Cataluña X (de 1931 a 1939) Lo que el nacionalismo nunca te contará

Dejamos la anterior entrada en diciembre de 1933, tras la muerte de l’avi Francesc Macià y con Lluís Companys como presidente de la Generalitat, pero tenemos que ir atrás en el tiempo, a 1931, para volver a vivir el nacimiento de Esquerra Republicana de Catalunya y explicar, así, las grandes diferencias entre Companys y Macià que, por más que el santoral separatista a día de hoy los coloque a un mismo nivel, lo cierto es que tuvieron muchas diferencias.

Macià provenía de una familia acomodada y monárquica, tal y como eran todos los catalanistas de finales del siglo XIX, e hizo carrera militar llegando a ser coronel del ejército español. En 1905 protestó cuando miembros del ejército asaltaron la imprenta en la que se elaboraba el semanario que había publicado una caricatura que consideraron vejatoria para los oficiales destinados en Catalunya, el Cu-cut!. En vez de tomarse medidas contra los militares, se les dio la razón y a los autores de la caricatura se les juzgó por un tribunal militar.

Macià, que era un patriota español, abandonó el ejército y se enroló en las ideas catalanistas de la época. Si bien en un principio optó por el hispanismo por contra del castellanismo reinante, más tarde abrazó las ideas de que en España se odiaba a los catalanes y pronto se convirtió en uno de los referentes del nacionalismo catalán. Primero, formó parte de Solidaridad Catalana (una amalgama de partidos nacionalistas que iban desde la extrema derecha hasta la izquierda).

Pasa a ser un referente para el pueblo catalán cuando, como ya contamos en nuestra anterior entrada, intenta conquistar Catalunya desde el exterior en plena dictadura de Primo de Rivera. Desde entonces, también se le achacará el adjetivo de «soñador» y se dice de él que no actubaa con la prudencia de un catalán, sino con el ardor de un español. Macià en el exilio se declara separatista (por más que hoy haya quien asocie ese término a algo despectivo), forma el Partido Separatista en el exilio y utiliza la Estelada como bandera de la nación catalana. En 1931 ingresa en ERC.

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La historia de Companys es muy diferente: él siempre fue republicano y cercano en la izquierda, pero jamás había sido nacionalista catalán. De hecho, Companys había sido compañero de Lerroux hasta que, en 1906, marchó con los miembros de izquierda que ingresaron en Solidaridad Catalana. Fue detenido durante la Semana Trágica que, muy a pesar de lo que digan algunos ahora, fue una revuelta obrera-sindicalista sin ningún toque de nacionalismo.

Companys fue detenido hasta quince veces por la lucha obrera y cambió de partidos en gran cantidad de ocasiones, no logrando nunca un cargo político. Volvió con Lerroux en el Partido Radical (considerado españolista por los catalanistas) y, ahí sí, consiguió su acta de concejal de Barcelona. Fue entonces cuando, tal y como narra el historiador catalanista Hilari Raguer, al ser también elegido Manuel Carrasco i Formiguera como concejal en Barcelona, Companys se negó a dejarle pasar alegando que era un separatista y que debía gritar primero “¡Viva España!”.

Con la dictadura de Primo de Rivera, Companys fue uno de los firmantes del manifiesto para fundar un partido republicano de izquierdas, del que nacería ERC y donde coincidió con Macià. Por más que ahora suene extraño, la realidad es que la mayoría de los miembros de ERC no eran separatistas, sólo la parte que apoyaba a Macià, que eran los menos. Sin embargo, la popularidad de éste hizo que fuese la cabeza visible del partido.

Esas diferencias entre los miembros de ERC fue lo que llevó a que, cuando se proclamó la República, hubiera fuertes discursiones para saber qué tipo de república se quería. Algunos pidieron que se declarara la independencia de Catalunya; otros, la República Catalana dentro de una Federación Ibérica; también había los que preferían una República Española; y, finalmente, los más cautos pedían que se esperasen a las noticias del resto del país, sobre todo de Madrid.

El 14 de abril Lluís Companys, queriendo obtener más protagonismo del que debía, acudió junto con otros miembros de su partido al ayuntamiento sin consultarlo con Macià. Entró por la fuerza y llegó al despacho del alcalde, el cual no estaba allí. Aún sin constituir el nuevo ayuntamiento, se nombró alcalde. A pesar de no estar ni entre los diez candidatos más votados, Companys salió al balcón, izó la bandera tricolor y proclamó la República Española. Cuando Macià supo lo ocurrido, declaró la República Catalana dentro de la República ibérica y ambos casi llegan a las manos.

