En el centro (izquierda) de la diana

Estos días en Ciudadanos está habiendo mucho debate interno, cuestión que me parece un sano ejercicio para toda formación política, pues el debate debe ser el músculo del partido y debería estar siempre presente, no solamente cuando se acerca el Congreso nacional. Que existan diferentes posicionamientos dentro de unas mismas ideas hace de una formación algo vivo; por el contrario, desear que haya un pensamiento único, lo convertiría en una secta.

Para mí, estos días de debate están siendo muy esperanzadores. Observar que diputados en cámaras autonómicas, concejales y muchos otros compañeros con proyección en C’s no tienen reparo alguno en comentar y defender que no se sienten cómodos en el rumbo que el partido podría tomar tras el Congreso Nacional nos demuestra que, en la formación naranja, hay muchas personas cuyos valores y ética están por encima de un sueldo o de labrarse un futuro en el partido más allá de sus propias creencias.

En lo más estrictamente personal, a quien escribe, ver estas personas defender lo que C’s siempre fue y reclamar la importancia de su origen y de su ideario me ha servido para recargar pilas, para creer que vale la pena seguir luchando por este proyecto que nació hace ya diez años.

Sin embargo, también he tenido que observar que hay personas que no solamente defienden los cambios del ideario, sino que en sus declaraciones, incluso, critican a quienes piensan lo contrario, cuestión que me sorprende. Primero, porque se esté a favor o en contra de los cambios, tengo claro que ambos pensamientos son muy respetables. Segundo, porque los que queremos mantener el ideario aún vigente somos acusados de querer dañar el partido. ¿Se puede dañar a C’s reclamando mantener el ideario de C’s? Y, tercero, porque he llegado a ver invitaciones a dejar el partido si no nos gusta cómo queda todo tras el Congreso.

Esto último comienza a ser habitual en foros y redes sociales, entre otros. Que simpatizantes de Ciudadanos (no me refiero a cargos) indiquen dónde está la puerta de salida a quienes defienden que C’s sea fiel a su origen me parece totalmente innecesario, sobre todo porque, lógicamente, las decisiones de cada uno deben tomarse una vez finalizado el proceso y no ahora. Ahora no estamos pensando en si seguir o no en C’s, sino en debatir qué partido queremos. Tras el Congreso, ya llegará el momento en el cual cada uno deba decidir según su criterio y sentimientos.

He leído a algunas personas decir que los que queremos que (entre otras cosas) el término socialismo democrático continúe dentro del ideario ya tenemos al PSOE para hacer nuestras políticas. No soy yo nadie para juzgar las opiniones de los demás, pero quiero decir a esas personas que, si piensan eso, es que no han entendido absolutamente nada pues, precisamente en el momento que el PSOE en ciertas autonomías abrazó el nacionalismo, abandonó el socialismo democrático. No se puede ser socialista y nacionalista a la vez y, si se puede ser ambas cosas, la historia nos ha demostrado que no es una buena combinación.

Estos días, hablando con compañeros de C’s y leyendo opiniones, decidí volver a leer un libro de 2007, Ciudadanos, Sed realistas: decid lo indecible en el que Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Félix Ovejero, Xavier Pericay y Fernando Savater describían lo que era Ciudadanos, lo que llevó a su nacimiento y cómo debería ser en el futuro. Esa relectura me sirvió para cerciorarme de que mi pensamiento es más cercano al de los inicios del partido que al de la actualidad y, aunque para algunos sea molesto que hablemos tanto de Catalunya, voy a volver a hacerlo. Y es que en Catalunya, en ese 2006 en el cual se inició todo, era muy necesario un partido de centro izquierda no nacionalista. Hoy, sigue siendo fundamental.

Si Ciudadanos no ocupa ese lugar, ¿quién lo hará? Creo que muy difícil va a ser que en estas tierras no nazca un nuevo partido en ese lugar y que consiga representación en el Parlament llegado el caso. Porque, lo queramos o no, en Catalunya hay dos grandes bloques, uno catalanista y de derechas y otro constitucionalista y de izquierdas, y esa es y en los próximos años será aún más la lucha política, esa lucha que se inició en el año 1980 entre Convergència y el PSC y que acabó cuando los socialistas traicionaron a sus votantes formando el Tripartit y promulgando el nuevo Estatut, germen del actual separatismo catalán.

En 2006 Ciudadanos se presentó en las elecciones autonómicas catalanas consiguiendo el 3,1% de los votos, mientras que el PSC conseguía el 27,4%, es decir, entre ambas formaciones conseguían un 30,5%. En el 2015 Ciudadanos lograba el 17,9% y el PSC el 12,7%, es decir, entre ambas un 30,6%, casi el mismo resultado. Si hay prácticamente un tercio de constitucionalistas en el centro izquierda, ¿tiene C’s que abandonar el espacio del que más rédito tiene en el lugar donde más arraigado está?

