Cataluña V (de 1454 a 1510) Lo que el nacionalismo nunca te contará

Proseguimos con este ciclo de entradas sobre la historia de Catalunya, «Lo que el nacionalismo nunca te contará«, tras su última entrada, en la cual nos centramos en el periodo comprendido entre los años 1306 y 1453.

En 1454 Juan II fue nombrado por su hermano Alfonso V lugarteniente de Aragón y Catalunya, mientras éste gobernaba el Reino desde el sur de Italia y Sicilia. Cuatro años más tarde, se produjo la muerte de Alfonso, quien carecía de herederos directos, motivo por el cual Juan le sucedió en el trono de la Corona de Aragón. Con Juan II es donde ocurre otro hecho que es muchas veces tergiversado por los separatistas para dar una explicación y un origen antiguo al nacionalismo y posterior independentismo catalán.

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Escudo de Juan II de Aragón, en el que, por enésima vez, se mezclan  los símbolos de Castilla y los de Aragón antes de la unión de los reinos.

Con Juan II, habría una guerra civil en Catalunya (1462-1472) entre el Rey de Aragón y Conde de Barcelona y el Consejo del General, es decir, contra la Generalitat de Catalunya. Eso, sin entrar en un contexto, sin dar una explicación y dicho así, parece una prueba evidente de que Catalunya luchó contra Aragón una vez más, combatiendo por la (y vuelve la palabra mágica) independencia.

La realidad es que, obviamente, la Generalitat no representaba entonces el gobierno de Catalunya como ahora sino que, simplemente, recaudaba impuestos. Pero eso no es lo más importante, sino que en esa guerra no había separación entre Catalunya y Aragón, además de que quien lideraba la Generalitat era el propio hijo de Juan II, Carlos de Viana, es decir, un Trastámara, motivo por el cual ver cualquier tipo de nacionalismo en este hecho es cuanto menos rocambolesco ya que el líder catalán que luchaba por la Generalitat era familia del Rey de Castilla y nacido en Peñafiel, Valladolid.

La guerra real tuvo lugar entre la monarquía, con el apoyo de los campesinos y la pequeña burguesía con la llamada La Busca (o «La Astilla», el partido de los mercaderes y artesanos que aspiraban controlar el poder municipal para hacer cumplir los privilegios, libertades y costumbres otorgados al pueblo de Barcelona), y la oligarquía catalana, a la que defendía Carlos de Viana, y que contó con el apoyo de La Biga (representantes de la alta burguesía, los llamados «Ciutadans honrats» -Ciudadanos Honrados-, grandes mercaderes y terratenientes) y de las Coronas de Portugal y, en cierto modo, de Castilla (o al menos la parte que defendía a Enrique IV que, paralelamente, estaba enfrascado en una guerra civil en Castilla contra los que defendían a su hermana Isabel como monarca).

La guerra cruzó las fronteras hispanas, dado que Juan II buscó el apoyo de Luis XI de Francia (ofreciéndole en garantía el Rosellón y la Cerdaña) y Gastón de Foix. El Consejo General, por su parte, buscará apoyos interiores y la desarticulación de las fuerzas opositoras: el partido de la Busca y los Remensas. Al no obtener los resultados deseados, la Generalitat empieza a ofrecer el Condado a candidatos que, 50 años después del tratado de Caspe, posean, aunque sea indirectamente, algún derecho a reinar en el llamado Principado de Catalunya. En 1462 ocurre un hecho que tira por los suelos toda teoría de que la guerra catalana se debía a nacionalismo o patriotismo y no a intereses económicos de la oligarquía catalana ya que a quien se le ofrece el Titulo de Conde de Barcelona es al Rey Enrique IV de Castilla, quien irá con sus tropas a Catalunya, tras aceptar, en principio, el ofrecimiento ante la división de la nobleza. Las tropas castellanas, dirigidas por Juan de Beamonte, obligan a levantar el asedio de Barcelona pero Juan II utiliza las divisiones de la nobleza castellana, que acabará forzando a Enrique, por el tratado de Bayona, a renunciar. Después de ofrecer el título a Pedro de Portugal, pues se volvería a hacer a quien fuese con tal de que la oligarquía catalana pudiese, con sus impuestos y leyes feudales, ahogar a los campesinos y a los sufridos pageses de remensa, es decir, a la mayoría del pueblo catalán, finalmente, se hizo a Renato de Anjou, elegido Príncipe de Catalunya en 1466. Con Renato como pretendiente a liderar Catalunya, Luis XI de Francia, quien apoyaba a Juan II, cambia de bando ya que Renato era de su propia familia.

