El soberanismo que soñó ser Escocia y despertó siendo el Ulster

Con el proceso separatista catalán ya en marcha, viento en popa a toda vela, desde las islas británicas llegaba lo que parecía un soplo de aire fresco. El gobierno británico pactaba un referéndum para la independencia de Escocia. Aquello era aprovechado por los líderes de pensamiento único separatista para hacer popular la idea de que en las “democracias modernas” es normal votar, contrariamente a España, que desde el mundo independentista catalán es mostrada como un Estado chapado a la antigua, por más que la realidad es que nuestro país es una de las únicas diecinueve democracias plenas y que, políticamente hablando, es también uno de los países más modernos del mundo.

Lo cierto es que el caso de Escocia y el de Catalunya se parecen tanto como un huevo a una castaña. Pero como el separatismo catalán es un estado mental, la maquinaria se pone manos a la obra para que los suyos crean que lo que está pasando en el Reino Unido va a ayudar al proceso catalán.

La “nacionalidad” escocesa es algo muy aceptado en el mundo, tanto que todos tenemos claro que actores, cantantes o personajes populares en general son escoceses y no ingleses. Sin embargo, y finalmente, los escoceses votaron No a la independencia en cuanto supieron de los problemas que les llevaría no formar parte de un Estado tan potente como el británico.

En aquellos días, en Catalunya se soñaba con ser Escocia, pero ahora tres años después se ha despertado siendo Irlanda del Norte, con los problemas del Ulster, en los que la sociedad está partida en dos, los que se sienten británicos y los que se sienten irlandeses, y en la que prácticamente una parte no interactúa con la otra. Catalunya se está convirtiendo en eso y todo porque una parte, la separatista, ha tratado de buscar una y otra vez las diferencias entre “ells i nosaltres”, si bien es cierto que la épica del Ulster no aparece en ningún lado en Catalunya. El separatismo hizo de unas elecciones autonómicas un plebiscito separatista; el independentismo consiguió el 47% de los votos e,  incluso, el señor Baños de la CUP salió ante los medios de comunicación para decir que habían perdido el referéndum. No obstante, días después continuaron con la hoja de ruta y hablando en nombre del pueblo catalán, aún a sabiendas que no tenían ni tan siquiera la mayoría del electorado de su lado.

El proceso siguió de un modo lamentable, con la policía autonómica desobedeciendo a los Jueces y poniéndose a las órdenes de los políticos. Primero, el independentismo que se autodefine como no violento atacó a la Guardia Civil, que registraba la Consejería de Economía teniendo que huir por los tejados. Aquellos días hubo imágenes lamentables, como el destrozo de un coche de la Guardia Civil, en el cual no sólo robaron las armas que había en su interior, sino que los líderes de aquel movimiento, los famosos Jordis, en señal de conquista, se subían a aquel vehículo curiosamente fingiendo un discurso de paz y diciendo a las masas con la boca pequeña que se fueran a casa. Más tarde, un reportero de TV3 saltaría sobre ese mismo coche en directo y todo sin que los Mossos hiciesen nada.

El 1 de octubre, la actitud de los Mossos ante el referéndum ilegal fue del mismo modo lamentable, pero el gobierno catalán buscaba y encontró la imagen del enfrentamiento entre civiles y policía “española”, creyendo que esa imagen le valdría para que alguien en el mundo se pusiera del lado del golpismo catalán. Lo que ocurrió después lo sabemos todos, la sí pero no declaración de independencia, la sí pero no convocatoria de elecciones y al final, creyendo que es lo que más les va a beneficiar electoralmente, la sí pero no declaración de independencia tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre.

En el Reino Unido, que tanto utilizaron como ejemplo los separatistas, cuando la celebración del referéndum escocés, el gobierno británico suspendió la autonomía del Ulster hasta cuatro veces, la última durante cinco años. Catalunya soñó ser Escocia y despertó siendo el Ulster, si bien el gobierno español ha sido mucho menos duro que el británico, sobre todo debido a la violencia que había en Irlanda del Norte y que en esta tierra de momento sólo ha habido en ocasiones muy puntuales.