Sé que muchos me responderán que el nuevo ideario solamente cambia el término y no las ideas pero, si es así, ¿para qué se cambia el término? Si verdaderamente no es maquillar las cosas para acercarse al caladero de votos de la derecha, ¿vale la pena armar todo este revuelo? ¿Para qué? ¿Para definirse como centro? El centro se consigue al nutrirse del socialismo democrático y del liberalismo progresista, un espacio ideológico que nos ha permitido sumar.

Escribía Francesc de Carreras hace casi una década: «La ocupación  de este espacio de centro-izquierda no nacionalista es, pues, el secreto del éxito. Además Ciutadans debe ser un partido distinto en le sentido de que su objetivo principal no es alcanzar el gobierno-ni aún en coalición con otros- sino tener influencia directa en la opinión publica y, de forma colateral, en los demás partidos, al menos en los ideológicamente más cercanos(…)Ciutadans ya está influyendo en la política catalana: en la opinión publica, en el PSC y en el PP. Quizás también, incluso, en los mismos partidos nacionalistas. Y también en el resto de España».

Ciudadanos, la izquierda y el nacionalismo

Ya he escrito otras veces que, para mí, lo más importante a la hora de depositar mi voto en una urna es saber que aquel a quien le doy mi confianza va a representar mi pensamiento en las instituciones. Esto que parece una perogrullada es menos habitual de lo que quizá pensamos. Muy a menudo, y casi todos los hemos hecho en alguna ocasión, hemos dado el voto a tal para que no ganara cual, por el tan mal llamado voto útil.

Realmente, el voto útil es aquel que te va a representar bien. Para muchos ciudadanos, la oposición no sirve para nada pues quien gobierna ordena y manda sin hacer un excesivo caso a lo que piensan los demás partidos. A menudo es difícil hacer ver a las personas que en unas elecciones ganar o no ganar no es lo más importante, más en España donde la política de bandos existe desde tiempos inmemoriales.

En el caso de Ciudadanos, ¿sirve de algo el partido naranja si no puede gobernar? Para mí, la respuesta es sí. C’s ha sido durante estos años en Catalunya una herramienta para hacer reacciones a miles de personas que, ante una situación como la que nos plantea el nacionalismo catalán, han reivindicado sus derechos y su identidad catalana sin olvidar la española.

Ciudadanos ha sido durante años un ejercicio de pedagogía para los constitucionalistas catalanes que, poco a poco, han ido despertando. Han dejado atrás el «complejo» de no ser nacionalistas y no han tenido miedo a decir bien alto lo que piensan. C’s ha hecho que la mayoría silenciosa comience a hablar y, no sólo eso, ha conseguido también que ciudadanos de a pie se interesaran por la política y, así, conseguir que el partido lo integrasen personas normales que hacían cosas extraordinarias.

Ciudadanos debía despertar las almas de muchos catalanes que, hasta entonces, creían que no podían o que no debían opinar y todo ello a través de una plataforma política que no tenía la presión de tener que ganar unas elecciones pues, para el partido naranja, la política nunca ha sido una carrera sino una herramienta para hacer de nuestra tierra un lugar más libre.

A Ciudadanos se acercaron personas que ya no creían en la capacidad de los viejos partidos para dirigir el país, menos aún en Catalunya donde tanto el Partido Popular como, sobre todo, el PSC se habían arrodillado ante el nacionalismo siempre que a estos les había hecho falta.

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Leí a Fernando Sabater en cierta ocasión: «Cuando era joven e iba a las manifestaciones contra Franco, siempre había alguno que te decía: ‘Si no os gusta esto, iros a Rusía’. Pues no, ¡oiga! Yo no quiero ni Rusia ni Franco». 

Eso es lo que estaba comenzando a pasar en Catalunya. «Si no te gusta el nacionalismo, iros a Andalucía» (o a Galicia, o a Murcia, o a Extremadura o a donde sea). Pero no, nosotros no queríamos ni el nacionalismo ni irnos a ningún lado, sobre todo porque nuestra tierra es esta y es donde queremos estar, por más que los distintos gobiernos nacional-catalanistas de la Generalitat nos hayan maltratado como ciudadanos.

La lucha contra el nacionalismo será larga y dura porque los separatistas, aún siendo menos en número, controlan las instituciones, los medios de comunicación y, lo más peligroso, controlan la educación de nuestros pequeños que son educados en el odio a España.