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En las primeras elecciones generales con la República, ERC sacó unos excelentes resultados, siendo la fuerza más votada en Catalunya y obteniendo 24 escaños. Entre ellos, el de Macià, Companys, el de un joven Josep Tarradellas y el de Ramón Franco (hermano del general Francisco Franco). En 1932 tuvieron lugar elecciones en la Generalitat y se confirmó a Macià como Presidente de Catalunya, cargo que ocupó hasta su muerte en diciembre de 1933.

Companys puso en altos cargos a personas del lado separatista, como Josep Dencàs, para asegurarse los votos de estos y perpetuarse como President de la Generalitat. En las siguientes elecciones generales, vence la CEDA, coalición de derechas. Companys no acepta el resultado y el 6 de octubre de 1934, Companys, tras acusar al nuevo gobierno español de “monarquizante” y “fascista”, proclamó el Estado Catalán. El golpe de Estado duró 24 horas, hasta que Companys se rindió al General Batet. Los desesperados intentos que había hecho por radio para que los catalanes acudieran a apoyarlo fracasaron, se quedó solo, pues ni sus compañeros anarquistas acudieron a salvarlo, y fue detenido y condenado a treinta años de prisión.

En febrero de 1936, la coalición Frente Popular de Izquierdas ganó las elecciones, Azaña formó el nuevo gobierno de la República y Companys fue liberado. Sin elecciones de por medio, colocaron en los municipios a los alcaldes de izquierdas que habían vencido en 1931. El levantamiento militar del 18 de julio hizo despertar en Catalunya una revolución anarquista que ocasionó miles de muertos. El fracaso en Barcelona de la insurrección llevó a los miembros de las izquierdas a organizarse. Companys cedió el poder a los anarquistas y Catalunya se convirtió en una dictadura comunista que no se puso a las órdenes de la República.

Companys, en julio de 1936, mandó fusilar 199 militares de graduación de general a teniente, de los que se sublevaron en Barcelona el 19 de julio. Él, en su día fue indultado cuando proclamó el Estado Catalán, no tuvo piedad. Entre las primeras firmas que pidieron su indulto en 1934, figuraba la del obispo de Barcelona, Monseñor Manuel Irurita. En diciembre de 1936, el religioso fue asesinado en el cementerio de Montcada por las milicias armadas que Companys había legalizado.

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El 26 de agosto de 1936 tuvieron lugar en el Castillo de Montjuïc los fusilamientos del Capitán del Arma de Artillería, José López Amor Jiménez y de los Capitanes del Arma de Infantería, Enrique López Belda y el propio Fernando Lizcano de la Rosa, así como también, en el mismo lugar, las ejecuciones de sesenta y tres religiosos, ejecuciones que se hicieron con orden firmada de Companys. También firmó la ejecución de 43 periodistas que criticaban la violencia de los anarquistas y la vista gorda del President.

En Catalunya, el gobierno catalán persiguió a monárquicos y religiosos. Más tarde, a contrarios políticos (muchos catalanistas de derechas tuvieron que huir a Francia, entre ellos, el líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó). Al final, a manos de las juventudes de ERC, se acabó fusilando a los que hablaban castellano. No se dejaba entrar a personas de otras regiones, sobre todo de Andalucía y Murcia, que huían de sus tierras a causa de la guerra, y se construyeron campos de concentración, como el de Omells en Urgell. Al final y según los datos desclasificados ya en democracia, Companys mandó asesinar a 8.532 personas en Catalunya.

Cuando la victoria de Franco parecía un hecho, Companys huyó a Francia, donde la Gestapo nazi lo arrestó y lo repatrió. Tras un más que dudoso juicio, fue condenado a muerte y fusilado, convirtiéndose, de ese modo, en un mártir para el separatismo catalán.

Con la dictadura de Franco, las instituciones catalanas quedaron prohibidas, aún así, en el exilio, continuaría el Gobierno de la Generalitat, primero presidido por Josep Iria y después por Josep Tarradellas. Desde entonces y sobre todo debido a la ejecución de Companys, en Catalunya se ha «vendido» la historia de que la Guerra Civil fue una guerra de Catalunya contra España y que, al perderla, el pueblo catalán perdió sus instituciones y cultura.