Conversos y renegados. La historia del nacionalismo catalán (XIX) Jordi Pujol, educado en el nacionalismo para gobernar Cataluña

Para introducirnos en la parte correspondiente a la época democrática actual, lo haremos de la mano de uno de los actores principales del nacionalismo catalán de la época,  Jordi Pujol, quien tomó el relevo de Josep Tarradellas tras imponerse de la mano de Convergència i Unió en las Elecciones Autonómicas de 1980. Pero su historia y relación con el nacionalismo comenzó mucho antes, de hecho, ya su padre, Florenci Pujol, y su tío, Narcís Pujol, habían formado parte de Estat Català, como recordarán los que leyeron la entrada sobre la historia del nacionalismo XV, una de las formaciones que se unieron en Esquerra Republicana de Catalunya y cuyas juventudes fueron criticadas, incluso por el sector moderado, por ser cercanos al fascismo. Estat Català no tuvo reparos en hacer propaganda racista en contra de la emigración. Después pasaría a la corriente de Francesc Macià, ya dentro de ERC, y Narcís sería encarcelado tras la Guerra Civil. 

Colegio Alemán de Barcelona (1939)

Perteneciente a una familia acomodada, Jordi Pujol i Soley fue inscrito en el Colegio Alemán  de Barcelona, ya en época de Hitler. Dicha escuela fue cerrada en 1937 por la Guerra Civil Española, momento en el que el III Reich evacuó residentes, incluso mediante submarinos alemanes. Los alumnos del centro barcelonés que pudieron llegar a Alemania fueron reubicados en dos centros, uno para chicos y otro femenino. Al finalizar la Guerra, en España el Colegio Alemán fue reabierto con todos los apoyos del nuevo régimen español. La actividad nacionalsocialista del centro escolar se multiplicó y todo el profesorado era miembro del NSDAP y los jóvenes formaban brazo en alto, saludando la imagen del Führer. Además, era frecuente ver a padres vestidos con uniformes nazis. En ese ambiente, Jordi Pujol se educó bajo las ideas nacionalistas del gobierno de Adolf Hitler hasta el 5 de junio de 1945, fecha en la que el Colegio fue clausurado por presiones de los aliados y el centro incautado por las autoridades francesas, que después lo rebautizaron como Liceo Francés. Mucho se ha comentado sobre la «obligatoriedad» de la inscripción en dicho centro, obviamente, no es cierto y la familia Pujol por voluntad propia deseó que su hijo se educara bajo la educación del nazismo.

En aquellos años de dictadura franquista, el catalán no formaba parte de la educación y, cuando tenía doce o trece años, según reconoce el propio Pujol en sus memorias, éste pide a su tío un libro para aprender a leer y escribir en catalán.  Cuando acaba el Bachillerato,  decide estudiar Medicina, donde sin una especial dedicación cumple sus deberes y obtiene un buen expediente. Durante los primeros años universitarios actuó en la resistencia contra la dictadura franquista, a través de asociaciones católicas, políticas o culturales, en defensa de la democracia, la identidad de Catalunya y, sobre todo, la lengua y cultura catalanas, perseguidas por la dictadura en los años de la posguerra.  Poco después (quién sabe si por su educación en la escuela de Hitler), tuvo una visión según la cual debía ser el líder que Catalunya necesitaba. Subió el monte Tagamanent, de 1.055 metros de altura, donde esperaba encontrar unas casas y una iglesia, tal y como su tío le había explicado. Sin embargo, allá arriba todo estaba destruido y aquella impresión de derrota y desánimo, Pujol la trasladó a toda Cataluña: «Cuántos años deberán pasar para reconstruir todo esto antes de que hayamos reconstruido el país«.

En uno de sus últimos discursos como President de la Generalitat, aseguraba que «Ya hemos bajado de la montaña donde contemplaba un pueblo anegado, ya hemos reconstruido las casas y rehecho los caminos. Ya hemos ido a honrar a los muertos al cementerio

Desde muy joven,  Pujol fue un gran activista desde el catalanismo conservador y católico contrario al trato de Franco con la cultura catalana, pero fue a raíz del Caso Galinsoga cuando su nombre se popularizó. El director de La Vanguardia,  Luis Martínez de Galinsoga, después de asistir a una misa en la iglesia de San Ildefonso de Barcelona el 21 de junio de 1959, protestó en la sacristía de la iglesia por el hecho de que la homilía se hubiese pronunciado en catalán (el resto de la misa era en latín). Galinsoga exclamó  la frase «Todos los catalanes son una mierda» que,  al hacerse pública, causó una honda irritación en la sociedad catalana.  «Cristians Catalans», liderados por Pujol, organizó una campaña contra La Vanguardia.  Tratando poner fin a las protestas, Galinsoga escribió un artículo en el que negaba que hubiera pronunciado esa frase y en el que se definía como «amigo de Cambó».  Las protestas provocaron que el periódico perdiera cerca de veintemil suscriptores y el Consejo de Ministros destituyó a Galinsoga, siendo sustituido en la dirección por Manuel Aznar.  