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Dijo Albert Boadella en cierto momento que: «No se puede desvincular Ciutadans de la situación catalana y más concretamente del régimen nacionalista que, desde hace décadas, ha venido contaminando la política»(…)»Este fue el objetivo esencial y mientras no cambie sustancialmente el panorama seguirá siéndolo».

¿Ha cambiado la situación en Catalunya? No pues, más allá de que los constitucionalistas hayan comenzado a perder el miedo, de que ya casi nadie se esconda a la hora de decir lo que piensa y a quien vota, no ha cambiado la estigmatización de los no nacionalistas, no ha cambiado que lo primero que te llamen sea «facha» por el simple hecho de defender la Ley, la Constitución o sentirte español.

Ese estigma es el que hace que en las familias catalanistas que entienden que el separatismo no es el camino cueste dejar su tradicional voto a los partidos nacionalistas porque les han inculcado que las demás formaciones odian a Catalunya, por más que una formación como C’s fue creada por catalanes y para catalanes.

En este sentido, Ciudadanos, que ha sido un partido de unión entre personas de distintos pensamientos, tiene la obligación moral de no desviarse del camino porque, por más que a muchos les cueste trabajo creerlo, se conseguirá más siendo menos y unidos que tratando de hacer tuyos votantes que realmente no creen en C’s.

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No quiero volver al tan traído tema de los últimos días sobre si es necesario que la palabra socialismo democrático siga o no en el ideario, porque la palabra en sí, obviamente, no es lo más importante; pero sí que es fundamental que las personas moderadamente de izquierdas tengan que seguir sintiéndose cómodas dentro de la familia de Ciudadanos. Más allá del puro debate interno, el problema radica en que, como escribió Félix Ovejero, «En España se ha producido una singular combinación entre el nacionalismo y los partidos de izquierda. Una combinación imposible: la izquierda, a lo largo de la historia, ha luchado por la extensión del ideal de ciudadanía, por la eliminación de cualquier privilegio vinculado con el origen, al linaje, al sexo o la clase social».

Con esto quiero decir que las personas que son moderadamente de izquierdas en todas y cada unas de las autonomías donde la lacra del nacionalismo está presente necesitan ser representadas y creo que, hasta ahora, Ciudadanos ha sido quien mejor lo ha hecho, así como también que no debería excluir a todas estas personas que, además, en buena medida, son las que comenzaron este proyecto.

Ciudadanos (la historia) – Capítulo XVII

Continuamos repasando la historia de Ciudadanos (recordad que podéis encontrar el Capítulo XVI aquí):

Los dirigentes de Convergència i Unió comienzan a mostrarse clara y públicamente cercanos al independentismo. Artur Mas promete convocar una consulta sobre el pacto fiscal, acogiéndose a la Ley de Consultas Populares, en caso de que el Gobierno del PP rechace el nuevo marco económico pretendido por CiU. Solamente Ciudadanos y el Partido Popular critican la postura de Mas. Alicia Sánchez Camacho, portavoz del PP, opina que Mas no se atreverá a hacer esa consulta ilegal y Jordi Cañas de C’s acusa a la Generalitat de usar la «xenofobia fiscal como argumento de enfrentar territorios».

Además, comienza a hablarse también de la posibilidad de una consulta soberanista, en la que Artur Mas pretende poder contar con el apoyo que tiene de los catalanes ante el cambio de rumbo de su partido que apuesta ahora por el separatismo. Curiosamente, en un libro publicado en 2002 y titulado «¿Qué piensa Artur Mas?«, el President decía  “El concepto de independencia lo veo anticuado y un poco oxidado”(…) «España no es Yugoslavia, además, entre Catalunya y España existen suficientes lazos e historia compartida como para tener muy presente este bagaje común, que se manifiesta incluso en la composición demográfica de Cataluña”.

El 6 de diciembre, Artur Mas no asiste a los actos conmemorativos de la Constitución y, desde ese momento, deja de ser el President de la  Generalitat para ser el President únicamente de los independentistas. Este menosprecio vuelve a ser ignorado por PSC e ICV que cada vez son más benévolos con Artur Mas y con el separatismo catalán.

En el pleno del Parlament, se pide que no se puedan expresar frases como «España nos roba», «Expolio fiscal» o «los españoles son una banda de mafiosos», como se había oído desde la bancada de ERC. Sin embargo, la Junta de Portavoces, con al Presidenta del Parlament Nuría de Gispert a la cabeza, deniegan la moción y el Parlament deja que, en el lugar donde está representado el gobierno español en Catalunya, se pueda insultar a España y a los españoles.

En abril de 2012, Convergència se une a ERC y SI y denuncian que Catalunya sufre «un expolio fiscal». Las resoluciones sobre el pacto fiscal votadas en el pleno tienen también el apoyo de PSC e ICV. En mayo, el PP vuelve a votar, como comenzaba siendo habitual, del lado del Govern en temas económicos. Esta vez, se trata de la Ley Catalana de Estabilidad Presupuestaria.