Lo cierto es que en Catalunya se vivieron varias guerras civiles dentro de una misma. Los catalanistas conservadores de la Lliga tuvieron que partir su corazón entre la Catalunya republicana y su sentir conservador, burgués y cristiano. Estos, catalanistas como Matons, Llates, Peiro e incluso el líder catalanista por antonomasia Francesc Cambó, creían que una Catalunya con Franco perdía libertad, pero sobreviviría.

La Lliga Regionalista ya se había presentado a las elecciones de febrero de 1936 en coalición con la CEDA para intentar frenar al Frente Popular que había radicalizado sus ideas y que era una amenaza de dictadura al estilo soviético. El día del alzamiento, Cambó estaba en alta mar y se fue a Francia. Los miembros de la Lliga tuvieron que huir por miedo a ser fusilados por Companys.

Cambó calificó la guerra como una lucha entre la barbarie comunista y la civilización nacional. En agosto de 1936 dió un cheque de 10.000 libras esterlinas a José Quiñones de León, representante de Franco en París. En octubre la mayoría de miembros de la Lliga Regionalista firmaron un manifesto de adhesión al alzamiento. Cambó escribió un artículo en el que decía que: «bajo la sombra de la tiranía anarquista. El golpe de Franco  es una manifestación de patriotismo».

En 1937 Cambó creó la Oficina de Prensa y Propaganda que puso al servicio del bando nacional. Aún así, cuando Franco ganó la guerra, Cambó no volvió a España. Sin embargo, muchos de los miembros de la Lliga acabaron ligados a la Falange. Lógicamente, la guerra que separó a los españoles separó también a los catalanes.

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Un libro elabora una lista de «malos catalanes», la persecución continúa

Últimamente, no dejo de escribir sobre el nacionalismo catalán y espero no ser repetitivo en mis escritos, pero lo cierto es que cada día tratan de ir un poco más lejos. Cada día los actos son más vergonzosos y, sí, cada día se parece más a lo que hicieron otros nacionalismos en otras épocas, en otros países.

La última del nacional-catalanismo ha sido la publicación de un libro vergonzoso en el que se hace una lista de malos catalanes. Por más que puedan verlo en la fotografía, no voy a escribir ni el nombre ni la editorial porque, si lo hiciese, solamente sería para saber dónde no debo comprar libros. La publicación de este libro se apoyará en la libertad de expresión, una libertad que cada uno utiliza en su beneficio y sin pensar en lo que realmente significa.

Hacer una lista de malos catalanes es, ya de por sí, triste pues que haya quien se crea capacitado para dar carnet de buen y mal catalán es lamentable. Pero lo más penoso de todo es querer separar los catalanes entre buenos y malos y que, por supuesto, los malos sean los que no cumplen los requisitos del buen independentista.

En el libro, hay desde esclavistas en América e indianos (cuando otras veces aseguran que solamente se les permitía hacer negocio en América a los castellanos) a cantantes recientes, pasando por periodistas no vendidos al régimen, poetas y políticos que miraron por el bien de Catalunya dentro de España.

Curiosamente, entre los malos catalanes no incluyen a los asesinos de Terra Lliure ni a Lluís Companys, que mandó fusilar a cientos de personas, ni por supuesto tampoco a Jordi Pujol ni a ninguno de sus hijos, por más que se llevaran el dinero de los catalanes fuera de nuestras fronteras. No, esos no, esos no son malos catalanes.

Tampoco los artistas que estuvieron durante años trabajando para el estado opresor que ellos llaman y que, cuando ya no les contratan en el resto de España, se han hecho separatistas para cobrar de la televisión pública catalana, como es el caso de Juanjo Puigcorbé.

Pero, bueno, ya sabemos cómo son las cosas en Catalunya. ¿Que en TV3 entrevistan a un ingeniero? Siempre hablará catalán. ¿Que entrevistan a una prostituta? Será en castellano. De hecho, a veces ocurre como el otro día que anunciaban que un delincuente le quitó la pistola a un policía y disparó a un Mosso, cuando los dos policías eran Mossos, pero lo pusieron para que pareciera que se la habían quitado a un policía español.

O esas cosas que ocurren a veces, que cuando Nadal gana Roland Garros es mallorquín y sale hablando en catalán en el corte de TV3 pero, casualmente, cuando pierde lo anuncian como español y en el corte sale hablando en castellano.