Jordi Pujol fue detenido en mayo de 1960, poco después de los sucesos del Palau, en los que un grupo de jóvenes se levantó para entonar el Cant de la Senyera, lanzando unas octavillas tituladas «Us presentem el general Franco», escrito por Pujol y que le costó la condena a siete años de prisión, por más que sólo cumpliría tres, dos de ellos en la prisión del Torrero de Zaragoza. Para entonces, su padre Florenci ya había fundado Banca Catalana y, cuando Jordi volvió a Barcelona, comenzó una nueva línea de actividad política con el eslogan «Construyendo el país». Con ello, pretendía aumentar el nivel de conciencia nacional de los catalanes. En cuanto a la importancia de la banca para hacer Catalunya decía que: «Sin banca, un país no tiene posibilidad de crear grandes empresas, nuevas fuentes de riqueza importantes. Cataluña vivirá siempre en precario mientras no resuelva ese problema«. La asociación OMNIUM fue co-fundada por Banca Catalana convirtiéndose en entidades siamesas.  

En 1974 Jordi Pujol fundó el Partido Convergència Democràtica de Catalunya, por más que no se formalizaría hasta tres años después, ya en la Transición. En las primeras elecciones Generales de la democracia, se presentó como cabeza de lista de Pacte Democràtic de Catalunya, una coalición electoral que tenía como máximo objetivo la necesidad de un Estatuto de Autonomía para Catalunya. Consiguió ser la cuarta fuerza más votada en Cataluña con casi el 17% de los sufragios. Poco después, se rompería la coalición  y, en las municipales de 1979, Convergència sería la tercera fuerza de Catalunya con alcaldes del periodo franquista, antes de unirse a Unió de cara a las autonómicas de 1980, el verdadero objetivo de Pujol. Antes de eso, en 1978 el Convergente Miquel Roca había sido uno de los padres de la Constitución española para la que Convergència pidió a sus votantes el Sí y en 1979 el Estatuto de Cataluña.

En las primeras elecciones a la Generalitat, Jordi Pujol logró ser President favorecido por dos grandes situaciones: una, por la lucha fraticida de Reventós y su PSC-PSOE y el PSUC, liderado por Josep Benet, que se repartieron los votos de la izquierda (41% en total) y, dos, por la no participación de Alianza Popular, que no se presentó a las elecciones para no restar votos a la derecha catalana de Jordi Pujol. Convergència i Unió consiguió el 27% de los sufragios y necesitó del apoyo de la UCD de Suárez y de ERC para poder gobernar. Muchos criticaron que las fuerzas de izquierda no se pusieran de acuerdo para gobernar.

En 1982 Banca Catalana entró en crisis cuando un falso anuncio de suspensión de pagos provocó la salida del 38% de los depósitos de la mayor parte de entidades financieras catalanas. Los primeros intentos de solución fracasaron y, como el Banco había sido fundado por la familia Pujol y uno de los directivos de los años setenta fue el entonces President, el caso cobró connotaciones políticas. En 1983 el grupo fue traspasado a un consorcio formado por toda la gran banca española, de manera que en 1984 el Banco de Vizcaya  se hizo con el 89% de las acciones de Banca Catalana y el control del Banco Industrial del Mediterráneo, Banco de Barcelona y el Banco Industrial de Cataluña. En mayo de 1984 Jordi Pujol fue incluído en la querella presentada por la Fiscalía General del Estado.

El caso Banca Catalana merecería una o varias entradas pero, políticamente y en cuanto al nacionalismo se refiere, lo más importante es que, gracias a aquello, Jordi Pujol descubrió que la táctica de que todos los ataques contra su persona eran (según él) ataques contra Cataluña daba rédito electoral. Pujol diría «El Gobierno del Estado ha hecho una jugada indigna, y, a partir de ahora, cuando hable alguien de ética y de moral, hablaremos nosotros y no ellos«. La Catalunya de Tarradellas y sus ciudadanos de Catalunya moría para dar paso a la Catalunya de «nosotros y ellos» de Pujol. A partir de ese momento, todo el que osara criticar al President, a Convergència o alguno de los estamentos de la «patria» sería tildado de mal catalán. 

Pujol calificaría a Alianza Popular y a PSOE de anticatalanes. El líder del PSC Ramón Obiols fue agredido a gritos de «Es un traidor, hay que matarlo». En ese ambiente, Pujol ganaría las elecciones por mayoría absoluta y haría de la suya una victoria de Catalunya, llamando a los suyos a manifestarse.

De ese modo, nacería el «Pujolismo», apoyado en la recién nacida televisión pública catalana y en la financiación de una prensa «amiga» que le elige representante de la catalanidad.

«La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte«. (Josep Tarradellas, 1985)