Cataluña X (de 1931 a 1939) Lo que el nacionalismo nunca te contará

Dejamos la anterior entrada en diciembre de 1933, tras la muerte de l’avi Francesc Macià y con Lluís Companys como presidente de la Generalitat, pero tenemos que ir atrás en el tiempo, a 1931, para volver a vivir el nacimiento de Esquerra Republicana de Catalunya y explicar, así, las grandes diferencias entre Companys y Macià que, por más que el santoral separatista a día de hoy los coloque a un mismo nivel, lo cierto es que tuvieron muchas diferencias.

Macià provenía de una familia acomodada y monárquica, tal y como eran todos los catalanistas de finales del siglo XIX, e hizo carrera militar llegando a ser coronel del ejército español. En 1905 protestó cuando miembros del ejército asaltaron la imprenta en la que se elaboraba el semanario que había publicado una caricatura que consideraron vejatoria para los oficiales destinados en Catalunya, el Cu-cut!. En vez de tomarse medidas contra los militares, se les dio la razón y a los autores de la caricatura se les juzgó por un tribunal militar.

Macià, que era un patriota español, abandonó el ejército y se enroló en las ideas catalanistas de la época. Si bien en un principio optó por el hispanismo por contra del castellanismo reinante, más tarde abrazó las ideas de que en España se odiaba a los catalanes y pronto se convirtió en uno de los referentes del nacionalismo catalán. Primero, formó parte de Solidaridad Catalana (una amalgama de partidos nacionalistas que iban desde la extrema derecha hasta la izquierda).

Pasa a ser un referente para el pueblo catalán cuando, como ya contamos en nuestra anterior entrada, intenta conquistar Catalunya desde el exterior en plena dictadura de Primo de Rivera. Desde entonces, también se le achacará el adjetivo de «soñador» y se dice de él que no actubaa con la prudencia de un catalán, sino con el ardor de un español. Macià en el exilio se declara separatista (por más que hoy haya quien asocie ese término a algo despectivo), forma el Partido Separatista en el exilio y utiliza la Estelada como bandera de la nación catalana. En 1931 ingresa en ERC.

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La historia de Companys es muy diferente: él siempre fue republicano y cercano en la izquierda, pero jamás había sido nacionalista catalán. De hecho, Companys había sido compañero de Lerroux hasta que, en 1906, marchó con los miembros de izquierda que ingresaron en Solidaridad Catalana. Fue detenido durante la Semana Trágica que, muy a pesar de lo que digan algunos ahora, fue una revuelta obrera-sindicalista sin ningún toque de nacionalismo.

Companys fue detenido hasta quince veces por la lucha obrera y cambió de partidos en gran cantidad de ocasiones, no logrando nunca un cargo político. Volvió con Lerroux en el Partido Radical (considerado españolista por los catalanistas) y, ahí sí, consiguió su acta de concejal de Barcelona. Fue entonces cuando, tal y como narra el historiador catalanista Hilari Raguer, al ser también elegido Manuel Carrasco i Formiguera como concejal en Barcelona, Companys se negó a dejarle pasar alegando que era un separatista y que debía gritar primero “¡Viva España!”.

Con la dictadura de Primo de Rivera, Companys fue uno de los firmantes del manifiesto para fundar un partido republicano de izquierdas, del que nacería ERC y donde coincidió con Macià. Por más que ahora suene extraño, la realidad es que la mayoría de los miembros de ERC no eran separatistas, sólo la parte que apoyaba a Macià, que eran los menos. Sin embargo, la popularidad de éste hizo que fuese la cabeza visible del partido.

Esas diferencias entre los miembros de ERC fue lo que llevó a que, cuando se proclamó la República, hubiera fuertes discursiones para saber qué tipo de república se quería. Algunos pidieron que se declarara la independencia de Catalunya; otros, la República Catalana dentro de una Federación Ibérica; también había los que preferían una República Española; y, finalmente, los más cautos pedían que se esperasen a las noticias del resto del país, sobre todo de Madrid.

El 14 de abril Lluís Companys, queriendo obtener más protagonismo del que debía, acudió junto con otros miembros de su partido al ayuntamiento sin consultarlo con Macià. Entró por la fuerza y llegó al despacho del alcalde, el cual no estaba allí. Aún sin constituir el nuevo ayuntamiento, se nombró alcalde. A pesar de no estar ni entre los diez candidatos más votados, Companys salió al balcón, izó la bandera tricolor y proclamó la República Española. Cuando Macià supo lo ocurrido, declaró la República Catalana dentro de la República ibérica y ambos casi llegan a las manos.

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En las primeras elecciones generales con la República, ERC sacó unos excelentes resultados, siendo la fuerza más votada en Catalunya y obteniendo 24 escaños. Entre ellos, el de Macià, Companys, el de un joven Josep Tarradellas y el de Ramón Franco (hermano del general Francisco Franco). En 1932 tuvieron lugar elecciones en la Generalitat y se confirmó a Macià como Presidente de Catalunya, cargo que ocupó hasta su muerte en diciembre de 1933.