Todo es parte de la misma enfermedad, de la propaganda independentista que hace que ocurran cosas tan extrañas como que en los premios Gaudí se presuma de película propia a «Blancanieves» de Pablo Berger, cuando «Blancanieves» ¡¡Es muda!! y, a más a más, si lees los labios de los actores, ves claramente que están hablando en castellano.

Ejemplos cómicos podría escribir mil. Los futboleros recordarán que, mientras estaban en el Barça, a Figo, Ronaldo y Celades se les catalanizaba el nombre en su pronunciación «Figu», «Ronaldu» y «Seladas» y, sin embargo, cuando fueron al Real Madrid, perdieron su condición de catalanes y los mismos locutores les llamaban tal y como lo harían ustedes.

Estas son las cosas de este país llamado Catadisney. Ahora, en un intento no sé si de asustar o de pataleo, han hecho una lista de malos catalanes, la mayoría de ellos ya fallecidos y que no pueden defenderse. Algunos de ellos, víctimas de su tiempo, hicieron cosas que a día de hoy vemos como actos lamentables, pero que en otros tiempos eran el pan nuestro de cada día.

Yo, desde luego, animo a los independentistas que sigan haciendo este tipo de cosas, que sigan por ahí, porque estoy completamente seguro de que, mientras más personas se quiten la careta y demuestren su odio, más personas se quitarán también la venda de los ojos y dejarán de apoyar, ya sea activa o pasivamente, al independentismo.

Mossos contra la Generalitat

De un día para otro, en la Catalunya independiente, también conocida como Catadisney, se subió a los altares de los catalanes de bien a Lluís Companys, un personaje histórico que, hasta hace cuatro días, no estaba bien visto por los catalanes ya fuesen independentistas o no. En este mismo blog, hablamos de su vida en un serial de cinco entradas que titulamos «Lo que el viento se llevó».

Resumiendo, diremos sobre él que el 14 de abril, día que comenzó la Segunda República, desobedeciendo a su partido e incluso al President de la Generalitat, Francesc Macià, acudió junto con otros miembros de su partido al Ayuntamiento, entró por la fuerza y llegó al despacho del alcalde, el cual no estaba allí. Aún sin constituir el nuevo Ayuntamiento, se nombró alcalde. Companys salió al balcón, izó la bandera tricolor y proclamó la República. Finalmente y después de casi llegar a las manos, Macià nombró alcalde a Jaume Aiguadé i Miró. Companys, que había «cambiado de chaqueta» pasando de españolista a catalanista y que era visto por casi todos como un trepa, se alzó President tras la muerte de Macià.

El levantamiento militar del 18 de julio hizo despertar en Catalunya una revolución anarquista que ocasionó miles de muertos. Companys cedió el poder a los anarquistas y Catalunya se convirtió en una dictadura comunista donde se perseguía a todo el que no era adepto a la extrema izquierda y al nacionalismo catalán. Lluís Companys, en julio de 1936, hizo fusilar 199 militares. También firmó la ejecución de 43 periodistas que criticaban la violencia de los anarquistas y la vista gorda del President.

Sin embargo, como hemos dicho ahora, se trata de colocar a Companys como patriota y mártir del independentismo, cuando lo cierto es que sólo trató de aprovechar el independentismo a su favor y, cuando se vio perdido, puso el gobierno en manos de los anarquistas.

Hasta Artur Mas ha tratado de seguir la historia de Companys ya que, al igual que él, no era independentista, pero trató de utilizar a los separatistas en su favor para, cuando se viese perdido, poner a Catalunya en las manos de los anarquistas de hoy que son la CUP. Mas cedió, se fue y puso a Puigdemont de President a dedo a cambio aparentemente de nada.

Ahora ya vamos viendo que Junts pel Sí sí tuvo que ceder y que el señor Puigdemont, más conocido como el President Mas de lo mismo, está ayudando a las bases de la CUP retirando denuncias de actos vandálicos cometidos por la extrema izquierda.

El sindicato mayoritario de los Mossos d’Esquadra se ha quejado de esto. El portavoz Valentín Anadón dijo según EL PAÍS: “Deben aclararnos por qué la Generalitat se persona y pide 16 años de cárcel a los ultras del ataque a la librería Blanquerna —un asalto que condenamos— y en cambio se retiran de casos de auténtica kale borroka”(…)“O defienden a los Mossos y a los ciudadanos que cumplen las leyes u optan por una transacción política con aquellos manifestantes violentos que han hecho acciones de kale borroka”.