Convergència comienza a tener problemas de corrupción: el caso Millet (Palau), que se denunció en 2009, se pone sobre la mesa y, esta vez sí, toda la oposición en conjunto pide explicaciones al gobierno de Artur Mas, que defiende que su partido no se financió ilegalmente. Los recortes también unen a la oposición y se empieza a rumorear sobre la posibilidad de que Artur Mas, al que aún le quedaba más de la mitad de la legislatura, adelante las elecciones.

En el mes de julio, gracias a los votos de los miembros de Esquerra, Artur Mas no debe comparecer ante el Parlament para dar explicaciones por el caso Palau. En ese momento, ya estaba sobre la mesa el caso ITV, que también salpicaba a miembros de Convergència, entre ellos a Oriol Pujol, que había sido mano derecha de Artur Mas.

En la Diada de 2012, desde el gobierno de Catalunya ya se habla sin tapujos de desligarse de España. Un Artur Mas crecido deja entrever que adelantará las elecciones para saber si los catalanes respaldan su proyecto soberanista. Una vez anunciadas las próximas elecciones, el Presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, acusa a Artur Mas de «Pretender dar un golpe de Estado»(…)»Me da el mismo miedo un golpista vestido de verde con un tanque que un golpista con corbata subido en un A8″(…) «ninguna identidad va a ser impuesta»(…)»el expolio de Catalunya por parte de España es la gran mentira del nacionalismo».

Ciudadanos inicia una precampaña centrada en pedir el voto no independentista y en reclamar que casos de corrupción de CiU no son suficiente motivo como para que estos alimenten el enfrentamiento entre catalanes. Tras las primarias, Albert Rivera vuelve a ser el candidato. El lema de campaña es el famoso «Mejor Unidos» y, para dichas elecciones, el partido cuenta con el apoyo público del dramaturgo Albert Boadella, los escritores Félix Ovejero, Arcadi Espada y Javier Nart, así como de Juan Carlos Girauta, Tomás Guasch, Ferran Martorell y la exportavoz del PP Carina Mejías.  

En el spot que hace la Generalitat para las Elecciones, salen imágenes de la manifestación independentista con lo que C’s denunciará el caso a la Junta Electoral, que acabará retirando el vídeo unos días después, aunque, como se dice en estos casos, el daño ya estaba hecho.

Las elecciones no son vistas como un referéndum por la mayoría de la gente, sino como un Sí o No a Artur Mas. Eso no quita que también se midiera en tono soberanista. CiU, ERC y la CUP eran el voto soberanista; PSC e ICV no representaban al Sí ni al No y, en todo lo contrario, PP y C’s eran los partidos radicalmente contrarios al independentismo, aunque los Populares tenían la ventaja de parecer el voto útil.

Finalmente, con una subida del 8% en la participación, Artur Mas fracasa en su propósito y CiU, a pesar de seguir siendo la fuerza más votada, pierde 12 escaños, quedándose con 50. El PSC paga sus titubeos y su apoyo al nacionalismo perdiendo 8 y quedándose con 20. ERC es una de las triunfadoras de la noche consiguiendo 21 escaños, con lo que parece que recoge voto independentista de CiU y del PSC. El PP gana 1 escaño quedándose con 19, pero no consigue el «sorpasso» para colocarse como segunda fuerza, entre otras cosas porque las personas que han votado en clave soberanista desde el lado constitucionalista apuestan también por Ciudadanos, que pasa de ser un partido sin mucho futuro a triplicar sus votos y sus escaños, alcanzando 9, y aprovechando sobre todo los votos que le vienen de votantes del PSC, que no les personan sus coqueteos con el independentismo. Albert Rivera, Carina Mejías, Inés Arrimadas, José Manuel Villegas, Carmen de Rivera, Carlos Carrizosa, José María Espejo-Saavedra , Jordi Cañas y Matías Alonso serían los encargados de representar a los ciudadanos constitucionalistas de centro en un Parlament de Catalunya que gobernaría Artur Mas gracias al apoyo de ERC.

De plataforma ciudadana a partido político

 

Ciudadanos (para no iniciados) II

De movimiento ciudadano a partido político.

Lo que en Cataluña no cuajó durante los 23 años de gobiernos nacionalistas presididos por Jordi Pujol si lo hizo en los primeros 18 meses del Gobierno formado por tres partidos de izquierdas y presidido por el socialista Pasqual Maragall, la creación en Catalunya de un partido cuya fundamentación sea combatir el nacionalismo catalán. Leer más