal tener varias corrientes dentro de un partido, pero ¿hasta qué punto? Una de las grandes dificultades que tienen los socialistas es la red clientelar que les da votos pero que, a su vez, les hace tener dentro de sus muros personas de tan diferente pensamiento. Me consta que hay personas dentro del PSOE que miran lo mejor por el partido, más allá de lo que sea lo mejor por el país e, incluso, no siendo fiel a sus propios pensamientos, y eso a la larga trae problemas. El PSOE se comporta como una empresa, una sociedad en la que muchos de los que están dentro tratan de hacer lo mejor para progresar, a pesar de sus ideologías.

Veremos qué ocurre en los nuevos episodios pero, de cara a lo que nos preocupa a los que no somos votantes socialistas, tenemos que estar expectantes pues verdaderamente creo que, a día de hoy, lo mejor para España es que el PSOE deje gobernar al PP en minoría y no ir a unas nuevas elecciones en las que todo indica que Mariano Rajoy conseguirá mayoría absoluta.

Mejor una España… ¿Roja? ¿Rota? ¿O azul?

A José Calvo Sotelo se le asocia la frase: «Es mejor una España roja que una España rota». Al parecer, la frase la dijo siendo Diputado en el Congreso, aunque hay una versión más larga de la misma cita que podría haber sido pronunciada por Calvo Sotelo en un mitín en Urumea, San Sebastián, y que dice: «Entre una España roja y una España rota, prefiero la primera, que sería una fase pasajera, mientras que la segunda seguiría rota a perpetuidad».

Algo así pensé yo mismo cuando, en Barcelona, Barcelona en Comú sacaba del Ayuntamiento a Convergència i Unió. Ada Colau era para mí algo así como un mal menor ante un ayuntamiento separatista. Meses después, tuve que reírme, aunque no tenga gracia, cuando oí a la propia Colau y a miembros de su partido decir que en Catalunya hacía falta un partido de izquierdas catalanista, más allá de que un socialista o un comunista no puedan ser nacionalistas por ideología propia, cosa que da la impresión de que las personas de izquierdas parecen olvidarse.

¿Acaso se habla de nacionalidades en la internacional socialista? «El mundo va a cambiar de base.
Los nada de hoy todo han de ser»(…) «Agrupémonos todos, en la lucha final.El género humano es la internacional». Mundo, género humano… ¿dónde hay lugar para el nacionalismo en la izquierda?

Lo importante es que en Catalunya todos los partidos de izquierda son o catalanistas o nacionalistas o independentistas. De modo que, en todo caso, en Catalunya lo que se necesita es un partido de izquierda no catalanista, no nacionalista, no separatista. Para lo demás, ya está la CUP, ERC, Podemos, PSC, etc. etc. etc.

Más preocupante es que los partidos de izquierdas nacionales, por cierto complejo histórico, apoyen el nacionalismo. Por muchas vueltas que le queramos dar, la libertad no está en dejar que una ley la pueda votar el pueblo si esa misma ley quita libertad al pueblo. El archifamoso referéndum catalán no es más que aceptar que la soberanía no está en los ciudadanos sino en los territorios, en las expansiones de tierra, tal y como ocurría en la época feudal.

Si en alguna zona de Andalucía, Castilla o Extremadura la familia de los Duques de Alba dijeran de hacer un referendúm para que en sus tierras hubiera leyes propias, Podemos y PSOE pondrían, con razón, el grito en el cielo. Pues no es muy distinto lo que quieren hacer en Catalunya. Sin embargo, la izquierda no es capaz de quitarse el complejo. Durante 40 años Franco secuestró España, sus símbolos, sus instituciones… pero no eran suyas. ¿Entonces? ¿Por qué la izquierda no se sacude el complejo y comienza a sentir España con naturalidad? ¿Por qué le avergüenza su propio país?

Ese sentimiento de la izquierda es el que hace que se asocie al nacionalismo. Como si defender la unidad de España fuese cuestión de «fachas» y no de constitucionalistas. ¿Todavía seguimos con los traumas de la Guerra Civil? Entonces, si Podemos o algún otro partido de izquierdas se presenta como nuevo, me pregunto yo, ¿se puede ser nuevo teniendo la cabeza en la Guerra Civil? ¿Prefiere la nueva izquierda una España rota para siempre que una España azul por un tiempo?

Porque ni siquiera se puede entender que ni PSOE ni Podemos se acerquen al nacionalismo por reeditos electorales puesto que ni en Catalunya ni en el País Vasco ni en Galicia gana Podemos ni PSOE, ni siquiera entre los dos juntos pueden gobernar. ¿Por qué la izquierda puede aceptar la independencia de tres regiones españolas donde eternamente gobierna la derecha con fuerzas conservadoras como Convergència, PNV y PP? ¿Verdaderamente no se dan cuenta de que España quedaría rota y que Galicia, el País Vasco y Catalunya son azules y no rojas?

¿Por qué tratamos de ver la independencia como algo progresista y de izquierdas y que, en las llamadas «naciones históricas», ganen una y otra vez fuerzas conservadoras? ¿Por qué personajes como Iceta, líder del PSC, dice que prefiere pactar con independentistas de derechas y no con el Partido Popular? ¿Para un constitucionalista de izquierdas no es menos mala una España azul temporalmente que una España rota para siempre? ¿Por qué Iceta no tiene narices a decir eso ante unas elecciones catalanas? Y es que, antes de las autonómicas, calcó el discurso de Ciudadanos, de hecho, hasta Podemos en Catalunya calcó dicho discurso, motivo por el cual Colau y los suyos no apoyaron a Iglesias en su momento. ¿Es lícito que Podemos quiera recoger en las autonómicas catalanas el voto de los constitucionalistas y en las generales el de los independentistas?

Yo no quiero una España azul, ni una España roja. Mi deseo es que haya una España naranja o una España de mezcla de colores. Lo que sí sé es que no quiero una España rota, que no quiero un país de pueblos enfrentados, de vecinos y de familias que no se miran a la cara y, desgraciadamente, en ese camino vamos. Lo que sí sé es que prefiero una España azul o roja temporalmente que una España rota para siempre.