Anadón criticó que la Generalitat se está retirando de unas causas en las que se judicializan unos disturbios “que no se habían dado en Barcelona desde la Semana trágica de 1909”. El portavoz de SAP-UGT sentenció que con la retirada de estos procedimientos se está generando un agravio comparativo y demostrando que “hay personas que están por encima de la Ley”.

Es decir, que Junts pel Sí está retirando las denuncias de los cachorros de los partidos antisistema a cambio del apoyo de estos en el Parlament. Catalunya está hoy bajo el mando de los «arbetzales catalanes» y de un partido político que es el «Bildu Catalán».

Los Mossos saben que deben hacer cumplir la Ley y que eso está por encima de las cuestiones políticas del Govern que haya en el momento. La Generalitat quiere hacer del cuerpo policial su ejército para la Catalunya independiente, pero no debería olvidar que los Mossos juraron la Constitución y que, seguro, tienen más palabra que los líderes separatistas.

 

Fuente de la fotografía de portada: heraldo.es

Simplemente 15 de octubre

Hoy iba a escribir sobre el esperpento, en mi opinión, que supone que las autoridades catalanas hagan un homenaje a un asesino como Lluís Companys, pero me aburre este tema. Además, en cierto modo, me sabe mal criticar a alguien que está muerto y, sí, lo he hecho otras veces en este blog, pero nunca tratando de criticar a la persona sino a la leyenda que se ha hecho en torno a él.

Mientras peor sea el malo, mejor es la peli y eso es lo que ocurre con Companys. ¿Qué mejor manera de contar la historia para que la leyenda crezca que ceñirse a la historia de un hombre que busca la libertad, huye, le detienen los nazis y lo fusila Franco?

Pero Companys no buscaba la libertad, buscaba poder y aprovechó la Guerra Civil para dar un golpe de estado, poniendo el poder en manos de los anarquistas (sí, a mí también me recuerda a Mas y la CUP) que, pistola en mano, sembraron el pánico en Catalunya, asesinando a todo lo que oliera a burguesía o clero y más tarde a los que llegaban desde otros puntos de España huyendo de Franco.

En Catalunya, tergiversar la historia es el deporte nacional. La de Companys es un ejemplo, pero también hemos hablado otras veces de las mentiras que se cuentan sobre Rafael Casanova y pienso que en el futuro también se hará lo mismo con personajes lamentables como Jordi Pujol y Artur Mas.

Pero todo eso es parte de la extraña idiosincrasia catalana que igual celebra una derrota, que pone un españolista como símbolo del independentismo o a un ladrón de mártir. A más a más, hay que añadir la hipocresía de intentar utilizar todo para atacar a España, tal y como hemos visto este 12 de octubre cuando Ada Colau dijo que España celebraba un genocidio pero, sin embargo, exigió la nulidad del juicio a un asesino.

¿Nulidad? Seguramente no fue un juicio justo y ojalá no hubiese habido jamás en ningún lugar del mundo la pena de muerte, pero hay tantos juicios que anular en la historia… Podemos comenzar por el de Jesús y acabar por el que queramos, pero estamos en lo de siempre, España se está llenando de guerracivilistas y a este tipo de gente solamente le preocupa los muertos de su lado y los que cree que les puede dar votos.

Por eso Colau quiere quitar los nombres borbónicos o relacionados con las colonias castellanas, pero no dice nada de quitar el nombre, por ejemplo, a los Almogávares, famosos luchadores de las conquistas en nombre de la Corona de Aragón que tenían atemorizado, por su violencia, a media costa mediterránea, llegando al punto que «monstruo» en Albania se dice «Katalan» y en algunas partes de Italia y Grecia aún se les cuenta a los niños que, si no se van a la cama, «van a venir los catalanes a llevárselos». De modo que tratemos de ser un poco justos. ¿Que España, y cuando digo España me refiero a Castilla y también Aragón, conquistó a base de espada? Sí. Pero, ¿es que acaso creemos que los romanos, los otomanos, los árabes, etc. hicieron sus imperios jugando al Risk?

En la Catalunya actual vale todo. Ya hemos visto cómo los políticos independentistas no respetan la independencia judicial y tratan de coaccionar a los jueces, algo lamentable, porque no quiero ni imaginarme qué pasaría si, en un caso parecido, el que tuviera que ir a un juicio fuese Rajoy y mandara rodear el juzgado con sus 700.000 afiliados…

Pero, lo dicho, todo vale y con tal de buscar la efeméride de Mas y Companys, traten ahora de hacer un juego del destino. Ayer no era un día especial para Catalunya, ayer solamente era 15 de octubre.