Companys puso en altos cargos a personas del lado separatista, como Josep Dencàs, para asegurarse los votos de estos y perpetuarse como President de la Generalitat. En las siguientes elecciones generales, vence la CEDA, coalición de derechas. Companys no acepta el resultado y el 6 de octubre de 1934, Companys, tras acusar al nuevo gobierno español de “monarquizante” y “fascista”, proclamó el Estado Catalán. El golpe de Estado duró 24 horas, hasta que Companys se rindió al General Batet. Los desesperados intentos que había hecho por radio para que los catalanes acudieran a apoyarlo fracasaron, se quedó solo, pues ni sus compañeros anarquistas acudieron a salvarlo, y fue detenido y condenado a treinta años de prisión.

En febrero de 1936, la coalición Frente Popular de Izquierdas ganó las elecciones, Azaña formó el nuevo gobierno de la República y Companys fue liberado. Sin elecciones de por medio, colocaron en los municipios a los alcaldes de izquierdas que habían vencido en 1931. El levantamiento militar del 18 de julio hizo despertar en Catalunya una revolución anarquista que ocasionó miles de muertos. El fracaso en Barcelona de la insurrección llevó a los miembros de las izquierdas a organizarse. Companys cedió el poder a los anarquistas y Catalunya se convirtió en una dictadura comunista que no se puso a las órdenes de la República.

Companys, en julio de 1936, mandó fusilar 199 militares de graduación de general a teniente, de los que se sublevaron en Barcelona el 19 de julio. Él, en su día fue indultado cuando proclamó el Estado Catalán, no tuvo piedad. Entre las primeras firmas que pidieron su indulto en 1934, figuraba la del obispo de Barcelona, Monseñor Manuel Irurita. En diciembre de 1936, el religioso fue asesinado en el cementerio de Montcada por las milicias armadas que Companys había legalizado.

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El 26 de agosto de 1936 tuvieron lugar en el Castillo de Montjuïc los fusilamientos del Capitán del Arma de Artillería, José López Amor Jiménez y de los Capitanes del Arma de Infantería, Enrique López Belda y el propio Fernando Lizcano de la Rosa, así como también, en el mismo lugar, las ejecuciones de sesenta y tres religiosos, ejecuciones que se hicieron con orden firmada de Companys. También firmó la ejecución de 43 periodistas que criticaban la violencia de los anarquistas y la vista gorda del President.

En Catalunya, el gobierno catalán persiguió a monárquicos y religiosos. Más tarde, a contrarios políticos (muchos catalanistas de derechas tuvieron que huir a Francia, entre ellos, el líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó). Al final, a manos de las juventudes de ERC, se acabó fusilando a los que hablaban castellano. No se dejaba entrar a personas de otras regiones, sobre todo de Andalucía y Murcia, que huían de sus tierras a causa de la guerra, y se construyeron campos de concentración, como el de Omells en Urgell. Al final y según los datos desclasificados ya en democracia, Companys mandó asesinar a 8.532 personas en Catalunya.

Cuando la victoria de Franco parecía un hecho, Companys huyó a Francia, donde la Gestapo nazi lo arrestó y lo repatrió. Tras un más que dudoso juicio, fue condenado a muerte y fusilado, convirtiéndose, de ese modo, en un mártir para el separatismo catalán.

Con la dictadura de Franco, las instituciones catalanas quedaron prohibidas, aún así, en el exilio, continuaría el Gobierno de la Generalitat, primero presidido por Josep Iria y después por Josep Tarradellas. Desde entonces y sobre todo debido a la ejecución de Companys, en Catalunya se ha «vendido» la historia de que la Guerra Civil fue una guerra de Catalunya contra España y que, al perderla, el pueblo catalán perdió sus instituciones y cultura.

Lo cierto es que en Catalunya se vivieron varias guerras civiles dentro de una misma. Los catalanistas conservadores de la Lliga tuvieron que partir su corazón entre la Catalunya republicana y su sentir conservador, burgués y cristiano. Estos, catalanistas como Matons, Llates, Peiro e incluso el líder catalanista por antonomasia Francesc Cambó, creían que una Catalunya con Franco perdía libertad, pero sobreviviría.

La Lliga Regionalista ya se había presentado a las elecciones de febrero de 1936 en coalición con la CEDA para intentar frenar al Frente Popular que había radicalizado sus ideas y que era una amenaza de dictadura al estilo soviético. El día del alzamiento, Cambó estaba en alta mar y se fue a Francia. Los miembros de la Lliga tuvieron que huir por miedo a ser fusilados por Companys.

Cambó calificó la guerra como una lucha entre la barbarie comunista y la civilización nacional. En agosto de 1936 dió un cheque de 10.000 libras esterlinas a José Quiñones de León, representante de Franco en París. En octubre la mayoría de miembros de la Lliga Regionalista firmaron un manifesto de adhesión al alzamiento. Cambó escribió un artículo en el que decía que: «bajo la sombra de la tiranía anarquista. El golpe de Franco  es una manifestación de patriotismo».

En 1937 Cambó creó la Oficina de Prensa y Propaganda que puso al servicio del bando nacional. Aún así, cuando Franco ganó la guerra, Cambó no volvió a España. Sin embargo, muchos de los miembros de la Lliga acabaron ligados a la Falange. Lógicamente, la guerra que separó a los españoles separó también a los catalanes.

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