¿Qué me lleva a ver una entrevista de La Tuerka, en la que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, entrevista a la cupaire Anna Gabriel? Supongo que tratar de entender algo sus pensamientos, los de ella sobre todo, que es la entrevistada, y encontrar, así, ese punto de unión que siempre creo que tenemos los que pensamos diferente. Antes de ver la entrevista, como es obvio, tengo ciertos prejuicios que dentro de lo que cabe trato de quitarme a la hora de escucharles. No voy a decir qué opinaré sobre ellos con neutralidad porque la neutralidad no existe, pero sí que es cierto que, siempre que oigo o leo personas que opinan diferente que yo, trato de poner oído y entender qué nos une y qué nos separa y el porqué.
Pronto empezaron a hablar de la lucha de clases. Me pongo atento. Yo, a pesar de pertenecer a una familia de clase trabajadora y de inclinaciones izquierdistas, nunca he acabado de entender eso de la lucha de clases. Y comienzo a entender que ellos quieren dar a entender que quien no cree o defiende la lucha de clases no desea la igualdad, cuestión que, personalmente, me parece todo lo contrario. La igualdad de oportunidades es muy importante, así como también la libertad para que cada uno sea lo que desee con el objetivo de ser feliz.
Gabriel habla de sus recuerdos infantiles y, para empezar, da una imagen poco realista de lo que es su población, Sallent, de la que dice que se le suele etiquetar como Catalunya profunda pero que, en realidad, es una zona de emigración española y de mayoría de clase trabajadora, es decir, habla de Sallent como si fuese Cornellà o l’Hospitalet de Llobregat, nada más lejos de la verdad. Sallent es una zona mimada del Pujolismo en donde, políticamente, CiU ha sido siempre la fuerza más votada y donde PSC, PP y Ciudadanos ni siquiera osan presentarse en las municipales. Explica Gabriel que le chocaba que hubiera unas escuelas para pobres y otros para ricos y me pregunto si en el comunismo hay una suerte de envidia al que tiene lo que tú no y si verdaderamente ser comunista consiste en ese hombre que le dice a su hijo que estudie para que, con suerte, su nieto ya no tenga que ser comunista.
Anna Gabriel sigue explicando que su madre era concejal del PSUC y que desde pequeña oyó aquello de que los nacionalismos dividen a la clase trabajadora y que están al servicio de la burguesía, pero que a los dieciséis años unió la lucha antifascista con la lucha por la lengua. Imagino que ahí está la madre del cordero: señalar el fascismo como algo español y el antifascismo como algo catalán. Pero, ¿por qué? Eso no lo explica y no lo hace porque no hay un porqué.
¿La lucha de la lengua? En esa época (hablamos del primer lustro de los noventa), el catalán gozaba de perfecta salud, el castellano estaba siendo discriminado y es probable que sí hubiese unos jóvenes que levantaban la bandera española como símbolo de rebeldía contra la escuelas que les estaban robando el idioma y que les explicaban una historia y unos países imaginarios. Entonces, ¿Anna Gabriel se rebeló contra aquel movimiento? Puede que sí y, probablemente, entendió que aquello era una amenaza fascista por el hecho de estar dentro de una familia de padres y abuelos dedicados a la lucha comunista. Sin embargo, ¿por qué no vio como algo fascista el adoctrinamiento nacionalcatalanista que desde hace décadas se hace a los niños en Catalunya? Esa es la eterna pregunta. ¿Tan bien se hizo el adoctrinamiento? ¿O el hecho de que Gabriel tenga las raíces fuera de Catalunya nos hace acabar en otro caso de charnego agradecido?