Lo que el viento se llevó (5ª parte): Companys, el ejecutor

En febrero de 1936, la coalición Frente Popular de Izquierdas ganó las elecciones, Azaña formó el nuevo gobierno de la República y Companys fue liberado. Hubo grandes dudas sobre lo legítimo de esa victoria, pues, al parecer, al realizarse el escrutinio general de las elecciones se utilizó en diversas provincias el procedimiento delictivo de la falsificación de actas. En realidad, el propio Azaña reconoció que los escrutinios fueron realizados en muchos lugares en condiciones de coacción de las masas izquierdistas. Leer más

Lo que el viento se llevó (4ª parte): Companys en prisión por golpista

La República Catalana fue un golpe de estado improvisado. Al igual que sucedió en el resto del país, la prudencia de Alfonso XIII marchándose al exilio, a pesar de que los monárquicos habían ganado las elecciones,y evitó una guerra civil. En Catalunya, que es lo que nos ocupa, los hombres de Macià ocuparon Correos, Telégrafos y Telefónica. Declararon a Companys gobernador civil y colocaron la senyera en la gobernación. Ignacio Despujol, capitán general de Catalunya, les amenazó con entrar en el palacio con 5.500 hombres. Sin embargo, permaneció acuartelado y el capitán López-Ochoa fue quien acudió y se puso a las órdenes de Macià.

El mismo 14 de abril por la noche, Alfonso XIII abandonó el país y Despujol permitió la bandera republicana en Capitanía. En la teoría, Despujol continuaba al frente pero el jefe allí era López-Ochoa, es decir, Macià tenía a los soldados de Barcelona a sus órdenes. Incluso, el ejército leería (en catalán) un bando reconociendo la República Catalana. Se escribió un nuevo himno nacional, «El cant del poble», un himno alegre que sustituía al tenebroso y beligerante himno de «Els segadors». Leer más

Lo que el viento se llevó (3ª parte): Companys contra Macià

En septiembre de 1923, el General Miguel Primo de Rivera, capitán general de Catalunya, dio un golpe de estado con el apoyo del ejército y la aprobación del rey Alfonso XIII. La dictadura duró más de seis años. Companys seguía potenciando la Unió de Rabassaires a cambio de que el sindicato prestase su apoyo a la Alianza Republicana, la coordinación de fuerzas de oposición a la dictadura y a la monarquía de Alfonso XIII. Creada en 1926, tenía al líder radical Alejandro Lerroux como figura destacada. Companys fue uno de los dirigentes republicanos que participaron en el homenaje que recibió Lerroux en Barcelona en junio de 1926.

En 1929, Companys participó desde Barcelona en la fallida intentona insurreccional, promovida por Sánchez Guerra, por lo que fue detenido y condenado a tres meses en prisión. En diciembre, fue uno de los firmantes del manifiesto que publicó el PRC en pro del entendimiento entre las fuerzas republicanas catalanas y su coordinación con los republicanos del resto de España. La firma del Manifiesto de Inteligencia Republicana no fructificó en un frente o coalición electoral. Por ello, en octubre de 1930, Companys y otros miembros de su partido hicieron un llamamiento en L’Opinió para la convocatoria de una Conferencia de Izquierdas Catalanas. Leer más

Lo que el viento se llevó (2ª parte): Companys, un trepa con ansias de poder

En la anterior entrada, habíamos dejado al President de la Generalitat Companys en el balcón de la Generalitat traicionando a la República y proclamando el Estado Catalán. Ahora, iremos atrás para conocer su vida llena de sombras y extrañas circunstancias. Leer más

Lo que el viento se llevó (1ª parte): Companys, un traidor a la República

«Lo que el viento se llevó» es la historia de Lluís Companys, presidente de la Generalitat, político veleta y golpista que firmó muchísimas sentencias de muerte. Ahora que en Catalunya se quieren quitar los nombres de calles y plazas, es buen momento para recordar la vida de este tenebroso personaje de la política española. Un criminal cuya verdadera historia ha querido ser olvidada por el nacionalismo catalán. Leer más

¿Quiénes son los fascistas en Catalunya?

El libro 1984 de George Orwell es una novela política de ficción distópica, publicada el 8 de junio de 1949. La novela introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. Una de las frases más conocidas de la novela es «quien controla el presente, controla el pasado y quien controla el pasado, controlará el futuro». Leer más