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Guerra Civil Catalana

Juan II buscaría el apoyo de los partidarios de Isabel como reina de Castilla y, tras la firma del Tratado de los Toros de Guisando, en el que Enrique IV declara heredera a su hermana Isabel, deciden que la heredera al trono de Castilla y Fernando, heredero al trono de Aragón, contraigan matrimonio. En 1472, con la capitulación de Pedralbes, acababa la guerra con medidas de clemencia y una preferencia a la Diputación rebelde ante la monárquica, permitiendo seguir en el cargo a diputados que habían sido opositores. La Generalitat quedó desprestigiada ya que los pactistas la acusaban de haber mantenido las revueltas agrarias y de la reorientación de los mercados hacia otras latitudes; las clases bajas, empobrecidas por la guerra, acusaban las medidas fiscales necesarias para recuperar la hacienda. Económicamente, la Generalitat estaba exhausta y no pudo devolver los préstamos que le habían concedido. Catalunya y, sobre todo, Barcelona no se recuperarían en dos siglos de aquella crisis económica.

Llegamos a la famosa boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en lo que se entiende prácticamente como el inicio de la España actual y donde los separatistas dicen que es uno de los puntos donde Catalunya comienza a perder poder propio y a pasar éste a manos de Castilla, a la postre, de España. Sin emabrgo, y como hemos podido ver, eso a lo que los independentistas llaman Catalunya no es realmente más que señores feudales de la oligarquía catalana. Vimos también que tanto los reyes como los pueblos de Castilla y Aragón estaban mezclados desde hacía siglos y, sobre todo, lo que es más importante, que no había ninguna reivindicación nacionalista por parte de los catalanes ya que, como en el último caso que hemos tratado, la Generalitat estaba dirigida por un Trastámara e, incluso, el Condado de Barcelona fue ofrecido al Rey de Castilla, con lo cual podemos comprobar que en el siglo XV, aunque fuese por intereses económicos, Catalunya pudo querer separarse de Aragón, pero nunca de los pueblos de España.

Muchas veces esta boda es vista como la unión de dos reinos totalmente independientes y, como habéis podido ver, no es así en absoluto. De hecho, el matrimonio de los que más tarde serían conocidos como Reyes Católicos no fue reconocido por la Iglesia en un principio ya que su consanguinidad era demasiado fuerte. No hay que olvidar que compartían bisabuelos, que sus abuelos eras hermanos y sus padres primos.

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Escudo de Isabel y Fernando (1491)

Catalunya entró en el siglo XVI en muy malas condiciones. La Oligarquía quiso recuperar su economía a base de esclavizar a los Pageses. Con Fernando II (le llamaremos de aquí en adelante el Católico para que nos entendamos, a pesar de que aún no tenía dicho título), hubo una pequeña recuperación en Catalunya. En 1493 Isabel y Fernando reciben a Colón en Barcelona a la vuelta del primer viaje a América, ciudad donde, precisamente, es donde se preparó el segundo viaje a «las Indias». En 1494 se crea el Consejo de Aragón, la función del cual era asesorar al monarca en los asuntos que afectaban a aquella corona cuando él estaba en Castilla, donde pasó la mayor parte de su reinado. Es decir, Fernando dejaba un gobierno en Aragón para que «reinara» por él.

La unión de las dos coronas es tranquila hasta la muerte de Isabel de Castilla en 1504. Tras la muerte de sus hermanos Juan e Isabel y de su sobrino Miguel, Juana quedó como heredera de Castilla. Esta se había casado con Felipe, el Archiduque de Austria, y viajaron desde Flandes a jurar el cargo de Reyes de Castilla. Una vez se coronaron como reyes en la ciudad de Toledo, Felipe volvió mientras que Juana I de Castilla quedó en tierras españolas. Tal y como decía el testamento de la reina Isabel,  Juana reinaría junto a su marido pero bajo la supervisión de Fernando. El momento en el que Felipe no acepta estas condiciones y ansía el poder de reinar Castilla es cuando el Rey de Aragón decide casarse con la sobrina del Rey de Francia, Germana de Foix, con la idea de tener un hijo varón que gobierne en Aragón para que, de este modo, Felipe no tenga un excesivo poder y las Españas no queden súbditas a otras naciones. Fernando tendría un hijo, Juan, pero moriría a las pocas horas de nacer. Si no fuera porque es la muerte de un niño, diría que éste es uno de los puntos históricos más «graciosos» a los que se agarra el separatismo, al creer estos que esa prematura muerte fue la culpable de que Castilla y Aragón estuvieran juntas y, por ende, de que Catalunya esté en España.

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