Gabriel no explica qué le lleva a pasar de la izquierda al nacionalismo, porque no hay explicación, porque no se puede ser de izquierdas sin defender la igualdad y la solaridad y no hay nada más desigual e insolidario que el nacionalismo. Y, en cierto modo, la cupaire habla como si lo supiese, pero señala que España está tan podrida que solamente un nuevo Estado puede resolver estos problemas. En realidad, sin embargo, lo que está diciendo es que España nunca podrá ser un país con estructuras comunistas, como si eso fuese algo malo y, no, ni España ni ningún país de los que llamamos el Primer Mundo pueden tener estructuras comunistas, pero por el simple hecho de que en el Primer Mundo no hay lugar para pensamientos totalitarios. Pero todo ello lo dice a su modo: «La independencia es para cambiarlo todo. Es antifascismo, antiracismo, justicia social, distribución de la riqueza y no cambiar banderas e himno y no es exactamente eso». Ante esas palabras, ¿qué personas progresistas no pueden estar de acuerdo? Por eso, la CUP ha subido tanto en votos en Catalunya, pero si nos ponemos a analizar los hechos y las palabras, nos damos cuenta de que, cuando dicen antifascismo, quieren decir antiespañolismo. Asociar el fascismo a España ha sido una de las cuestiones que más rédito les ha dado a este tipo de partidos, porque fascismo en la España democrática poco ha habido más allá del de los amigos de la CUP de ETA y Terra Lliure. Y es que en España no hay ultraderecha porque la ultraderecha son los nacionalismos periféricos.
La CUP es realidad, no es más que la sexta fuerza en Catalunya pero que, sin embargo, se ha convertido en actor protagonista por la necesidad de su apoyo para que Junts pel Sí pudiera gobernar, algo que así fue, a pesar de que, según confesara la propia Gabriel, la CUP se formó para acabar con el Pujolismo ¿¿¿??? Triste destino le espera a la CUP si nació para acabar con el Pujolismo y acabar haciendo presidente a un Convergent. Y es que, si alguna vez derribar el Pujolismo, es decir, el dominio de la Catalunya derechista católica y burguesa, fue el objetivo de la CUP (cuestión que me parece una patraña), ya mucho antes del apoyo a Junts pel Sí, dejó de serlo. No hay que olvidar cómo otro charnego agradecido, David Fernàndez (que cambió el acento de lado para integrarse), cuando Rodrigo Rato fue al Parlament, le amenazó y le llamó gángster zapatilla en mano, pero que, cuando Jordi Pujol fue a declarar por los casos de corrupción, todo eran amabilidades. Porque puede que Pujol también sea «un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta», que diría Roosevelt.
Por supuesto, en la entrevista sale el tema del referéndum y Gabriel vuelve a utilizar el término España en negativo, diciendo: «En España es tan difícil hacer algo tan sencillo como un referéndum de independencia» pero no es en España, es en todo el mundo, ni en Estados Unidos, ni en Francia, ni más recientemente en Alemania se ha dejado hacer estos referéndums porque son ilegales y porque, como ya hemos dicho otras veces, el sólo hecho de celebrarlos ya concede la independencia a la región en cuestión, aunque ganara el No. Sin embargo, la cupaire justifica con ese no referéndum su alianza con la Catalunya burguesa católica y derechista.
En la supuesta lucha obrera de las CUP, nadie le pregunta a estos por qué tienen más votos en ciudades con la renta per cápita alta y por qué no les votan en las ciudades obreras. La respuesta es fácil, porque la mayoría de los votantes de la CUP no son más que hijos de papá, hijos de burgueses convergents que están jugando al Mayo del 68. Puede que sus dirigentes no lo sean pero sus votantes sí. Quizá ocurre lo contrario que en Podemos, donde sus dirigentes son miembros del Pijo-Comunismo y, seguramente, sus votantes no.
Para acabar, una última reflexión. Pablo Iglesias dice que, seguramente, Catalunya es más de izquierdas que el resto de España… Tiene gracia oír eso, cuando Convergència i Unió, que es el partido más de derechas que ha habido en toda España, ha estado a sus anchas desde tiempos inmemoriales. Pero ya sabemos cómo funciona esto, la derecha es fascismo, el fascismo es español y, entonces, para Iglesias, CiU no es de derechas.
¿Un referente político señora Gabriel? Mi abuela y Fidel Castro.